La vida de una madre soltera es dura. Un motivo de burla para unos y de vergüenza para otros. Un estigma marcado por la misma sociedad, que encierra en un termino doloroso a aquellas mujeres que, por una circunstancia u otra, se encuentran completamente solas criando al hijo o a la hija que tuvieron con alguien más que por cosas de la vida se encuentra ausente.Todos los días, queramos verlo o ignorarlo, miles de mujeres en todo el mundo se enfrentan a esta realidad en la que constantemente son señaladas con el dedo y criticadas a las espaldas, mientras ellas trabajan arduamente para sacar a las pequeñas vidas que dependen de ellas hacia adelante, hacia un futuro mas hermoso en donde vuelve a brillar la luz del sol.Muchos han sido criados por madres solteras, muchos otros, huyen de ellas como si fuesen apestadas, buscándolas muchas veces por razones meramente egoístas. Sin embargo, solo unos pocos se atreven a amarlas, a amar a esa valiente mujer que a pesar de que el mundo no es ama
Aquel trabajo era pesado, había días en que los huéspedes eran considerados y dejaban las habitaciones en buenas condiciones, sin embargo, en la mayoría de las ocasiones dejaban los cuartos tan desordenados y sucios, que incluso le había tocado cambiar las sabanas con manchas de una procedencia que no quería conocer. Aun así, estaba contenta, satisfecha de finalmente tener un empleo. Ese día cobraría lo que seria su primera paga, e Isabella estaba muy emocionada por ello. El alquiler se le había pasado ya, sin embargo, su rentero había tenido consideración con ella y su situación y le había extendido amablemente el plazo para pagar y ese día podría hacerlo finalmente.Isabella y Ferdinand no tenían un hogar propio, en realidad, cuando quedo embarazada hacia poco mas de 3 años, su entonces prometido se había dado a la fuga no queriendo ayudarla con aquella situación que habían hecho los dos y ella había quedado en desamparo, sus padres se habían negado a ayudarla. Aun así, y a pesar de
Isabella miraba a su hijo dormir plácidamente mientras ella acariciaba su rostro con dulzura. La renta de su pequeño hogar, estaba ya pagada y había suficiente comida en la nevera para no preocuparse en lo que llegaba su paga de nuevo. Sin embargo, a pesar de que su situación se encontraba de nuevo estable, su corazón se sentía entristecido. Aquella pregunta que le había hecho Ferdinand, le había removido viejas heridas que no deseaba recordar.Desde que supo hablar, Ferdinand quería saber quién era su padre, y constantemente, cuando iban a jugar al parque, observaba con dolor la mirada entristecida de su pequeño hijo, quien se quedaba observando a los padres que jugaban con sus hijos. Nunca había sabido que responderle, en realidad, ¿Qué podría decirle? ¿Qué su “padre” huyo en el momento mismo en que supo que el nacería porque no deseaba hacerse cargo? Aun era muy pequeño para entender algunas cosas, y era doloroso tener que desviar el tema a cualquier otra cosa, al tiempo que intent
Aquella jornada vespertina estaba resultando gratamente agotadora. Isabella estaba realmente agradecida por aquel empleo, aun así, resultara bastante cansado el realizarlo. Su hijo estaba a salvo en compañía de las cuidadoras y otros niños que, al igual que Ferdinand, sus padres realizaban diferentes trabajos en aquel hotel de lujo. No se había encontrado ni por casualidad con el dueño del lugar, y, sinceramente, agradecía por ello, pues realmente aquel encuentro había resultado algo incomodo para ella.Escuchaba hablar a sus compañeras sobre sus planes para esa noche; se estaban poniendo de acuerdo para, al salir de allí, ir a algún bar cercano a pasar una buena noche. La habían invitado, por supuesto, pero no tenia a nadie que le ayudase a cuidar de Fer, por lo cual, no podría en demasiado tiempo darse el lujo de salir a una noche de fiesta. Tenia ya mucho tiempo sin salir a divertirse, pues la maternidad era muy exigente, y sin el apoyo de nadie, ella no podía darse el lujo.Record
—Dios mío, ¿Qué voy a ponerme? No tengo nada decente —Isabella estaba nerviosa, mas de lo que había estado en mucho tiempo, no recordaba haberse sentido tan nerviosa desde aquel día en que dio a luz. Por alguna razón incomprensible, su jefe y el dueño del hotel, los había invitado a cenar a ella y a su hijo.Aquello, por supuesto, había sido completamente inesperado, sin embargo, teniendo ya demasiado tiempo sin convivir con otras personas en un ambiente que fuera exclusivamente el de trabajo, realmente no sabia como reaccionar, vestirse o demás, y ciertamente no tenia el mejor guardarropa, con tantos problemas apenas y si tenia prendas básicas.Mirando la poca ropa con la que disponía, se sintió avergonzada, ¿Qué diría su jefe al mirarla vestida así? Negando en silencio, entendió que no tenía sentido sentirse culpable, no era una cita romántica, ni nada que se le pareciera, quizás el hombre tan solo quería hablar de trabajo.Tomando el único vestido mas “decente” que tenía, y maquil
El espumoso champagne y la buena comida eran siempre un gusto exquisito al paladar. La buena música, el buen ambiente, y, sobre todo, el super lujo que un lugar de categoría podía ofrecer, eran simplemente un placer que solo los mas pudientes pudieran darse. El pensamiento de que solo las personas mas privilegiadas eran acreedoras a tales lujos, era una constante en la seductora Amaia Lemaitre.Había nacido en una cuna de oro, simplemente había sido de esa manera. Nunca había deseado nada en la vida, al menos no hasta que lo conoció a él: Joseph Harrington.Aun recordaba la primera vez que sus ojos se encontraron; los suyos de miel chocaron con aquellos que asemejaban al color de las tormentas. Apuesto, varonil, caballeroso y el joven heredero de una muy importante familia y dueño de una cadena hotelera…un sueño hecho realidad para cualquier mujer, un sueño hecho realidad para ella.Lo había perseguido como una sombra durante varios años y desde que lo conoció en la universidad; había
Aquella noche era diferente. Miraba el cielo estrellado desde su pequeña ventana, aun meditando sobre lo que había venido ocurriendo. Una sensación de calidez, como hacia tantísimo tiempo no había sentido, se había apoderado de Isabella. A su lado, su pequeño Ferdinand dormía plácidamente, aun abrazado a aquel oso de peluche que el amable señor Harrington le había obsequiado horas atrás junto a muchos otros juguetes.No logrando conciliar el sueño después de tantos y tantos pensamientos que no dejaban de llegar uno tras otro con demasiada insistencia hasta su mente, se levanto de la cama para caminar hacia aquella pequeña ventana de su pequeño departamento.Todo aquello parecía un sueño, uno que le estaba costando demasiado trabajo el creer.Había sido muy difícil hasta ese momento en que aquellos ofrecimientos llegaron, mil veces al día se preguntaba a si misma como iba a sobrevivir la semana. Aquel empleo, con todo y el pintoresco señor Harrington, parecían haber llegado como una ay
Casi cuatro años atrás… —¿Crees que este es un maldito juego? ¡Demonios! ¡Mis padres van a matarme si se enteran! —Un hombre de cabello oscuro gritaba completamente fuera de sí, mientras una asustada Isabella lo miraba con una mezcla de dolor y decepción mientras sostenía en sus manos una prueba positiva de embarazo.—Charles…—¡No! Ni creas que con esto ya aseguraste el ser mi esposa, eres una arpía mentirosa, ¡Me dijiste que te estabas cuidando! ¡No puedo ser padre a esta edad! ¡No he terminado mis estudios! Además, ¿Crees que voy a cambiar mi estilo de vida para en su lugar cambiar pañales? ¡Estás loca! — dijo Charles mientras tomaba por el cuello a Isabella y la arrojaba sobre la cama de aquel pequeño departamento.Las lágrimas comenzaron a brotar desde los ojos de Isabella, quien no podía creer que el mismo hombre que le había prometido amarla incondicionalmente, a quien le había entregado su virginidad y que era tambien su prometido, la estuviese tratando de tan horrible maner