Me levanto de la cama, cojo mi ropa y me visto rápidamente, sintiendo la urgencia de salir de esta habitación. Con cuidado, abro la puerta y me asomo al pasillo del hospital. No hay nadie a la vista. Aprovecho la oportunidad, salgo andando hacia la recepción.Cuando estoy a punto de llegar, una voz familiar me detiene.—Mía, ¿a dónde crees que vas? —pregunta William, mirándome con una mezcla de sorpresa y preocupación.—Necesito ver a Jud.William se interpone en mi camino, bloqueando mi avance.—Jud sigue dormida. No puedes verla ahora. Vuelve a tu habitación.Una ola de frustración y de rabia me invade. Sin decir una palabra, giro sobre mis talones y me dirijo de vuelta a mi habitación, con el corazón latiendo con fuerza y muy cabreada.Me tumbo en la cama y el cansancio finalmente me vence, y mis párpados se cierran lentamente, sumergiéndome en un sueño profundo.Horas más tarde, un toque suave en mi mano me despierta. Al abrir los ojos, encuentro a Jud, quien está de pie junto a m
William y yo, nos encontramos sentados frente a Jud. —Los padres de Max lo saben todo —comienza Jud—. Han conocido a su otro nieto, dicen que es un niño precioso y muy amable. Pero ellos dicen que no pueden meterse en la vida de su hijo.William y yo intercambiamos miradas, sorprendidos por la revelación.—Ellos desean que no cambie nada. Quieren que siga trabajando en el restaurante, pero yo les he dicho que no puedo. Podrán ver a Chloe, pero las cosas van a cambiar.—¿Qué quieres decir con que las cosas van a cambiar? —pregunto.Jud suspira, sabiendo que esta parte sería difícil de explicar.—La madre de Max me ha dado el teléfono de la otra mujer —dice, sacando un pequeño papel de su bolsillo—. Por si quiero ir a verla y que los niños se conozcan.El silencio llena la habitación mientras William y yo asimilamos la información. Finalmente, William asiente lentamente.—Entendemos, Jud. Te ayudaremos en lo que decidas.Jud sonríe, agradecida por el apoyo de William.—Gracias. Sé que
—Mia, sé que esto es inesperado, pero he estado pensando mucho. Sé que estás embarazada de William, y entiendo lo complicado que es todo esto. Pero no puedo dejar de pensar en nosotros, en lo que tuvimos y en lo que podríamos tener.—¿Seguro que quieres estar conmigo en estas circunstancias?—Claro que quiero, porque te amo, Mía. Y estoy dispuesto a enfrentar cualquier cosa si eso significa estar contigo —responde con sinceridad.Siento una oleada de emociones. La esperanza, el miedo, el amor y la duda se mezclan en mi interior. ¿Puede ser esto real? Una pequeña chispa de esperanza comienza a crecer en mi corazón.Él toma mi mano con suavidad, y sus dedos se entrelazan con los mios.—Este bebé no cambia lo que siento por ti. Si me dejas formar parte de vuestras vidas, no os decepcionaré. Querré a tu bebé, lo cuidaré como si fuera mío. Tan solo tienes que perdonarme por todo el daño que te he causado. Aunque nos conocimos de manera extraña, me alegro de que haya sucedido. Tan solo dame
William comienza a caminar por el salón desesperado, pasándose las manos por su cabello rubio. De pronto, se detiene y grita a pleno pulmón:—Mía, no me esperaba esto de ti.—William, lo siento, pero yo jamás te he dicho que te iba a dar una oportunidad. Vamos a tener un bebé juntos, pero eso no significa que tengamos que ser pareja.—Pero yo te amo, y si ese hombre no hubiera regresado, con el tiempo habríamos terminado juntos.—No, William, no te equivoques, jamás estaremos juntos.William clava su mirada en James, dando un paso hacia adelante. James, coloca una mano delante de mí y me hace retroceder.—Cálmate —ordena James. Pero William, nervioso y fuera de sí, se abalanza sobre él.Jud y yo gritamos al unísono al ver cómo los dos empiezan a golpearse. Nosotras chillamos, sin saber qué hacer. De repente, me acuerdo de Thomas. Corro hasta la puerta de entrada, la abro, pero no está. Me apoyo contra la pared, mareada, con el corazón latiendo a mil por hora y un malestar invadiéndome
Hace tanto tiempo que James y yo no tenemos un momento de intimidad, que esto tengo que solucionarlo ahora mismo. Pero antes, necesito una ducha urgente.Corro al baño, me quito el camisón y ¡Santo cielo! ¡No puede ser! ¡Tengo una selva amazónica en mi cuerpo! ¡Madre mía! Busco desesperada una cuchilla de afeitar. Vale que James y yo nos amamos, pero si me ve así, creo que saldría corriendo. Y mis piernas… ¡no se quedan atrás!Enjabono mi cuerpo, me depilo como si estuviera en una misión imposible. Cuando termino, me seco con una toalla, sintiéndome como una diosa griega lista para conquistar el mundo… o al menos, a James. Salgo del baño y encuentro a James tumbado en la cama, desnudo. Avanzo lentamente hacia la cama. James me recibe con una sonrisa lujuriosa. Me siento a horcajadas sobre él y lo beso apasionadamente, y así, si más, nos demostramos con besos y caricias cuanto nos queremos.Después de un rato, nos quedamos tumbados en la cama. Mi cabeza descansa sobre su pecho, y nos
Nos subimos al coche, listos para dirigirnos a la ciudad. El sol de la tarde baña el paisaje con una luz dorada, creando un ambiente cálido y acogedor. Mientras James arranca el motor, yo me acomodo en el asiento del copiloto, mirando por la ventana con una sonrisa.A medida que avanzamos por la carretera, James rompe el silencio. —¿Te gusta nuestra nueva casa? Si no te sientes cómoda, podemos mudarnos en cualquier momento.—James, la casa es perfecta. Mi hogar está donde estés tú.Veo como James sonríe de alivio y felicidad. —Me alegra escuchar eso, princesa. Quiero que siempre te sientas feliz y segura.El resto del trayecto transcurre en una conversación amena, con risas y anécdotas. Sigo mirando por la ventana mientras el paisaje pasa rápidamente. De repente, a lo lejos, diviso las primeras señales de la ciudad. Mi corazón comienza a latir más rápido y una mezcla de nervios y emoción me invade. No puedo esperar más para abrazarlas, para escuchar sus historias.De repente, un lu
William sigue observándome, pero ya no de la misma manera. Su mirada se ha vuelto fría. Aunque tenga motivos, yo no soy la culpable. También he sufrido mucho, y lo que pasó no le da derecho a odiarme. Lo sé, sé que me odia con todas sus fuerzas, pero, como he dicho antes, yo no soy la culpable. Me armo de valor para romper este silencio.—William, yo…—¿Para qué has venido? —pregunta malhumorado.Doy un paso adelante.—Necesitaba verte, saber que estás bien.William se levanta lentamente y camina hacia mí.—No deberías estar aquí. Por favor, márchate.No pienso irme, no hasta que pueda hablar con él. Sé que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, y las palabras que necesito decirle pesan en mi pecho. —William —comienzo a decir—. Lamento todo lo que ha pasado entre nosotros.—No quiero escucharte. Ya eres libre para irte con él. Ya no hay nada que nos una. Estoy seguro de que te alegras de que nuestro bebé no haya nacido.Sus palabras me hieren tanto que no puedo con
Debo admitir que mi vida ha sido dura. Si echo un vistazo atrás, puedo decir que todo mi sufrimiento ha merecido la pena hasta llegar donde estoy. Recuerdo todo como si fuera ayer, las heridas han sanado, pero las llevo presentes en mi memoria. Cada desafío, cada obstáculo, ha sido una lección que me ha fortalecido. Las noches de insomnio, las lágrimas derramadas, y los momentos de desesperación fueron el precio que pagué por la vida que estoy viviendo ahora. Hoy, miro al futuro con esperanza y gratitud. Las cicatrices que llevo son testimonio de mi capacidad para superar las adversidades. Son recordatorios de que, a pesar de todo, he salido adelante y he encontrado mi camino. —Mamá, no sé qué decir. Te agradezco que hayas confiado en mí y me hayas contado tu historia. Todavía estoy en shock. —Cariño, debes prometerme que no le dirás nada a tus hermanos. Todavía son demasiado pequeños —murmuro, mientras miro embobada a los gemelos. Son idénticos a su padre, lo que me llena de