─Toma asiento ─me ordenó Raquel, junto a ella estaba Bruno visiblemente preocupado ─. Emmy, estoy tan decepcionada de ti...─Déjala hablar, Raquel, quizá fue a dar un paseo por la redonda ─intercedió mi padrastro.─Bruno, no interfieras.─Lo hago, mujer ─se defendió ─, lo hago porque me parece injusto. ¿Olvidas que tengo una hija casi de la edad de Emmy?, por favor Raquel, son chicas y quieren espacios.─Tú preocúpate por tu hija que yo lo haré por la mía ─rebatió mi madre ─, la educación de Emmy la pago yo. Tú no eres más que mi prometido.─No peleen ─grité y estampé las palmas de mi mano en el comedor.─Emmy, linda, te quiero ─Bruno me besó la coronilla y finalmente se fue molesto.Esperé a que mi madre estuviera el doble de molesta, sin embargo no fue así, se mantuvo callada un par de segundos hasta que habló.─Ve a tu cuarto, mañana hablaremos.La mañana del domingo tuvimos un desayuno silencioso, cada una cavilando en sus propios asuntos.─Le he dicho a Bruno que suspendamos los
La mirada de nuestra vecina no era la que me esperaba, una de total indignación o reproche, estaba sonriéndole a John y él a ella.─Emmy, el profesor me ha dicho que gusta de ti ─confesó ─, es un buen partido, hija, no te preocupes por mí. Soy una tumba.─No me fío mucho de usted, le dijo a mi madre que me vio bajar del coche de mi profesor ─recordé.─No, hija, yo sería incapaz ─aclaró ─, no después de todo lo que el joven ha hecho por mí durante la ultimas noches.Fruncí el ceño y me volví rígida hacia mi profesor.─Bueno, cielo, no te dije nada porque no es de caballeros alardear sobre sus hazañas con el prójimo. Resulta que le tomo la presión a la señora Theresa todas las noches, y también cenamos juntos cuando tú no puedes acompañarme.Hundí los hombros y resoplé, enjugué mi cara entre mis manos y por último miré al par de cómplices frente a mí.─He creído que las cosas se me salían de las manos. Perdóneme señora Theresa, no sabía que usted y John era buenos amigos.─Ya lo sabes, h
─ ¿Me estás ignorando? ─lo seguí hasta su habitación, estuvo en silencio mientras se quitaba los zapatos ─, John, dime algo.─ ¿Quieres estar para cuando me desnude o prefieres darme espacio? ─no había lascividad en su invitación, solo desprecio y fastidio.Me paralicé de dolor ante el tono árido que empleó.Sin duda era nuestra primera discusión, era incómoda, dolorosa; como decía mi padre, para pelear se necesitan dos y anteriormente solo había estado yo.─Cierra la puerta al salir ─me dio la espalda mientras se quitaba la camisa.Me quedé con los puños crispados a lado y lado y una lágrima rodando por mi mejilla.─No llores, por favor ─me pidió, una vez se amarró la toalla a la cintura, no era la primera vez que lo veía con el torso desnudo pero cuando pasaba reproducía sensaciones en mi estómago. Me abrazó y besó en la coronilla ─, no he querido tratarte así pero a veces, a veces no sabes cerrar conversaciones.─Solo quería saber si tu concepción sobre mí había cambiado, si despué
De vuelta a casa no encontré a Raquel, todo permanecía como lo había dejado el día anterior. Excepto por una cosa, mi habitación.─ ¿John? ─lo llamé rápidamente, tuve miedo de encontrarme a solas con quién sabe qué mañoso. Mi ropa estaba tendida por todas partes, mi cama deshecha, mis libros reventados ─, amor, alguien ha venido a mi cuarto y lo ha hecho trizas. Raquel no pudo ser, no hay rastro de que haya vuelto de su turno...─ Iré contigo.─No hace falta ─me senté al borde de mi cama, reparé nuevamente el desorden y me puse a llorar ─. Alguien debió aprovechar que la casa estuvo sola toda la noche y entró a mi cuarto, ni siquiera se llevaron mi ordenador, ¿qué clase de ladrón entra a una casa y no se lleva nada?─Uno que fue por algo más que un simple objeto. Emmy, iré a tu casa, solo dame diez minutos.En la planta baja un portazo retumbó, fue un sentimiento automático de pánico lo que me inundó.─ ¿Emmy, cielo, sigues ahí?, ¿me escuchas?─John, te llamo después. Parece que mi ma
─Me parece bien.─También está la opción de un nuevo celular para ti, con la recomendación de que nadie lo sepa. Y por último la ayuda de la señora Theresa...─ ¿Qué ayuda?─Le pregunté a la señora Theresa si era posible que nos viéramos en su casa, le expliqué nuestra situación y se mostró dispuesta a ayudarnos.─Que sea tu amiga no me da la tranquilidad de que se mantenga callada, no es de fiar.─Es una buena mujer, Emmy, es eso o no vernos. Tu eliges.─Raquel me castigó, cero celular y salidas, veo difícil ir con la señora Theresa.─No te preocupes por las excusas que de eso se encargará nuestra vecina, créeme, quiere ayudar.─ ¿Seguro? ─resoplé, John asintió ─, bien, si tú crees en ella yo también lo haré.Permanecimos en silencio hasta que el celular de mi profesor repicó, solo escuché el cicleo de las teclas.─Elizabeth me dijo que habló contigo ─mencionó, me tensé e inmediato él me besó el hombro ─, tranquila, no me disgusta que atiendas mis llamadas.─Es que, es que ha llamado
─ ¡Fue alucinante, joder! ─escuché a Alex al otro lado del comedor, espabilé tantas veces pude en la milésima de segundo que volví del ensimismamiento. La tía Rebeca seguía con el mismo gesto inmutable que la última vez que la vi, y mi padre lucía más felíz que hacía cinco minutos atrás.Pensar en mi profesor suponía perderme un incontable número de chistes y anécdotas de mi familia, que, para acción de gracias, solíamos poner sobre la mesa.─ ¿Qué dices tu, Emmy?─Decir... ¿qué debo decir? ─solté los cubiertos que sostuve durante un tercio de tiempo sin pinchar ni cortar nada. Alex y mi padre me miraron con cara de, «a ver, Emmy, ¿en qué mundo andas?»─Olvídalo, ya no va al caso ─comentó Alex tratando de tapar mi despiste ─. Tío, ¿le contó a Emmy sobre Abby?─ ¿Abby? ─pregunté confundida.─Eh, no... bueno, no es importante...─ ¿Quién es Abby? ─alterné la mirada entre mi padre y mi prima .─Alex, cierra la boca por un momento, Abby es problema de ellos. Ya deja de meterte ─soltó la t
Al bajar del avión un frío desgarrador barrió los vestigios de aquellos recuerdos con mi padre, empezaba a extrañarlo.Caminé desorientada entre la multitud buscando alguna señal de mi madre, a cambio encontré a mi encantador profesor, también lucía perdido, bastante para ser honesta, pese a su estatura parecía que yo era una hormiga entre elefantes que ni por equivocación podía notarme. Estuve viéndolo a la distancia un par de minutos, se veía más apuesto que como lo recordaba, la barba le había crecido los últimos días, traía consigo los lentes lo cual me hizo gracia, lucía aún más interesante; ataviado por un conjuntillo elegante, mirándose instintivamente el reloj de pulso.─ ¡Hey!, aquí ─agité una mano al aire, lo percibí felíz al verme y no tardé en correr a sus brazos.─Feliz cumpleaños, te extrañé, pequeña ─sentí su alma caer a mis pies, me abrazó tan fuerte que dolía.─John, me lastimas.─Perdón ─se alejó con una sonrisa ─. ¿lista para regresar a casa?─ ¿Contigo?─Sí.─ ¿Y m
Con una emergente frustración regresé a la mesa, esta vez había un pastel con mi nombre, vino y bolsas de regalo.─Pensé que no regresarías ─comentó Elizabeth.─ ¿Te sientes mejor? ─inquirió John al notar mi labio hinchado, por lo que asentí.─Feliz cumpleaños Emmy, sentimos haberte incomodado ─se excusó Isabel y luego me extendió una hermosa bolsa sellada con papel de regalo ─. Espero que te guste.─Gracias, señora.─John tiene la culpa de que no haya elegido algo mejor, solo me dijo que te gustaba el color rosado ─habló Elizabeth al tiempo que me entregó una caja con un precioso lazo fucsia encima.─No debiste molestarte.─Falto yo ─dijo Robert ─, Isabel me ayudó a elegir el regalo, a los hombres de esta familia se les da fatal hacer detalles.─De seguro me encantará ─susurré ─, gracias por todo.─Me disculpan, ¿Emmy, podemos hablar? ─vi a través de sus ojos a un John igual de frustrado que yo.─Eh, sí, claro.Fuimos a un rincón solitario del restaurante del hotel donde pudiéramos c