Joseph miraba a aquel hombre, completamente ebrio, sumergido en el alcohol, y con la mano completamente destrozada por alguna imprudencia. Dolía mirarlo, dolería siempre, el era su hermano, Joshua Harrington, hermano adoptivo, a quien el abuelo había desheredado después de que su madre muriera y lo había lanzado a la calle, y el, por supuesto, en ese entonces, no lo había defendido de aquel atropello. Joshua era aquel tema tabú del que no hablaba nunca.Ayudando a aquel a incorporarse, lo había llamado por su nuevo nombre, Azrael, seudónimo de asesino. Su pequeño hermano se había dedicado a delinquir y era famoso por las atrocidades que solía hacer, por ello, no se había animado a mirarle hasta ahora.— Por fin despiertas, esa lesión pudo haber sido mayor, tuve que llamar a Rodríguez para que me ayudara a levantar tu trasero tatuado del baño, espero que puedas explicarme que es lo que ha ocurrido…Azrael — dijo Joseph con el ceño fruncido entre la molestia y la angustia.Azrael miro a
Joseph había regresado a su hogar con mil pensamientos en su mente.— Se convirtió en asesino, eso fue lo que hizo — respondió Joseph terminantemente sin dar margen a más cuestionamientos que, por supuesto, su querida nana tenía.La nana negó en silencio, aquella respuesta había sido más que suficiente, conocía bien el triste pasado de aquel al que consideraba el hermano menor de Joseph, aquella dolorosa perdida que lo había marcado en manos de quien debía protegerlos, era lo que había marcado su destino y lo había convertido en el poderoso y temido líder de asesinos a sueldo que era.— En una pena, es un buen muchacho — dijo Joseph con sinceridad.— No — respondió Azrael con enojo.— ¿No? — cuestiono Joseph.— Hombres como mi hermano y mi abuelo no merecen el cielo, lo único que les aguarda es el infierno, allá, algún día nos veremos los tres juntos y los seguiré atormentando hasta el resto de lo que sea que dure la maldita eternidad — dijo Joseph haciendo una promesa.En Hawái había
El cielo matutino lucia despejado y hermoso, no había una sola nube que opacara la luz del hermoso día que recién comenzaba, el museo abría sus puertas para recibir a los turistas y locales que disfrutaban del arte, las calles de a poco, comenzaban a abarrotarse del vaivén interminable de personas que, al igual que ella, salían a su trajín diario, Isabella caminaba con paso presuroso para llegar a tiempo, despertar en medio de la madrugada para hacer el amor con Joseph, aunque, muy placentero, no había sido la mejor de las ideas, despertaba tarde esa mañana y no le gustaba en lo absoluto ser impuntual especialmente con sus trabajos, sus ojos agua marina brillaban con intensidad, aunque, no sin un deje de angustia, temía que Joshua hiciera su aparición por alguna de sus clases y no se sentía lista para mirarle aun, había comenzado su entrenamiento con Joseph, aunque, por alguna razón no demasiado misteriosa, cada rutina la terminaban desnudos sobre la cama, aquel pensamiento la hizo so
La noche nublada presagiaba una madrugada de tormenta, el cielo demasiado oscuro cubría cada recoveco en Palermo, las luces de la gran ciudad lucían demasiado diminutas desde el último piso de aquel elegante edificio de departamentos, Joshua observaba el panorama tocándose el pecho, aun sentía el dolor que aquella bala le había provocado a flor de piel, aun no estaba completamente recuperado de aquello, sin embargo, nunca le habían gustado los hospitales, los aborrecía desde que era un niño y su madre era secretamente atendida en los que pertenecían a su familia después de recibir las brutales palizas en manos de su padre…la ultima vez, nada pudo hacerse y la había perdido.— Eres un hombre duro de matar, lo admitiré, Joseph no estará complacido cuando sepa que fallo su tiro, aunque, es curioso, lo conozco demasiado bien, incluso mejor de lo que tu lo haces, nunca falla un tiro, nunca — dijo Amaia con arrogancia mirando la espalda del mayor de los hermanos.— ¿Insinúas que fallo a pro
Un tumulto de personas se acercaban curiosas a ver aquella peculiar escena donde el hombre tatuado sostenía por el cuello a otro que lucia mucho menos intimidante, Joseph miraba con un odio profundo a Charles quien luchaba por respirar, Isabella intentaba calmar a su amado quien parecía en toda la disposición de matar a su ex marido, Agatha no se encontraba con él, lo que le decía que había acudido allí sabiendo bien que laboraba en el museo y quería hablar con ella a solas, sin embargo, se había atrevido a abrazarla frente a su imponente y celoso Joseph…aquello había sido un error.— ¿Quién eres tú? — exigía saber Charles que forcejeaba con aquel imponente hombre.— Eso es lo mismo que exijo saber, ¿Quién demonios eres y porque te atreves a abrazar a mi novia? — demando saber de vuelta Joseph.— Soy el padre de su hijo — respondió Charles con una sonrisa que Joseph elimino de inmediato plantando un terrible puñetazo en la cara de aquel que había abandonado a su amada y a Ferdinand, m
Joseph había regresado a su hogar con mil pensamientos en su mente.— Se convirtió en asesino, eso fue lo que hizo — respondió Joseph terminantemente sin dar margen a más cuestionamientos que, por supuesto, su querida nana tenía.La nana negó en silencio, aquella respuesta había sido más que suficiente, conocía bien el triste pasado de aquel al que consideraba el hermano menor de Joseph, aquella dolorosa perdida que lo había marcado en manos de quien debía protegerlos, era lo que había marcado su destino y lo había convertido en el poderoso y temido líder de asesinos a sueldo que era.— En una pena, es un buen muchacho — dijo Joseph con sinceridad.— No — respondió Azrael con enojo.— ¿No? — cuestiono Joseph.— Hombres como mi hermano y mi abuelo no merecen el cielo, lo único que les aguarda es el infierno, allá, algún día nos veremos los tres juntos y los seguiré atormentando hasta el resto de lo que sea que dure la maldita eternidad — dijo Joseph haciendo una promesa.En Hawái había
La madrugada aun no terminaba, Isabella lo había llamado demasiado molesta por no haber llegado a casa a cenar, Ferdinand aún no se dormía según palabras de ella por estarle esperando temeroso de que no fuese a volver, Joseph, se había limpiado la sangre, había arrojado a Charles Smith al hospital donde, sin hacerle ninguna pregunta a él, lo habían recibido para atenderlo de la brutal paliza, un pote de helado descansaba en el asiento del copiloto, un pequeño obsequio para Ferdinand, finalmente llegando a su alto departamento, Isabella lo miraba molesta, algo le había ocurrido, estaba seguro de ello, Ferdinand, se arrojaba a sus brazos para abrazarse a él.— Te extrañe papá, creía que no vendrías más — dijo el pequeño con bella voz inocente.Joseph sintió como aquellas palabras inocentes y dulces lo golpeaban directamente en el pecho, Ferdinand acababa de llamarlo padre, y aquello, había llenado de calidez su corazón…se había rendido al niño sin remedio alguno…y se sentía completament
La vida de una madre soltera es dura. Un motivo de burla para unos y de vergüenza para otros. Un estigma marcado por la misma sociedad, que encierra en un termino doloroso a aquellas mujeres que, por una circunstancia u otra, se encuentran completamente solas criando al hijo o a la hija que tuvieron con alguien más que por cosas de la vida se encuentra ausente.Todos los días, queramos verlo o ignorarlo, miles de mujeres en todo el mundo se enfrentan a esta realidad en la que constantemente son señaladas con el dedo y criticadas a las espaldas, mientras ellas trabajan arduamente para sacar a las pequeñas vidas que dependen de ellas hacia adelante, hacia un futuro mas hermoso en donde vuelve a brillar la luz del sol.Muchos han sido criados por madres solteras, muchos otros, huyen de ellas como si fuesen apestadas, buscándolas muchas veces por razones meramente egoístas. Sin embargo, solo unos pocos se atreven a amarlas, a amar a esa valiente mujer que a pesar de que el mundo no es ama