CAPÍTULO IV

Mientras observaba sus calculados movimientos me fijé en lo sencillo de su atuendo, iba de pantalón negro, zapatillas deportivas y un suéter de algodón gris.

Durante la velada no hubo mucho dialogo, solo miradas furtivas y alguna que otra sonrisa confidencial, al terminar me vi obligada a sacar un tema puesto que no quería que la magia acabara rápido.

─ ¿Conociste a los Roger?

─La verdad no, una inmobiliaria intermedió en la venta.

─Eran buenas personas, no entiendo porqué se fueron sin despedirse.

─Quizá fue una urgencia ─terminó lo último de su copa.

─Claro.

─ ¿Te gusta el postre de arándanos?

─Oh, no ─mi estómago iba a estallar ─, quedé satisfecha.

─ ¿Segura? ─sus hermosos ojos valoraron mi silencio. Añadió ─, Emmy, ¿qué has pensando de lo que te confesé?

Estaba igual de nervioso que yo, había visto bajar su nuez varias veces en cuestión de minutos.

─Jhon, venir hasta aquí ya supone un gran esfuerzo...

─Uno que aprecio mucho ─tomó mi mano con delicadeza por sobre la mesa.

─No comprendo porqué alguien como tú me tiene interés.

─Emmy, ¿por quién me tomas? ─estaba herido y quería arreglar el malentendido ─, soy un hombre como cualquier otro. Mayor, sí, bastante, pero con buenas intenciones.

─John, la edad es lo de menos. También me gustas desde que te vi pero no estoy segura de que lo nuestro tenga futuro.

─Eso creí ─alejó su mano de la mía lo que causó un dolor en mi pecho como de vacío.

Sin más lo ayudé a recoger la mesa, le agradecí por la cena y luego me senté en un alargado sofá de la sala.

─Emmy ─venía con una cajita pequeña de regalo ─, es para ti.

─ ¿Para mí?

Amaba las sorpresas pero no podía recibir nada suyo, mucho menos algo que aparentaba ser de gran valor como el collar en oro que sostenía.

─Vamos, úsalo.

─John, no puedo ─le devolví el detalle ─, no me nace recibirlo.

─Te lo compré con mucho cariño.

─John... ─quice oponerme pero al final terminó poniéndome el bello collar ─. Gracias.

Pude sentir su respiración en mi cuello, fogosa, intermitente.

─Quiero intentarlo ─confesé acalorada.

─ ¿Segura? ─me volví para verlo sonreír, entonces asentí y recibí a cambio un fuerte abrazo de su parte ─. No te voy a defraudar, haré lo que sea para esto funcione.

Lo que mi profesor no sabía era que ya funcionaba, había química, respeto y cariño de por medio, ¿cómo no iba a funcionar?

─Nadie puede darse cuenta, ¿comprendes? ─le pedí y no tuvo problema alguno.

─Me gustas mucho ─sujetó mi cara entre sus manos, me sentí tranquila, el nervio seguía pero ya lo tenía bajo control.

Supe cuánto anhelaba besarme al sus ojos examinar con deseo mis labios. Se volvía una tortura no poder llegar al roce añorado, hasta que decidí impulsarlo...

─Bésame..

La comesura de sus labios se curvó, acto seguido pasó lo que tenía que pasar. Fue un beso diferente, lleno de chispa y ternura, tenía la habilidad de jugar con nuestras lenguas; sólo tardé un par de segundos en recuperar la respiración, mientras intentaba disimuladamente controlar el estremecimiento de mi cuerpo.

─Te voy a extrañar apenas pongas un pie afuera ─frotó sus duros nudillos en mi mejilla, detalló los confines de mi rostro y se plació dibujando líneas en mi boca y nariz con el índice.

─Te veré mañana, o pasado ─sonreí contenta como una niña en noche buena ─, reza para que la noche no se haga eterna.

─Con suerte nuestras habitaciones tienen un panorama en común, así me haré la idea de que sigues conmigo ─me plantó un beso en la mejilla.

Bruno aún estaba en casa para mi llegada, conté con la distracción del televisor así no di explicaciones sino que fui directo a mi habitación, cerré la puerta y corrí a la ventana.

Ahí estaba, sentado en su cama esperándo a que apareciera; al verme dejó ver su hermosa sonrisa torcida, por cierto, contagiosa.

Señorita Hudson, mañana la espero diez minutos antes que el resto de sus compañeros.

Att: Su vecino, el profesor.

Tenía varias hojas y un marcador. Aparte de tierno y hermoso era muy creativo.

Busqué en mi mesa de noche varias láminas y un labial vencido, y escribí...

Ahí estaré puntual, ¡¿A quién le gusta que lo vean como un mediocre?!

Att: La impintual, su alumna.

Era divertido, ingenioso, motivador y muy romántico.

Se hizo jueves y Hunter estaba como de costumbre dando su respectiva clase.

─La señorita Emmy recogerá los ensayos. El martes les tendré noticias. Tengan un feliz fin de semana ─guardó sus lentes y algunos de sus libros en el maletín con una lentitud sospechosamente divertida.

Había una fila frente a mí entregándome los ensayos pero mis ojos se iban solos en su dirección.

Emmy, disimula. Virgen. -me regañé.

─Emmy, ¿te veo en la cafetería? ─me preguntó Noah dejando su trabajo sobre el resto.

─Eh, bueno ─con todas mis fuerzas luché por no desviar la mirada hacia mi profesor, aunque el peso de su atención lo podía percibir a mis espaldas.

─Emmy, quiero esos trabajos en mi despacho, ahora ─no tardó en intervenir, cuando cruzamos miradas se percató del tono que había empleado y añadió ─, por favor.

─Voy enseguida, profesor.

─Ah, casi lo olvido. Harry antes de irse me comentó que usted lo ayudaba todos los años con los preparativos para la feria del libro, ¿le parece si discutimos eso en mi oficina?

Tragué y bajé la mirada para no tener que mirar a ninguno. -Qué incómodo - pensé.

Me gustaba verlo celoso, era encantador, pero me ponía tan nerviosa e insegura por no saber manejar la situación.

─ ¿Emmy? ─esperaba que le respondiera.

─Claro, no tardaré en reunirme con usted.

─Prefecto.

Me invadió una sensación de pena después de ver a Noah plantado frente a mí esperando que hablase.

─Como has visto, tengo que ir con Hunter ─me mordí el carrillo.

─Sí, y es molesto verlo hablarte así, se cree tu jefe.

─Es agradable no es para tanto ─sonreí ─. Noah, te veo luego.

─Pasaré por ti a las siete.

─ ¿A las siete? ─Oh, Dios ¿qué excusa le daría ahora? ─, Noah, no sé si esté disponible.

─Emmy, sal conmigo una sola vez, por favor.

─De acuerdo. A las siete. Chao.

Empecé a caminar hacia la puerta. Traía en mis brazos una pila de trabajos que hizo dificil que yo tocara.

De repente Hunter abrió y con un delicado jalón me adentro y pegó a la madera, las hojas cayeron desperdigadas por la oficina entera pero él no tuvo interés en ello sino en su acelerado deseo por besarme

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