¡No te vayas!

Después de lo que pareció un largo viaje, la ambulancia llegó al hospital, Guadalupe estaba pálida e inconsciente. 

Los paramédicos, al llegar al lugar, dijeron:

- La señorita ha perdido demasiada sangre, de verdad, esperemos que aún podamos hacer algo.

- Debemos de, es una mujer muy joven, no puede morir así. ¡Tranquila, vamos a hacer todo por salvarte! - Dijo uno de los médicos.

- No sé qué debió pasar por su cabeza para decidir quitarse la vida, es una mujer muy joven. - Dijo uno de los médicos.

Mientras tanto, Guadalupe, en su subconsciente, luchaba contra una realidad muy diferente, ya que, internamente, volvió a tener la misma pesadilla.

Guadalupe se veía encerrada en una mansión, estaba sola y con el vientre hinchado, era evidente que ella, estaba embarazada. Al menos su vientre mostraba un avanzado estado de gestación, derramaba lágrimas y pedía que la dejaran salir, se veía realmente angustiada. 

A su lado estaba Emma, quien trataba de consolarle.

- Señora, ¡Tranquila el bebé, no debe recibir todo esto!

- Emma quiero irme, por favor, solo quiero irme lejos, ¿Por qué Massimo me encerró aquí? ¡Quiero irme! Él me trajo aquí con engaños, seguro quiere robar a mi bebé. - Decía la chica con gran angustia en la voz.

- Señora, el señor solo quiere su seguridad, su esposa le puede causar daño, por eso es por lo que usted está aquí. El señor no quiere que la lastimen, por favor, tranquilícese. - Decía Emma tratando de sonar tranquilizadora.

- No, Emma, él quiere robar a mi hijo, luego se deshará de mí. ¿Cómo pude ser tan tonta y caer en su trampa?

De repente, como si fuera una película, saltó y se encontró con otra escena de su vida. Su bebé había nacido, Massimo lo cargaba y miraba con delicadeza, Guadalupe estaba recostada, agotada y lloraba.

- ¡Por favor, Massimo! No puedes separarme de ella, ¡Es mi hija! 

- ¡También es mía! Y lo mejor para ella es crecer en un internado. Tú ya no eres mi esposa, ¿Qué clase de vida le vas a ofrecer?

- ¡Ese no es tu asunto! ¡No puedes quitarme a mi hija! ¡Tú tienes un hijo!

Massimo, sin inmutarse en el dolor de la mujer, él quería llevarse a la bebé, luego que, la chica vio que el hombre puso a la bebe en la cuna. Guadalupe reunió todas las fuerzas que tenía y le estrelló una lámpara en la cabeza, haciendo que este cayera inconsciente al suelo. 

Ella tomó a su bebé y salió corriendo. La tarde era fría, salió sin zapatos con solo un abrigo donde ocultó a su bebé, aprovechó el alboroto y salió de la mansión.

Nuevamente, volvió a salir de escena. Cada vez que salía de escena, le dolía el pecho, era como si algo la jalara queriéndole arrancar el alma, sentía un calor que quemaba su pecho.

Esta vez se vio debajo de un puente, estaba sucia, con frío, abrazaba a su bebé mientras intentaba amamantarla.

Llevaba largo rato en la calle pidiendo algo de dinero, tenía hambre y se sentía débil, su bebé lloraba, ella ya estaba muy cansada. 

Poco a poco se fue quedando dormida abrazando a su bebe para cubrirle del frío; de pronto, su bebé dejó de llorar. De un momento a otro ella, despertó y se percató de que su bebé no lloraba más, se preocupó y le observó a la bebé, la cual, estaba con el rostro pálido, sus labios estaban morados.

Guadalupe sacudió a la bebé intentando despertarla, pero su hija no despertó. Había muerto de hambre y frío, se pudo oír un grito desesperado, pero nadie en esa fría tarde acudió en su auxilio.

La mujer lloraba a mares, se culpaba mientras se golpeaba el rostro, suplicando que esto fuera un mal sueño y pronto pudiera despertar.

- ¡Lo siento, hija! ¡Lo siento! ¡No pude cuidar bien de ti, mírame, ni yo misma pude cuidar de mí! ¡Lo siento! - Decía Guadalupe mientras su rostro se cubría de lágrimas.

Ella vio la escena, pidiendo que esto fuera una pesadilla.

- ¡Por favor, Dios, que esto sea una pesadilla! ¡Por favor! ¡Por favor!

Mientras ella repetía eso, nuevamente volvió a sentir cómo algo la jalaba y le quemaba el pecho. De pronto, comenzó a ver un rayo de luz.

- ¡Despierta! ¡Despierta! ¡Despierta, por favor! ¡No te puedes ir! - Repetía el médico que le practicaba la resucitación.

Finalmente, el pulso de Guadalupe volvió a mostrarse en el monitor.

- ¡Doctor…! La paciente ya presenta pulso. ¡Lo logró! - Dijo una de las enfermeras con evidente emoción.

- Vamos, debemos seguir atendiendo sus heridas, aún no podemos cantar victoria. - Replicó el médico.

- Salvatore, el doctor que la atendía, pudo percatarse como una lágrima, todo por el rabillo del ojo de la chica.

El médico estaba intrigado. ¿Cómo podía ser posible que una mujer tan joven había decidido quitarse la vida? No creía que pudiera tener razones de peso para hacer algo tan desesperado.

Por otro lado, fuera de urgencias estaban Emma y la señora Caterina.

- Emma has trabajado tantos años con nuestra familia, por esa razón te pedí que quedaras con Massimo cuando se casó. Sabía que cuidarías bien él y Guadalupe, dime, ¿Qué pasó? - Dijo Caterina con evidente angustia.

- Señora Caterina, no estoy segura… El día de ayer, la señora Guadalupe salió con un folder lleno de documentos, dijo que iría a entregarlos al señor Massimo, al parecer los había olvidado.

Después regresó en compañía de Matteo, y se encerró en su habitación. Por la noche llegó el señor y pidió que me retirara a mi casa, se quedó solo con ella y de ahí no pude hacer nada. 

Hoy tuvieron una discusión fuerte, ambos se gritaron y ella le pidió el divorcio.

- ¡QUÉ! Respondió la señora Caterina con gran sorpresa - Ese ingrato de Massimo debió hacer algo para que Guadalupe reaccionara así.

En ese preciso momento, a lo lejos vislumbró una silueta alta e imponente; aquel hombre iba llegando.

- ¡Massimo, maldito, mocoso, malcriado! Tus padres no te criaron de esta manera, ¿Qué le hiciste a Guadalupe?

- ¡Abuela! No creo que sea el momento para discutir. - Dijo él con molestia.

- ¡Mocoso, mal educado! Toda la culpa la tuve yo por ser tan complaciente. Tan pronto despierte Guadalupe se irá a vivir conmigo, no hay vuelta atrás.

Mientras la abuela Pellegrini reprendía a Massimo, de la sala de urgencias salía el médico en que atendía a Guadalupe junto a una enfermera, esta dijo:

- ¿Familiares de la señorita Priego?

- ¡Soy su esposo! - Respondió Massimo con seriedad.

- Señor, su esposa perdió mucha sangre, tuvimos que hacer una transfusión. La sangre de su esposa es muy rara, pero pudimos salvarle. 

Aún está en cuidados intensivos, una de las cortadas que se hizo corto provocó todo esto, unos minutos más y ella hubiera fallecido. - Dijo el médico en tono molesto.

El rostro de Massimo estaba pálido y desencajado, por la mañana ella se veía molesta, pero no creyó que llegaría a tanto. 

Él sintió una punzada en el estómago; era la culpa que sentía al recordar, lo que su esposa había visto en su oficina. Pensó en que pudo ser demasiado, jamás se puso a medir en el sentir de su mujer, ella siempre le había dicho que le amaba y le recordaba cada día cuánto le adoraba.

- Señor, aunque ella salga de peligro, será necesario mantenerla bajo vigilancia. Esta vez no pudo completar su objetivo, pero eso no quiere decir que no lo vuelva a intentar. - Dijo el médico en tono preocupado y serio.

- ¿Qué quiere decir con ello? - Respondió Massimo con molestia.

- Debe analizar cuál fue el causante de su intento de sucio, no puede pasar por alto esta situación. Esta vez pudimos rescatarla, pero normalmente las personas que en muchas ocasiones sufren de alguna experiencia traumática, suelen volver a intentar hasta lograrlo.

Massimo estaba atónito al escuchar esto: "¿Cómo podía ser que Guadalupe hubiera hecho esto? ¿Acaso él estaba siendo muy duro con ella? ¿Acaso su rencor estaba sobrepasando los límites?".

- ¡Eres un ingrato! ¡Me avergüenza ser tu abuela! ¿Dime cómo has podido llevar a Guadalupe hasta este extremo? ¡Ya te lo dije, tan pronto ella salga de aquí, se irá a vivir conmigo y si quiere separarse de ti, no voy a impedírselo!

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