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Pobre pero ¡Digna!
Pobre pero ¡Digna!
Por: Katie
Capitulo 1: injusticia encubierta

- Sucia niñita! Cerda y mal oliente mocosa! Sal de mi tienda antes que llame a la policía!! - dijo don Oracio, alzando poco a poco la voz hasta que su cara se volvió completamente roja de ira.

- Veo que esta enojado Señor, pero ¡no me comparta su saliva! - dijo Lía de tan solo ocho años limpiandose exageradamente el rostro, luego de haber entrado a una vedureria y mascar una gran manzana.

Lía vivía en los suburbios, su familia era bastante pobre por lo que su aspecto siempre era desarreglado y un poco empolvado. Su larga melena castaña despeinada traia hojas enrredadas difíciles de quitar.

Lía, vivía metiéndose en aprietos, especialmente por su incapacidad de guardar silencio y responder de manera acelerada, lo que era gracioso para algunos pero muy molesto para otros, especialmente para los dueños de almacenes qué deseaban evitar su entrada, diciendo que su presencia daba mal aspecto al lugar, sumado a que Lia comía cosas dentro de las tiendas sin tener como pagar.

- Lía! otra vez tu, cuando vas a entender que.. - dijo el oficial de policía luego de ser interrumpido por un gran estruendo. Lía al ver al oficial habría retrocedido enérgicamente pasando a empujar una montaña de tomates perfectamente apilados, los cuales habían quedado desparramado por toda la verdureria, haciendo tropesar a varios clientes, especialmente a don oracio quien habría impactado su rostro contra el suelo justo encima de un gran tomate maduro, dejando a la vista solo su calva cabeza.

-¡¡¡ LIAAAA!!! TE VOY A... - dijo don Oracio mientras lía no pudo evitar reírse a carcajadas, lo que generó aun más molestia a su alrrededor, por lo que trato de diaminular tosiendo un poco y diciendo:

- Don Oracio, debería agradecerme, habían tomates podridos escondidos allí, qué mal aspecto para sus clientes. - dijo con un tono burlon.

Debido a ese incidente, el oficial de policía le ordenó ser la ayudante de don Oracio, debiendo asistir todas las mañanas a limpiar la verdureria antes de abrir, lo que Lia aceptó sin pensar, temiendo qué esto lo supieran sus padres, los cuales una qué otra vez habían sido afectados por sus hazañas, debiendo pagar con trabajo las imprudencias de Lia, siendo humillados por eso y no recibiendo ningún pago.

Debido a la insistencia del oficial, don Oracio terminó accediendo pero de muy mala gana, la niña que más problemas le generaba vendría todos los días a su verdureria, no visualizando ningún provecho en ello, pero el oficial con su discurso de responsabilidad y de aportar en las nuevas generaciones, lo convenció levemente.

- TE ESPERO MAÑANA A LAS 8, NINGÚN MINUTO MÁS! Dijo sobresaltado.

- Esta bien, aqui estaré don Oracio, lo siento mucho, solo tenia hambre- Dijo lía agachando la mirada y con una actitud pesimista.

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Amistad inesperada

Don oracio... ese viejo regañon y enojón se habría encariñado con la niña, permitiéndole trabajar para él, luego de ver su entusiasmo, responsabilidad y cortesía con los clientes, incluso le habría confeccionado un delantal a su medida lo que generaba mucha ternura.

- Hey, Lía! Niñita revoltosa ven a comer! Hice un gran festín - dijo don oracio acariciando varias veces su vientre.

- ¿hora de comer? Ya esta bueno, trabajo como burra!! - soltó lía gerando una gran carcajada a don Oracio mientras se dirija al pequeño comedor qué había en el fondo.

De pronto unos ruidosos tacos entran a la verdureria, era una mujer de gran estatura, bien vestida y bastante arrogante. Entro mirando el lugar y moviendo sus dedos con uñas perfectamente pintadas, dando entender que todo lo que veía estaba sucio.

Lia como de costumbre, se apresuró a atenderla con una gran sorrisa entusiasta, pero la mujer la ignoró por completo.

- oiga!! Aquí estoy!! Aquí ABAJO! ¿ No me ve? - dijo Lia parándose de puntitas.

- ay, niñita, habla más despacio, qué voz tan ruidosa y molesta tienes, llama al dueño para ver si me convence de comprar en este lugar tan...tan...Pintoresco - dijo arrugando su respingada nariz.

Lia se sintió muy molesta, no estaba dispuesta a ser tratada así, menos en ese lugar que ya consideraba como su casa, por lo que tomó una bandeja con rodajas de piña qué se ofrecían a los clientes, las ordenó perfectamente luego de untarlas en salsa picante por la parte de abajo y con una gran sonrisa le dijo.

- Claro señora, pero por mientras, le dejo unas deliciosas rodajas de piña fresca, para su desgustatacion.

- mmm.. Ok.. - dijo la mujer mientras tomaba el trozo más grande y lo ponía directo en su boca.

Solo unos segundos después, la mujer saltaba como un cerdo, botando todas las frutas a su paso y escupiendo al suelo. Su perfecta vestimenta estaba toda manchada con su propia saliva, donde se podía divisar la salsa picante.

De pronto, fijo su grandes ojos en lía y moviendo las manos de arriba a abajo le dijo: - TU! PEQUEÑA DEMONIO! VEN PARA ACÁ! TE VOY A.....

- Pero que es este griterío, qué pasó en mi negocio. Porque esta todo en el suelo - interrumpiendo don Oracio y agarrándose su cabeza con desespero.

- ¡¡ TODO ES CULPA DE ESTA MOCOSA!! - dijo esa mujer, mientras agarraba a lia de una oreja y la pobre niña gritaba de dolor.

Don Oracio abrió unos grandes ojos y reaccionando enseguida le dijo - SUÉLTALA DE INMEDIATO, ella es la vendedora del lugar y también mi amiga, no se lo que le haya hecho pero seguramente usted la provocó primero, le recomiendo que se retire o llamaré al oficial Márquez.

La mujer soltó de golpe a Lía, luego acomodó su cartera en el hombro, esbozó una sonrisa triunfante, qué desconcertó un poco a don Oracio y luego se fue.

Esa mujer, no era nada más ni nada menos que la esposa del alcalde de la gran ciudad. El problema es que ni Lia ni don oracio lo sabían.

No había pasado ni una hora del incidente y servicios proteccionales estaba en el lugar, interrogando a don Oracio por una denuncia de secuestro a una niña en situación de calle y trabajo infantil forzado.

Don Oracio estaba pálido por la conmoción, las preguntas que le realizaban le ofendian y todos lo miraban con desprecio, haciéndolo sentir culpable.

- Oracio Villegas, hemos venido por una denuncia realizada de manera anónima, donde se expone una situación de suma gravedad, le pido que copere con el proceso o tendremos que interrogarlo en la comisaría - dijo un agente de la fiscalia mientras observada al pobre viejo de arriba a abajo.

Lía gritaba de enojo, diciendo que eso no era cierto, qué ella tenía padres y le gustaba venir a ayudar a don Oracio en la verdureria pero nadie parecía escucharla.

Servicios infantiles se llevó a Lía a un hogar de menores, mientras abrían una investigación al respecto. Sin duda esa mujer había logrado el daño qué deseaba y tanto don Oracio como Lía se encontraban tristes, abrumados y asustados con lo que estaba sucediendo.

La asistente social entrevistó a Lía y considero su relato bastante convincente, por lo que realizó de manera inmediata, una visita domiciliaria a la dirección que le dio la niña.

Al llegar allí, había una casa bastante deteriorada, pero con un patio ordenado y con bastantes cosas reciclable a las que habían logrado darles con un nuevo uso.

Al llamar a la puerta los padres de lía la invitaron a pasar sin mostrar oposición, fueron muy amables y su comportamiento era humilde, respondieron a todas las preguntas y sintieron angustia al saber que Lía estaba en un hogar de menores, señalando qué ya de habían empezado a preocupar pues Lía era muy puntual en su hora de llegada.

- Señorita, no tenemos grandes lujos pero gracias a Dios no nos falta para el día, Lía es nuestro tesoro y damos fe que don Oracio es un hombre bueno, nosotros autorizamos a Lía qué fuese a ayudarlo en la verdureria, siempre le generaba molestias pero se convirtieron en buenos amigos, por favor, diganos que hacer para que Lía este de regreso. - dijo la madre con un todo de voz dulce marcado por la preocupación.

- Entiendo, haré todo lo que este a mi alcance y los mantendré informados - dijo Clara, la asistente social del hogar de menores.

Lía no tardó en regresar a casa, pero debía mantenerse alejada de don Oracio mientras duraba la investigación, lo cual la tenía devastada.

No lograba contener el enojo, asique solo pudo pensar en..

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