Perdóname...
Perdóname...
Por: Rose Callahan
Capítulo 1

De espaldas sobre su cama, su mente divagaba con aquel fortuito encuentro producido en la mañana, no podía creer que verlo nuevamente hubiera causado tanto impacto en su persona.

Había salido más temprano de lo que acostumbraba y mientras esperaba que se acercara el transporte del aplicativo pensaba que se sentía feliz, pues estaba logrando lo que tanto había buscado, desarrollarse como profesional y tener un buen lugar en el mercado laboral, tenía cinco años trabajando para L & V Ingenieros, todo había marchado sobre ruedas excepto en el amor, en esa área estaba en una sequía monumental, no tenía tiempo ni ganas de conseguir una pareja.

Miro su viejo reloj Tank de Cartier en su muñeca derecha y sonrió, era lo único que le quedaba de una época muy lejana y de la cual no quería ni debía acordarse, cuantas veces intento deshacerse de esa pieza, pero no pudo. Había demasiada historia en ella, demasiados momentos felices que valía la pena guardar en el recuerdo. Golpeo con la planta del pie varias veces el suelo, se sentía incómoda, tenía como una especie de presentimiento.

Le llego una notificación al celular, el tipo del In Drive, había cancelado el servicio, su cara mostró, un pequeño rictus de enojo, mientras seguía intentando conseguir nuevamente el servicio, justo cuando le estaban dando la confirmación de que aceptaban su celular se congeló y no había manera de que volviera a funcionar sin reiniciarse.

Levanto la vista y un auto negro venía en dirección de norte a sur, empezó a reducir la marcha y se detuvo, frente a ella.

—¿Luana? —le preguntaron, mientras que el teléfono terminaba de reiniciarse y volvía a estar en funcionamiento, justo en ese momento entro una llamada. Ella se apresuró a contestar.

—Nico, si, ya te dije que todo está terminado, los bocetos están en la laptop y hay una copia de seguridad en el cajón de mi escritorio.

—Cielo, necesito que me envíes el mail con los datos de los Sres. Ugarte, me urge… tengo la presentación en media hora, córrele nena

— Espera dame un minuto, en lo que ubico la información.

Mientras tanto, abría la portezuela del asiento delantero de la movilidad y se subía sin quitar la vista del celular.

—Nico, espera no cuelgues, estoy buscando el dato que me pediste… aguarda un momento. Acabo de subir al taxi.

—Señor, en cuanto tiempo llegaremos a San Isidro - pregunto mientras terminaba de enviar los datos por W******p.

—Unos cuarenta y cinco minutos, si no hay mucho tráfico, contesto el hombre mientras la observaba con detenimiento.

Esa voz, esa voz le parecía conocida, pero no; no podía ser él… ¿Además, ¿cómo?, si él tenía su propia empresa por Dios, es imposible se dijo y levanto la vista. Su cuerpo tembló de pies a cabeza, habría esperado cualquier cosa, pero no lo que tenía frente a sus ojos, trato de disimular su nerviosismo y lo saludo con cierta indiferencia.

—Hola Valentino —pronuncio con sequedad.

—Qué tal Lu, ¿Cómo has estado? — Respondió él con una sonrisa que le iluminaba el rostro mientras que avanzaba por la avenida y miraba de reojo como ella se sonrojaba como si fuera una colegiala.

El corazón de Luana latía con fuerza, podría decirse que si estuviera en una habitación vacía este se podría escuchar muy fuertemente. Él aún recordaba como la llamaba y eso que habían pasado ocho años desde la última vez que habían hablado.

— ¿Te pasa algo? —Pregunto Valentino — Tú nunca has sido de las que se quedan calladas, es más, diría yo, muchas veces había que taparte la boca para que te callaras.

—Por favor Tino, que cosas dices, además quien recuerda eso a estas alturas.

—Yo, yo las recuerdo —Replico el mientras la miraba —Yo creo que fueron los ratones —Dijo mientras esquivaba un auto.

—Los ratones ¿Qué?

—Los que te comieron la lengua, sigues callada desde hace un buen rato —Bromeo, el mientras se detenía por culpa de un semáforo.

—No digas eso, en verdad no me pasa nada; pero cuéntame ¿cómo te ha ido? —Pregunto Luana mientras miraba distraída por la ventanilla del auto.

—Muy bien, no puedo quejarme, ya sabes, tengo dos hijas que son mi debilidad, un buen trabajo, pero tú por lo visto le huyes al matrimonio.  ¿Nunca piensas casarte?

—No seas malo, lo que pasa es que aún no encuentro a nadie que me ame como yo quiero.

—De verdad aún no lo encuentras— pregunto curioso Valentino.

—Si —dijo ella mientras volvía a sonrojarse y volteaba la mirada hacia el exterior del auto.

Todo quedo en silencio nuevamente, pero minutos más tarde él volvió a la carga con sus preguntas.

— ¿En realidad crees que el amor aún no ha llegado a tu vida?

—Si—susurro ella, mientras su mente recordaba los momentos que había compartido con él.

Un suspiro salió de ella sin que lo pudiera controlar, la verdad es que tal vez ellos habrían podido ser felices, pero las circunstancias unidas a las personalidades contradictorias de cada uno, los hizo fracasar como pareja.

Él, por un lado, tratándola como a una muñeca de porcelana, sobreprotegiéndola en extremo, sin permitir que ella tomara decisiones por si sola, y ella, que en ese momento atravesaba una etapa de rebeldía e inmadurez, pensando que la vida solo se había hecho para divertirse sin pensar en el mañana y odiando sentirse atada a una relación tan absorbente.

—Sabes — dijo de pronto Valentino— yo nunca pude olvidarte.

Un frío intenso recorrió su cuerpo, nunca creyó que él diría eso, su corazón latía a mil por hora, quería bajarse del auto inmediatamente, pero su vanidad y curiosidad de mujer se lo impedía, quería saber hasta qué punto él la recordaba, quería sentir su ego elevarse, además sentía una pequeña emoción al saber que él no había podido olvidarla, de pronto reflexionó para sí misma y si él me está mintiendo, si se está burlando de mí, después de todo yo termine la relación diciéndole que deberíamos darnos un tiempo.

—No te burles de mí — respondió seriamente Luana.

—Pero no me estoy burlando pequeña.

Al escuchar ser llamada así después de tanto tiempo, sintió un estremecimiento interno unido a la nostalgia por los viejos tiempos, le hubiera gustado ser más liberal y seguirle el juego, pero sus principios no se lo permitían, gracias a Dios, pensaba ella ya estoy por llegar a mi trabajo y sé que este incidente no pasara de ser una simple bobería. Nada de esto volverá a ocurrir.

—Oye, oye, detente aquí, ya llegamos— aclaro Luana

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