El sudor resbalaba por su cuerpo, los pequeños cabellos rizados del pecho estaban empapados y su oscura barba olía a sexo. Ambos estaban desnudos en el almacén, pero hacía demasiado calor y mucho espacio que recorrer con la lengua, y el tejido les impedía el paso.Tenían los labios encarnados de tanto morderlos al intentar sofocar los gritos de placer. El almacén era grande, pero los clientes no eran sordos.— Tenemos que recoger la caja — Freire observó las latas de refresco tiradas por el suelo. ¿En qué momento se cayó? Calculó que fue entre el tercer y cuarto orgasmo.— No es lo único que hay que limpiar — sonreía y suspira. — Estamos sucisimos — sentía su piel pegajosa debido a los fluidos que ambos habían esparcido el uno sobre el otro— Este caso te está dejando en los huesos — le acarició el vientre, sus músculos empezaban a difuminarse debido a la falta de entrenamiento y de alimento.— Ahora la gente mezcla la realidad con las leyendas de la abuela — cogió una bocanada de aire
En su despacho había llegado una caja con el móvil de Ian encendido y desbloqueado. Aún le quedaban unas horas antes de que llegara Val con sus padres y un abogado, ya avisaron de antemano que no acudirían sin él. Estaban un poco ariscos, ya que la muchacha se encontraba bastante mal por la pérdida de sus amigos. Freire insistió en que necesitaba hablar con ella para solucionar aquéllos desafortunados accidentes lo antes posible.Las imágenes del móvil eran similares a las que había visto anteriormente, un grupo de amigos pasándoselo bien y divirtiéndose todo el verano, habían celebrado cumpleaños y fiestas memorables, donde los cinco eran amigos inseparables. También había imágenes de su padre en el hospital intentando sonreír, o de la cara de su madre cuando su hijo le regaló un hermoso vestido. El primer lavavajillas en la cocina, lo había colocado él mismo, o eso se intuía al verlo con el destornillador en la mano. Había momentos muy alegres y otros llenos de tristeza, no cabía dud
— ¿Tenéis claro lo que tenéis que hacer? — Eli ponía su mueca de satisfacción ante uno de sus planes.— Creo que es demasiado — Ian observaba a su alrededor.— No te acobardes ahora — le escupió.— Estoy de acuerdo con Ian — Val lo observaba —. Esto es ilegal, si nos pillan tendremos problemas.— No va a pasar nada — aseguró —, solo va a ser un susto.— Estoy de acuerdo con darle un escarmiento — Rafa observaba el camino esperando a que la invitada llegará —, pero deberíamos suavizarlo un poco.— ¡Panda de gallinas! — Eli se molestó, le gustaba que las cosas salieran tal y como ella ordenaba, sin preguntas, sin interrupciones.— Ya viene — susurró Rafa.Sandra se acercaba por el camino, se movía despacio entre la espesura y la oscuridad. Esperaba encontrar sus objetivos y, de una vez, conseguir aquellas pruebas que tanto ansiaba. Según había entendido en una de sus muchas escuchas, hoy había quedado con el vendedor en un punto concreto del río, en uno que ella conocía muy bien. Por mu
— ¿Cuánto tiempo te llevó, desde que la abandonasteis hasta que volvisteis al lugar? — Freire observaba a la muchacha, esa travesura no sólo le había costado la vida a una persona, sino que le había dado un golpe al caso, uno tan grande que podía hacer que nunca se descubriera al culpable.— Tardé unos veinte minutos — la muchacha lloraba como un monzón —. No quería que eso pasara. No tenía que ocurrir nada, sólo era un susto — se agarraba a su madre. — Eli nos dijo que la atábamos y al día siguiente, antes de ir al instituto, la soltamos.— Entiendo — respondió la madre, mientras que el padre la observaba con los ojos abiertos. Se había alejado de ella unos centímetros, como si no reconociera a su propia hija— Este es un pueblo tranquilo. Nunca pasa nada. ¿Qué era lo peor que podía sucederle? — Murmuró.— Lo peor ya le pasó — Freire intentaba mantenerse firme y no decirle las cuatro cosas que pensaba. Sintió un intenso calor en el pecho, el monstruo que se encerraba en su interior gr
El sol golpeaba la piel morena de Edelia, una mujer que había perdido a su marido hacía dos lunas y que, por su condición de granjera pobre, estaba condenada a la hambruna. Pero Dios le había dado la sabiduría de sus ancestros y la testarudez de su antiguo clan. No se rendiría ante los designios que el señor le había puesto delante, por ella y por su hija Isolda Mary, tenía que seguir adelante.No era oficio de la mujer el de pescar, pero a ella se le daba extremadamente bien y sus cosechas crecían lo suficiente para mantenerlas a las dos e, incluso, para vender alguna legumbre, que le aportaba algunas monedas que guardaba como un tesoro. Sus tierras, herencia de su difundo esposo, pegadas al río, eran una bendición. Los riegos eran más fáciles, los animales que se acercaban al río eran presas que llenaban sus platos.Estaban las dos solas, no necesitaban a nadie más, pese a que las leyes no escritas decían que una mujer no debería llevar el hogar sin un hombre a su lado, y eran muchos
— Es una leyenda terrible — Freire observaba el reloj, era muy tarde.— No seas necio — el anciano le regañó —. El pueblo estuvo a punto de desaparecer en aquel momento. Casi todo el mundo acabó sucumbiendo a los peces negros.— Pero los peces ya existían cuando murió la mujer — esa historia no explicaba nada.— ¡Exacto! — Se alzó — Es algo que ocurrió, una de las historias que más se ha compartido, nuestra leyenda más antigua, pero no es su verdadero origen.— ¿Y cómo llegaron aquí? — la pregunta era obvia.— Se nota que es investigador — sonreía —, haces las preguntas correctas.— ¿Y bien? — esperó.— Hay una teoría que dice que el agua tiene memoria — el hombre sacó su cantimplora y bebió un buen sorbo —. Imagínate que debió ocurrir en ese río para que tantas desdichadas almas estén buscando venganza.— ¿Tu abuela no te contó nada más? — sonreía.— Solo es una de las muchas historias que hay grabadas a fuego en este lugar — bebió —, pero cuando los peces aparecen no diferencian cul
Los zoólogos y los demás miembros de organizaciones que habían venido a investigar el extraño caso del pez piraña estaban durmiendo, se escuchaba algún ronquido por el pasillo. Entró en su habitación y observó a su alrededor.Abrió el grifo de la pileta para refrescarse y se quedó paralizado, observaba como el agua caía por el sumidero; de repente, sintió miedo de tocarla. Observaba como ese líquido transparente bajaba sin barreras, hasta que se dio cuenta de algo que lo hizo alejarse, un pequeño murmullo, unas ondas que inexplicablemente se dibujaban en aquel chorro. Cerró el grifo lentamente mientras las gotas de agua desaparecían una por una.Apagó la luz del baño y se alejó lo máximo posible. Necesitaba mantener la mente ocupada, se sentó frente al ordenador y empezó a buscar información del tío de Rafa, aquel individuo que se había quedado con la guitarra en la mano, seguramente se beneficiaba de las ventas de su sobrino o quizás lo ayudaba con ellas. También quería saber un poco
Enfrente de Freire, sentado en ese despacho improvisado, estaba Martin, más conocido como el profesor de gimnasia. Lo había hecho ir a su despacho, no para interrogarlo, ya que no había nada en contra de él. Chari había visto un coche y Martín no conducía, además el día del asesinato, él no se encontraba en el pueblo, estaba en la capital. Freire había solicitado información en el hotel, confirmaron el uso de la habitación y el recepcionista reconoció la imagen que se le mostró con otras similares.— Han tardado en llamarme — lo observaba de arriba abajo.— No había necesidad de hacerlo antes — Freire observó aquel hombre alto, entrado en años. Era como muchos otros atletas venidos a menos, había dejado de hacer ejercicio, su cuerpo se había llenado de grasa y las pieles colgaban a causa de su peso —. Quería que viera esto — le mostró los partes de asistencia.— ¿Qué es? — agarró los papeles y los observó por encima.— Son los partes de asistencia de este año — Freire había señalado un