Richard, un cliente habitual de mi club, ha pedido hablar conmigo en privado. Sorprendida, lo guío hasta una sala privada, donde las luces de colores bailan por toda la estancia al ritmo de la música. Allí, él toma asiento en una silla y yo, justo enfrente, me acomodo en sillón negro, con mi copa de vino en la mano.
—Niña —su voz es un susurro ronco—. Tu misión será seducir a mi hijo, enamorarlo y conseguir que rompa con su novia.Parpadeo varias veces, intentando procesar sus palabras ¿Enamorar a su hijo? ¿Qué tipo de locura es esta? Las palabras que acaba de pronunciar me ha dejado perpleja.—¿Y si me niego? —le pregunto, mientras observo cómo se sirve una copa—. Sabes perfectamente que mi situación económica es cómoda, si vienes a ofrecerme dinero puedes lárgate ahora mismo de mi club.—No se trata de dinero, pero si no lo haces, él saldrá de la cárcel —menciona con una calma que me hiela la sangre.—Lo que me estás exigiendo no es ningún trato, me estás obligando a enamorar a tu hijo, me estás haciendo chantaje y ¿Qué saco yo de todo esto? —estoy llena de rabia y el nudo de mi estómago es hasta doloroso.—Ya te lo he dicho, la tranquilidad de saber que él jamás saldrá de la cárcel.Miro a Richard a sus ojos implacables, y sé que estoy atrapada entre la espada y la pared. No hay escapatoria. Sus palabras provocan en mí una risa nerviosa. Incrédula, incapaz de asimilar lo que sucede dado que en mi mente es inconcebible de que este hombre con aspecto de bonachón sea capaz de obligarme a enamorar a su hijo.¡Yo! Precisamente yo, la mujer que jamás ha tenido una cita, ni una relación, que desconoce el arte del coqueteo, que jamás se ha permitido sentir amor.Sacudo la cabeza para centrarme otra vez en la conversación y pregunto:—¿Me has investigado? —susurro, aún sin poder creerlo.—¿Lo dudabas? Claro que te he investigado. Una mujer joven, que no tiene a nadie, que está completamente sola, con un club de prostitutas... Niña, déjame decirte que eres la mejor opción. Y con el miedo que sientes hacia ese hombre, al final, harás exactamente lo que yo te ordene.—¿Cómo has sido capaz de hacer esto? —Mi voz tiembla de ira—. Siempre has venido a mi club con tus compañeros, nunca me he inmiscuido en tus asuntos turbios, ¿y ahora vienes a amenazarme? Y que te quede muy clarito que esto no es un club de fulanas, es un club swinger.—Me da exactamente igual como lo llames, lo que tengo claro es que tú eres la elegida.Tras tomar otro sorbo de mi vino, dejo la copa encima de la mesa. De repente, la furia hierve mis venas, pero me contengo, no voy a permitir que mi ira se convirtiera en un espectáculo en mi propio club. Sin embargo, la tentación de borrar esa sonrisa de su rostro regordete es abrumadora. La situación es un claro ejemplo de que las apariencias pueden ser tremendamente engañosas. Frente a mí se encuentra el estereotipo de policía que uno ve en las películas, siempre con una caja de donuts en mano, incapaz de perseguir a un ladrón si su vida dependiera de ello. Pero ahí está él, sereno, sentado frente a mí, lanzando amenazas con una calma que desafía su apariencia.—Lo que quiero es simple —dice con una voz que destila manipulación—. Necesito que te infiltres en la casa de mi madre como si fueras una ladrona. Mi hijo estará allí; es casi seguro que te capturará y me llamará. Yo llegaré como el héroe que soy, te ofreceré un trabajo como si fuera la oportunidad de tu vida. Seré el benefactor que rescata a una desamparada. Y al tonto de mi hijo, lo convenceré para que te cuide. Quiero que pasen tiempo juntos, que te acerques a él, hasta que lo enamores.—Te odio —gruño con los puños apretados aguantándome para no darle un puñetazo.—No puedo romper una pareja, ¡es algo que va contra mis principios! —me muerdo el labio inferior, conteniendo con todas mis fuerzas el impulso de llorar.—Si puedes y, lo harás —su voz es firme—. Y si no lo haces, no solo verás tu negocio desmoronarse, sino que él saldrá de la cárcel en menos de un día. Y después, no pasarán muchas horas antes de que te encuentres en un callejón sin vida. Créeme, su odio hacia ti es tan intenso que no dudaría en matarte.Un escalofrío recorre todo mi cuerpo ¡Maldita sea! Sé que tiene razón, si él sale de la cárcel, lo primero que hará será venir a por mí.—Lo siento niña, en el caso de que salga todo mal y acabes muerta, nadie echará de menos a la propietaria de un burdel. Mañana por la noche dejaré la ventana abierta para que puedas entrar en la casa de mi madre. No me decepciones, niña, o lo pagarás muy caro —dice mientras se levanta del sillón y deja una carpeta encima de la mesa.—¿Qué es esto? —pregunto, tomando la carpeta con curiosidad.—Considera esto un pequeño empujón para conquistar a mi hijo. Sus gustos musicales, su comida favorita, todo lo que necesitas saber está aquí. En la última página encontrarás la dirección de la casa de mi madre y una foto del hombre que está tras las rejas. No quiero que olvides su rostro —dice encendiendo su desagradable puro antes de salir de la sala con una calma perturbadora.Poco después, salgo también, sosteniendo la carpeta firmemente y con el rostro pálido por la agitación. Atravieso la sala principal con pasos apresurados y subo las escaleras del fondo que conducen a mi despacho. Al entrar, la frustración se apodera de mí y comienzo a lanzar al aire todo lo que encuentro a mi paso, sin importar lo que sea.De repente, la puerta se abre de golpe y, entra Judith como un remolino, intentando averiguar que me ocurre.—¡Mía! ¡Cálmate por favor!—¿Qué me calme? Ese… ese hombre me está extorsionando —replico casi llorando.—¿El policía regordete que parece adorable? ¿El que estaba hablando contigo hace un momento?—Si, ese mismo. ¡Ahhh! Adorable dice, ojalá le caiga un rayo, lo parta en dos y se vaya directo al infierno ¡Qué enamore a su hijo! ¡Yo! Si soy una bruta —levanto las manos al cielo como si invocara una maldición.Judith me observaba con los ojos como platos, mientras camino desesperada por el despacho.—Espera... Espera... Cuéntame con detalle todo lo que ha pasado —me pide con urgencia.Minutos después, cuando Jud está completamente informada sobre mi situación, me lanza una mirada compasiva, algo que detesto profundamente.—¿Cómo se supone que voy a conquistar a un hombre? No soy la persona más adecuada para esto. No soy romántica, no creo en cuentos de amor y menos seducir a un hombre.—Mía, no es tan complicado como parece. Solo tienes que ser misteriosa y diferente. Ser distinta al resto. Deja que se quede con la intriga de conocerte más. Asegúrate de ser tú quien termine los encuentros y, lo más importante, consigue arrancarle una sonrisa.—Suena sencillo, pero no lo es —digo, mientras doy sorbos a mi botella de Whisky.—Mía, por favor, calma tus nervios. No es prudente que bebas en exceso, tomemos un momento para analizar la situación con serenidad y encontrar una solución. Pero antes, debo atender a unos clientes. Espérame cinco minutos, te lo ruego, no tomes ninguna decisión precipitada, te conozco bien.Jud abandona mi oficina con paso apresurado, dejándome sola con mis pensamientos. Me dirijo hacia el amplio ventanal que ofrece una vista panorámica de la sala principal del club, donde hombres y mujeres bailan con entusiasmo.Una idea absurda cruza por mi mente, visitar la casa de la madre de Richard para observar de cerca al hombre que tengo que conquistar.Y así, comienza mi nueva vida.Tambaleándome, salgo de mi despacho. Desciendo las escaleras con sumo cuidado, consciente de que no deseo terminar rodando por ellas. Me encamino hacia la salida y empujo la puerta con todas mis fuerzas, como si ella fuera la culpable de todos mis problemas. Levanto la mano y, como por arte de magia, un taxi aparece ante mí. Diez minutos más tarde, el taxista detiene el coche. Al bajarme, suspiro, me digo a mi misma que solo voy a echar un vistazo, simplemente quiero observar a ese hombre, nada más y regresaré a casa.La oscuridad es mi aliada mientras me deslizo entre las sombras, estudiando cada detalle del barrio. Todas las casas son blancas, coronadas por tejados de un azul intenso, y porches de madera. El número seis brilla bajo la luz de la luna, llamándome. Me acerco con precaución.Subo los escalones de madera cautelosamente, me aproximo a la ventana entreabierta. Con un suspiro silencioso, deslizo la cortina, pero no veo a nadie. Sintiendo cómo mi corazón golpea fuerte contr
—Te has metido en un buen lío —me susurra al oído.El hombre se dirige hacia la mesa con pasos decididos, coge su móvil con la mano izquierda mientras con los dedos de la mano derecha se deslizan por la pantalla, buscando un contacto en su agenda. No hay duda de que está a punto de llamar a su padre, ese ser despreciable. Con un suspiro pesado, se lleva el móvil al oído, y tras unos segundos que parecen eternos, finalmente alguien contesta. Sin embargo, se aleja con el teléfono pegado a la oreja, lo suficiente para que sus palabras se conviertan en un murmullo ininteligible para mí.Mientras tanto, aprovecho la luz que inunda el salón para observar el lugar. Mis ojos vagan sin rumbo hasta que se posan en una fotografía sobre la chimenea de piedra. En el centro de la imagen, una señora de mirada sabia y sonrisa cálida. A su derecha, Richard, con su habitual expresión serena. Y a la izquierda, el hombre de ojos verdes.Poco después, un sonido inesperado capta mi atención. El hombre reg
Las tornas han cambiado, mi tranquilidad se ha transformado en nerviosismo. En cambio, James, su furia ha desaparecido y ahora sonríe.—¿Cuánto tiempo tengo que vivir aquí?—Seis meses —responde Richard con tranquilidad.—Es demasiado tiempo, no puedo estar aquí durante seis meses —protesto horrorizada, mientras sacudo la cabeza en desacuerdo.James se aproxima a mí con pasos decididos y comienza a liberarme mientras masculla:—Has sido tú quien ha provocado esta situación, sinvergüenza. Y por tu culpa, me has involucrado en este problema.Mis ojos se clavan en James con intensidad. Conozco demasiado bien a los policías arrogantes como él, todos cortados por la misma tijera. Ahora, la ira me consume, y un torbellino de emociones se agita en mi estómago. Sin pensarlo dos veces, descargo toda mi ira sobre el buenorro con un cabezazo.Debo admitir que, aunque me ha dolido, ha valido la pena. Se lo tenía merecido por arrogante y por su forma de mirarme. Y con un tono desafiante, replico:
Llego hasta el salón, donde soy recibida por una anciana sentada en su sofá color chocolate, cuya sonrisa ilumina la estancia.—Buenos días, muchachita —me saluda—. Ya me han puesto al día con tu situación. Eres una granujilla —comenta entre risas, y no puedo evitar unirme a ella por su risa contagiosa.La anciana irradia simpatía, una cualidad que, lamentablemente, parece que ni su hijo y ni comparten. —Buenos días, Abuela. —¡Silencio! Y hazme el favor de preparar el desayuno, que Mía y yo estamos hablando.—Parece que tu abuela no te tiene mucho cariño —comento. Ambas soltamos una carcajada. Creo que la anciana y yo nos llevarnos muy bien.De repente, James me agarra del brazo y me arrastra hacia la cocina.Echo un vistazo rápido a la enorme cocina blanca con la encimera de mármol negro.—Prepara el desayuno. Yo ayudaré a mi abuela a levantarse del sofá y a sentarse en la silla. —Suéltame ahora mismo. —¿Y si no qué? ¿Me vas a golpear con una baguette? —me desafía con una sonrisa
No sé lo que acaba de pasar, pero tengo que apartar a este hombre de mí, no entiendo porqué siento calor por todo mi cuerpo. Con un empujón firme, aparto a James, necesito recomponerme. Además, la anciana nos espera impaciente en el comedor.Rápidamente cojo el cuenco de frutas, y lo llevo hasta la mesa del salón, después me giro para retirarme a la cocina, deseando un momento de soledad. Pero antes de que pueda escapar, la mano de la anciana se aferra alrededor de mi brazo con fuerza.—Ladroncilla, no te vayas. Desayunarás con nosotros.—Puedo desayunar en la cocina —murmuro.—Siéntate ahora mismo. Es una orden y no me hagas repetirlo. Siéntate y tengamos la fiesta en paz.La tensión va desapareciendo lentamente. Nos sentamos los tres en silencio alrededor de la mesa del comedor, cada uno perdido en sus pensamientos, hasta que la anciana, con una sonrisa pícara rompe el hielo.—Muchachita, ¿Porqué entraste a mi casa a robar?—Necesitaba dinero —miento, llevándome un trozo de manzana
James, me observa enfadado y yo soy la culpable de que esté así. —¿Qué crees que estás haciendo? —gruñe—. Este es mi baño. No te he dado permiso para que entres aquí. ¡Vete ahora mismo!Antes de que pueda decir una palabra, sus manos se cierran sobre mis brazos con fuerza. Me levanta sin esfuerzo y me lleva fuera de su habitación, dejándome en el pasillo.—Yo… solo quería… —mi voz se apaga por la vergüenza.—Que sea la última vez que entras en mi habitación.—Dame mi ropa.—¿Me has escuchado?—Sí, claro. Ahora, ¿podrías devolverme mi ropa? ¡Y deja de gruñir! —exclamo, exasperada.Con un último gruñido de advertencia, cierra la puerta de su dormitorio tras de sí.¡Maldita sea! Tengo el cuerpo mojado, muerta de frío por la corriente y sin mi ropa.Juro que encontraré la manera de vengarme. Le doy varios golpes a la puerta con mi puño, necesito mi ropa y mis tenis, ya que no soporto caminar descalza.Me mantengo allí, de pie, una eternidad, esperando que él tenga la decencia de abrir. P
¿Debo sellar nuestra nueva amistad con un beso? ¡Ay, madre! Comienzo a sudar y no puedo negarme, debo empezar a conquistar a este hombre. Pero, ¿un beso en la mejilla o en los labios? Espero que sea en la mejilla, porque yo nunca he besado a nadie. —Está bien, pero solo será un beso.Con el corazón latiendo a un ritmo frenético, observo a James levantarse de su silla, camina hacia mí y se inclina, me quedo paralizada, solo deseo que esto acabe rápido. ¡Dios mío! El sudor comienza a brotar de mi frente. Deposita su beso, rozando la comisura de mis labios. Nerviosa, lo alejo de mí. Me levanto rápidamente de mi silla y salgo disparada al salón.Un rato después, escucho la voz de James llamárme desde la cocina, con cautela, me incorporo del sofá, aún sintiendo un leve dolor, camino despacio hasta llegar a la cocina y me llevo una grata sorpresa, la mesa está servida con sencillez, aunque ha preparado un plato básico, espaguetis con atún, lo ha preparado para mi y agradezco el detalle. M
James se acerca lentamente a mi, cierro los ojos, esperando ansiosa el roce de sus labios. Sin embargo, en lugar del esperado beso, siento un leve pellizco en la piel.—¡Lo tengo! Te he salvado de una picadura —exclama triunfante—. No tengo ni idea de qué insecto es, pero ya no podrá molestarte. Me debes una.Mis ojos se abren de golpe, y mi mirada se dirige a su mano abierta. La frustración me invade, ansiaba un beso. Este hombre me tiene tonta perdía, ¿Desde cuando yo he querido que un hombre me bese? La culpa es de él, por ser tan jodidamente guapo y por su repentina amabilidad.Avergonzada, vuelvo a centrar la mirada en el paisaje, para ocultar mi vergüenza. Siento el calor subir a mis mejillas, y se perfectamente, que mi rostro está adquiriendo el tono intenso de un tomate.Minutos después, llegamos al puente River Hills, James, le entrega un billete al taxista, y tras darle las gracias, nos bajamos del vehículo. Caminamos en silencio, bajo su estructura de acero. El lugar está d