La vida de una madre soltera es dura. Un motivo de burla para unos y de vergüenza para otros. Un estigma marcado por la misma sociedad, que encierra en un termino doloroso a aquellas mujeres que, por una circunstancia u otra, se encuentran completamente solas criando al hijo o a la hija que tuvieron con alguien más que por cosas de la vida se encuentra ausente.
Todos los días, queramos verlo o ignorarlo, miles de mujeres en todo el mundo se enfrentan a esta realidad en la que constantemente son señaladas con el dedo y criticadas a las espaldas, mientras ellas trabajan arduamente para sacar a las pequeñas vidas que dependen de ellas hacia adelante, hacia un futuro mas hermoso en donde vuelve a brillar la luz del sol.
Muchos han sido criados por madres solteras, muchos otros, huyen de ellas como si fuesen apestadas, buscándolas muchas veces por razones meramente egoístas. Sin embargo, solo unos pocos se atreven a amarlas, a amar a esa valiente mujer que a pesar de que el mundo no es amable con ella, no deja de pelear y no se rinde jamás.
Pocos hombres son los que se atreven no solo a amar a esa mujer fuerte, si no, tambien a su hijo, amarlo como si fuese su propia sangre y estar dispuesto a dar la vida por aquel pequeño o pequeña que es tan solo un inocente en este mundo de dolor e injusticia. Sin embargo, existen, y aun cuando pueden ser contados con los dedos de una sola mano y son como aquella aguja del pajar, existen…si existen.
Isabella Bianco era una mujer como muchas, madre soltera como otras tanto. Caminaba junto al pequeño Ferdinand, quien no tenía más allá de los 3 años de edad, y se aferraba fuertemente a la mano de su madre que lo sostenía sin soltarlo. El trabajo estaba haciendo falta, por lo tanto, ahora mismo, y sin tener con quien dejar a su pequeño, recorría la ciudad entera en busca de un empleo que le permitiera seguir sosteniéndose a ella y, sobre todo, a su pequeño retoño que la miraba con adoración sin que ella se diese cuenta.
Eran ya muy pocos los dólares que quedaban en su cartera, y la situación la mantenía constantemente estresada; si no encontraba un empleo rápido, tanto ella como su pequeño estarían en graves problemas. Mirando aquel cartel al otro lado de la concurrida avenida principal de Palermo, miro al cielo suplicando el esta vez tener suerte; ese seria su tercer intento, había intentando en otros dos lugares, pero, en el momento en que vieron a su hijo, poco les falto para echarla a patadas…nadie quería contratar a una madre soltera que no tuviese un lugar en el cual dejar encargado a su vástago, y es que aquella era una realidad, en los trabajos esperaban que la madre fuese trabajadora eficiente haciendo como si no tuviese ningún hijo, siempre les resultaba en un problema que dicho hijo pudiese enfermarse y tuviesen que ceder permisos, por ello, para una mujer como Isabella, el encontrar un empleo no era una labor sencilla, mas bien, era como una especie de lucha interminable en que la suerte resultaba ser, irónicamente, un factor determinante.
Mirando al pequeño que aún seguía aferrado a su mano mientras degustaba una paleta de dulce, le sonrió con dulzura, aquellos hermosos ojos de avellana, y los cabellos castaños claros que brillaban bajo la luz del sol, era todo cuanto necesitaba para tomar fuerza y valor y dar un paso hacia adelante.
—Bien, vamos allá, quizás, esta vez tengamos mas suerte Ferny — dijo Isabella a su pequeño hijo, quien estaba completamente ajeno a la penosa situación en la que se encontraban.
Tomando a su pequeño en los brazos, lo levanto para cruzar la avenida. Aquel era un hotel de cinco estrellas, muy popular entre los turistas mas opulentes. Stella Inc. Ese era el nombre, y sabía que quizás era una batalla perdida el intentar pedir trabajo en tan prestigioso lugar, sin embargo, tenia que intentarlo, aunque no podía evitar sentirse demasiado nerviosa; ya la habían rechazado en dos empleos anteriores, y de menor categoría que el lugar al que estaba a punto de entrar. Tomando todo el aire que sus pulmones pudiesen soportar, respiro fuerte y luego abrió aquella entrada de cristal templado para caminar con su hijo aun entre sus brazos, hacia la recepción para preguntar por el empleo. Bajando a Ferdinand de sus brazos, le indico que se quedara junto a ella mientras pedía informes sobre el empleo disponible.
—Buenos días, vengo por el empleo que está afuera…
Ferdinand, quien miro con bastante ilusión el elegante lugar lleno de luz y con demasiado espacio para correr, se alejo unos pasos de su madre para caminar y admirar con la típica inocencia de su infancia, por aquella enorme recepción en donde había algunas personas.
—La vacante es para limpieza, se encargaría de dejar impecables las habitaciones que se vayan desalojando, se necesita ser rápida y tener…
La mujer de la recepción explicaba sobre la vacante, cuando un hombre apuesto y de aspecto muy elegante, entraba por la enorme puerta custodiado por un par de guardaespaldas. Ferdinand, quien había comenzado a correr en la recepción, sin fijarse choco con las piernas de aquel alto hombre y luego cayo al suelo. El misterioso hombre, agachándose para ayudar al pequeño a levantarse, se sintió algo sorprendido al notar que este no estaba llorando a pesar de haberse lastimado.
—Hola pequeño, ¿Te encuentras bien? ¿En donde esta tu madre? — cuestiono el hombre notando aquellos enormes ojos avellanos tan brillantes que tenia el pequeño…muy parecidos a los de su fallecido hijo.
—Mami dice que no debo hablar con nadie que no conozca — respondió Ferdinand con dulce voz infantil, y luego corrió de nuevo hacia en donde se hallaba su madre.
El hombre de cabellos castaños, piel blanca, y unos profundos ojos grises que parecían cargar mil tormentas, miro como aquel tierno pequeño corrió hacia una mujer de aspecto sencillo hasta donde alcanzaba a apreciar, que estaba de espaldas hablando con la recepcionista. Sintiendo un nudo en la garganta el recordar algunas memorias que le eran tanto felices como dolorosas, camino hacia el interior del hotel, dando una ultima mirada a ese dulce pequeño que le decía adiós y le sonreía inocentemente.
—Muchísimas gracias, puedo comenzar cuando usted me lo diga, de verdad bendita sea por darme la oportunidad…
Isabella agradecía profundamente a la joven que la había atendido. Acababa de conseguir un empleo que, aunque podría resultar agotador, estaba muy bien pagado, además, no tenían problema alguno con que llevase a su hijo con ella ya que aquel hotel contaba con una estancia infantil para los hijos de los empleados que lo necesitaran, según las palabras de aquella mujer, aquella era una empresa que apoyaba a las madres y padres solteros. Sintiéndose demasiado afortunada, Isabella agradeció profundamente por aquella oportunidad, sin saber que su pequeño Ferdinand, acababa de tener un encuentro con el destino, uno que cambiaria sus vidas para siempre.
Aquel trabajo era pesado, había días en que los huéspedes eran considerados y dejaban las habitaciones en buenas condiciones, sin embargo, en la mayoría de las ocasiones dejaban los cuartos tan desordenados y sucios, que incluso le había tocado cambiar las sabanas con manchas de una procedencia que no quería conocer. Aun así, estaba contenta, satisfecha de finalmente tener un empleo. Ese día cobraría lo que seria su primera paga, e Isabella estaba muy emocionada por ello. El alquiler se le había pasado ya, sin embargo, su rentero había tenido consideración con ella y su situación y le había extendido amablemente el plazo para pagar y ese día podría hacerlo finalmente.Isabella y Ferdinand no tenían un hogar propio, en realidad, cuando quedo embarazada hacia poco mas de 3 años, su entonces prometido se había dado a la fuga no queriendo ayudarla con aquella situación que habían hecho los dos y ella había quedado en desamparo, sus padres se habían negado a ayudarla. Aun así, y a pesar de
Isabella miraba a su hijo dormir plácidamente mientras ella acariciaba su rostro con dulzura. La renta de su pequeño hogar, estaba ya pagada y había suficiente comida en la nevera para no preocuparse en lo que llegaba su paga de nuevo. Sin embargo, a pesar de que su situación se encontraba de nuevo estable, su corazón se sentía entristecido. Aquella pregunta que le había hecho Ferdinand, le había removido viejas heridas que no deseaba recordar.Desde que supo hablar, Ferdinand quería saber quién era su padre, y constantemente, cuando iban a jugar al parque, observaba con dolor la mirada entristecida de su pequeño hijo, quien se quedaba observando a los padres que jugaban con sus hijos. Nunca había sabido que responderle, en realidad, ¿Qué podría decirle? ¿Qué su “padre” huyo en el momento mismo en que supo que el nacería porque no deseaba hacerse cargo? Aun era muy pequeño para entender algunas cosas, y era doloroso tener que desviar el tema a cualquier otra cosa, al tiempo que intent
Aquella jornada vespertina estaba resultando gratamente agotadora. Isabella estaba realmente agradecida por aquel empleo, aun así, resultara bastante cansado el realizarlo. Su hijo estaba a salvo en compañía de las cuidadoras y otros niños que, al igual que Ferdinand, sus padres realizaban diferentes trabajos en aquel hotel de lujo. No se había encontrado ni por casualidad con el dueño del lugar, y, sinceramente, agradecía por ello, pues realmente aquel encuentro había resultado algo incomodo para ella.Escuchaba hablar a sus compañeras sobre sus planes para esa noche; se estaban poniendo de acuerdo para, al salir de allí, ir a algún bar cercano a pasar una buena noche. La habían invitado, por supuesto, pero no tenia a nadie que le ayudase a cuidar de Fer, por lo cual, no podría en demasiado tiempo darse el lujo de salir a una noche de fiesta. Tenia ya mucho tiempo sin salir a divertirse, pues la maternidad era muy exigente, y sin el apoyo de nadie, ella no podía darse el lujo.Record
—Dios mío, ¿Qué voy a ponerme? No tengo nada decente —Isabella estaba nerviosa, mas de lo que había estado en mucho tiempo, no recordaba haberse sentido tan nerviosa desde aquel día en que dio a luz. Por alguna razón incomprensible, su jefe y el dueño del hotel, los había invitado a cenar a ella y a su hijo.Aquello, por supuesto, había sido completamente inesperado, sin embargo, teniendo ya demasiado tiempo sin convivir con otras personas en un ambiente que fuera exclusivamente el de trabajo, realmente no sabia como reaccionar, vestirse o demás, y ciertamente no tenia el mejor guardarropa, con tantos problemas apenas y si tenia prendas básicas.Mirando la poca ropa con la que disponía, se sintió avergonzada, ¿Qué diría su jefe al mirarla vestida así? Negando en silencio, entendió que no tenía sentido sentirse culpable, no era una cita romántica, ni nada que se le pareciera, quizás el hombre tan solo quería hablar de trabajo.Tomando el único vestido mas “decente” que tenía, y maquil
El espumoso champagne y la buena comida eran siempre un gusto exquisito al paladar. La buena música, el buen ambiente, y, sobre todo, el super lujo que un lugar de categoría podía ofrecer, eran simplemente un placer que solo los mas pudientes pudieran darse. El pensamiento de que solo las personas mas privilegiadas eran acreedoras a tales lujos, era una constante en la seductora Amaia Lemaitre.Había nacido en una cuna de oro, simplemente había sido de esa manera. Nunca había deseado nada en la vida, al menos no hasta que lo conoció a él: Joseph Harrington.Aun recordaba la primera vez que sus ojos se encontraron; los suyos de miel chocaron con aquellos que asemejaban al color de las tormentas. Apuesto, varonil, caballeroso y el joven heredero de una muy importante familia y dueño de una cadena hotelera…un sueño hecho realidad para cualquier mujer, un sueño hecho realidad para ella.Lo había perseguido como una sombra durante varios años y desde que lo conoció en la universidad; había
Aquella noche era diferente. Miraba el cielo estrellado desde su pequeña ventana, aun meditando sobre lo que había venido ocurriendo. Una sensación de calidez, como hacia tantísimo tiempo no había sentido, se había apoderado de Isabella. A su lado, su pequeño Ferdinand dormía plácidamente, aun abrazado a aquel oso de peluche que el amable señor Harrington le había obsequiado horas atrás junto a muchos otros juguetes.No logrando conciliar el sueño después de tantos y tantos pensamientos que no dejaban de llegar uno tras otro con demasiada insistencia hasta su mente, se levanto de la cama para caminar hacia aquella pequeña ventana de su pequeño departamento.Todo aquello parecía un sueño, uno que le estaba costando demasiado trabajo el creer.Había sido muy difícil hasta ese momento en que aquellos ofrecimientos llegaron, mil veces al día se preguntaba a si misma como iba a sobrevivir la semana. Aquel empleo, con todo y el pintoresco señor Harrington, parecían haber llegado como una ay
Casi cuatro años atrás… —¿Crees que este es un maldito juego? ¡Demonios! ¡Mis padres van a matarme si se enteran! —Un hombre de cabello oscuro gritaba completamente fuera de sí, mientras una asustada Isabella lo miraba con una mezcla de dolor y decepción mientras sostenía en sus manos una prueba positiva de embarazo.—Charles…—¡No! Ni creas que con esto ya aseguraste el ser mi esposa, eres una arpía mentirosa, ¡Me dijiste que te estabas cuidando! ¡No puedo ser padre a esta edad! ¡No he terminado mis estudios! Además, ¿Crees que voy a cambiar mi estilo de vida para en su lugar cambiar pañales? ¡Estás loca! — dijo Charles mientras tomaba por el cuello a Isabella y la arrojaba sobre la cama de aquel pequeño departamento.Las lágrimas comenzaron a brotar desde los ojos de Isabella, quien no podía creer que el mismo hombre que le había prometido amarla incondicionalmente, a quien le había entregado su virginidad y que era tambien su prometido, la estuviese tratando de tan horrible maner
—Bien señora Bianco, ahora que ha firmado y entregado los documentos, su tramite esta en proceso, aunque no debe de preocuparse, la respuesta es afirmativa, tan solo debemos esperar a que el procedimiento se complete y usted obtendrá la beca, así como la ayuda escolar para su hijo, el señor Harrington se toma muy en serio el ayudar a las madres y padres solteros, para ello es que existe esta fundación — Isabella sonrió como pocas veces lo hacía. Había entregado la papelería que le habían solicitado en recursos humanos y ahora tan solo restaba esperar para comenzar aquella nueva travesía. Se sentía la persona mas afortunada del mundo, había conseguido una buena beca que la ayudaría enormemente con los gastos, además, de que regresaría a retomar su carrera en donde la dejo hacia cuatro años. Ya se había contactado a la universidad en la que había estudiado, le mandarían sus documentos y podría inscribirse en cualquier otra de Palermo. Deseaba ser bióloga, adoraba a los animales y la n