Capítulo 43

La oscuridad reinaba absoluta, una negrura tan densa que parecía envolverlo todo. El goteo persistente de agua resonaba en el vacío, marcando el compás de un silencio sepulcral. Miguel avanzaba con cautela, cada paso desgranando un eco inquietante. Podía sentir el latido de su corazón, un tamborileo desbocado que le llenaba los oídos mientras la tensión lo mantenía alerta. Cada metro recorrido lo acercaba a la verdad que tanto había perseguido: el accidente que había destrozado su mundo y la posibilidad de que su madre estuviera viva.

—Ese subterráneo no estaba en los planos de la casa. Miguel, lo mejor será que regreses —instó Armando a través de los auriculares, su tono cargado de preocupación.

—No puedo detenerme ahora —replicó Miguel en un susurro firme, continuando su marcha con la obstinación de quien ya no puede retroceder.

Armando maldijo por lo bajo, y aunque la prudencia lo instaba a desistir, no dudó en ir tras su amigo. Todo había sido calculado al detalle, pero aquel túne
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