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Capitulo 6: Un doloroso adiós

Lía había llegado a su vecindario, pese a el humilde paisaje, con viviendas a poco terminar, calles llenas de muchachos jugando fútbol y pequeños negocios de abastecimiento, Lía no sentía una pizca de vergüenza con Julián, ese lugar, era su casa y esas personas, parte de su familia, de sus raíces y de su historia.

Parecía que una celebridad había llegado al lugar, desde los niños más pequeños a las personas más ancianas, salían a las calles a ver quien pasaba por allí, al ver a Lía le saludaban con mucho entusiasmo. Don p**e, salió de inmediato con una caja de huevos de campo como obsequio, Lía había llegado y todos los de aquel lugar estaban felices.

Lía fue guiando a Julián para pasar primeramente por la verdureria de don oracio, era justo la hora de cierre y lía deseaba llegar antes que cerrara, le extrañaba tanto y quería saber como habían sido estos últimos meses.

A lo lejos, se ve un hombre mayor, barriendo la entrada de su negocio, con una gorra estilo boina y su característico delantal verde, sobresaliente de la parte de la barriga, don oracio, allí estaba finalizando su día. De pronto se asusta, un grito se escucho desde unas cuadras, no entendía qué decían a quien se dirigía, hasta que escuchó :

- Mi viejujo calvo y regañon ¡llegó la consentida a casa! Como estan mis frutitas! - don oracio reconoció la voz de lía, soltó la escoba y corrió hacia el vehículo que aún no llegaba hasta él, vió a lía bajarse rápidamente y la abrazó con fuerza, sus lágrimas corrían por su rostro. - hija, ya esperaba que vinieras, te has tardado, este viejo se ha sentido más solo que nunca, me alegro tanto de verte - mientras lía se refujiaba en él como una niña con su abuelo.

Julián miraba desde el auto, el cariño de esas personas le cautivó por completo, nunca había visto algo similar, las personas con las que el creció a su alrrededor jamás tuvieron esa conducta, los vecinos competía unos con otros sobre el auto del año y las familias aparentaba ser felices pero el dinero no sanaba sus discordias, por un momento, anheló haber vivido en ese humilde barrio donde nació Lía.

- Julián ven! - dijo lía quiero presentarte a don oracio, date prisa - dijo mientras secaba sus lágrimas de emoción con su manga.

Julián se acercó y un enorme abrazo lo sorprendió, don oracio lo saludó como si lo conociese de toda la vida. - muchacho, bienvenido, si eres amigo de lía, lo eres también para mi - mientras le dio unas palmadas en el hombro.

Pasados unos minutos don oracio respiró profundo, parecía querer decir algo y buscar las palabras correctas, tosía un poco y suspiraba nuevamente, hasta que por fin dijo - Lía, quisiera no arruinar este bello momento, pero creo que fue la desición correcta venir, no tuve la fuerza de llamarte para decirte lo mucho que lamento lo que esta sucediendo con tu padre.. Si necesitas ayud.... - dijo mientras Lía sintió su respiración entre cortada, la angustia la acorraló por completo y solo pudo decir - DÍMELO TODO, por favor no te guardes nada - don oracio se mostró confundido.

- Lía, es tu padre, la ausencia de trabajo lo ha sumergido en una gran depresión, a duras penas hemos logrado con tu madre que coma algunos bocados al día, su mirada está perdída, no sabemos como ayudarle.

Lía abrazó a don oracio y salieron rumbo a casa, necesitaba ver a su padre, consultar porque no le habían dicho nada, ella habría retornado de inmediato y de ser necesario habría rogado por un empleo para el.

Su padre es un hombre que ha trabajado toda su vida, dese muy temprano hasta muy tarde, sus extensas jornadas laborales no compensaban el poco dinero que recibía por su trabajo, pero aun así, jamás faltaba. Estar cesante era sin duda un gran golpe en su vida.

Al llegar, se estacionaron justo frente de la casa, Lía tomó aire varias veces hasta que decidió entrar. Julián tomó su mano y le dijo - ve, te espero, recuerda, cuentas conmigo para lo que necesites, solo dilo. - Julián tenía una postura de autoridad, a través de su lenguaje corporal transmitía seguridad por lo que sus palabras fueron bien recibidas por lía.

Lía entró rápidamente, abrió la puerta que se encontraba entre abierta y se encontró con su madre, se veía tan cansada, había palidez en su rostro y grandes ojeras, la mujer la miró y le dio un cálido abrazo. Lía le dijo que ya sabía lo que estaba pasando con su padre, lo que hizo que su madre soltara varias lágrimas de frustración. - hija, hoy nuevamente no he logrado que coma, ve, Talves si te ve, tenga alguna mejoría - acercándole un plato de verduras.

Lía se dirijó hacia el cuarto de su padre, pero no lo encontró allí, en su lugar, había una carta qué decía "para mi pequeña Lía"

Gritó con fuerza¡ papá ! Pero nadie respondió , en su lugar su madre llegó y se encontró con el cuarto vacío, su esposo no estaba y su ropa habitual tampoco.

Lía abrió la carta, con sus manos temblorosas y la comenzó a leer en voz alta.

Hija mía

Sé que pronto estarás en casa, vendrás a vernos y no tendré la fuerza de mirarte a los ojos, me siento cansado, los años no pasan en vano, no tuve la fuerza para decirle a tu madre que mi dolor no es por estar cesante, sino, porque hace cinco meses me detectaron cáncer terminal, sin opción de tratamiento y sin recursos para indagar nuevas opciones. Cuando veas esta carta quiero que sepan cuanto las amo, se me escapa la vida y reconozco no querer dejarlas aun. No quiero que me vean morir, quiero que me recuerden en vida.

Ya he preparado todo, estaré en un buen lugar donde me cuidaran en mis últimos días de vida.

Cuando me encuentre en el cementerio les darán aviso del lugar exacto.

Perdonenme porfavor, les envío un beso enorme, siempre las cuidaré desde arriba, fueron mi mas grande regalo del cielo.

Cuida a tu madre de mi parte, salgan juntas adelante, cumple tus sueños, jamás te des por vencida, eres una mujer fuerte y valiente ¡ siempre has sido mi orgullo!

Un abrazo mi Pequeña lía.

Atte. Papá

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