—Te has metido en un buen lío —me susurra al oído.
El hombre se dirige hacia la mesa con pasos decididos, coge su móvil con la mano izquierda mientras con los dedos de la mano derecha se deslizan por la pantalla, buscando un contacto en su agenda. No hay duda de que está a punto de llamar a su padre, ese ser despreciable. Con un suspiro pesado, se lleva el móvil al oído, y tras unos segundos que parecen eternos, finalmente alguien contesta. Sin embargo, se aleja con el teléfono pegado a la oreja, lo suficiente para que sus palabras se conviertan en un murmullo ininteligible para mí.Mientras tanto, aprovecho la luz que inunda el salón para observar el lugar. Mis ojos vagan sin rumbo hasta que se posan en una fotografía sobre la chimenea de piedra. En el centro de la imagen, una señora de mirada sabia y sonrisa cálida. A su derecha, Richard, con su habitual expresión serena. Y a la izquierda, el hombre de ojos verdes.Poco después, un sonido inesperado capta mi atención. El hombre regresa, ahora ataviado con un pantalón corto de color negro y una camiseta blanca. Avanza hacia mí con paso firme, arrastrando una silla de madera que coloca frente a la mía, donde permanezco atada, y toma asiento. Me observa de pies a cabeza; intento descifrar su mirada, pero es inútil. Finalmente, rompe el silencio:—¿Eres consciente de que vas a ir la cárcel? —pregunta, pasando una mano por su cabello castaño y desordenado.—No me importa.—¿Sí? ¿Te da igual ir a la cárcel? ¿Te crees muy valiente, verdad? Dime, ¿has venido aquí tu sola o hay alguien fuera esperándote?—Mi guardaespaldas me espera fuera en una limusina rosa.—¿Piensas que puedes burlarte de mí, m*****a ladrona? Te advierto que no estoy para bromas —se levanta rápidamente, me agarra del cabello obligándome a inclinar la cabeza hacia atrás y, una vez más, nuestras miradas se cruzan—. Dime, ¿cómo te llamas?El silencio es mi única respuesta.Justo en ese instante, el sonido de una puerta abriéndose rompe el silencio, pero no puedo girar para ver quién ha entrado, el hijo de Richard me sujeta el cabello con demasiada fuerza.—James, suelta a la chica —se escucha una voz autoritaria.Su rostro se inclina hacia el mío, y el agarre se intensifica. Una oleada de dolor se dispara por mi cuero cabelludo, pero me contengo y no emito sonido alguno, solo le ofrezco una sonrisa mientras su aroma me invade.—James —la voz insiste, más firme esta vez.Poco después, el hombre libera mi cabello y se aleja. En ese momento, Richard avanza con paso firme y decidido, clavando su mirada en ambos antes de tomar asiento frente a mí.—Bueno, ¡qué sorpresa tenemos aquí! —dice con una sonrisa—. Aquí estamos de nuevo, frente a frente. Parece que no puedes evitar encontrarnos en situaciones complicadas.—¿Conoces a esta mujer? —pregunta James.—Si hijo, es una vagabunda que siempre se mete en líos.Siento un profundo odio hacia este hombre. Cree que su placa le otorga el derecho de hacer lo que quiera, pero está muy equivocado. Quizás si le cuento la verdad a su hijo, él podría ofrecerme la ayuda que tanto necesito.Cuando finalmente reúno el valor para hablar, Richard, astuto como siempre, encuentra el momento perfecto. Aprovechando que su hijo nos da la espalda, se desliza sigilosamente hacia mí y, con un susurro, inquiere:—Escúchame bien, si intentas hacer alguna locura, puedes despedirte de tu amiga.Y con sus palabras, el mundo se desploma ante mí, incapaz de imaginar mi vida sin mi querida Jud. Por ello, intentaré usar mis encantos para conquistar el corazón de James.—Hijo, déjanos solos, tengo que hablar con esta muchachita —su voz no admite réplica.Pero aún así, James pregunta:—¿Y qué necesitas decirle? —la impaciencia se filtra en su voz—. Estaba robando en la casa de tu madre. Voy por el coche y nos la llevamos a la comisaría ahora mismo. Además, está borracha.—No iremos a ningún sitio —responde con firmeza, cerrando la discusión—. Déjanos solos.James sale del salón furioso. Si las miradas matasen, yo ya estaría tres metros bajo tierra.Una vez que estamos solos, Richard se acomoda en la silla, que cruje bajo su peso. Su silencio se extiende hasta que, finalmente, rompe el hielo. Lo escucho, cada palabra aumentando mi curiosidad y temor.—Me complace que hayas aceptado el trato.—Esto no está bien, aún podemos detenerlo — replico, aunque una parte de mí sabe que es inútil.—Las condiciones no han cambiado desde nuestra última conversación. Te lo advierto, si le cuentas algo a mi hijo o a mi madre, desearás no haber nacido.—Quiero dejarte algo aclaro, no me acostaré con tu hijo.—No me importa cómo lo hagas —insiste con desprecio—. Pero debes asegurarte de que mi hijo termina con su novia, y creo que no hace falta que te diga que tienes prohibido enamorarte de él.Lo miro fijamente, sintiendo un desprecio profundo.Richard se levanta de la silla y se dirige a la habitación contigua. Minutos después, el sonido de los platos y el tintineo de los cubiertos, llega hasta el salón.Los tonos de su discusión se filtran a través de las paredes hasta que un golpe sordo corta el aire, seguido de un silencio pesado. Momentos después, los dos hombres regresan al salón. Richard irradia una calma que casi parece fuera de lugar, mientras que el rostro de James está tenso, como si estuviera a punto de estallar en mil pedazos.Soy consciente de que me reta con la mirada, ¡Vaya cabreo lleva el amigo! Pero yo, mantengo la serenidad —porque no tengo otra opción que seguir adelante con esta farsa.—Mi hijo se vendrá a vivir aquí —anuncia Richar—. Los tres viviréis juntos. La casa es amplia y no habrá problemas.Antes de que pueda procesar la noticia, James interviene con una sonrisa burlona:—¡Bienvenida, compañera de piso!Me quedo helada. ¿Desde cuándo estaba planeado esto? ¿Cómo es que Richard nunca mencionó que James y yo compartiríamos techo?Las tornas han cambiado, mi tranquilidad se ha transformado en nerviosismo. En cambio, James, su furia ha desaparecido y ahora sonríe.—¿Cuánto tiempo tengo que vivir aquí?—Seis meses —responde Richard con tranquilidad.—Es demasiado tiempo, no puedo estar aquí durante seis meses —protesto horrorizada, mientras sacudo la cabeza en desacuerdo.James se aproxima a mí con pasos decididos y comienza a liberarme mientras masculla:—Has sido tú quien ha provocado esta situación, sinvergüenza. Y por tu culpa, me has involucrado en este problema.Mis ojos se clavan en James con intensidad. Conozco demasiado bien a los policías arrogantes como él, todos cortados por la misma tijera. Ahora, la ira me consume, y un torbellino de emociones se agita en mi estómago. Sin pensarlo dos veces, descargo toda mi ira sobre el buenorro con un cabezazo.Debo admitir que, aunque me ha dolido, ha valido la pena. Se lo tenía merecido por arrogante y por su forma de mirarme. Y con un tono desafiante, replico:
Llego hasta el salón, donde soy recibida por una anciana sentada en su sofá color chocolate, cuya sonrisa ilumina la estancia.—Buenos días, muchachita —me saluda—. Ya me han puesto al día con tu situación. Eres una granujilla —comenta entre risas, y no puedo evitar unirme a ella por su risa contagiosa.La anciana irradia simpatía, una cualidad que, lamentablemente, parece que ni su hijo y ni comparten. —Buenos días, Abuela. —¡Silencio! Y hazme el favor de preparar el desayuno, que Mía y yo estamos hablando.—Parece que tu abuela no te tiene mucho cariño —comento. Ambas soltamos una carcajada. Creo que la anciana y yo nos llevarnos muy bien.De repente, James me agarra del brazo y me arrastra hacia la cocina.Echo un vistazo rápido a la enorme cocina blanca con la encimera de mármol negro.—Prepara el desayuno. Yo ayudaré a mi abuela a levantarse del sofá y a sentarse en la silla. —Suéltame ahora mismo. —¿Y si no qué? ¿Me vas a golpear con una baguette? —me desafía con una sonrisa
No sé lo que acaba de pasar, pero tengo que apartar a este hombre de mí, no entiendo porqué siento calor por todo mi cuerpo. Con un empujón firme, aparto a James, necesito recomponerme. Además, la anciana nos espera impaciente en el comedor.Rápidamente cojo el cuenco de frutas, y lo llevo hasta la mesa del salón, después me giro para retirarme a la cocina, deseando un momento de soledad. Pero antes de que pueda escapar, la mano de la anciana se aferra alrededor de mi brazo con fuerza.—Ladroncilla, no te vayas. Desayunarás con nosotros.—Puedo desayunar en la cocina —murmuro.—Siéntate ahora mismo. Es una orden y no me hagas repetirlo. Siéntate y tengamos la fiesta en paz.La tensión va desapareciendo lentamente. Nos sentamos los tres en silencio alrededor de la mesa del comedor, cada uno perdido en sus pensamientos, hasta que la anciana, con una sonrisa pícara rompe el hielo.—Muchachita, ¿Porqué entraste a mi casa a robar?—Necesitaba dinero —miento, llevándome un trozo de manzana
James, me observa enfadado y yo soy la culpable de que esté así. —¿Qué crees que estás haciendo? —gruñe—. Este es mi baño. No te he dado permiso para que entres aquí. ¡Vete ahora mismo!Antes de que pueda decir una palabra, sus manos se cierran sobre mis brazos con fuerza. Me levanta sin esfuerzo y me lleva fuera de su habitación, dejándome en el pasillo.—Yo… solo quería… —mi voz se apaga por la vergüenza.—Que sea la última vez que entras en mi habitación.—Dame mi ropa.—¿Me has escuchado?—Sí, claro. Ahora, ¿podrías devolverme mi ropa? ¡Y deja de gruñir! —exclamo, exasperada.Con un último gruñido de advertencia, cierra la puerta de su dormitorio tras de sí.¡Maldita sea! Tengo el cuerpo mojado, muerta de frío por la corriente y sin mi ropa.Juro que encontraré la manera de vengarme. Le doy varios golpes a la puerta con mi puño, necesito mi ropa y mis tenis, ya que no soporto caminar descalza.Me mantengo allí, de pie, una eternidad, esperando que él tenga la decencia de abrir. P
¿Debo sellar nuestra nueva amistad con un beso? ¡Ay, madre! Comienzo a sudar y no puedo negarme, debo empezar a conquistar a este hombre. Pero, ¿un beso en la mejilla o en los labios? Espero que sea en la mejilla, porque yo nunca he besado a nadie. —Está bien, pero solo será un beso.Con el corazón latiendo a un ritmo frenético, observo a James levantarse de su silla, camina hacia mí y se inclina, me quedo paralizada, solo deseo que esto acabe rápido. ¡Dios mío! El sudor comienza a brotar de mi frente. Deposita su beso, rozando la comisura de mis labios. Nerviosa, lo alejo de mí. Me levanto rápidamente de mi silla y salgo disparada al salón.Un rato después, escucho la voz de James llamárme desde la cocina, con cautela, me incorporo del sofá, aún sintiendo un leve dolor, camino despacio hasta llegar a la cocina y me llevo una grata sorpresa, la mesa está servida con sencillez, aunque ha preparado un plato básico, espaguetis con atún, lo ha preparado para mi y agradezco el detalle. M
James se acerca lentamente a mi, cierro los ojos, esperando ansiosa el roce de sus labios. Sin embargo, en lugar del esperado beso, siento un leve pellizco en la piel.—¡Lo tengo! Te he salvado de una picadura —exclama triunfante—. No tengo ni idea de qué insecto es, pero ya no podrá molestarte. Me debes una.Mis ojos se abren de golpe, y mi mirada se dirige a su mano abierta. La frustración me invade, ansiaba un beso. Este hombre me tiene tonta perdía, ¿Desde cuando yo he querido que un hombre me bese? La culpa es de él, por ser tan jodidamente guapo y por su repentina amabilidad.Avergonzada, vuelvo a centrar la mirada en el paisaje, para ocultar mi vergüenza. Siento el calor subir a mis mejillas, y se perfectamente, que mi rostro está adquiriendo el tono intenso de un tomate.Minutos después, llegamos al puente River Hills, James, le entrega un billete al taxista, y tras darle las gracias, nos bajamos del vehículo. Caminamos en silencio, bajo su estructura de acero. El lugar está d
La puerta de entrada se abre abruptamente y la cabeza de Franchesca asoma con expresión de reproche.—¿Es que me habéis olvidado? Mirad qué tarde es, ya casi cae la noche —su voz lleva un tono de indignación.—Perdóname, abuela —responde James.—Ay, muchachito, entiendo que necesitéis recoger sus cosas, pero recuerda que ella está aquí para hacerme compañía, no para que satisfagas tus impulsos.—Lo siento, Franchesca —digo, con una sonrisa apenada—. Mi ropa estaba tan vieja... Y James se ofreció a renovarla.—Mía, tú y yo, tendremos una charla más tarde —dice, haciéndose a un lado para dejarnos pasar.Al cruzar el umbral, James me susurra:—Dejaré las bolsas en tu habitación.—Gracias. Yo empezaré con la cena.—No te preocupes por eso, pediré algo para cenar. Quédate con mi abuela.—Mejor que vayáis a daros una ducha. Después, veremos una película los tres mientras disfrutamos de la cena —ordena Franchesca.—Mía, si quieres, puedes usar mi baño para ducharte y estrenar tu pijama nuevo
—¿Se puede saber que haces en mi cama? —exclamo, horrorizada.—Oí tus gritos en la noche, me acurruqué a tu lado, esperando calmarte, y sin darme cuenta, me quedé dormido.—La próxima vez, despiértame. No hace falta que te metas en mi cama por una pesadilla.—Era mi plan, pero, entonces me abrazaste como si fuera un oso de peluche gigante. Te tranquilizaste al instante, y no quise ser el villano que interrumpe tu sueño. Además, dicen que los abrazos son el mejor remedio para las pesadillas.—Agradezco tu ayuda, pero ya puedes marcharte.—Si quieres que regrese, estaré encantado de velar tus sueños.—Venga, superhéroe, vete a dormir a tu guarida.—Buenas noches, princesa.—Buenas noches, James.Por su culpa, no he podido volver a dormir. La imagen la tengo grabada en mi mente, los dos, estábamos abrazados, y hasta puedo decir que su cercanía me estaba gustando.Me levanto de la cama. El día ha amanecido lluvioso, es lo que tiene vivir en Rosehills, un día te asfixias bajo un sol abrasa