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Capítulo 2: El dueño del hotel

Aquel trabajo era pesado, había días en que los huéspedes eran considerados y dejaban las habitaciones en buenas condiciones, sin embargo, en la mayoría de las ocasiones dejaban los cuartos tan desordenados y sucios, que incluso le había tocado cambiar las sabanas con manchas de una procedencia que no quería conocer. Aun así, estaba contenta, satisfecha de finalmente tener un empleo. Ese día cobraría lo que seria su primera paga, e Isabella estaba muy emocionada por ello. El alquiler se le había pasado ya, sin embargo, su rentero había tenido consideración con ella y su situación y le había extendido amablemente el plazo para pagar y ese día podría hacerlo finalmente.

Isabella y Ferdinand no tenían un hogar propio, en realidad, cuando quedo embarazada hacia poco mas de 3 años, su entonces prometido se había dado a la fuga no queriendo ayudarla con aquella situación que habían hecho los dos y ella había quedado en desamparo, sus padres se habían negado a ayudarla. Aun así, y a pesar de estar sola con un niño en sus brazos, no se rindió, y había conseguido aquel pequeño apartamento en donde ahora mismo vivían con la suerte de tener un rentero tan amable.

—Isa, te toca ya tu descanso, deberías de ir a comer algo a la cafetería, sé que hoy están dando un guisado con carne para los empleados, te ayudara a recobrar fuerza para que atiendas a tu bebé cuando llegues a casa, tambien, no olvides pasar de una vez a recursos por tu paga — le dijo amablemente la recepcionista que le dio el empleo.

—Muchas gracias, así lo hare Betty — agradeció la joven madre soltera.

Isabella tenia 26 años, y era una mujer hermosa de ojos avellanos y un bonito cabello largo castaño claro. Era delgada, de buen cuerpo a la vista simple de cualquiera, parecía que la maternidad no le había hecho ningún estrago y seguía con aquella belleza que la había caracterizado siempre. Siempre había mas de una mirada masculina que la seguía por donde pasara. Sin embargo, aquello no le interesaba, tan solo deseaba sacar a su hijo adelante.

Caminando por el pasillo que daba a la guardería del lugar, agradeció mentalmente por haber logrado aquel agotador empleo, ya que este le permitía estar cerca de su hijo mientras ella trabajaba y sabiéndolo seguro. Tenia apenas una semana allí trabajando, y había escuchado que el dueño de esa famosa y costosa cadena de hoteles, era un hombre solitario que había sido criado por una madre soltera y que esa era la razón por la cual le daban tales facilidades a los empleados que tenían hijos y que no había lugar en donde se los pudiesen cuidar. Isabella creyó firmemente que aquel hombre debía de tener un corazón de oro, pues en todos los empleos que había tenido anteriormente, nunca le habían dado tales facilidades, mas bien, la miraban como una apestada por tener un hijo. Entrado a la guardería, se sorprendió de ver a un hombre muy apuesto que estaba seguramente en sus 30 años, ataviado en un traje que a todas luces era muy costoso, y que jugaba con su pequeño hijo a los autos.

—¡Mami! — grito Ferdinand emocionado, corriendo inmediatamente a los brazos de su madre.

Aquel hombre miro aquella tierna escena y sonrió levemente. Aquel niño era el mismo con el que había tropezado hacia una semana y al que confundió con el hijo de algún huésped. Se había sorprendido bastante al volverlo a ver en la guardería para empleados, cuando estaba inspeccionando que todo estaba bien en ese, su hotel principal. El niño se llamaba Ferdinand, y era una criatura muy inocente…le recordaba lo que una vez perdió.

Levantándose del suelo en que había estado sentado jugando a lo coches con el pequeño. Joseph Harrington miro a aquella mujer que estaba usando el uniforme de limpieza, era de bajita estatura, apenas alcanzando los 1.60 en comparación de los 1.91 que medía él. Sus cabellos eran castaños claros, y sus ojos idénticos a los del pequeño, sin duda era la madre del pequeño y era una joven mujer muy hermosa, aunque lucia realmente agotada.

—Cariño, no deberías de molestar a los huéspedes para que jueguen contigo, eso no es correcto, vamos a comer, debes de estar ya hambriento — dijo con dulzura Isabella, mientras era observada con atención por aquel hombre que había estado junto a su hijo.

—Pero mami, yo no lo estaba molestando, el señor Joe quería jugar conmigo, viene a veces a visitarme y juega conmigo y con los otros niños — dijo el pequeño con su tierna voz.

Isabella miro a aquel hombre, sin duda debía de ser un huésped, y uno con bastante dinero, su traje era a medida, sumamente costoso a la vista. Su cabello era castaño, y sus ojos grises lucían demasiado tristes, era muy apuesto, quizás, demasiado. No parecía ser una mala persona, aunque ciertamente le resultaba incomodo que un completo extraño se acercara a jugar con su hijo.

—Por favor, disculpe a mi hijo, hablare con el para que esta situación no se repita — dijo Isabella disculpándose con el hombre.

Joseph miro a la mujer, Ferdinand le había dicho que él no tenía un papá y que su mamá siempre estaba trabajando mucho. Aquella delicada chica que estaba en sus veinte, era una madre soltera, aquello logro conmoverlo cuando los recuerdos de su propia madre llegaron hasta él.

—No tiene porque disculparse, Ferdinand es un buen niño, bastante bien educado. Perdone si un completo extraño ha jugado con su hijo, se que es natural que se sienta recelosa, lamento si la hice sentir incomoda. Mi nombre es Joseph Harrington, espero que no le moleste que alguna vez visite a su pequeño hijo, le aseguro que esta a salvo y las cámaras graban todo en todo momento — dijo el hombre con amabilidad.

Isabella abrió los ojos sorprendida. Conocía aquel nombre. El hombre frente a ella, era nada mas y nada menos que el dueño de aquella cadena de hoteles en la que ahora mismo estaba trabajando, ese hombre era el dueño de aquel lugar y de alguna manera se había vuelto amigo de su pequeño Ferny.

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