Llego hasta el salón, donde soy recibida por una anciana sentada en su sofá color chocolate, cuya sonrisa ilumina la estancia.
—Buenos días, muchachita —me saluda—. Ya me han puesto al día con tu situación. Eres una granujilla —comenta entre risas, y no puedo evitar unirme a ella por su risa contagiosa.La anciana irradia simpatía, una cualidad que, lamentablemente, parece que ni su hijo y ni comparten.—Buenos días, Abuela.—¡Silencio! Y hazme el favor de preparar el desayuno, que Mía y yo estamos hablando.—Parece que tu abuela no te tiene mucho cariño —comento. Ambas soltamos una carcajada. Creo que la anciana y yo nos llevarnos muy bien.De repente, James me agarra del brazo y me arrastra hacia la cocina.Echo un vistazo rápido a la enorme cocina blanca con la encimera de mármol negro.—Prepara el desayuno. Yo ayudaré a mi abuela a levantarse del sofá y a sentarse en la silla.—Suéltame ahora mismo. —¿Y si no qué? ¿Me vas a golpear con una baguette? —me desafía con una sonrisa burlona.—No voy a desperdiciar un buen pan —respondo con sarcasmo. —Pero ten por seguro que puedo encontrar algo menos apetitoso con qué hacerlo si no me sueltas —No me gusta que me toquen, y menos aún antes de mi café matutino.James retrocede un paso, levantando las manos en señal de rendición.¡Santo cielo! Este hombre me pone de los nervios, ¡no puedo soportar su presencia! Cada vez que lo veo, un impulso primitivo se despierta en mi. Antes de que pueda contenerme, mi pie se lanza hacia el suyo, desnudo y con una fuerza inesperada le doy un pisotón y lo empujo.Mi movimiento lo pilla por sorpresa y el grandulón pierde el equilibrio, estrellándose contra la encimera de la cocina provocando un gran ruido que, estoy segura, que la anciana ha escuchado.Al observar su rostro, comprendo que he avivado aún más su ira. Me mira con odio, un sentimiento que, al parecer, es mutuo. De repente, me acorrala contra la nevera blanca, agarrándome el cabello. ¡Qué obsesión tan irritante!—La próxima vez, piénsalo dos veces antes de pisarme —gruñe.—¡James! ¿qué crees que estás haciendo? —La voz de la abuela irrumpe en la cocina y con una puntería envidiable, le lanza una zapatilla que choca en su espalda—. ¿Cómo te atreves a tratar así a una mujer?—Fue ella quien comenzó —se defiende, soltando finalmente mi pelo.¡Madre mía! Creo que es casi imposible conquistar el corazón de este hombre. Cada palabra que digo, cada gesto que hago, solo sirven para que nos odiemos más. Pero, aún así, no me rendiré, haré que este hombre caiga rendido a mis pies.—Madura de una vez, niño estúpido.Con un giro rápido, me vuelvo hacia la nevera para disimular mi risa. Al abrirla, me detengo un instante, sorprendida por la cantidad de alimentos que hay. Nunca, en todos mis años, había visto tanta comida en una nevera. Cojo los ingredientes necesarios para preparar un desayuno exquisito.Me dedico a preparar unos huevos revueltos esponjosos, tostadas untadas con mermelada, café recién molido y, en un cuenco, pongo frutas frescas cortadas. Con parte del desayuno en una bandeja, me dirijo al salón, donde las fotografías que antes había en la mesa del comedor de color wengue han desaparecido, ahora, un mantel estampado con flores la adorna.La anciana, está sentada cómodamente con el mando de la televisión en la mano, suelta una carcajada al ver la caída de un presentador en la televisión, en directo. Frunzo el ceño al ver que James, ya se ha acomodado alrededor de la mesa, esperando que yo le sirva el desayuno, y no puedo dejar de imaginar en mi cabeza, como cojo el desayuno y se lo tiro encima de su cabello hermoso. Cuando la abuela se gira y nos observa, no tarda en regañarle.—¡Oye! ¿Acaso esta chica es tu criada? ¡Levántate y tráeme el resto del desayuno! —exclama enfadada.—¡Ni hablar! Eso es tarea de la ladrona — responde sin mover un músculo.La anciana se levanta de su silla con una agilidad sorprendente para su edad y, con un movimiento rápido, le da un sonoro golpe en la espalda. El impacto resuena en la habitación, y me llevo la mano a la boca para callar una carcajada que amenaza con escapar.—Ella no es tu criada, está aquí para hacerme compañía, no para atenderte a ti. Es hora de que empieces a tratarla con respeto, ¿me has entendido?Observo cómo su rostro se transforma, pasando de la calma a la furia en un abrir y cerrar de ojos.James, se levanta bruscamente, su mal humor es evidente, y me sigue a la cocina. Nuestras miradas se encuentran y creo que sale humo de nuestras cabezas.—No te soporto —me dice con frialdad.Me acerco a él, alzando la vista para encontrarme con sus ojos, pues me saca dos cabezas.—El sentimiento es mutuo — replico, y con mi dedo índice comienzo a darle pequeños toques en el pecho, provocándolo, no sé porqué disfruto molestándolo.—Cállate —gruñe entre dientes.Puedo apreciar la tensión de sus músculos bajo el jersey. A pesar de la situación, no puedo evitar notar que es un hombre atractivo con el cabello castaño y su barba de tres días, con un aroma que me resulta extrañamente embriagador.De repente, me agarra del cuello y me empuja contra la pared, su respiración se agita y sus ojos atraviesan los míos, y no sé porqué pero la temperatura de mi cuerpo comienza a subir.¡Ay madre! ¡Qué calorazoooo!No sé lo que acaba de pasar, pero tengo que apartar a este hombre de mí, no entiendo porqué siento calor por todo mi cuerpo. Con un empujón firme, aparto a James, necesito recomponerme. Además, la anciana nos espera impaciente en el comedor.Rápidamente cojo el cuenco de frutas, y lo llevo hasta la mesa del salón, después me giro para retirarme a la cocina, deseando un momento de soledad. Pero antes de que pueda escapar, la mano de la anciana se aferra alrededor de mi brazo con fuerza.—Ladroncilla, no te vayas. Desayunarás con nosotros.—Puedo desayunar en la cocina —murmuro.—Siéntate ahora mismo. Es una orden y no me hagas repetirlo. Siéntate y tengamos la fiesta en paz.La tensión va desapareciendo lentamente. Nos sentamos los tres en silencio alrededor de la mesa del comedor, cada uno perdido en sus pensamientos, hasta que la anciana, con una sonrisa pícara rompe el hielo.—Muchachita, ¿Porqué entraste a mi casa a robar?—Necesitaba dinero —miento, llevándome un trozo de manzana
James, me observa enfadado y yo soy la culpable de que esté así. —¿Qué crees que estás haciendo? —gruñe—. Este es mi baño. No te he dado permiso para que entres aquí. ¡Vete ahora mismo!Antes de que pueda decir una palabra, sus manos se cierran sobre mis brazos con fuerza. Me levanta sin esfuerzo y me lleva fuera de su habitación, dejándome en el pasillo.—Yo… solo quería… —mi voz se apaga por la vergüenza.—Que sea la última vez que entras en mi habitación.—Dame mi ropa.—¿Me has escuchado?—Sí, claro. Ahora, ¿podrías devolverme mi ropa? ¡Y deja de gruñir! —exclamo, exasperada.Con un último gruñido de advertencia, cierra la puerta de su dormitorio tras de sí.¡Maldita sea! Tengo el cuerpo mojado, muerta de frío por la corriente y sin mi ropa.Juro que encontraré la manera de vengarme. Le doy varios golpes a la puerta con mi puño, necesito mi ropa y mis tenis, ya que no soporto caminar descalza.Me mantengo allí, de pie, una eternidad, esperando que él tenga la decencia de abrir. P
¿Debo sellar nuestra nueva amistad con un beso? ¡Ay, madre! Comienzo a sudar y no puedo negarme, debo empezar a conquistar a este hombre. Pero, ¿un beso en la mejilla o en los labios? Espero que sea en la mejilla, porque yo nunca he besado a nadie. —Está bien, pero solo será un beso.Con el corazón latiendo a un ritmo frenético, observo a James levantarse de su silla, camina hacia mí y se inclina, me quedo paralizada, solo deseo que esto acabe rápido. ¡Dios mío! El sudor comienza a brotar de mi frente. Deposita su beso, rozando la comisura de mis labios. Nerviosa, lo alejo de mí. Me levanto rápidamente de mi silla y salgo disparada al salón.Un rato después, escucho la voz de James llamárme desde la cocina, con cautela, me incorporo del sofá, aún sintiendo un leve dolor, camino despacio hasta llegar a la cocina y me llevo una grata sorpresa, la mesa está servida con sencillez, aunque ha preparado un plato básico, espaguetis con atún, lo ha preparado para mi y agradezco el detalle. M
James se acerca lentamente a mi, cierro los ojos, esperando ansiosa el roce de sus labios. Sin embargo, en lugar del esperado beso, siento un leve pellizco en la piel.—¡Lo tengo! Te he salvado de una picadura —exclama triunfante—. No tengo ni idea de qué insecto es, pero ya no podrá molestarte. Me debes una.Mis ojos se abren de golpe, y mi mirada se dirige a su mano abierta. La frustración me invade, ansiaba un beso. Este hombre me tiene tonta perdía, ¿Desde cuando yo he querido que un hombre me bese? La culpa es de él, por ser tan jodidamente guapo y por su repentina amabilidad.Avergonzada, vuelvo a centrar la mirada en el paisaje, para ocultar mi vergüenza. Siento el calor subir a mis mejillas, y se perfectamente, que mi rostro está adquiriendo el tono intenso de un tomate.Minutos después, llegamos al puente River Hills, James, le entrega un billete al taxista, y tras darle las gracias, nos bajamos del vehículo. Caminamos en silencio, bajo su estructura de acero. El lugar está d
La puerta de entrada se abre abruptamente y la cabeza de Franchesca asoma con expresión de reproche.—¿Es que me habéis olvidado? Mirad qué tarde es, ya casi cae la noche —su voz lleva un tono de indignación.—Perdóname, abuela —responde James.—Ay, muchachito, entiendo que necesitéis recoger sus cosas, pero recuerda que ella está aquí para hacerme compañía, no para que satisfagas tus impulsos.—Lo siento, Franchesca —digo, con una sonrisa apenada—. Mi ropa estaba tan vieja... Y James se ofreció a renovarla.—Mía, tú y yo, tendremos una charla más tarde —dice, haciéndose a un lado para dejarnos pasar.Al cruzar el umbral, James me susurra:—Dejaré las bolsas en tu habitación.—Gracias. Yo empezaré con la cena.—No te preocupes por eso, pediré algo para cenar. Quédate con mi abuela.—Mejor que vayáis a daros una ducha. Después, veremos una película los tres mientras disfrutamos de la cena —ordena Franchesca.—Mía, si quieres, puedes usar mi baño para ducharte y estrenar tu pijama nuevo
—¿Se puede saber que haces en mi cama? —exclamo, horrorizada.—Oí tus gritos en la noche, me acurruqué a tu lado, esperando calmarte, y sin darme cuenta, me quedé dormido.—La próxima vez, despiértame. No hace falta que te metas en mi cama por una pesadilla.—Era mi plan, pero, entonces me abrazaste como si fuera un oso de peluche gigante. Te tranquilizaste al instante, y no quise ser el villano que interrumpe tu sueño. Además, dicen que los abrazos son el mejor remedio para las pesadillas.—Agradezco tu ayuda, pero ya puedes marcharte.—Si quieres que regrese, estaré encantado de velar tus sueños.—Venga, superhéroe, vete a dormir a tu guarida.—Buenas noches, princesa.—Buenas noches, James.Por su culpa, no he podido volver a dormir. La imagen la tengo grabada en mi mente, los dos, estábamos abrazados, y hasta puedo decir que su cercanía me estaba gustando.Me levanto de la cama. El día ha amanecido lluvioso, es lo que tiene vivir en Rosehills, un día te asfixias bajo un sol abrasa
Camino hacia mi club con pasos pesados, sintiendo cada metro como si fuera un kilómetro. El cansancio se acumula en mis hombros, y mi paciencia se ha agotado.—Ya es suficiente —me digo a mí misma.—Mía —la voz de James me sobresalta, y giro sobre mis talones para enfrentarlo. Allí está él, dentro del coche, con esa mirada arrebatadora.—Lárgate. No quiero verte más. Prefiero vivir en la calle antes que aceptar cualquier cosa de ti.—No digas tonterías, hace frío — gruñe, deteniendo el coche con un movimiento brusco.Lo miro con intención de quejarme, pero en lugar de eso, continúo mi camino sin decir palabra.—Súbete, por favor —insiste, estirando el brazo para abrirme la puerta del vehículo.—Te he dicho que te largues de aquí —sigo caminando, no pienso detenerme. —¡Por Dios, Mía, quieres parar ya! —exclama James. Se baja rápidamente, bloqueando mi camino—. Te estás comportando como una niña pequeña —Me agarra del brazo, y tira de mí hacia él.—¡Suéltame ahora mismo! —exclamo, inte
¡Increíble! ¡Me acaba de hacer la cobra! Me ha rechazado. Bajo la vista al suelo, no sé dónde meterme. ¡Dios mío, qué vergüenza!—Mía, no puedo, lo siento, perdóname, por favor.El primer hombre al que me atrevo a besar me rechaza, y sé que cuando mis amigas lo sepan, no podrán contener la risa.—Regresaremos andando, estamos cerca de casa, mañana volveré por el coche —dice, mientras me agarra de la mano.—¿Te importaría soltarme? Sé caminar sola.—Prefiero no arriesgarme.Comenzamos a caminar por las calles desiertas bajo la lluvia. De repente, empieza acariciar mi mano con su pulgar y me provoca un torbellino de emociones, y no en el buen sentido. Me acaba de rechazar y ahora estamos haciendo manitas pero ¿Este hombre es gilipollas o qué?Y justo cuando estoy a punto de decirle cuatro cosas al condenado, a lo lejos veo la figura de Richard en el porche de madera. Cuando estamos lo suficiente cerca, por su cara puedo adivinar que nos hemos metido en un gran lío. Al vernos cruza sus r