Aquella noche era diferente. El cielo nocturno estaba completamente despejado y las estrellas podían apreciarse mucho mejor que noches pasadas. El viento soplaba fresco, realmente delicioso y con el aroma típico de la brisa de mar. Palermo era una hermosa ciudad costera, un pequeño paraíso italiano en donde una hermosa historia de amor fácilmente podría dar comienzo.Isabella Bianco estaba recostada sobre su cama, mirando a aquel hermoso ramo de flores que había recibido de las manos del amable señor Harrington esa mañana.Camelias.Esas eran sus flores favoritas, aunque nadie se las había regalado jamás; aun cuando Charlie sí que sabía que eran sus predilectas, realmente nunca ponía empeño cuando decidía regalarle algo en aquel noviazgo que tan solo estaba destinado al fracaso.¿Cómo había sabido el señor Harrington que eran sus preferidas?Mirando las gotitas cristalinas iluminadas por la luz de la luna que se colaba en su ventana resbalar por los pétalos, sonrió como si fuera una a
—¡Mira papi! ¡Es un perrito! — Todas las luces de aquella mansión estaban ya apagadas, y tan solo podía apreciarse la penumbra en cada rincón del lugar. —Cariño, no corras, vas a caerte — Todos los sirvientes, como era habitual desde hacia varios años, se habían retirado a sus hogares; era una regla que no debía de haber nadie en aquella mansión después de las nueve de la noche. —Tristán, Genoveva, es hora de regresar — El ambiente siempre lúgubre, se sentía además demasiado triste, como si la esperanza se hubiese perdido para siempre, como si en aquellos rincones nunca más volvería a entrar la calidez de la luz del sol. —Pero papi, quiero ver a los perritos — Los ojos grises de tormenta miraban con pesar a aquellos azules tan similares al color del mar, añorando regresar a esos tiempos felices en donde todo parecía ser perfecto. —Vamos mi niño, volveremos mañana, lo prometo — Congelando la imagen de aquella reproducción de video que Joseph Harrington miraba en completa soled
—¡Mira papi! ¡Es un perrito! —Todas las luces de aquella mansión estaban ya apagadas, y tan solo podía apreciarse la penumbra en cada rincón del lugar.—Cariño, no corras, vas a caerte —Todos los sirvientes, como era habitual desde hacia varios años, se habían retirado a sus hogares; era una regla que no debía de haber nadie en aquella mansión después de las nueve de la noche.—Tristán, Genoveva, es hora de regresar —El ambiente siempre lúgubre, se sentía además demasiado triste, como si la esperanza se hubiese perdido para siempre, como si en aquellos rincones nunca más volvería a entrar la calidez de la luz del sol.—Pero papi, quiero ver a los perritos —Los ojos grises de tormenta miraban con pesar a aquellos azules tan similares al color del mar, añorando regresar a esos tiempos felices en donde todo parecía ser perfecto.—Vamos mi niño, volveremos mañana, lo prometo —Congelando la imagen de aquella reproducción de video que Joseph Harrington miraba en completa soledad, pudo
La noche había caído enteramente sobre la ciudad, cubriendo con su manto de penumbras cada calle, avenida o rincon de Palermo. No se escuchaba una sola alma, las calles estaban casi enteramente desiertas y solo algún par de ocasionales amantes que se ocultaban en la oscuridad para entregarse a los instintos más pasionales. La madrugada y sus secretos, envueltos en el más profundo silencio, eran testigos de aquel elegante automóvil clásico que se estacionaba frente a aquel complejo de apartamentos.Aquello era, quizás, una acción demasiado atrevida. Eran horas meramente inadecuadas y la persona de su particular interés, ya debería encontrarse durmiendo. El hombre respiraba de manera apacible, sin embargo, su corazón se encontraba latiendo a mil por hora aún cuando cualquiera que lo viese pudiera pensar que se encontraba en completa calma.Joseph Harrington se pregunto mil veces más que era lo que hacía allí frente al departamento de Isabella Bianco, sin atreverse a subir aquellas esc
Las gotas de lluvia caían finas sobre el cristal de aquel automóvil deportivo de lujo que se hallaba parado a unas calles de aquel complejo de departamentos. El cielo estaba muy nublado, presagio de la tormenta que se desataría mas tarde.Ojos claros miraban hacia aquel cuarto que alcanzaba a divisarse desde la comodidad de su asiento de cuero dentro de su Lamborghini; justamente allí era en donde su investigador privado le había dicho que vivía Isabella Bianco junto a su pequeño hijo. No era un lugar costoso, era mas bien un lugar de esos que solo la gente con graves problemas económicos se atrevería a rentar, la zona tambien no era perfecta, se consideraba una de las peligrosas de Palermo, aunque Charles iba bien armado para cualquier cosa.Había un auto de lujo mas allí, seguramente de algún adinerado que estaba buscando diversión diferente con una prostituta, sea lo que fuese no era su problema. Eran exactamente las 5:15 am, en cualquier momento debía de amanecer y entonces segura
¿Quien es ese hombre? Charles nuevamente se preguntaba por la identidad del elegante hombre que llevaba a Isabella y su hijo en aquel lujoso auto clásico. El investigador privado que había contratado le había asegurado que Bella no tenía ninguna relación con nadie más; incluso le aseguro que ni siquiera tenía amistades. Se sentía molesto, muy frustrado, ya que no esperaba que su ex novia estuviese con alguien y menos aún con alguien que parecía tener dinero. Sin que se percataran, se decidió a seguirlos para ver a dónde era que se dirigían, y su sorpresa fue mayúscula cuando miro a la pareja entrar al hotel en dónde aquel investigador le dijo que Isabella trabajaba como parte del personal de limpieza. Molesto, los observó sonriendo y compartiendo un rato agradable; aquel hombre inclusive llevaba a su hijo en los brazos y el niño parecía demasiado a gusto con el, aquello tan solo logro enfadar aún más a Charlie que ya se sentía enteramente frustrado. Tomando su celular, marco con ra
—Entonces, ¿Solo se encontraron cuando venias de camino al trabajo? Vaya revuelo que ha causado el verte llegar con el jefe, cualquiera podría decir que hay algo más por allí que no quieres que se sepa, pero descuida, creo que si el te invitara a salir deberías de aceptar, es un hombre guapo y muy interesante, además, creo que le hace falta el calor de una mujer…ya sabes, el pobre no ha vuelto a ver a nadie desde que perdió a su esposa y a su hijo, aquel accidente fue terrible, el pobre señor Harrington nunca se recuperó de aquella perdida, pero, ¿Quién podría hacerlo?, no imagino lo que debe de ser el perder a quienes mas amas, en especial a tu hijo —Aquellas palabras de su compañera Miriam aun resonaban en su cabeza. Isabella se sentía conmovida al mismo tiempo que desanimada. ¿Cómo había podido pensar en ese hombre como algo mas que su jefe? El amable señor Harrington había sufrido la peor de las perdidas, y ella tan solo se había dejado llevar como si fuera una adolescente. Jamás
Las alegres sonrisas de las personas que se encontraban disfrutando de su estadía en aquel lujoso hotel, contrastaban con el rostro mal encajado que Isabella mostraba apenas dejaba su puesto para tomar el almuerzo. Mil pensamientos y ninguno de ellos amable, iban y venían constantemente dentro de su mente después de su encuentro con Charles Smith.¿Qué hacia en ese lugar? ¿Por qué de todos los hoteles de la zona tenía que escoger justamente en el que ella se encontraba trabajando? ¿Era una mala broma? Mil adjetivos poco amigables y todos dirigidos a su ex novio, se repetían en sus pensamientos una y otra vez. No sabia que era lo que estaba pasando o porque justo en ese momento de su vida ese hombre había decidido hacer su aparición, pero no era algo que pensaba tolerar, no quería a Charlie entrometiéndose en su vida, el hacía ya varios años que había tomado su decisión, y con ella debía quedarse.—¿Ocurre algo? Has estado muy seria desde hace un rato — cuestionaba Mirian mirando a Isa