—¿Todo bien? —Miguel la observó divertido. —Esta es la quinta vez que me preguntas eso desde ayer, pequitas —Renata lo miraba achicando los ojos. —Es que estas extraño, ¿qué me ocultas Miguel? —él comenzó a reírse, su amigo Armando los observaba entretenido mientras acunaba a unos de sus hijos, su esposa Edith le daba un biberón al otro. Tener gemelos no era tarea fácil. En una hora llegaban a México. Iban todos juntos en el Jet —. ¿Por qué ustedes es tan arreglados? A Edith no le gustan mucho los vestido y hasta se ha puesto tacones —Miguel observaba cada gesticulación, amaba sus gestos —. Me ha dicho “quiero comenzar a usarlos más seguido” ¡Por favor! Además, mira a Armando tiene un atuendo semi formal y él usa más ropa casual y tú también —señaló su ropa —. No me digas que hay alguna reunión de trabajo y tenemos que asistir. —Amor, número uno no te oculto nada. No estoy extraño, dame a Violeta —tomaba a su hija dándole muchos besos y ella reía a carcajadas con su papi —. Número d
—¡Es mi hijo y no voy a desconectarlo! —Grita, el gobernador. Su esposa y demás hijos lloran en silencio. Ya han perdido todas las esperanzas. —Ningún doctor quiere operarlo. ¿Lo tendrás en ese estado para siempre? Esa no es vida papá. —Le dice su hijo mayor. —Lo resolveré. Pero no lo voy a desconectar. —Asegura y sale de la habitación. Con manos temblorosas coge su móvil y llama al número de la única persona en el mundo que puede ayudarlo. —Aló, ¡buen día! —Contesta Miguel a punto de subirse a su coche. Le pidió a Armando que lo acompañara a hacer una diligencia. Aun no le ha contado lo de la carta porque quiere hacerlo fuera de su casa para que Renata no se entere. Su prometida ya ha pasado por mucho y le preocupa el embarazo. —Doctor Miguel habla el gobernador. —Miguel se detiene quedando la puerta del auto abierta. —Se que mi llamada te extraña. —He estado intentado localizarlo señor gobernador. —Ingresa al coche. Va de pasajero y Armando conduce. Antes de que arranque le da
Ya con sus heridas curadas, Miguel, llega al lugar donde lo ha citado el gobernador. El sitio parece sacado de una película de zombis donde deben de resguardarse del ataque de esas criaturas. Es una fortaleza. Miguel esta atónito por la cantidad de seguridad que tiene y de todo lo que han construido alrededor para evitar el ingreso a esta hacienda. Pasa dos retenes de guardias de seguridad antes de poder ingresar.—¡Bienvenido, doctor Miguel! —El gobernador lo recibe. —¿Qué le sucedió? —Reacciona al verlo herido.—Tuve un pequeño percance. Nada grave. —Menciona sin importancia y pasan a la sala principal.El lugar es todo lujo. No escatimaron en dinero. Muebles, sillas, lámparas y chimenea hacen del lugar un paisaje de revista. Miguel sigue al gobernador que no se detiene hasta llegar a lo que parece ser su oficina.—Adelante, tome asiento. —Le indica. —Esta hacienda la herede desde que tenía 20 años cuando mi padre falleció. Desde ese entonces he venido remodelándola. Mi padre tenía
La fría noche es una premonición del desastre que estar por ocurrir. Renata siente la garganta seca mientras camina hacía la motocicleta que ya la espera. Sus latidos retumban por todo su cuerpo. Se cierra hasta el tope su chamarra y se abraza así misma. El hombre que está a un lado de la moto esperándola tiene el casco puesto imposibilitando verle el rostro.—Debo de revisarla antes. —Anuncia y sin esperar el permiso de Renata comienza a revisarla. Al comprobar que no trae nada que pueda ser peligroso sube a la moto. —Suba. —Le ordena. Renata obedece.Avanzan unos cinco kilómetros y luego se detienen a lo que parece ser un pequeño parque público. La visibilidad es poca ya que las luces de los faroles son tenues. Como es de esperarse no hay absolutamente nadie. Son casi las tres de la mañana. El Hombre se detiene en medio del parque.—Bájese. —Ordena.Renata baja y el hombre arranca nuevamente, dejándola sola. Nerviosa como nunca mira hacia todos lados, pero el silencio es perturbador
Las luces blancas iluminan el quirófano donde Miguel demuestra con soltura sus habilidades. Canta mientras sus manos tocan muchos tejidos y nervios que al mínimo error podrían acabar con la vida del joven que le han confiado. —“They will not force us. —Canta fuerte. —They will stop degrading us. They will not control us. We will be victorious. (So come on) …” —Se detiene, alza las manos, retrocede unos pasos y hace movimientos de baile. Todos ríen. —Cada vez que haces eso me haces viajar en el tiempo. Retrocedo a cuando estábamos de internos. —Dice, Armando, asistiéndolo. —Llevamos ocho horas de pie. Mi cuerpo exige movimiento. —Vuelve a colocarse para continuar. De repente los latidos bajan. Todos se paralizan durante unos segundos, pero él analiza rápidamente la situación mientras los demás esperan una indicación suya. Toma el bisturí y hace una incisión. —Lo tengo. Succión, por favor. —Pide y Armando obedece. Lo latidos se regulan poco a poco. El ser un médico es olvidarse de sí
¿¡Por qué demonios acepto salir con él!? Siento que me consumo por dentro y no puedo impedírselo, me pasa por idiota. Sólo de pensar que puede rozarla si quiera, me hace querer salir corriendo detrás de ella y creo que es lo que haré, tal vez si la veo con otro se me salga de mi mente de una vez por todas. —¡Doctor! —la enfermera Mariela está tratando de llamar mi atención. —Las radiografías —pongo cara de no saber de qué demonios me habla —las radiografías del paciente que va a operar —asiento tomándolas. —Vaya que está complicado —digo viendo la terrible radiografía. —Creo que perderá la mano —me dice afirmando. —No, no la perderá —me ve asombrada. Sí, sí... tengo ese efecto e
El sábado llega pronto, nerviosa comienzo a buscar que ponerme. Es difícil encontrar algo que me quede bien, pues tengo caderas grandes y piernas gruesas; no tengo cuerpo de modelo, aunque mi amiga Edith diga que mi cuerpo es muy bonito, que tiene la forma de un reloj de arena y que estoy bien proporcionada por todas partes, yo más bien diría que estoy algo gordita, pero como dice mi madre "lo importante es estar sana". Como la mayoría de las mujeres tengo celulitis y evito usar shorts a menos que vaya a la playa, mi estatura no ayuda mucho, mido 1.58 cm y por eso me encanta usar tacones. No debería quejarme de mi cuerpo porque no soy fan de vivir metida en un gimnasio, me gusta más caminar o hacer yoga, pero lo hago muy de vez en cuando. Tengo poco busto por no decir nada, las describiría como dos naranjas pequeñas, pero en comparación con otras mujeres, soy copa 34 afortunadamente; ni
Miguel tomaba a Renata con desesperación y con un profundo miedo recorriéndole el cuerpo; miedo de perderla, de que olvidara sus besos, su cuerpo, de que lo olvidara a él para siempre. Los celos nunca habían formado parte de su vida, pero esa pelirroja lo tenía trastornado. Al principio creyó que podría soportarlo, pero a medida que pasaban las horas y los días, todo fue un calvario. A las seis en punto llegó al hospital, la operación que tenía programa sería hasta dentro de una hora, la enfermera Sonia le entregó papeles a firmar y fue entonces cuando se le ocurrió no firmar algunos. Así tendrían que llamar a Navarrete para interrumpirle su almuerzo, sabía que estaba actuando como un adolescente, pero era incapaz de reconocer que estaba enamorado. Recién terminaba de operar, cuando su guardaespaldas de confianza le mando una foto de