Veintiuno

No, no es cierto ¿Esto debe significar algo? Sebastián también se nota receloso, alterna su mirada interrogante entre la casa y yo. Como si una señal divina cayera del cielo, recuerda que tiene un teléfono móvil y lo revisa.

―No podemos pedir ayuda en esa casa ―digo tajante―. Te vinieron a botar acá cuando te secuestraron.

―Vaya, al menos me dejaron en una casa elegante ―dice y me suelta bruscamente―. Acá ya hay señal, podemos asomarnos y ver quién está.

El novio de Dalia, debo decirle, es una situación desesperada. Si yo tuviera un secreto y alguien se enterara de él, no me gustaría que lo contaran. Le daré un ultimátum a Dalia.

―No lo conocemos, lo vimos la vez que vinimos por ti ―explico entrecortadamente―. Solo vámonos.

Sebastián me mira con pena y un brillo de comprensión, entonces asiente y me ayuda para llegar a la avenida.

En el camino hacia la civilización relata lo ocurrido desde que encontraron el video. Les entregaron el disco duro o algo así para que vieran los archivos,
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