Las tornas han cambiado, mi tranquilidad se ha transformado en nerviosismo. En cambio, James, su furia ha desaparecido y ahora sonríe.
—¿Cuánto tiempo tengo que vivir aquí?—Seis meses —responde Richard con tranquilidad.—Es demasiado tiempo, no puedo estar aquí durante seis meses —protesto horrorizada, mientras sacudo la cabeza en desacuerdo.James se aproxima a mí con pasos decididos y comienza a liberarme mientras masculla:—Has sido tú quien ha provocado esta situación, sinvergüenza. Y por tu culpa, me has involucrado en este problema.Mis ojos se clavan en James con intensidad. Conozco demasiado bien a los policías arrogantes como él, todos cortados por la misma tijera. Ahora, la ira me consume, y un torbellino de emociones se agita en mi estómago. Sin pensarlo dos veces, descargo toda mi ira sobre el buenorro con un cabezazo.Debo admitir que, aunque me ha dolido, ha valido la pena. Se lo tenía merecido por arrogante y por su forma de mirarme. Y con un tono desafiante, replico:—¿Te duele, gilipollas?—¡Te voy a matar, m*****a ladrona! —grita, pero su padre se interpone entre nosotros dos.—Os informo que será un año —anuncia.—¡Papá, eso es demasiado!—Si escucho otra protesta más, serán dos años. James, sabes que no miento —interviene Richard, acercándose para liberarme de las cuerdas.Después, Richard coge un manojo de llaves sobre la mesa y se aleja, dejando tras de sí un silencio tenso.Me levanto de la silla, sintiendo cómo cada músculo de mi cuerpo se estira y cobra vida tras el rato sin moverme.—Te haré la vida imposible, m*****a ladrona —gruñe.—Lo mismo te digo —respondo con frialdad.—Te acompaño a tu habitación, estoy deseando perderte de vista.Comienza a caminar por el pasillo, y yo le sigo. Finalmente, se detiene ante una puerta. Su mano se posa sobre la manivela, la gira y la abre. Me indica con la mano que entre, pero me quedo inmóvil en el umbral.—Encontrarás sábanas y mantas en el armario. Mañana te espero temprano en la cocina para explicarte tus labores. Mi habitación está justo enfrente, espero que no me molestes, a menos que sea importante. La habitación de mi abuela está al final del pasillo —dice, y sin más, se marcha.Entro a la habitación, y me sorprendo, cuando veo una cama de matrimonio. Después, abro el armario, cojo unas sábanas de color morado. Una vez la cama está hecha, me deslizo entre las sábanas. La tortura está a punto de comenzar, las palabras de Richard aún resuenan en mi mente: ¡Enamóralo!. Parece no importarle cómo lo haga, pero debo hacer que caiga rendido a mis pies, que olvide a su perfecta novia. Poco a poco, mis ojos se cierran lentamente, y finalmente, el sueño me vence.—Vamos, ladrona, despierta —resuena la voz de James por toda la habitación. Mis párpados se abren con pesadez. Tengo ganas de seguir durmiendo un poco más.—Lárgate —susurro con voz ronca.—Arriba, m*****a ladrona —siento un golpe seco en la cama.Levanto la vista hacia él, llena de ira, las palabras se escapan de mis labios antes de poder contenerlas:—Te odio, a ti y a tu padre.¡Maldita sea, así nunca se enamorará de mí! Pero el odio que siento por los dos, es tan grande, que me resulta imposible expresar algo cariñoso.—El sentimiento es mutuo. Levántate, esto es un trabajo, no un hotel.Me incorporo lentamente, como si cada movimiento fuera una escena a cámara lenta.—Tienes diez minutos. El baño está al final del pasillo, junto a la habitación de mi abuela. Y por favor, haz algo con ese pelo, pareces una loca.En un impulso, agarro una almohada y la lanzo hacia él, deseando que impacte en su rostro arrogante. Pero la esquiva con facilidad, y mi frustración se intensifica al fallar.—¡Imbécil! —exclamo. Lo odio con todas mis fuerzas. Me tomo unos minutos para calmar mis nervios. Finalmente, me dirijo al baño, recojo mi cabello castaño en una coleta alta y lavo mi rostro con agua fría.Salgo del baño, con paso ligero, y me dirijo hacia mi nueva habitación.Al abrir el armario, cojo mi bolso, abro la cremallera y rebusco dentro hasta encontrar el móvil. Desbloqueo la pantalla, abro el grupo de W******p y, para mi sorpresa, me encuentro con tropecientos de mensajes. El grupo “Las Marujas del Infierno” está al rojo vivo. Mis dedos se deslizan con urgencia por la pantalla. Rápidamente, les respondo que estoy bien, les explico brevemente lo que ha sucedido y les prometo más tarde escribirle otra vez.Después de guardar el móvil en mi bolso, abro la puerta de mi habitación y me topo con James.—Camina —me ordena.No digo nada, pero empiezo a caminar por el pasillo con un exagerado meneo de caderas, como si estuviera en una pasarela invisible, esperando que James se dé cuenta de mis sexys movimientos. Tengo que enamorarlo lo antes posible.De repente, James me agarra del brazo y me detiene, frunciendo el ceño con preocupación.—Mía, ¿estás bien? —pregunta con una mezcla de confusión y preocupación—. Por tu forma de andar, parece que necesitas ir al médico. ¿Seguro que no tienes… parásitos?¡Parásitos! De todas las cosas con las que podría salir, tenía que mencionar parásitos. Yo aquí, intentando caminar como una diva de la moda, y él preocupado por si tengo inquilinos no deseados en mi trasero.¡Lo mato! ¿Cómo se atreve a preguntarme si tengo gusanos en mi trasero?¡Ay madre! Primer intento de enamorarlo fallido.Llego hasta el salón, donde soy recibida por una anciana sentada en su sofá color chocolate, cuya sonrisa ilumina la estancia.—Buenos días, muchachita —me saluda—. Ya me han puesto al día con tu situación. Eres una granujilla —comenta entre risas, y no puedo evitar unirme a ella por su risa contagiosa.La anciana irradia simpatía, una cualidad que, lamentablemente, parece que ni su hijo y ni comparten. —Buenos días, Abuela. —¡Silencio! Y hazme el favor de preparar el desayuno, que Mía y yo estamos hablando.—Parece que tu abuela no te tiene mucho cariño —comento. Ambas soltamos una carcajada. Creo que la anciana y yo nos llevarnos muy bien.De repente, James me agarra del brazo y me arrastra hacia la cocina.Echo un vistazo rápido a la enorme cocina blanca con la encimera de mármol negro.—Prepara el desayuno. Yo ayudaré a mi abuela a levantarse del sofá y a sentarse en la silla. —Suéltame ahora mismo. —¿Y si no qué? ¿Me vas a golpear con una baguette? —me desafía con una sonrisa
No sé lo que acaba de pasar, pero tengo que apartar a este hombre de mí, no entiendo porqué siento calor por todo mi cuerpo. Con un empujón firme, aparto a James, necesito recomponerme. Además, la anciana nos espera impaciente en el comedor.Rápidamente cojo el cuenco de frutas, y lo llevo hasta la mesa del salón, después me giro para retirarme a la cocina, deseando un momento de soledad. Pero antes de que pueda escapar, la mano de la anciana se aferra alrededor de mi brazo con fuerza.—Ladroncilla, no te vayas. Desayunarás con nosotros.—Puedo desayunar en la cocina —murmuro.—Siéntate ahora mismo. Es una orden y no me hagas repetirlo. Siéntate y tengamos la fiesta en paz.La tensión va desapareciendo lentamente. Nos sentamos los tres en silencio alrededor de la mesa del comedor, cada uno perdido en sus pensamientos, hasta que la anciana, con una sonrisa pícara rompe el hielo.—Muchachita, ¿Porqué entraste a mi casa a robar?—Necesitaba dinero —miento, llevándome un trozo de manzana
James, me observa enfadado y yo soy la culpable de que esté así. —¿Qué crees que estás haciendo? —gruñe—. Este es mi baño. No te he dado permiso para que entres aquí. ¡Vete ahora mismo!Antes de que pueda decir una palabra, sus manos se cierran sobre mis brazos con fuerza. Me levanta sin esfuerzo y me lleva fuera de su habitación, dejándome en el pasillo.—Yo… solo quería… —mi voz se apaga por la vergüenza.—Que sea la última vez que entras en mi habitación.—Dame mi ropa.—¿Me has escuchado?—Sí, claro. Ahora, ¿podrías devolverme mi ropa? ¡Y deja de gruñir! —exclamo, exasperada.Con un último gruñido de advertencia, cierra la puerta de su dormitorio tras de sí.¡Maldita sea! Tengo el cuerpo mojado, muerta de frío por la corriente y sin mi ropa.Juro que encontraré la manera de vengarme. Le doy varios golpes a la puerta con mi puño, necesito mi ropa y mis tenis, ya que no soporto caminar descalza.Me mantengo allí, de pie, una eternidad, esperando que él tenga la decencia de abrir. P
¿Debo sellar nuestra nueva amistad con un beso? ¡Ay, madre! Comienzo a sudar y no puedo negarme, debo empezar a conquistar a este hombre. Pero, ¿un beso en la mejilla o en los labios? Espero que sea en la mejilla, porque yo nunca he besado a nadie. —Está bien, pero solo será un beso.Con el corazón latiendo a un ritmo frenético, observo a James levantarse de su silla, camina hacia mí y se inclina, me quedo paralizada, solo deseo que esto acabe rápido. ¡Dios mío! El sudor comienza a brotar de mi frente. Deposita su beso, rozando la comisura de mis labios. Nerviosa, lo alejo de mí. Me levanto rápidamente de mi silla y salgo disparada al salón.Un rato después, escucho la voz de James llamárme desde la cocina, con cautela, me incorporo del sofá, aún sintiendo un leve dolor, camino despacio hasta llegar a la cocina y me llevo una grata sorpresa, la mesa está servida con sencillez, aunque ha preparado un plato básico, espaguetis con atún, lo ha preparado para mi y agradezco el detalle. M
James se acerca lentamente a mi, cierro los ojos, esperando ansiosa el roce de sus labios. Sin embargo, en lugar del esperado beso, siento un leve pellizco en la piel.—¡Lo tengo! Te he salvado de una picadura —exclama triunfante—. No tengo ni idea de qué insecto es, pero ya no podrá molestarte. Me debes una.Mis ojos se abren de golpe, y mi mirada se dirige a su mano abierta. La frustración me invade, ansiaba un beso. Este hombre me tiene tonta perdía, ¿Desde cuando yo he querido que un hombre me bese? La culpa es de él, por ser tan jodidamente guapo y por su repentina amabilidad.Avergonzada, vuelvo a centrar la mirada en el paisaje, para ocultar mi vergüenza. Siento el calor subir a mis mejillas, y se perfectamente, que mi rostro está adquiriendo el tono intenso de un tomate.Minutos después, llegamos al puente River Hills, James, le entrega un billete al taxista, y tras darle las gracias, nos bajamos del vehículo. Caminamos en silencio, bajo su estructura de acero. El lugar está d
La puerta de entrada se abre abruptamente y la cabeza de Franchesca asoma con expresión de reproche.—¿Es que me habéis olvidado? Mirad qué tarde es, ya casi cae la noche —su voz lleva un tono de indignación.—Perdóname, abuela —responde James.—Ay, muchachito, entiendo que necesitéis recoger sus cosas, pero recuerda que ella está aquí para hacerme compañía, no para que satisfagas tus impulsos.—Lo siento, Franchesca —digo, con una sonrisa apenada—. Mi ropa estaba tan vieja... Y James se ofreció a renovarla.—Mía, tú y yo, tendremos una charla más tarde —dice, haciéndose a un lado para dejarnos pasar.Al cruzar el umbral, James me susurra:—Dejaré las bolsas en tu habitación.—Gracias. Yo empezaré con la cena.—No te preocupes por eso, pediré algo para cenar. Quédate con mi abuela.—Mejor que vayáis a daros una ducha. Después, veremos una película los tres mientras disfrutamos de la cena —ordena Franchesca.—Mía, si quieres, puedes usar mi baño para ducharte y estrenar tu pijama nuevo
—¿Se puede saber que haces en mi cama? —exclamo, horrorizada.—Oí tus gritos en la noche, me acurruqué a tu lado, esperando calmarte, y sin darme cuenta, me quedé dormido.—La próxima vez, despiértame. No hace falta que te metas en mi cama por una pesadilla.—Era mi plan, pero, entonces me abrazaste como si fuera un oso de peluche gigante. Te tranquilizaste al instante, y no quise ser el villano que interrumpe tu sueño. Además, dicen que los abrazos son el mejor remedio para las pesadillas.—Agradezco tu ayuda, pero ya puedes marcharte.—Si quieres que regrese, estaré encantado de velar tus sueños.—Venga, superhéroe, vete a dormir a tu guarida.—Buenas noches, princesa.—Buenas noches, James.Por su culpa, no he podido volver a dormir. La imagen la tengo grabada en mi mente, los dos, estábamos abrazados, y hasta puedo decir que su cercanía me estaba gustando.Me levanto de la cama. El día ha amanecido lluvioso, es lo que tiene vivir en Rosehills, un día te asfixias bajo un sol abrasa
Camino hacia mi club con pasos pesados, sintiendo cada metro como si fuera un kilómetro. El cansancio se acumula en mis hombros, y mi paciencia se ha agotado.—Ya es suficiente —me digo a mí misma.—Mía —la voz de James me sobresalta, y giro sobre mis talones para enfrentarlo. Allí está él, dentro del coche, con esa mirada arrebatadora.—Lárgate. No quiero verte más. Prefiero vivir en la calle antes que aceptar cualquier cosa de ti.—No digas tonterías, hace frío — gruñe, deteniendo el coche con un movimiento brusco.Lo miro con intención de quejarme, pero en lugar de eso, continúo mi camino sin decir palabra.—Súbete, por favor —insiste, estirando el brazo para abrirme la puerta del vehículo.—Te he dicho que te largues de aquí —sigo caminando, no pienso detenerme. —¡Por Dios, Mía, quieres parar ya! —exclama James. Se baja rápidamente, bloqueando mi camino—. Te estás comportando como una niña pequeña —Me agarra del brazo, y tira de mí hacia él.—¡Suéltame ahora mismo! —exclamo, inte