Capítulo 4

Llego hasta el salón, donde soy recibida por una anciana sentada en su sofá color chocolate, cuya sonrisa ilumina la estancia.

—Buenos días, muchachita —me saluda—. Ya me han puesto al día con tu situación. Eres una granujilla —comenta entre risas, y no puedo evitar unirme a ella por su risa contagiosa.

La anciana irradia simpatía, una cualidad que, lamentablemente, parece que ni su hijo y ni comparten.

—Buenos días, Abuela.

—¡Silencio! Y hazme el favor de preparar el desayuno, que Mía y yo estamos hablando.

—Parece que tu abuela no te tiene mucho cariño —comento. Ambas soltamos una carcajada. Creo que la anciana y yo nos llevarnos muy bien.

De repente, James me agarra del brazo y me arrastra hacia la cocina.

Echo un vistazo rápido a la enorme cocina blanca con la encimera de mármol negro.

—Prepara el desayuno. Yo ayudaré a mi abuela a levantarse del sofá y a sentarse en la silla.

—Suéltame ahora mismo.

—¿Y si no qué? ¿Me vas a golpear con una baguette? —me desafía con una sonrisa burlona.

—No voy a desperdiciar un buen pan —respondo con sarcasmo. —Pero ten por seguro que puedo encontrar algo menos apetitoso con qué hacerlo si no me sueltas —No me gusta que me toquen, y menos aún antes de mi café matutino.

James retrocede un paso, levantando las manos en señal de rendición.

¡Santo cielo! Este hombre me pone de los nervios, ¡no puedo soportar su presencia! Cada vez que lo veo, un impulso primitivo se despierta en mi. Antes de que pueda contenerme, mi pie se lanza hacia el suyo, desnudo y con una fuerza inesperada le doy un pisotón y lo empujo.

Mi movimiento lo pilla por sorpresa y el grandulón pierde el equilibrio, estrellándose contra la encimera de la cocina provocando un gran ruido que, estoy segura, que la anciana ha escuchado.

Al observar su rostro, comprendo que he avivado aún más su ira. Me mira con odio, un sentimiento que, al parecer, es mutuo. De repente, me acorrala contra la nevera blanca, agarrándome el cabello. ¡Qué obsesión tan irritante!

—La próxima vez, piénsalo dos veces antes de pisarme —gruñe.

—¡James! ¿qué crees que estás haciendo? —La voz de la abuela irrumpe en la cocina y con una puntería envidiable, le lanza una zapatilla que choca en su espalda—. ¿Cómo te atreves a tratar así a una mujer?

—Fue ella quien comenzó —se defiende, soltando finalmente mi pelo.

¡Madre mía! Creo que es casi imposible conquistar el corazón de este hombre. Cada palabra que digo, cada gesto que hago, solo sirven para que nos odiemos más. Pero, aún así, no me rendiré, haré que este hombre caiga rendido a mis pies.

—Madura de una vez, niño estúpido.

Con un giro rápido, me vuelvo hacia la nevera para disimular mi risa. Al abrirla, me detengo un instante, sorprendida por la cantidad de alimentos que hay. Nunca, en todos mis años, había visto tanta comida en una nevera. Cojo los ingredientes necesarios para preparar un desayuno exquisito.

Me dedico a preparar unos huevos revueltos esponjosos, tostadas untadas con mermelada, café recién molido y, en un cuenco, pongo frutas frescas cortadas. Con parte del desayuno en una bandeja, me dirijo al salón, donde las fotografías que antes había en la mesa del comedor de color wengue han desaparecido, ahora, un mantel estampado con flores la adorna.

La anciana, está sentada cómodamente con el mando de la televisión en la mano, suelta una carcajada al ver la caída de un presentador en la televisión, en directo. Frunzo el ceño al ver que James, ya se ha acomodado alrededor de la mesa, esperando que yo le sirva el desayuno, y no puedo dejar de imaginar en mi cabeza, como cojo el desayuno y se lo tiro encima de su cabello hermoso. Cuando la abuela se gira y nos observa, no tarda en regañarle.

—¡Oye! ¿Acaso esta chica es tu criada? ¡Levántate y tráeme el resto del desayuno! —exclama enfadada.

—¡Ni hablar! Eso es tarea de la ladrona — responde sin mover un músculo.

La anciana se levanta de su silla con una agilidad sorprendente para su edad y, con un movimiento rápido, le da un sonoro golpe en la espalda. El impacto resuena en la habitación, y me llevo la mano a la boca para callar una carcajada que amenaza con escapar.

—Ella no es tu criada, está aquí para hacerme compañía, no para atenderte a ti. Es hora de que empieces a tratarla con respeto, ¿me has entendido?

Observo cómo su rostro se transforma, pasando de la calma a la furia en un abrir y cerrar de ojos.

James, se levanta bruscamente, su mal humor es evidente, y me sigue a la cocina. Nuestras miradas se encuentran y creo que sale humo de nuestras cabezas.

—No te soporto —me dice con frialdad.

Me acerco a él, alzando la vista para encontrarme con sus ojos, pues me saca dos cabezas.

—El sentimiento es mutuo — replico, y con mi dedo índice comienzo a darle pequeños toques en el pecho, provocándolo, no sé porqué disfruto molestándolo.

—Cállate —gruñe entre dientes.

Puedo apreciar la tensión de sus músculos bajo el jersey. A pesar de la situación, no puedo evitar notar que es un hombre atractivo con el cabello castaño y su barba de tres días, con un aroma que me resulta extrañamente embriagador.

De repente, me agarra del cuello y me empuja contra la pared, su respiración se agita y sus ojos atraviesan los míos, y no sé porqué pero la temperatura de mi cuerpo comienza a subir.

¡Ay madre! ¡Qué calorazoooo!

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo