Mi querida niña…
La señora Caterina y el abuelo Alberto, después de cenar, se fueron al estudio a platicar del asunto que les aquejaba.

- Alberto, ya revisé la información que nos hizo llegar tu abogado. Desafortunadamente, no tengo buenas noticias, tu supuesto socio se fue con millones y ha ofendido a una de las familias más prominentes de tu país, por lo que veo complicado el poder hacer algo inmediatamente.

- ¿Qué sugieres? No tengo mucho, podría entregarme y evitarte todas estas molestias.

- No, Alberto, no recomiendo que te entregues. Lo que es cierto es que no podemos hacer mucho hasta dar con el verdadero responsable. - Dijo Caterina preocupada.

- Entonces, ¿Qué es lo que me recomiendas hacer? - Preguntó Alberto con evidente tensión.

- Estuve analizando las posibilidades y solo tenemos una, pero no te va a gustar.

- ¿Cuál es? - Dijo el hombre interesado.

- Nuestra familia cuenta con algunas propiedades no declaradas; he pensado que, tal vez, te puedas quedar ahí. Por lo menos en lo que logramos
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