¿Quien es ese hombre? Charles nuevamente se preguntaba por la identidad del elegante hombre que llevaba a Isabella y su hijo en aquel lujoso auto clásico. El investigador privado que había contratado le había asegurado que Bella no tenía ninguna relación con nadie más; incluso le aseguro que ni siquiera tenía amistades. Se sentía molesto, muy frustrado, ya que no esperaba que su ex novia estuviese con alguien y menos aún con alguien que parecía tener dinero. Sin que se percataran, se decidió a seguirlos para ver a dónde era que se dirigían, y su sorpresa fue mayúscula cuando miro a la pareja entrar al hotel en dónde aquel investigador le dijo que Isabella trabajaba como parte del personal de limpieza. Molesto, los observó sonriendo y compartiendo un rato agradable; aquel hombre inclusive llevaba a su hijo en los brazos y el niño parecía demasiado a gusto con el, aquello tan solo logro enfadar aún más a Charlie que ya se sentía enteramente frustrado. Tomando su celular, marco con ra
—Entonces, ¿Solo se encontraron cuando venias de camino al trabajo? Vaya revuelo que ha causado el verte llegar con el jefe, cualquiera podría decir que hay algo más por allí que no quieres que se sepa, pero descuida, creo que si el te invitara a salir deberías de aceptar, es un hombre guapo y muy interesante, además, creo que le hace falta el calor de una mujer…ya sabes, el pobre no ha vuelto a ver a nadie desde que perdió a su esposa y a su hijo, aquel accidente fue terrible, el pobre señor Harrington nunca se recuperó de aquella perdida, pero, ¿Quién podría hacerlo?, no imagino lo que debe de ser el perder a quienes mas amas, en especial a tu hijo —Aquellas palabras de su compañera Miriam aun resonaban en su cabeza. Isabella se sentía conmovida al mismo tiempo que desanimada. ¿Cómo había podido pensar en ese hombre como algo mas que su jefe? El amable señor Harrington había sufrido la peor de las perdidas, y ella tan solo se había dejado llevar como si fuera una adolescente. Jamás
Las alegres sonrisas de las personas que se encontraban disfrutando de su estadía en aquel lujoso hotel, contrastaban con el rostro mal encajado que Isabella mostraba apenas dejaba su puesto para tomar el almuerzo. Mil pensamientos y ninguno de ellos amable, iban y venían constantemente dentro de su mente después de su encuentro con Charles Smith.¿Qué hacia en ese lugar? ¿Por qué de todos los hoteles de la zona tenía que escoger justamente en el que ella se encontraba trabajando? ¿Era una mala broma? Mil adjetivos poco amigables y todos dirigidos a su ex novio, se repetían en sus pensamientos una y otra vez. No sabia que era lo que estaba pasando o porque justo en ese momento de su vida ese hombre había decidido hacer su aparición, pero no era algo que pensaba tolerar, no quería a Charlie entrometiéndose en su vida, el hacía ya varios años que había tomado su decisión, y con ella debía quedarse.—¿Ocurre algo? Has estado muy seria desde hace un rato — cuestionaba Mirian mirando a Isa
La noche y su manto nocturno, siempre escondían entre sus sombras a todos aquellos que buscaban un poco de diversión fácil. Las calles de día pobladas por sencillas personas que iban y venían de sus trabajos o pasaban un rato agradable con sus familias, de noche se transformaban para alojar en ellas a la extravagante vida nocturna.En uno de los muchos bares que ofrecían experiencias fascinantes junto al mar, se hallaba Charles Smith con el entrecejo fruncido en una evidente mueca de permanente molestia. Estaba molesto y mas allá por haber sido ignorado por Isabella y porque esta parecía tener una vida ya hecha…una vida que no lo incluía de ninguna manera a él. Mirando al hombre que entraba en el lugar, le hacia una seña invitándolo a su mesa.—Espero que esta vez me puedas explicar mejor cual es la situación con Isabella Bianco — dijo Charles mientras se servía un trago de la costosa botella que había comprado a aquel investigador que había estado esperando.El hombre, agradeciendo e
Los cielos se hallaban despejados y el sol brillaba en lo alto como era de esperarse del cálido mediodía, sin embargo, Amaia Lemaitre se sentía furiosa, y su molestia no era aplacada por la belleza de aquel día.Había visto a Joseph Harrington compartir aquel intimo momento con esa mujer desconocida, y su ira tan solo se iba incrementando con cada escenario imaginario que su mente dañada recreaba una y otra vez.Hacia ya demasiados años que estaba enamorada perdidamente de ese hombre, y la idea que nuevamente había elegido a una cualquiera sobre ella la enfurecía en demasía. Había ya intentado por todos los medios acercarse a él, pero nada parecía dar nunca resultado, era tanta la frustración que estaba experimentando que se sentía como una fiera enjaulada.—Señora Lemaitre, ¿Puedo pasar? — preguntaba su mayordomo quien estaba llamando a la puerta de su estudio.—Adelante — respondió a secas la mujer aun en aquel estado de ira casi incontenible.El hombre mayor entro con un folder que
—¿Qué demonios quieres aquí Charlie? ¿Cómo diablos sabes en donde vivo? — cuestiono Isabella realmente furiosa y temerosa de que su hijo saliera y se encontrara con ese hombre. —Vaya, eres mucho más amable detrás del mostrador del hotel, solo vine a hablar esperando a que lleguemos a un acuerdo, ¿Por qué no llamas al niño? Me gustaría mucho poder conocer a mi hijo — dijo Charles con sarcasmo. Isabella jalo del brazo al hombre para alejarlo de su departamento. —De ninguna manera, tu dejaste muy en claro hace tres años que no te interesaba saber nada de él o de mí, ahora, dime, ¿Qué es lo quieres? — dijo Isabella tajante. —Ya te lo dije, quiero conocer a mi hijo, y, escucha, se que dije cosas en el pasado que no debía de haber dicho, pero quiero que sepas que ahora soy otro hombre, y he venido hasta aquí para recuperarte a ti y a mi hijo, realmente necesito que estén en vida — dijo Charles con algo de arrepentimiento en su haber, pero la realidad era que no se arrepentía tanto de ha
El manto nocturno había caído sobre Palermo y aquella noche invitaba a Joseph Harrington a la reflexión. El enfrentamiento que había tenido esa tarde con ese remedo de hombre que se había atrevido a insultar a la señora Bianco lo había dejado bastante furioso. Había, por supuesto, mostrado su mejor cara a la hermosa mujer y su adorable hijo y compartido con ellos la cena que les había llevado. La botella de whisky se había terminado, y ahora, caminaba a tomar otra de su colección de licores de lujo. Aquellas imágenes aún no se desvanecían de su mente, ver a esa mujer que tanto deseaba siendo insultada por el hombre que la abandono mientras su pequeño en cualquier momento podía haber escuchado todo aquello, había sido de cierta manera shockeante; le parecía simplemente inaudito. El, siendo un caballero de principios criado para siempre respetar a las mujeres y sus semejantes, no concebía la idea de hablar de manera tan terrible y ofensiva a una dama, en especial, a una tan hermosa y
Las calles de Palermo aquella madrugada estaban vacías, quizás, solo en algún oscuro rincón había algún par de ocasionales amantes que se devoraban el uno al otro con desesperación. Joseph tenia hambre, pero un hambre diferente a todas las demás, tenia hambre de ella, hambre de Isabella Bianco, de sus labios carnosos y perfectos, y de aquellos dulces secretos que tan intima y recelosamente la hermosa mujer guardaba.Las luces de las farolas encendidas, se desfiguraban en formas curiosas y fugaces que se desvanecían tan pronto como aparecían debido a la velocidad a la que Joseph iba conduciendo. Cada pensamiento en esos momentos era dedicado a la encantadora señora Bianco, y siendo nuevamente imprudente e inadecuado, ya iba en camino para volver a encontrarla. Finalmente, y después de un breve momento, se estacionaba frente a la residencia Bianco que se hallaba en aquel humilde complejo de departamentos. Sin esperar a ver si le abrían la puerta y sintiéndose como un muchacho vivaz y