Derek apretaba con fuerza el volante mientras su rostro reflejaba una mezcla de frustración y pánico. Pisaba el acelerador con una intensidad que parecía desafiar las normas del tráfico. Su mandíbula estaba tan apretada que los músculos de su rostro se marcaban. Golpeó el volante con una mano mientras sostenía el teléfono con la otra, intentando, sin éxito, contactar a su hermano adoptivo.—¿Dónde estás, James? ¡Contesta, maldita sea! —gritó con voz desgarrada, su frustración alcanzando el límite. El eco de su grito llenó el coche, haciendo que Liam se encogiera en el asiento, su cuerpo todavía temblando por el nerviosismo.Derek giró brevemente hacia Liam, quien estaba paralizado, con el teléfono aún en la mano.—¡Llama a Sean, ahora! —exigió Derek—. Si James no está contestando, Sean tiene que saber algo. ¡Deben estar juntos!Liam asintió frenéticamente, sus manos torpes luchando por desbloquear su teléfono. El temblor de sus dedos complicaba incluso la tarea más simple, pero finalm
El chirrido de los neumáticos al frenar resonó con un eco desgarrador mientras Derek detenía el coche frente a la imponente mansión. El corazón de Liam latía con fuerza, casi ensordeciéndolo. Apenas el vehículo se detuvo, Derek salió corriendo hacia la reja, con Liam pisándole los talones.—¡James! —gritó Derek desesperado, su voz quebrada por el miedo.Frente a ellos, la enorme reja metálica parecía un obstáculo insuperable. El candado oxidado brillaba bajo la tenue luz, pero eso no detuvo a Derek, quien comenzó a trepar con una determinación casi sobrehumana.—¡Derek, espera! —exclamó Liam, intentando alcanzarlo, pero Derek ya estaba del otro lado.Derek aterrizó con un salto brusco y comenzó a correr hacia la mansión, mientras gritaba con una mezcla de furia y desesperación.—¡James! ¡James, maldita sea, respóndeme! —gritaba, golpeando la puerta principal con toda su fuerza.Liam observaba desde el otro lado de la reja, impotente, su respiración agitada y el sudor corriendo por su
Liam observaba a Sean desaparecer por el pasillo junto al doctor, sus pasos llenos de prisa y desesperación. Aunque no tenía palabras para describir lo que veía, en su interior podía entenderlo. Eso también era amor: un sentimiento tan profundo que podía arrancarte el aliento, llenarte de miedo y consumir cada pensamiento. Ver a Sean así le recordó a su padre, a Cristian, y todo lo que había vivido con Vittorio. Pensó en el amor que lo había llevado a hacer cosas inimaginables, a romperse completamente al perderlo. Por un instante, la idea lo atravesó como una ráfaga helada: ¿ese mismo dolor era inevitable para todos los que amaban?Derek, que había permanecido en silencio cerca de él, notó la expresión ausente de Liam.—¿En qué piensas? —preguntó Derek, con un tono más suave del que había usado en todo el día.Liam parpadeó, regresando a la realidad. Al girarse para mirarlo, sus ojos se encontraron con los de Derek, y en ese momento no pudo contenerse más. Las lágrimas comenzaron a
Liam se apartó apenas un poco del abrazo de Derek, secando sus lágrimas con el dorso de la mano, mientras en su rostro comenzaba a formarse una leve sonrisa. Había algo en la presencia de Derek que lo reconfortaba como nunca antes. Ese hombre había logrado en poco tiempo darle una seguridad y una protección que Liam no sabía que necesitaba desesperadamente.—Te amo, Derek —dijo Liam con una sinceridad que resonaba en cada palabra.Derek alzó una mano y con su pulgar limpió los restos de lágrimas que aún quedaban en las mejillas de Liam.—Yo también te amo —respondió Derek, su voz profunda y cálida, mirándolo directamente a los ojos.Por un momento, todo pareció detenerse, como si el caos que los rodeaba se desvaneciera en un silencio cómodo. Pero entonces, algo cruzó por la mente de Liam, y su expresión cambió, tornándose más seria.—¿Crees que pueda preguntarte algo? —dijo Liam, su voz más baja, como si estuviera dudando si era correcto hablar de lo que lo inquietaba.Derek frunció l
Los días habían pasado con una extraña calma, aunque cargada de tensiones no resueltas. Liam no había vuelto a visitar a su padre desde aquella explosión. Cada vez que intentaba contactarlo, Cristian ignoraba sus llamadas y mensajes. Por momentos, Liam quería insistir, exigirle respuestas, pero se detenía al pensar en el daño que podría causar a Derek y James si Cristian volvía a cruzarse en sus vidas. Era un conflicto interno constante: amar a su padre, pero no poder ignorar el dolor que había provocado.En la sala principal de la mansión, el ambiente era más relajado, al menos en apariencia. Derek estaba acomodando con cuidado la almohada detrás de James, quien se encontraba aún en recuperación tras el atentado.—¿Cómo te sientes? —preguntó Derek mientras ajustaba la posición de su hermano para que estuviera más cómodo.James rodó los ojos, aunque se veía agradecido por la atención.—Estoy bien, Derek. Lo que no entiendo es por qué no puedo retomar mi vida normal sin que me anden vi
Liam suspiró profundamente, permitiendo que su cabeza descansara sobre el pecho de Derek, mientras él lo rodeaba con un brazo protector. La calidez de aquel abrazo era suficiente para disipar, aunque fuera por un momento, las sombras de sus pensamientos. El suave latir del corazón de Derek contra su oído le brindaba una paz que pocas veces había sentido.—¿Estás seguro de que no pasa nada más? —preguntó Derek en un murmullo, acariciando el cabello de Liam con la yema de los dedos.Liam levantó la mirada, encontrándose con los ojos azules que siempre parecían adivinar lo que él no decía.—De verdad, estoy bien —respondió, aunque su tono aún arrastraba cierta duda—. Pero no puedo evitar pensar en cómo todo cambió tan rápido. A veces siento que no he tenido tiempo de procesarlo.Derek lo apretó un poco más contra él, como si con ese simple gesto pudiera absorber todo el peso que cargaba Liam.—Lo sé, mi vida. Han sido meses difíciles, pero lo importante es que estamos aquí, juntos. Y aho
Cristian avanzó con pasos seguros sobre la arena cálida, sintiendo cómo cada grano se deslizaba entre sus pies descalzos, una sensación que, por primera vez en mucho tiempo, le resultaba tranquilizadora. En sus manos llevaba dos copas de vino, el líquido carmesí brillando bajo la luz del atardecer que pintaba el cielo con tonos naranjas y púrpuras. Cada paso lo acercaba al hombre que lo esperaba a pocos metros, sentado en una manta extendida sobre la arena.Vittorio lo recibió con una sonrisa cálida, sus ojos oscuros reflejando la luz del ocaso. Su camisa blanca estaba desabotonada a la altura del pecho, ondeando suavemente con la brisa marina. Cristian le entregó una de las copas y se sentó a su lado, dejando escapar un suspiro de satisfacción mientras su mirada se perdía en el horizonte.—Aquí tienes, amor —dijo Cristian con una suavidad que pocas veces se permitía.—Gracias —respondió Vittorio, tomando la copa y rozando deliberadamente los dedos de Cristian en el proceso. Sus ojos
El sol apenas lograba colarse por la delgada tela que adornaba los ventanales de cristal de la habitación que Liam compartía con su esposo, hace una hora que había despertado, pero él simplemente no tenía deseos de salir de la cama, mucho menos desde que llevaba un año y medio desempleado luego de lo ocurrido en la Hamburguesería para la cual trabajaba. Le había agarrado un temor a salir a la calle, que no sentía deseos de salir en busca de otro empleo más cómodo o tal vez de uno que no le hiciera sufrir de tal magnitud, que luego tuviese que estar acostado en una butaca, con una psicóloga al lado, y es que desde aquel terrible suceso, Liam no volvió a ser el mismo, por el simple hecho de que muchas cosas cambiaron en él.En primer lugar, escuchar aquel sonido de las balas impactando contra los cristales del establecimiento y el ver como las personas salían corriendo del lugar, despavoridos, muertos de miedo, muchas personas murieron ese día y él no dejaba de sentir miedo a pesar de i