Perfecto Desconocido
Perfecto Desconocido
Por: Paola Arias
Locamente enamorada

No hallaba la hora de poder salir de la oficina e irme a casa cuánto antes. Las últimas veinticuatro horas he estado sumamente nerviosa. Desde que Aiden; mi novio, reservó en uno de los restaurantes más lujosos y caros de la ciudad, me he sentido muy ansiosa. Muy en el fondo creo saber lo que me va a proponer, pero no tengo que hacerme mucha ilusión sobre eso. Nada me haría más feliz en el mundo, que por fin, después de dos años de relación, esté dispuesto a estar el resto de vida a mi lado. La ilusión es algo que está viva dentro de mi pecho y mi mente.

Tan solo de pensar en sus palabras, en la manera de proponerme e incluso el anillo, mi corazón deja de latir...

—Calma, Sara. Es una cena, como muchas que han tenido antes. Ya estás haciéndote ideas que no son —me dije, saliendo de mi oficina—. Ten un lindo fin de semana, Tessa.

—Muchas gracias, Srta. Harris. Igualmente tenga un lindo fin de semana... y que su cena sea lo esperado —sonrió amable, terminando de organizar algunos documentos sobre su escritorio.

—Gracias, Tessa —caminé con prisa hacia el elevador, viendo la hora en el reloj de mi muñeca—. A tiempo.

Salí del estacionamiento del edificio en mi auto, yendo hacia el salón de belleza que queda muy cerca de la editorial. Durante el camino, el recuerdo del momento en el que nos conocimos cruzó por mi mente.

Era el primer día de mi trabajo en la editorial como directora editorial de la misma. Ya habían pasado cinco años desde que había empezado a trabajar para la editorial Golden's. Ser correctora de textos y de estilo, me dio la gran oportunidad de poder postularme en uno de los puestos que la gran mayoría de personal espera adquirir. Estaba nerviosa ese día, como si recién hubiera llegado a trabajar allí. Mi jefe, el Sr. Golden, un escocés bastante atractivo a pesar de su avanzada edad, me dio la oportunidad sin pensarlo, depositando toda su confianza en mí.

A lo largo de mis años trabajando en la editorial, he leído cientos de textos y he corregido grandes obras, que en su mayoría, son de nuestros propios autores. Estos libros me hacían creer que el amor a primera vista, por accidente o por una segunda oportunidad de la vida, era algo irreal y que estos amores solo estaban plasmados allí, pero en aquel restaurante, mientras pasaba una de las más grandes vergüenzas de mi vida, ahí estaba mi amor destinado, listo para protegerme y salvarme de la muerte.

¿Por qué tuve que tener tan mala suerte ese día tan especial para mí? Mi nombramiento como directora editorial fue arruinado por un desfile de comida y vino caro cubriendo todo mi cuerpo, en el momento de haberme estrellado con un camarero por andar botando la baba por el atractivo hombre que sonreía ladeado al tiempo que cruzaba por mi lado.

Aiden y yo hicimos clic al instante en que sus ojos grises se posaron en los míos. Estaba en la situación más vergonzosa de toda mi vida, y aún así, el amor se apareció justo en ese preciso momento, para verme ahogar en pena y salvarme del tremendo golpe que me esperaba con ansia el suelo. Sus fuertes brazos sostuvieron mi cuerpo firme, cerca del suyo, rozándonos, hasta respiramos del mismo aire. Era como una novela cliché en donde todo era rosas, unirconios y al final salía el arcoiris para dos personas en busca de todo menos el amor. Sin importar que su costoso traje se manchara del desastre que tenía encima, su voz y su gentileza terminó por explotar todos mis sentidos.

Desde entonces y con la excusa de pagar la lavada de su traje, ese restaurante se volvió testigo de como nació, creció y se fortaleció nuestro amor. Y tal vez, también sea testigo de la unión de dos vidas para siempre.

Solté un suspiro, riendo en mi mente por mi idiotez en aquel día. Solo puedo agradecer a Cupido y a todos los dioses del cielo por la labor que hicieron aquel día.

—No vayas a llorar, Sara. No llores.

Según llegué al salón de belleza, la chica que siempre se encarga de mi cabello y mis uñas, empezó a realizar su trabajo. Cómo no había vuelto a hablar con Aiden desde la noche anterior, le envié un mensaje de texto, pero con el pasar de los minutos, su respuesta me hizo doler el corazón sin motivo y sin razón. No vivimos juntos, pero la ausencia por varios días de mi cama, es algo que no puedo soportar. Quisiera tenerlo solamente para mí, por lo mismo es que he me hecho ideas en la cabeza de que nuestra cena es para pedir mi mano.

«Es un hombre muy ocupado, Sara. No seas impaciente, dentro de poco lo verás» Me recriminé.

Algunas veces odio sentirme tan dependiente emocionalmente de él, aunque sé que nunca llegaría a hacerme daño. Confío en él ciegamente. Sé cuan grande es su amor por mí. Entre el debate interno de mis inseguridades y mis fuerzas, mi celular vibró en mis manos. Es un mensaje de Aiden.

«Yo también te he extrañado mucho, mi cielo. No sabes lo impaciente que estoy por poder verte y tenerte entre mis brazos y cometer a besos. Termina de ponerte aún más bella para mí, que dentro de pocas horas nos estaremos viendo. Te amo, Sara. Te amo inmensamente. Nunca lo olvides»

¿Cómo no sentir este gran amor por él, a sus detalles y a sus hermosas palabras? Su profundo amor se ha sembrado en lo más recondito de mi ser, y se ha expandido como una raíz de un árbol por todo mi sistema.

—Hemos terminado, Srta. Harris... pero aun falta algo más —fruncí el ceño.

—¿Qué cosa? Así me veo perfecta, ¿no?.

—Deme cinco minutos, Srta. Harris —se marchó hacia una puerta que dice "Personal autorizado".

Unos segundos después, apareció frente a mí con un portatrajes de cuero negro. Con mucho cuidado y con una sonrisa amable en los labios, deslizó la cremallera hacia abajo, dejándome boquiabierta con el precioso vestido en su interior.

—El Sr. Bardot ha pedido que use este vestido —mi corazón se aceleró a punto de reventarse por dentro—. Sígame, por favor.

Asentí, incapaz de formular palabra alguna. Me guió hasta un cuarto lleno de espejos y cajas muy bien selladas. Me dio la privacidad y por el mero hecho de no arruinar el hermoso maquillaje, me tragué cada una de las lágrimas que pretendían salir de mis ojos. Con la sonrisa más grande que haya podido tener en mi rastro, me cambié rápidamente los vestidos.

El vestido de color vino y de encaje en la parte de los hombros y el pecho, con una abertura en la pierna derecha que sube hasta medio muslo, se aferró a cada una de mis curvas como si fuera una capa de piel más. No soy de usar vestidos tan elegantes y hermosos como este, pero debo admitir que el vestido me quedó muy bien. Cómo no estar locamente enamorada de un hombre que cuida cada detalle de mí y me hace sentir la mujer más querida y dichosa sobre la faz de la tierra.

No quiero nunca despertar del sueño tan lindo en el cual estoy con Aiden. Nuestro amor quedará escrito en los libros, como el más puro, real y sincero que haya existido en cada uno de los tiempos. Y si él no me propone matrimonio esta noche en nuestra cena, sin pensarlo dos veces, yo misma se lo propondría. Porque de algo estoy segura, y es que no voy a dejar escapar a ese hombre tan hermoso de mis manos ni mucho menos de mi corazón.

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