Final

Cristian avanzó con pasos seguros sobre la arena cálida, sintiendo cómo cada grano se deslizaba entre sus pies descalzos, una sensación que, por primera vez en mucho tiempo, le resultaba tranquilizadora. En sus manos llevaba dos copas de vino, el líquido carmesí brillando bajo la luz del atardecer que pintaba el cielo con tonos naranjas y púrpuras. Cada paso lo acercaba al hombre que lo esperaba a pocos metros, sentado en una manta extendida sobre la arena.

Vittorio lo recibió con una sonrisa cálida, sus ojos oscuros reflejando la luz del ocaso. Su camisa blanca estaba desabotonada a la altura del pecho, ondeando suavemente con la brisa marina. Cristian le entregó una de las copas y se sentó a su lado, dejando escapar un suspiro de satisfacción mientras su mirada se perdía en el horizonte.

—Aquí tienes, amor —dijo Cristian con una suavidad que pocas veces se permitía.

—Gracias —respondió Vittorio, tomando la copa y rozando deliberadamente los dedos de Cristian en el proceso. Sus ojos
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