CAPÍTULO II

─No tuvo el valor de admitir que fue él quien le dió la nota ridícula ─giró sobre sus talones y me miró desde arriba con una sonrisa torcida ─. ¿Lo ha leído alguna vez?

Se refería al libro de literatura clásica que sostenía a la altura de mis pechos, desde luego lo había hecho, mis tiempos libres los dedicaba a la lectura.

─Es bueno.

─Es para principiantes ─se rió y devolvió el libro a su lugar, ese gesto me hizo sentir mona, como si no tuviera idea de lo que era leer literatura de verdad. Una novata en el arte ─, como le decía, no me gusta Noah, de hecho usted tampoco...

Mi corazón se arrugó. Jamás un profesor me había dedicado un comentario así, todo lo contrario, me querían por ser atenta y muy participativa.

─Señorita impuntual...

─Emmy Hudson ─lo corregí de mal gusto.

─Señorita Hudson, tengo veintinueve años y supongo que usted quince.

─Diecisiete.

─Mucho mejor ─enarqué una ceja contrariada ─, veo talento en usted pero así como actúa deja mucho qué criticar, es inmadura.

─Soy tan madura como mi edad me lo permite.

─Su edad no es límite, Noah sí.

Mis puños crispados estaban al borde de aterrizar en la pared pero el profesor Hunter prosiguió su discurso arrogante y altanero...

─De donde vengo la impuntualidad es para mediocres así que si no quiere que la vea como una, vaya llegando diez minutos antes que el resto de la clase.

─Trataré.

─No es suficiente.

─Me esforzaré, lo juro ─él tenia el sartén por el mango.

─No tengo mucha fe en usted, si con Harry no hizo lo correcto no entiendo porque lo haría conmigo.

─Lo mismo pensé ─se me salió una risita irónica por lo que él se me acercó tanto que me acorraló, no tenía escapatoria, estaba atrapada entre su fuerte complexión y la columna de libros. -Virgen, que nadie nos vea- supliqué mentalmente.

─La próxima clase llegue diez minutos antes que el resto de sus compañeros y tome asiento frente a mí porque será mi asistente, ¿comprendió?

Tuve un ataque de axfisia, mi corazón se paralizó.

Asentí con todos los tonos carmesí tiñendo mi cara.

─Bien ─me regaló una sonrisa torcida ─. La veo el jueves.

Lo vi marcharse, cuando tuve fuerzas me despegué del librero y caí sentada en el piso con la cabeza inclinada hacia atrás. Hoy era el peor día de mi vida, mi sentencia con Hunter estaba escrita y no podía invertir nada.

Una vez las clases culminaron volví a casa con Raquel, la encontré preparando brownies como para un batallón.

─ ¿Cómo estuvo tu día?

─Fue un asco ─saborié la crema de chocolate blanco que recubria los pequeños postres.

─Mañana te irá mejor ─amilanó ─. Cariño, a que no adivinas con quién me encontré por la mañana cuando salí a trotar.

─ ¿Con Bruno?

─Anda no, con el nuevo vecino, también hace ejercicio antes de irse a trabajar.

─Vaya ─seguí probando los brownies.

─Es muy joven, estuvimos hablando del vecindario mientras le dábamos una vuelta a la manzana. Me comentó que es inglés no canadiense como dijo Theresa, lleva mucho tiempo en el país, dice que le gusta la ciudad y el vecindario.

─ ¿Te gusta?

─Dios. Emmy, tengo cuarenta y dos años, ¿cómo puede gustarme alguien trece años menor que yo? ─sonreí ─. Mas bien le hablé de ti, pero no fue nada importante porque terminamos el recorrido cuando eso.

─Raquel, no le estés hablando a desconocidos de mí, no sabes con qué intenciones vienen.

─Venga, solo le dije que tenía una hija. Ni que quisiera verte con uno mayor. Aunque sabes una cosa, Emmy, ese hombre no me da buena espina. Pero está guapo.

Abrí los ojos.

─Contigo no se puede ─salí histérica hacia mi habitación.

Si algo odiaba con todas mis fuerzas eran los comentarios obscenos de mi madre cuando alguien le parecía atractivo, me daban asco.

Después de cenar mamá y yo solíamos ver friends juntas, era una serie viejita pero entretenida.

─Llevé los postres a casa de Maggi ─me refirió ─, creo que una de sus nietas cumple año y le harán una celebración.

El timbre sonó y ambas nos preguntamos quién podía ser.

─Tal vez es Bruno ─fue a abrir animada.

esperé que volviera para continuar la serie pero escuché que me llamaba.

─Emmy, un tal Noah te busca ─el tono que había empleado me decía que Noah no era de su agrado.

Salí al jardín y vi a Noah de espalda junto a su convertible rojo, iba de franela sin mangas dejando a la vista sus musculosos brazos tatuados, también un vaquero rasgado y unas zapatillas. Cuando giró lo vi mejor, no llevaba los raros piercing en su ceja ni en su labio inferior.

No culpé a Raquel por verlo mal, Noah no acató mi consejo de presentación.

─Hola ─fui cortés.

─Oye, te debo una disculpa ─sacó del bolsillo de su pantalón una rosa marchita ─, no fue mi intención dejarte sola en ese momento.

─Hey, no importa ─acepté la rosa y la olí ─, una idiotez como esa la supera cualquiera.

Sonrió.

─Por lo visto no te has vestido para ir conmigo a la fiesta de Ryan.

Miré mi pijama.

─Oh, es que no pienso ir ─de alguna forma debía quitármelo de encima, las palabras del profesor me habían dejado pensando toda la tarde y me hicieron reflexionar.

─Pero acordamos...

─Eso fue ayer, Noah, hoy cambié de planes. No pienso ir.

─Esta bien, debes seguir molesta.

─Para nada.

Obvio sí, cretino.

─Bueno, te veo mañana.

Subió a su auto y luego se marchó.

─ ¿Quién era ese? ─Raquel me esperaba cruzada de brazos en la entrada de la casa.

─Noah, un tonto que gusta de mí.

─ ¿Y a ti te gusta?

─Es simpático.

─Te gusta entonces.

─No ─gruñí.

El jueves llegó y tuve que ponerle la mejor cara, por primera vez había conseguido estar a tiempo en clase.

─Buenos días profesor ─entré nerviosa, el aula estaba con nuestras solas presencias. Me senté donde él me había ordenado y luego saqué mis libros.

─Vio que todo es posible cuando se lo propone ─lo escuché, enseguida alcé la vista y asentí tímida.

En la espera de que todos llegaran no volví a oírlo o verlo, me concentré tanto leyendo una novela que olvidé que aún seguía frente a él.

─Apaguen los celulares. Si llego a escuchar que alguno suena lo confiscaré hasta que acabe el curso ─estuvo un minuto en silencio esperando que todos hiciéramos lo que había mandado, antes de proseguir me lanzó un mirada cortita y algo dentro de mí se derramó ─. Para la próxima semana quiero que traigan un ensayo sobre cualquiera de los cantos de la divina comedia, que sea de mínimo cinco paginas, a computador y sin plagios de la Internet. El mejor trabajo será publicado en el periódico escolar.

Vaya, como si fuera un Óscar.

─Profesor ─levanté la mano ─, ¿son obligatorias las cinco paginas?, digo, puedo hacer una buena crítica en solo dos.

─ ¿Intenta sabotear mi clase, señorita Hudson?

Abrí los ojos espantada, venía hacia mí con una expresión dura que me transmitió temor.

─Mejor olvídelo ─tragué saliva nerviosas, entonces Hunter se detuvo frente a mí con su mejor sonrisa.

Estaba loco.

─Venga, solo bromeaba ─todos empezaron a reír ─, Emmy, si crees que puedes resumir un canto en dos páginas estás en tu derecho, pero eso si te digo... tienes un gran reto. No me sorprendo con cualquier cosa, así que haz tu mejor esfuerzo.

Le sonreí un poco mas relajada.

A diferencia de mí los demás prefirieron quedarse con las cinco páginas. Cuando la sirena de cambio de clase sonó el profesor Hunter me detuvo disimuladamente por el codo causando un choque eléctrico en todo mi cuerpo, una sensación nueva en mí.

Nadie notó que éramos los últimos en salir.

─ ¿Puedo hablar contigo en mi oficina en horas de recreo?

No pude sostener su mirada, y estaba tan sorprendida por su actitud íntima conmigo que había olvidado alejar mi codo de su mano.

─Serán solo diez minutos ─me imploró y fue en ese preciso instante que reaccioné.

─De acuerdo, ahora déjeme ir que llegaré tarde a clase ─me mostré tan distante pese a que en mí interior su tacto había desatado una ola de calor que me tenía susando.

No podía creer lo que había pasado, me sentía abrumada porqué por primera vez mi cuerpo había reaccionado a la cercanía de un hombre, ni con Simón tuve un reboloteo de mariposas en mi estómago.

Las siguientes horas se hicieron eternas, mi cabeza solo tenía cupo para pensar en el profesor Hunter y nada más, sus preciosos ojos penetrando los míos y sus labios pronunciando mi nombre con su raro acento. Quería por todas las vírgenes de las ilusas ver ya mismo a mi profesor.

La campana del recreo sonó y fue mi señal de "es hora", no esperé que los primeros de la fila salieran cuando yo llevaba la delantera.

─ ¿Qué le diré? ─me debatí frente a la puerta de su despacho, pero como si me escuchase desde adentro, abrió y me vio estática, sonrió con calidez y me hizo pasar con amabilidad.

─ ¿Se le apetece un café? ─mientras servía su taza me fijé en el movimiento coordinado de sus manos, y sus labios pronunciando algo que no escuché por seguir hipnotizada viéndolo.

Debe ser un sueño, alguien como él debe ser de película.

Como tonta me di un pellizco a ver si despertaba pero de nuevo lo escuché decir.

─No es un sueño, Emmy ─me sonrió dejándome el café en frente. Desde luego los tonos rosa volvieron a curtir mis mejillas y obvié mi vergüenza.

─ ¿Para qué me quería, profesor?

Lo vi soplar y sorber, era perfecto en cada gesto.

─Usted y yo debemos hablar de Noah.

─ ¿Qué hay con Noah? ─bebí del café caliente, hice lo que pude para actuar tranquila.

─No me gusta verlo muy cerca de usted en clase ─de pronto comencé a toser fuerte porque el liquido se me había ido por el galillo viejo ─. ¿Se siente mejor?

Asentí mientras dejaba el tazón en su escritorio.

─Como sabe, le pedí que se sentara frente a mí porque desde hoy sería mi ayudante en clase, pero su amiguito ─sonó como un novio celoso, lo cual me hizo reír por lo bajo ─, se ha molestado en sentarse detrás de usted. No la molestó porque estuve atento como un águila, de no ser así la habría desconcentrado.

Mudecí.

─ ¿Me piensa explicar qué clase de amistad tiene con Noah? ─su descaro lo ponía en evidencia, pero no quería precipitarme, tal vez le preocupaba que alguien tan mona como yo estuviese saliendo con alguien tan rebelde, quizá inmaduro como Noah.

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