Aquel trabajo era pesado, había días en que los huéspedes eran considerados y dejaban las habitaciones en buenas condiciones, sin embargo, en la mayoría de las ocasiones dejaban los cuartos tan desordenados y sucios, que incluso le había tocado cambiar las sabanas con manchas de una procedencia que no quería conocer. Aun así, estaba contenta, satisfecha de finalmente tener un empleo. Ese día cobraría lo que seria su primera paga, e Isabella estaba muy emocionada por ello. El alquiler se le había pasado ya, sin embargo, su rentero había tenido consideración con ella y su situación y le había extendido amablemente el plazo para pagar y ese día podría hacerlo finalmente.
Isabella y Ferdinand no tenían un hogar propio, en realidad, cuando quedo embarazada hacia poco mas de 3 años, su entonces prometido se había dado a la fuga no queriendo ayudarla con aquella situación que habían hecho los dos y ella había quedado en desamparo, sus padres se habían negado a ayudarla. Aun así, y a pesar de estar sola con un niño en sus brazos, no se rindió, y había conseguido aquel pequeño apartamento en donde ahora mismo vivían con la suerte de tener un rentero tan amable.
—Isa, te toca ya tu descanso, deberías de ir a comer algo a la cafetería, sé que hoy están dando un guisado con carne para los empleados, te ayudara a recobrar fuerza para que atiendas a tu bebé cuando llegues a casa, tambien, no olvides pasar de una vez a recursos por tu paga — le dijo amablemente la recepcionista que le dio el empleo.
—Muchas gracias, así lo hare Betty — agradeció la joven madre soltera.
Isabella tenia 26 años, y era una mujer hermosa de ojos avellanos y un bonito cabello largo castaño claro. Era delgada, de buen cuerpo a la vista simple de cualquiera, parecía que la maternidad no le había hecho ningún estrago y seguía con aquella belleza que la había caracterizado siempre. Siempre había mas de una mirada masculina que la seguía por donde pasara. Sin embargo, aquello no le interesaba, tan solo deseaba sacar a su hijo adelante.
Caminando por el pasillo que daba a la guardería del lugar, agradeció mentalmente por haber logrado aquel agotador empleo, ya que este le permitía estar cerca de su hijo mientras ella trabajaba y sabiéndolo seguro. Tenia apenas una semana allí trabajando, y había escuchado que el dueño de esa famosa y costosa cadena de hoteles, era un hombre solitario que había sido criado por una madre soltera y que esa era la razón por la cual le daban tales facilidades a los empleados que tenían hijos y que no había lugar en donde se los pudiesen cuidar. Isabella creyó firmemente que aquel hombre debía de tener un corazón de oro, pues en todos los empleos que había tenido anteriormente, nunca le habían dado tales facilidades, mas bien, la miraban como una apestada por tener un hijo. Entrado a la guardería, se sorprendió de ver a un hombre muy apuesto que estaba seguramente en sus 30 años, ataviado en un traje que a todas luces era muy costoso, y que jugaba con su pequeño hijo a los autos.
—¡Mami! — grito Ferdinand emocionado, corriendo inmediatamente a los brazos de su madre.
Aquel hombre miro aquella tierna escena y sonrió levemente. Aquel niño era el mismo con el que había tropezado hacia una semana y al que confundió con el hijo de algún huésped. Se había sorprendido bastante al volverlo a ver en la guardería para empleados, cuando estaba inspeccionando que todo estaba bien en ese, su hotel principal. El niño se llamaba Ferdinand, y era una criatura muy inocente…le recordaba lo que una vez perdió.
Levantándose del suelo en que había estado sentado jugando a lo coches con el pequeño. Joseph Harrington miro a aquella mujer que estaba usando el uniforme de limpieza, era de bajita estatura, apenas alcanzando los 1.60 en comparación de los 1.91 que medía él. Sus cabellos eran castaños claros, y sus ojos idénticos a los del pequeño, sin duda era la madre del pequeño y era una joven mujer muy hermosa, aunque lucia realmente agotada.
—Cariño, no deberías de molestar a los huéspedes para que jueguen contigo, eso no es correcto, vamos a comer, debes de estar ya hambriento — dijo con dulzura Isabella, mientras era observada con atención por aquel hombre que había estado junto a su hijo.
—Pero mami, yo no lo estaba molestando, el señor Joe quería jugar conmigo, viene a veces a visitarme y juega conmigo y con los otros niños — dijo el pequeño con su tierna voz.
Isabella miro a aquel hombre, sin duda debía de ser un huésped, y uno con bastante dinero, su traje era a medida, sumamente costoso a la vista. Su cabello era castaño, y sus ojos grises lucían demasiado tristes, era muy apuesto, quizás, demasiado. No parecía ser una mala persona, aunque ciertamente le resultaba incomodo que un completo extraño se acercara a jugar con su hijo.
—Por favor, disculpe a mi hijo, hablare con el para que esta situación no se repita — dijo Isabella disculpándose con el hombre.
Joseph miro a la mujer, Ferdinand le había dicho que él no tenía un papá y que su mamá siempre estaba trabajando mucho. Aquella delicada chica que estaba en sus veinte, era una madre soltera, aquello logro conmoverlo cuando los recuerdos de su propia madre llegaron hasta él.
—No tiene porque disculparse, Ferdinand es un buen niño, bastante bien educado. Perdone si un completo extraño ha jugado con su hijo, se que es natural que se sienta recelosa, lamento si la hice sentir incomoda. Mi nombre es Joseph Harrington, espero que no le moleste que alguna vez visite a su pequeño hijo, le aseguro que esta a salvo y las cámaras graban todo en todo momento — dijo el hombre con amabilidad.
Isabella abrió los ojos sorprendida. Conocía aquel nombre. El hombre frente a ella, era nada mas y nada menos que el dueño de aquella cadena de hoteles en la que ahora mismo estaba trabajando, ese hombre era el dueño de aquel lugar y de alguna manera se había vuelto amigo de su pequeño Ferny.
Isabella miraba a su hijo dormir plácidamente mientras ella acariciaba su rostro con dulzura. La renta de su pequeño hogar, estaba ya pagada y había suficiente comida en la nevera para no preocuparse en lo que llegaba su paga de nuevo. Sin embargo, a pesar de que su situación se encontraba de nuevo estable, su corazón se sentía entristecido. Aquella pregunta que le había hecho Ferdinand, le había removido viejas heridas que no deseaba recordar.Desde que supo hablar, Ferdinand quería saber quién era su padre, y constantemente, cuando iban a jugar al parque, observaba con dolor la mirada entristecida de su pequeño hijo, quien se quedaba observando a los padres que jugaban con sus hijos. Nunca había sabido que responderle, en realidad, ¿Qué podría decirle? ¿Qué su “padre” huyo en el momento mismo en que supo que el nacería porque no deseaba hacerse cargo? Aun era muy pequeño para entender algunas cosas, y era doloroso tener que desviar el tema a cualquier otra cosa, al tiempo que intent
Aquella jornada vespertina estaba resultando gratamente agotadora. Isabella estaba realmente agradecida por aquel empleo, aun así, resultara bastante cansado el realizarlo. Su hijo estaba a salvo en compañía de las cuidadoras y otros niños que, al igual que Ferdinand, sus padres realizaban diferentes trabajos en aquel hotel de lujo. No se había encontrado ni por casualidad con el dueño del lugar, y, sinceramente, agradecía por ello, pues realmente aquel encuentro había resultado algo incomodo para ella.Escuchaba hablar a sus compañeras sobre sus planes para esa noche; se estaban poniendo de acuerdo para, al salir de allí, ir a algún bar cercano a pasar una buena noche. La habían invitado, por supuesto, pero no tenia a nadie que le ayudase a cuidar de Fer, por lo cual, no podría en demasiado tiempo darse el lujo de salir a una noche de fiesta. Tenia ya mucho tiempo sin salir a divertirse, pues la maternidad era muy exigente, y sin el apoyo de nadie, ella no podía darse el lujo.Record
—Dios mío, ¿Qué voy a ponerme? No tengo nada decente —Isabella estaba nerviosa, mas de lo que había estado en mucho tiempo, no recordaba haberse sentido tan nerviosa desde aquel día en que dio a luz. Por alguna razón incomprensible, su jefe y el dueño del hotel, los había invitado a cenar a ella y a su hijo.Aquello, por supuesto, había sido completamente inesperado, sin embargo, teniendo ya demasiado tiempo sin convivir con otras personas en un ambiente que fuera exclusivamente el de trabajo, realmente no sabia como reaccionar, vestirse o demás, y ciertamente no tenia el mejor guardarropa, con tantos problemas apenas y si tenia prendas básicas.Mirando la poca ropa con la que disponía, se sintió avergonzada, ¿Qué diría su jefe al mirarla vestida así? Negando en silencio, entendió que no tenía sentido sentirse culpable, no era una cita romántica, ni nada que se le pareciera, quizás el hombre tan solo quería hablar de trabajo.Tomando el único vestido mas “decente” que tenía, y maquil
El espumoso champagne y la buena comida eran siempre un gusto exquisito al paladar. La buena música, el buen ambiente, y, sobre todo, el super lujo que un lugar de categoría podía ofrecer, eran simplemente un placer que solo los mas pudientes pudieran darse. El pensamiento de que solo las personas mas privilegiadas eran acreedoras a tales lujos, era una constante en la seductora Amaia Lemaitre.Había nacido en una cuna de oro, simplemente había sido de esa manera. Nunca había deseado nada en la vida, al menos no hasta que lo conoció a él: Joseph Harrington.Aun recordaba la primera vez que sus ojos se encontraron; los suyos de miel chocaron con aquellos que asemejaban al color de las tormentas. Apuesto, varonil, caballeroso y el joven heredero de una muy importante familia y dueño de una cadena hotelera…un sueño hecho realidad para cualquier mujer, un sueño hecho realidad para ella.Lo había perseguido como una sombra durante varios años y desde que lo conoció en la universidad; había
Aquella noche era diferente. Miraba el cielo estrellado desde su pequeña ventana, aun meditando sobre lo que había venido ocurriendo. Una sensación de calidez, como hacia tantísimo tiempo no había sentido, se había apoderado de Isabella. A su lado, su pequeño Ferdinand dormía plácidamente, aun abrazado a aquel oso de peluche que el amable señor Harrington le había obsequiado horas atrás junto a muchos otros juguetes.No logrando conciliar el sueño después de tantos y tantos pensamientos que no dejaban de llegar uno tras otro con demasiada insistencia hasta su mente, se levanto de la cama para caminar hacia aquella pequeña ventana de su pequeño departamento.Todo aquello parecía un sueño, uno que le estaba costando demasiado trabajo el creer.Había sido muy difícil hasta ese momento en que aquellos ofrecimientos llegaron, mil veces al día se preguntaba a si misma como iba a sobrevivir la semana. Aquel empleo, con todo y el pintoresco señor Harrington, parecían haber llegado como una ay
Casi cuatro años atrás… —¿Crees que este es un maldito juego? ¡Demonios! ¡Mis padres van a matarme si se enteran! —Un hombre de cabello oscuro gritaba completamente fuera de sí, mientras una asustada Isabella lo miraba con una mezcla de dolor y decepción mientras sostenía en sus manos una prueba positiva de embarazo.—Charles…—¡No! Ni creas que con esto ya aseguraste el ser mi esposa, eres una arpía mentirosa, ¡Me dijiste que te estabas cuidando! ¡No puedo ser padre a esta edad! ¡No he terminado mis estudios! Además, ¿Crees que voy a cambiar mi estilo de vida para en su lugar cambiar pañales? ¡Estás loca! — dijo Charles mientras tomaba por el cuello a Isabella y la arrojaba sobre la cama de aquel pequeño departamento.Las lágrimas comenzaron a brotar desde los ojos de Isabella, quien no podía creer que el mismo hombre que le había prometido amarla incondicionalmente, a quien le había entregado su virginidad y que era tambien su prometido, la estuviese tratando de tan horrible maner
—Bien señora Bianco, ahora que ha firmado y entregado los documentos, su tramite esta en proceso, aunque no debe de preocuparse, la respuesta es afirmativa, tan solo debemos esperar a que el procedimiento se complete y usted obtendrá la beca, así como la ayuda escolar para su hijo, el señor Harrington se toma muy en serio el ayudar a las madres y padres solteros, para ello es que existe esta fundación — Isabella sonrió como pocas veces lo hacía. Había entregado la papelería que le habían solicitado en recursos humanos y ahora tan solo restaba esperar para comenzar aquella nueva travesía. Se sentía la persona mas afortunada del mundo, había conseguido una buena beca que la ayudaría enormemente con los gastos, además, de que regresaría a retomar su carrera en donde la dejo hacia cuatro años. Ya se había contactado a la universidad en la que había estudiado, le mandarían sus documentos y podría inscribirse en cualquier otra de Palermo. Deseaba ser bióloga, adoraba a los animales y la n
—¡Mami! ¡Señor Haginton! —Ferdinand gritaba y saludaba desde el cochecito en que estaba paseando, mientras su madre peleaba contra su viejo celular en un intento por sacar una buena fotografía para capturar aquel tan especial momento.La luz de un flash se dejo ver, e Isabella sonrió al mirar como el señor Harrington había sacado una foto de su pequeño al notar que ella no había podido hacerlo. Extendiendo su mano con el aparato en ella, Joseph le mostro a la joven madre la fotografía que había retratado una enorme sonrisa de su hijo.—Muchas gracias señor Harrington, este viejo celular no toma bien las fotos, la pantalla se queda congelada cuando lo intento y…Isabella enmudeció al notar aquella penetrante mirada llena de nostalgia, que parecía escudriñar hasta lo más hondo de su alma.—Por favor, deme su número de celular, así podré enviarle la fotografía del pequeño Ferdinand — dijo Joseph con la seriedad que lo caracterizaba.Isabella sintió sus mejillas arder, y dándose prisa, a