Capítulo 28

Martha entró a la boardilla. Ya llevaba un poco más de una hora en la puerta observando en silencio como su ahijado se torturaba por quién sabe qué hubiera ocurrido.

Caminó por el lugar, hasta llegar al lado de Damián. Se detuvo un momento, solo para observar como él seguía con la vista fija en la máquina de escribir.

Se lo veía de pésimo humor. De pronto, con un resoplido, volvió a colocar las manos sobre las teclas y siguió con su trabajo. Por el sonido que hacía al escribir, a ella, no le cupo dudas de que él, no parecía de pésimo humor. Sino que, en efecto, lo estaba.

Así pues, sin esperar ningún tipo de invitación, corrió la silla que se hallaba vacía al lado de él y se sentó. Ni aun así, teniéndola a su lado, Damián pareció reparar en su presencia.

Esa indiferencia no la ofendía en absoluto ¿Por qué lo haría? Si sabía muy bien que, desde niño, él siempre había sido así. Y más aun, cuando algo lo fastidiaba o preocupaba.

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