CAPÍTULO III

Hunter no tenía nada que celarme, yo no tenía la belleza que un hombre como él acostumbraba explorar en una mujer.

─Noah es un simple amigo como le expliqué antes, no tiene de qué preocuparse, no me distraeré en sus clases.

─No me quedo tranquilo pero confiaré en usted ─compartimos sonrisas antes de ponerme de pie ─. Ah, señorita Hudson, necesito que me regale su numero de celular.

Lo vi rascarse la nuca con algo de incomodidad. Virgen, aquello suponía más compromisos con Hunter.

Inspiré hondo y solté el aire de a poco sin que él lo notara. -Mentiré.- pensé.

─Mi celular se encuentra en reparación, lo dejé caer en la alberca ─otra en mi lugar abría dado lo que fuera por tener como contacto al profesor Hunter, yo sin embargo vivía con el miedo de ser víctima de un psicópata, todo gracias a las recomendaciones de papá antes de salir.

No se creyó la mentira pero tampoco insistió.

Por la tarde fui con mi madre al centro comercial, estuvimos mirando algunas tiendas confeccionistas que pudieran hacer su vestido de boda soñado.

Por la noche ayudé a mamá a ponerse hermosa para una cena de negocios donde Bruno la presentaría, posteriormente la despaché orgullosa por lo bien que pintaba.

─Debiste verme la cara ─hablaba con Alex por celular, era mi prima y mejor amiga ─, no lo pude creer.

Caminé toda la habitación refiriéndole los detalles, cuando por mi ventana divisé una silueta en la antigua habitación de Simón, era un hombre alto y corpulento, se quitaba la ropa mientras escuchaba música clásica a un volumen considerado.

Virgen de las morbosas.

─ ¿Emmy, estás viva?

─Oye, Alex, te hablo luego que vino el señor de las pizzas ─le colgué.

Con cuidado me arrodillé frente a la ventana y busqué mis binoculares en el cajón inferior de mi buró. El nuevo vecino seguía distraído, lastimosamente no podía ver mas que su silueta que pintaba trabajada.

─Virgen ─musité, estaba cantando.

Pero de pronto se le dió por voltear y me pilló husmeando su morada.

─Maldición ─me tiré al piso con el corazón en la boca.

Segundos después no escuché la música y mi celular empezó a sonar mas fuerte que nunca.

Hice una maniobra rápida para tomar el celular y apagar las luces.

─Emmy, ¿qué hacías? ─era Alex chillando al otro lado de la línea.

Aún en la oscuridad tuve la osadía de mirar por la ventana pero el sujeto de la mansión Roger ya no estaba, y su ventana estaba cerrada.

─Estoy comiendo pizza ─cerré mi ventana.

─No te escuchas como si comieras.

Fingí masticar algo, luego me tiré en la cama y busqué no sonar afligida de vergüenza.

─Hey, mañana hablamos, ¿de acuerdo?

─No ─gruñó ─, debes contarme mas sobre el tal Hunter.

─Mañama te contaré con lujo de detalles, tengo que descansar.

─Te llamaré si no lo haces.

Colgué y un temblor se apoderó de mí.

El viernes después de clases fui a práctica de animadoras, llevaba dos años siendo parte del equipo y algunas me veían como segunda capitana.

─Les daré quince minutos de receso ─anunció Dash, la capitana.

─No la soporto ─escuché a Laura mientras íbamos a descansar en las gradas.

─Te falta tolerancia ─comenté ─, Dash puede ser todo un fastidio cuando se lo propone pero si eres paciente no habrá problema.

─Muero por ser como tu.

─Ni en un millón de años ─me mofé.

─ ¡Hey! ─me dió un suave golpe.

Cuando hubo terminado el entrenamiento fui con Laura a los vestidores, luego cada quien tomó su camino.

Un claxon me alcanzó cuadra y media antes de llegar a la parada de autobuses, al principio pensé que se trataba de Noah pero luego me llevé la sorpresa de que era el profesor Hunter.

─Vamos, yo te llevo ─se ofreció.

No me detuve, continué caminando tan deprisa que ya comenzaba a agitarme.

─Emmy, si te preocupa que te vean llegar con un viejo como yo solo dime que te deje una cuadra antes y ya está.

No pude evitar reír.

─Profesor, muchas gracias pero hoy deseo caminar ─atajé con amabilidad.

─Insisto ─hizo un puchero divertido al que no me pude resistir.

─Me dejará dos cuadras antes, ¿de acuerdo?

─Como usted mande ─me guiñó un ojo y de nuevo el reboloteo y la electricidad aparecieron.

Al llegar a mi recámara me deshice del conjunto sudado que traía puesto, me di una ducha rápida y calenté la comida que Raquel me dejó antes de irse a trabajar por la mañana.

Toda la tarde me ocupé de la obra de Dante, leí los cantos que me parecían mas interesantes y luego escribí en caliente las primeras líneas.

Cuando se hizo oscuro llamé a Alex para terminar de echarle el chisme de Hunter y al terminar me fui a mi recámara aburrida.

Hoy otra vez el nuevo vecino dejó la ventana de su recámara abierta pero no habían rastros de él, solo estaba una famosa canción de Andrea bocelli de fondo y las luces apagadas.

─Venga, aparece ya ─supliqué mientras miraba fijamente por la ventana.

De repente las luces fueron prendidas y lo vi aparecer, hoy lucía ropa deportiva, como si acabase de trotar.

─Virgen ─mi morbo yacía en un punto álgido, peor aún, todo gracias a un completo desconocido.

Hoy como ayer empezó por el suéter, mis mejillas estaban rojitas como un tomate y pese a tener el aire acondicionado funcionando el calor que experimentaba era evidentemente producto de mi lujuria.

Se quitó los pantalones cortos y cuando iba por la ropa interior escuché a mi madre en la primera planta.

Virgen, justo ahora.

─ ¡Emmy, ya llegué!

El sujeto que se encontraba de perfil giró con aquel grito y nos encontramos cara a cara, juraría que me sonreía complacido de saber que yo era quien lo husmeaba.

Me lancé de la cama al interruptor y apagué las luces.

─Emmy, ¿qué haces a oscuras? ─apareció mi madre y me pilló tentida en la alfombra.

Lo que acababa de ver no podía superarlo ni en un millón de años, el nuevo inquilino era mi profesor, nada más y nada menos que Hunter.

Corrí al baño y me encerré allí como por media hora, luego salí para no escuchar los alaridos de Raquel y cené junto a ella.

Los próximos días no abrí la ventana, le conté a Alex la noticia y por casi muere de ganas de venir a conocerlo.

El lunes a primera hora dudé en entrar al aula, sentía vergüenza.

─Hola profesor ─me senté frente a él, iba de camisa celeste y un vaquero liso para nada informal, estaba peinado como lo recordaba pero a diferencia de otros días hoy sonreía sin razón.

─Hola Emmy, ¿cómo te fue el fin de semana?

No fui capaz de mirarlo a la cara, me limité a responderle mientras sacaba mis libros y los ponía sobre mi pupitre.

─Estuvo tranquilo, nada fuera de lo común.

─Las chicas como tu suelen ir a fiestas, disfrutar mucho. Me extraña que digas que no hiciste algo divertido todo el puente festivo.

─No tenía planes.

Empecé a sudar, nuevamente el reboloteo jodía mi estomago y la electricidad era cuestión de escucharlo.

─Claro, me imagino que te la pasaste pegada mirando por la ventana ─el tono en que lo decía era acusiante. ¿En qué me he metido?

Nuestras miradas se cruzaron.

─Perdone, ¿de qué me habla? ─tenía que actuar por todos los medios como desentendida, tal vez así no moriría de vergüenza.

─La veo en mi despacho en el cambio de clase.

Con eso me dejó fuera de base, no pude rehusarme porque para su suerte habían empezado a llegar el resto de la clase.

Cuando se dió el cambio de clase fui a su despacho.

─Siéntete cómoda.

─Profesor, recuerde que tengo clase ahora ─mis pies pedían huir.

─No se preocupe, me encargaré de explicarle a la señorita Rosa que estuvo conmigo organizando algunos asuntos sobre la feria del libro que hará la escuela.

Por lo visto tenía todo perfectamente calculado y saberlo me ponía de nervios.

─Antes quiero agradecerle por venir, sé que esto la pone incómoda ─sirvió dos tazas de café con el mismo toque de azúcar que la vez pasada ─. Bueno, mis intenciones con usted siempre han sido claras, sé que hay una diferencia de edad que... que es verdaderamente incómoda.

Tomé del café tan rápido como si fuese agua.

─Profesor ─la voz se me escuchaba como la de un niño, estaba temblando y mis mejillas estaban encendidas. Hunter me miró expectante ─, perdone que lo interrumpa, pero, ¿a qué va eso?

Claro que sabía adónde iba a parar pero tenía mis dudas respecto a mis conclusiones sobre lo que pasaba entre nosotros.

─ ¿Puedo tutearla?

─Si mejor le parece ─le sonreí tímida.

─Emmy, me gustas desde la primera vez que te vi, eres una niña, lo sé, y créeme cuando te digo que he luchado con esto durante una semana y en vano han sido mis esfuerzos. Cada día te grabas más en mis pensamientos y me vuelves inestable.

No supe qué decir ni cómo reaccionar, apenas bajé la taza de café y también la mirada.

─Perdóname si he sobrepasado tus límites. Oh m****a, creo que acabo de dañarlo todo ─hundió su rostro afligido entre sus manos.

─No, no tiene por qué lamentarse.

─Háblame de tu, por favor.

─Hunter ─las palabras se atoraron en mi garganta.

Nos veíamos fijamente con desesperación.

─Perdona, no sé qué decir ─fue lo único que articulé y a él le causó gracia.

─No espero que digas algo, ni que sea mutuo.

─Profesor...

─Dime John, así me llamo.

─Hunter, John, como sea que te llames ─me puse de pié tan rápido que volqué la silla ─, necesito procesar lo que acabo de escuchar.

─Mañana en mi casa a las siete en punto, ¿correcto? ─rodeó el escritorio para quedar cerca de mí, me vía tan menuda y patética a su lado.

Mis piernas iban a desfallecer muy pronto si seguía acortando distancias.

─ ¿Es un invitación a cenar? ─jugué con mis pies y al tiempo mordía mi labio inferior con tanta vehemencia que llegué a sangrarlo por denrro.

─Tómelo como una cita, la primera de muchas señorita Hudson ─me sonrió con ternura.

─Hecho ─era un manojo de nervios ─, mañana a las siete en punto en tú casa.

Para cerrar la intensa conversación acabé por sonteirle pero John fue más atrevido y me dió un suave pero corto beso en la mejilla.

La tarde del martes estuve dando vueltas por toda mi habitación peleando conmigo misma, una parte de mí moría por ir con mi profesor y decirle que sentía lo mismo por él, pero otra se rehusaba.

─Emmy, Bruno cenará con nosotras hoy, ponte linda, ¿eh?

─Raquel, hoy no voy a cenar en casa ─metí mis nervios junto con mis manos en los bolsillos traseros de mi pantalón.

─ ¿Ah no?, ¿saldrás?

─Sí ─respondí a la velocidad de un disparo y mi madre sospechó que algo andaba extraño.

─ ¿Verás a un chico, Emmy Hudson?

─No te daré muchos detalles porque será nuestra primera salida ─comenté más segura.

La casa de los Roger estaba al otro lado de la calle, colindando con el patio de mi casa, si alguien vigilaba el vecindario minuciosamente era la señora Theresa y de ella debía cuidarme si no quería ser vista entrando a la casa del nuevo vecino.

─Pasa ─me instó, vi lo precavido que estaba, antes miró los posibles moros en la costa y luego se reunió conmigo ─, llegas a tiempo para la cena.

Lo seguí hasta la cocina, cada rincón de la casa desprendía cuidado y lujo, aunque todavía quedaban cajas por desempacar todo el piso era un monumento, los cuadros inmensos, los adornos en porcelana y las extensiones de mármol pulido en todo el piso. Raquel estaría rendida de admiración tanto como yo lo estaba.

─No soy muy bueno cocinando ─lo oí ─, pero hice mi mejor trabajo con estas pastas en salsa de champiñones.

─Huelen bien ─no mentía, aquel aroma fue la primera impresión que me llevé al entrar.

─ ¿Te gusta el vino?

─Una copa no me caería mal.

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