Capítulo 5: Su nuevo papá

—Dios mío, ¿Qué voy a ponerme? No tengo nada decente —

Isabella estaba nerviosa, mas de lo que había estado en mucho tiempo, no recordaba haberse sentido tan nerviosa desde aquel día en que dio a luz. Por alguna razón incomprensible, su jefe y el dueño del hotel, los había invitado a cenar a ella y a su hijo.

Aquello, por supuesto, había sido completamente inesperado, sin embargo, teniendo ya demasiado tiempo sin convivir con otras personas en un ambiente que fuera exclusivamente el de trabajo, realmente no sabia como reaccionar, vestirse o demás, y ciertamente no tenia el mejor guardarropa, con tantos problemas apenas y si tenia prendas básicas.

Mirando la poca ropa con la que disponía, se sintió avergonzada, ¿Qué diría su jefe al mirarla vestida así? Negando en silencio, entendió que no tenía sentido sentirse culpable, no era una cita romántica, ni nada que se le pareciera, quizás el hombre tan solo quería hablar de trabajo.

Tomando el único vestido mas “decente” que tenía, y maquillándose un poco el rostro, Isabella se sintió hermosa, como no se sentía en mucho tiempo. Su hijo estaba ya arreglado, con un hermoso trajecito a juego con el color de su vestido y perfectamente bien peinado y perfumado.

La habían dejado salir temprano aquel turno sin descontarle el sueldo del día completo a petición del señor Harrington, y aun cuando no entendía la razón de tanta amabilidad, lo agradeció por completo. Quizás se estaba desempeñando tan bien en su labor que lo había impresionado, después de todo no olvidaba que su jefe directa le había dicho que había causado una “buena impresión” en el importante y misterioso hombre.

Viéndose una ultima vez en ese espejo antes de salir, escucho como llamaban a la puerta de su pequeño departamento. Apresurándose a atender, se sorprendió al mirar al señor Harrington en la entrada de su casa llevando un cochecito de juguete en una mano, y una rosa blanca en la otra.

—Buenas noches señora Bianco, me alegra no haberme confundido con la dirección que me dio, espero que esto sea del agrado de ambos — dijo con un deje de timidez Joseph Harrington.

Isabella sonrió con amabilidad, el señor Harrington era un hombre solitario, pero muy amable, tal y como le habían dicho que era.

—¡Señor Haginton! — Grito Ferdinand que aun no sabia como pronunciar correctamente el apellido del hombre.

Joseph sonrió al ver como el pequeño lo recibía con aquella inocente alegría característica de su edad.

—Hola Fer, ¿Cómo te encuentras? — le pregunto el hombre.

—Estoy bien, mi mami me puso este tajesito para ir a pasear con el señor Haginton, ¿Eso es para mi? — dijo y pregunto el pequeño al mirar el cochecito en las manos del hombre.

—Así es, dijiste que querías tener un auto de control remoto, pero que no podías tener uno, así que, decidí pasar a la juguetería antes de venir aquí — respondió Joseph.

Isabella sonrió, aun cuando aquella situación era inesperada y un poco extraña, se sintió feliz de aquel sincero detalle que el hombre tenia hacia con su hijo. El señor Harrington era misterioso, parecía que ocultaba un mar de tristezas detrás de sus ojos grises. Tan solitario, de tan noble y desinteresado corazón, se sentía conmovida por ello.

Joseph, miro a aquella mujer, era muy bonita, parecía genuinamente una muñeca de porcelana fina, que había sido guardada por demasiado tiempo. Los ojos de Isabella Bianco se notaban cansados aun con el maquillaje, y aun así aquello no restaba a su belleza, sentía una gran admiración por ella, después de todo, cualquier dama que se enfrentara al mundo para sacar adelante a sus hijos, era digna de alabanza y de admiración.  

—Perdone señora Bianco mi atrevimiento al invitarlo a cenar tan abruptamente, pero me gustaría charlar con usted personalmente — dijo Joseph invitando a la joven madre y a su hijo a seguirlos.

Habían llegado hasta el estacionamiento del edificio de apartamentos, y allí, se subieron a un elegante auto que se notaba muy costoso. Isabella se sentía nerviosa, y nuevamente la desconfianza la atacaba, ¿Y si era un secuestrador o algo por estilo? Sin embargo, el hombre condujo con tranquilidad y casi en un mudo silencio, hasta un bonito restaurante familiar que solo había visto de pasada cuando marchaba al trabajo, el precio de su menú era elevado, por ello era que jamás se había parado a un lugar como ese.

Entrando, descubrió que el señor Harrington ya tenia una reservación, y los llevaron a una mesa privada en donde el caballeroso hombre le ofreció el asiento a la vieja usanza. Cuando les pasaron el menú, Isabella casi sufrió un mini infarto al mirar los precios de los platillos, sin embargo, el señor Harrington se ofreció a pagar lo que pidieran, y no queriendo abusar de la hospitalidad del hombre, pidió lo más sencillo del menú, y Ferdinand hizo lo mismo.

Joseph noto aquel gesto, y tan solo sonrió al entender que Isabella no era una mujer interesada como muchas otras que había conocido, y que habían intentado “cazarlo” después de haber quedado viudo, además, admirablemente había enseñado esa misma humildad a su pequeño hijo, y entonces sintió que ayudar a aquella pequeña familia era lo correcto.

—Señora Bianco, se que esto debe de ser repentino y sumamente extraño para usted, sin embargo, quiero que sepa que no tengo ninguna mala intención hacia su persona y mucho menos hacía su pequeño. Vera, soy el hijo de una madre soltera, una buena mujer que me lo dio todo, y que sufrió la calumnia de una cruel sociedad, y al verla usted, me ha recordado profundamente mi propia historia, quiero ofrecerle mi sincera ayuda, me gustaría apoyarla con los estudios de su hijo, incluso los universitario en un futuro aun lejano, espero acepte mi ayuda, tambien, me he tomado la libertad de revisar su currículo, y me gustaría ofrecerle un puesto de recepcionista, pues aun cuando sus estudios universitarios no han concluido, tiene lo que se requiere para el puesto, además, mi programa de trabajo incluye becas para que mis empleados terminen sus estudios, y le ofrezco la oportunidad de terminar su escolaridad para que pueda acceder a mejores oportunidades en el mercado laboral próximamente — dijo directamente y sin rodeos Joseph.

Isabella se sintió demasiado asombrada por tal ofrecimiento, realmente no esperaba que aquel trabajo, el ultimo en que intento aquel día en que estaba tan desesperada, le pudiese ofrecer tantas oportunidades, además, el escuchar que sentía admiración por ella, la había hecho sentirse especial…como hacia demasiado tiempo no se sentía.

—Oh señor Harrington, es usted tan amable, tan noble, estoy profundamente agradecida con usted por tales ofrecimientos, le juro sobre mi vida y nombre que no voy a desaprovechar esta oportunidad, de verdad y de todo corazón se lo agradezco — respondió Isabella levantándose de la silla y abrazando de manera repentina a Joseph en un impulso.

Dándose cuenta de que había abrazado a su jefe por mero impulso, se sintió apenada y se disculpo de inmediato. Joseph, guardando silencio por un momento, sintió aquel abrazo tan sincero como una descarga eléctrica que parecía haber dado vida a su muerto corazón nuevamente. Desde que lo perdió todo, no se había sentido de tal manera, y mirando a aquella noble mujer abrazando emocionada a su hijo, sintió como la calidez invadía a su corazón.

Isabella, sintiendo la emoción de aquel momento, miro a aquel hermoso hombre de tristes ojos grises, y sintió como su propio corazón latía de prisa, quizás era por gratitud, o tal vez por algo más, pero ambos, se miraron fijamente, y supieron que su historia recién comenzaba. Ferdinand, mirando aquella escena, se sintió feliz. Lo había decidido, aquel amable señor, seria su nuevo papá.

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