—Dios mío, ¿Qué voy a ponerme? No tengo nada decente —
Isabella estaba nerviosa, mas de lo que había estado en mucho tiempo, no recordaba haberse sentido tan nerviosa desde aquel día en que dio a luz. Por alguna razón incomprensible, su jefe y el dueño del hotel, los había invitado a cenar a ella y a su hijo.
Aquello, por supuesto, había sido completamente inesperado, sin embargo, teniendo ya demasiado tiempo sin convivir con otras personas en un ambiente que fuera exclusivamente el de trabajo, realmente no sabia como reaccionar, vestirse o demás, y ciertamente no tenia el mejor guardarropa, con tantos problemas apenas y si tenia prendas básicas.
Mirando la poca ropa con la que disponía, se sintió avergonzada, ¿Qué diría su jefe al mirarla vestida así? Negando en silencio, entendió que no tenía sentido sentirse culpable, no era una cita romántica, ni nada que se le pareciera, quizás el hombre tan solo quería hablar de trabajo.
Tomando el único vestido mas “decente” que tenía, y maquillándose un poco el rostro, Isabella se sintió hermosa, como no se sentía en mucho tiempo. Su hijo estaba ya arreglado, con un hermoso trajecito a juego con el color de su vestido y perfectamente bien peinado y perfumado.
La habían dejado salir temprano aquel turno sin descontarle el sueldo del día completo a petición del señor Harrington, y aun cuando no entendía la razón de tanta amabilidad, lo agradeció por completo. Quizás se estaba desempeñando tan bien en su labor que lo había impresionado, después de todo no olvidaba que su jefe directa le había dicho que había causado una “buena impresión” en el importante y misterioso hombre.
Viéndose una ultima vez en ese espejo antes de salir, escucho como llamaban a la puerta de su pequeño departamento. Apresurándose a atender, se sorprendió al mirar al señor Harrington en la entrada de su casa llevando un cochecito de juguete en una mano, y una rosa blanca en la otra.
—Buenas noches señora Bianco, me alegra no haberme confundido con la dirección que me dio, espero que esto sea del agrado de ambos — dijo con un deje de timidez Joseph Harrington.
Isabella sonrió con amabilidad, el señor Harrington era un hombre solitario, pero muy amable, tal y como le habían dicho que era.
—¡Señor Haginton! — Grito Ferdinand que aun no sabia como pronunciar correctamente el apellido del hombre.
Joseph sonrió al ver como el pequeño lo recibía con aquella inocente alegría característica de su edad.
—Hola Fer, ¿Cómo te encuentras? — le pregunto el hombre.
—Estoy bien, mi mami me puso este tajesito para ir a pasear con el señor Haginton, ¿Eso es para mi? — dijo y pregunto el pequeño al mirar el cochecito en las manos del hombre.
—Así es, dijiste que querías tener un auto de control remoto, pero que no podías tener uno, así que, decidí pasar a la juguetería antes de venir aquí — respondió Joseph.
Isabella sonrió, aun cuando aquella situación era inesperada y un poco extraña, se sintió feliz de aquel sincero detalle que el hombre tenia hacia con su hijo. El señor Harrington era misterioso, parecía que ocultaba un mar de tristezas detrás de sus ojos grises. Tan solitario, de tan noble y desinteresado corazón, se sentía conmovida por ello.
Joseph, miro a aquella mujer, era muy bonita, parecía genuinamente una muñeca de porcelana fina, que había sido guardada por demasiado tiempo. Los ojos de Isabella Bianco se notaban cansados aun con el maquillaje, y aun así aquello no restaba a su belleza, sentía una gran admiración por ella, después de todo, cualquier dama que se enfrentara al mundo para sacar adelante a sus hijos, era digna de alabanza y de admiración.
—Perdone señora Bianco mi atrevimiento al invitarlo a cenar tan abruptamente, pero me gustaría charlar con usted personalmente — dijo Joseph invitando a la joven madre y a su hijo a seguirlos.
Habían llegado hasta el estacionamiento del edificio de apartamentos, y allí, se subieron a un elegante auto que se notaba muy costoso. Isabella se sentía nerviosa, y nuevamente la desconfianza la atacaba, ¿Y si era un secuestrador o algo por estilo? Sin embargo, el hombre condujo con tranquilidad y casi en un mudo silencio, hasta un bonito restaurante familiar que solo había visto de pasada cuando marchaba al trabajo, el precio de su menú era elevado, por ello era que jamás se había parado a un lugar como ese.
Entrando, descubrió que el señor Harrington ya tenia una reservación, y los llevaron a una mesa privada en donde el caballeroso hombre le ofreció el asiento a la vieja usanza. Cuando les pasaron el menú, Isabella casi sufrió un mini infarto al mirar los precios de los platillos, sin embargo, el señor Harrington se ofreció a pagar lo que pidieran, y no queriendo abusar de la hospitalidad del hombre, pidió lo más sencillo del menú, y Ferdinand hizo lo mismo.
Joseph noto aquel gesto, y tan solo sonrió al entender que Isabella no era una mujer interesada como muchas otras que había conocido, y que habían intentado “cazarlo” después de haber quedado viudo, además, admirablemente había enseñado esa misma humildad a su pequeño hijo, y entonces sintió que ayudar a aquella pequeña familia era lo correcto.
—Señora Bianco, se que esto debe de ser repentino y sumamente extraño para usted, sin embargo, quiero que sepa que no tengo ninguna mala intención hacia su persona y mucho menos hacía su pequeño. Vera, soy el hijo de una madre soltera, una buena mujer que me lo dio todo, y que sufrió la calumnia de una cruel sociedad, y al verla usted, me ha recordado profundamente mi propia historia, quiero ofrecerle mi sincera ayuda, me gustaría apoyarla con los estudios de su hijo, incluso los universitario en un futuro aun lejano, espero acepte mi ayuda, tambien, me he tomado la libertad de revisar su currículo, y me gustaría ofrecerle un puesto de recepcionista, pues aun cuando sus estudios universitarios no han concluido, tiene lo que se requiere para el puesto, además, mi programa de trabajo incluye becas para que mis empleados terminen sus estudios, y le ofrezco la oportunidad de terminar su escolaridad para que pueda acceder a mejores oportunidades en el mercado laboral próximamente — dijo directamente y sin rodeos Joseph.
Isabella se sintió demasiado asombrada por tal ofrecimiento, realmente no esperaba que aquel trabajo, el ultimo en que intento aquel día en que estaba tan desesperada, le pudiese ofrecer tantas oportunidades, además, el escuchar que sentía admiración por ella, la había hecho sentirse especial…como hacia demasiado tiempo no se sentía.
—Oh señor Harrington, es usted tan amable, tan noble, estoy profundamente agradecida con usted por tales ofrecimientos, le juro sobre mi vida y nombre que no voy a desaprovechar esta oportunidad, de verdad y de todo corazón se lo agradezco — respondió Isabella levantándose de la silla y abrazando de manera repentina a Joseph en un impulso.
Dándose cuenta de que había abrazado a su jefe por mero impulso, se sintió apenada y se disculpo de inmediato. Joseph, guardando silencio por un momento, sintió aquel abrazo tan sincero como una descarga eléctrica que parecía haber dado vida a su muerto corazón nuevamente. Desde que lo perdió todo, no se había sentido de tal manera, y mirando a aquella noble mujer abrazando emocionada a su hijo, sintió como la calidez invadía a su corazón.
Isabella, sintiendo la emoción de aquel momento, miro a aquel hermoso hombre de tristes ojos grises, y sintió como su propio corazón latía de prisa, quizás era por gratitud, o tal vez por algo más, pero ambos, se miraron fijamente, y supieron que su historia recién comenzaba. Ferdinand, mirando aquella escena, se sintió feliz. Lo había decidido, aquel amable señor, seria su nuevo papá.
El espumoso champagne y la buena comida eran siempre un gusto exquisito al paladar. La buena música, el buen ambiente, y, sobre todo, el super lujo que un lugar de categoría podía ofrecer, eran simplemente un placer que solo los mas pudientes pudieran darse. El pensamiento de que solo las personas mas privilegiadas eran acreedoras a tales lujos, era una constante en la seductora Amaia Lemaitre.Había nacido en una cuna de oro, simplemente había sido de esa manera. Nunca había deseado nada en la vida, al menos no hasta que lo conoció a él: Joseph Harrington.Aun recordaba la primera vez que sus ojos se encontraron; los suyos de miel chocaron con aquellos que asemejaban al color de las tormentas. Apuesto, varonil, caballeroso y el joven heredero de una muy importante familia y dueño de una cadena hotelera…un sueño hecho realidad para cualquier mujer, un sueño hecho realidad para ella.Lo había perseguido como una sombra durante varios años y desde que lo conoció en la universidad; había
Aquella noche era diferente. Miraba el cielo estrellado desde su pequeña ventana, aun meditando sobre lo que había venido ocurriendo. Una sensación de calidez, como hacia tantísimo tiempo no había sentido, se había apoderado de Isabella. A su lado, su pequeño Ferdinand dormía plácidamente, aun abrazado a aquel oso de peluche que el amable señor Harrington le había obsequiado horas atrás junto a muchos otros juguetes.No logrando conciliar el sueño después de tantos y tantos pensamientos que no dejaban de llegar uno tras otro con demasiada insistencia hasta su mente, se levanto de la cama para caminar hacia aquella pequeña ventana de su pequeño departamento.Todo aquello parecía un sueño, uno que le estaba costando demasiado trabajo el creer.Había sido muy difícil hasta ese momento en que aquellos ofrecimientos llegaron, mil veces al día se preguntaba a si misma como iba a sobrevivir la semana. Aquel empleo, con todo y el pintoresco señor Harrington, parecían haber llegado como una ay
Casi cuatro años atrás… —¿Crees que este es un maldito juego? ¡Demonios! ¡Mis padres van a matarme si se enteran! —Un hombre de cabello oscuro gritaba completamente fuera de sí, mientras una asustada Isabella lo miraba con una mezcla de dolor y decepción mientras sostenía en sus manos una prueba positiva de embarazo.—Charles…—¡No! Ni creas que con esto ya aseguraste el ser mi esposa, eres una arpía mentirosa, ¡Me dijiste que te estabas cuidando! ¡No puedo ser padre a esta edad! ¡No he terminado mis estudios! Además, ¿Crees que voy a cambiar mi estilo de vida para en su lugar cambiar pañales? ¡Estás loca! — dijo Charles mientras tomaba por el cuello a Isabella y la arrojaba sobre la cama de aquel pequeño departamento.Las lágrimas comenzaron a brotar desde los ojos de Isabella, quien no podía creer que el mismo hombre que le había prometido amarla incondicionalmente, a quien le había entregado su virginidad y que era tambien su prometido, la estuviese tratando de tan horrible maner
—Bien señora Bianco, ahora que ha firmado y entregado los documentos, su tramite esta en proceso, aunque no debe de preocuparse, la respuesta es afirmativa, tan solo debemos esperar a que el procedimiento se complete y usted obtendrá la beca, así como la ayuda escolar para su hijo, el señor Harrington se toma muy en serio el ayudar a las madres y padres solteros, para ello es que existe esta fundación — Isabella sonrió como pocas veces lo hacía. Había entregado la papelería que le habían solicitado en recursos humanos y ahora tan solo restaba esperar para comenzar aquella nueva travesía. Se sentía la persona mas afortunada del mundo, había conseguido una buena beca que la ayudaría enormemente con los gastos, además, de que regresaría a retomar su carrera en donde la dejo hacia cuatro años. Ya se había contactado a la universidad en la que había estudiado, le mandarían sus documentos y podría inscribirse en cualquier otra de Palermo. Deseaba ser bióloga, adoraba a los animales y la n
—¡Mami! ¡Señor Haginton! —Ferdinand gritaba y saludaba desde el cochecito en que estaba paseando, mientras su madre peleaba contra su viejo celular en un intento por sacar una buena fotografía para capturar aquel tan especial momento.La luz de un flash se dejo ver, e Isabella sonrió al mirar como el señor Harrington había sacado una foto de su pequeño al notar que ella no había podido hacerlo. Extendiendo su mano con el aparato en ella, Joseph le mostro a la joven madre la fotografía que había retratado una enorme sonrisa de su hijo.—Muchas gracias señor Harrington, este viejo celular no toma bien las fotos, la pantalla se queda congelada cuando lo intento y…Isabella enmudeció al notar aquella penetrante mirada llena de nostalgia, que parecía escudriñar hasta lo más hondo de su alma.—Por favor, deme su número de celular, así podré enviarle la fotografía del pequeño Ferdinand — dijo Joseph con la seriedad que lo caracterizaba.Isabella sintió sus mejillas arder, y dándose prisa, a
El sol se colaba por la pequeña ventana de su departamento y el canto de las aves había logrado despertarla. Isabella se incorporaba mientras se tallaba los ojos antes de abrirlos a la luz de un nuevo día. La noche anterior, si tenía que describirla, en una palabra, había sido maravillosa. Mirando a su lado, Ferdinand aún seguía durmiendo tan plácidamente, que sentía pena por tener que despertarlo. Su hijo había pasado una gran noche jugando y comiendo como si no hubiese un mañana, y eso, la llenaba de satisfacción. Levantándose de la cama, la mujer se dio una ducha rápida y decidió comprar algo en el camino para desayunar, se había despertado un poco tarde y no le daría tiempo de preparar algo elaborado. Mirando su billetera, pudo ver su paga prácticamente intacta; el amable señor Harrington había pagado por toda la comida y atracciones, ella solamente había pagado su entrada y la de Ferdinand antes de encontrarse con el buen hombre. Mirándose en el espejo una vez que estaba cambi
—Hola, ¿La tierra a Isabella? —Isabella salía de sus pensamientos de manera abrupta después de ser llamada por quinta ocasión por su compañera de turno.—Oh yo…lo siento, creo que estoy un poco distraída el día de hoy — dijo Isabella con sinceridad.—Ya lo creo que sí, cariño, dime, ¿Se trata de un hombre? Entendería si fuera por eso — respondió entre risas la mujer.Isabella tan solo sonrió. ¿Cómo decirle a su compañera que era nada mas y nada menos que el señor Harrington quien la tenia sumergida en pensamientos demasiado confusos?Aquella mañana la joven madre soltera había sido salvada por el amable señor Harrington de ser atropellada, aun recordaba aquella sensación de estar entre los brazos del hombre que tímidamente se había disculpado con ella por haberla tomado de manera tan abrupta. Un ligero sonrojo se mostraba en las mejillas de Isabella, aquel hombre tan apuesto le había salvado en mas de una manera desde que lo conoció, era casi como un sueño hecho realidad…aunque no un
La soledad es terrible. Aquel sentimiento de necesitar a alguien y no tener a quien recurrir, de tenerlo todo y no tener con quien compartirlo, de desear hablar con alguien y no haya nadie cerca que te escuche. La mayoría de las veces, las personas suelen estar solas por merito propio, cuando el orgullo gobierna y dicta que es mejor estar solo, sin embargo, en ocasiones, la soledad es la única alternativa que tienes, cuando el mundo entero y aquellos que siempre juraron acompañarte te abandonan y no se tiene mas remedio que abrazar aquello que tanto nos causa dolor. Charles Smith era como el primer tipo de solitario, pues había escogido el camino de la soledad para lograr aquellos objetivos que siempre había deseado tocar con las manos, por otro lado, Isabella Bianco había sido una solitaria por el mero abandono en que los que una vez amo la sometieron, aunque dejo de estar sola para siempre cuando sostuvo por primera vez a su pequeño Ferdinand en sus brazos. Joseph Harrington, era un