En sus brazos me sentía otra, el miedo se esfumó en cuanto sus manos me tocaron con amor, aun podía percibir su dolor, pero sobre todo su necesidad de estar conmigo. Ahora lo comprendía, él estaba roto por dentro con miedo de amar, no es fácil perder a las personas que piensas que siempre estarán a tu lado; le hago saber con mis besos que no voy a irme de su lado. Miguel toma mi cuerpo sin reservas y me besa apasionadamente, aunque el clima es fresco los dos estamos sudando, tiemblo como antesala al inminente orgasmo.
—No cierres los ojos, mírame —sonó como un ruego, en vez de una orden.
Me pierdo en sus hermosos ojos esmeralda. Él aprieta mis glúteos y se introduce en mí más fuerte, yo siento morir por el contacto piel a piel. Pasa su lengua mojada por todo mi cuello hasta llegar a mi boca, me muerde y hala el labio inferior.
Le dolían los pies horrores. ¿Por qué no se vistió deportiva? Es que amaba tanto los tacones, pero por primera vez comenzaba a odiarlos, llevaba más de una hora deambulando por calles desiertas, el frio era terrible, sentía que moriría de hipotermia. Deseaba estar con Miguel, abrazarlo y besarlo, eso la hizo recordar el primer beso con él. "Flashback" Entre más lo veo y platico con él, más aumentan mis ganas de querer besarlo. Esta es nuestra tercera cita, aún sigo sin saber nada de su vida, siempre que le pregunto tengo la mala suerte de que le cae una llamada del hospital o él hábilmente cambia de tema. Ya casi llegamos a mi apartamento, se puede percibir la fuerte atracción que hay en ambos, yo intento concentrarme viendo el camino. —¿Te gustó la cena pequitas? —pregunta con su sexy su voz grave y tan masculina. —Mucho, ¿y a ti? —esboza una media sonrisa. —Me gustó más tu compañía y m
Nuevamente, el sentirme sola hizo que me despertara, él no está a mi lado. Recuerdo que puso su cabeza en mi estómago, lo acaricié y luego debí quedarme dormida. Me levanto a asearme y colocarme mi pijama; un short de seda corto y una camisa de tirantes, después de cepillarme los dientes voy a buscarlo a su despacho, cuando estoy cerca disminuyo el paso al escuchar una voz de mujer. —¿¡No entiendo qué ha cambiado!? —se escucha molesta. Me acerco a la puerta un poco para escuchar mejor. —No hay nada que entender, siempre he sido claro contigo. —No me refiero a eso Miguel, yo siempre he sabido que te compartía y nunca te exigí nada. Te perdías por meses y yo siempre te esperaba, ¿qué ha cambiado? —Es mejor que te vayas, ya es muy ta
—¿Por qué me ves así mi Mérida? —dice divertido el muy cabrón. —Por nada —contesto con valentonería, sin darme cuenta de mi gran error, mi clítoris comienza a vibrar fuertemente. Me muerdo el labio aguantándome los gemidos y cuando estoy a punto de correrme, él se detiene nuevamente. Lo miro con frustración y odio. —Vámonos —me toma de la mano y salimos casi corriendo del restaurante. Subimos al coche ante la mirada de algunos, arranca rápido el coche y me mira de reojo de vez en cuando, de nuevo activa el maldito vibrador y yo me agarro del asiento del coche, pero esta vez gimo para torturarlo; escucho como su respiración se vuelve más pesada y la manera que me ve con ganas de poseerme. Cuando estoy a punto del orgasmo, otra vez para y me acalambro sin poder terminar, un leve dolor
Flashback Su sonrisa es tan arrebatadora que me contagia, cada rasgo de su rostro me encanta; sus largas cejas gruesas, esas pestañas tan interminables que adornan sus hermosos ojos oscuros y su nariz pequeña que provoca siempre rozarla con la mía, imposible describir sus labios pues son una verdadera obra de arte y casi siempre termino contando cada peca de sus mejillas. El viento de la terraza mueve su largo cabello rojo, ella definitivamente es mi sueño hecho realidad. —¿Por qué me ves así? —sonríe, iluminando aún más la hermosa tarde. —¿Cómo te veo, pequitas? —se sonroja ante mi mirada. —Se me notan un poco —toca sus delicados pómulos. Me acerco y con mi dedo toco una a una sus pecas.
Entramos directo a emergencias, rápidamente un doctor nos atiende y me sorprendo por lo guapo que es, por supuesto no más que Miguel. El doctor intenta acercarse, pero mi cachorrito no lo deja y comienza a gruñirle. —¡No bebé! Él es bueno y te curará, yo estoy aquí —como si entendiera deja de gruñir y así el doctor puede tomarlo. —¡Vaya! Parece que tienen una bonita conexión —me sonríe con una dentadura hermosa que no imaginé que tenía, de inmediato siento las manos posesivas de Miguel sobando mis hombros. ¡Hombres! Comienzo por relatarle al doctor como lo encontré. —¿Se lo quedarán? —pregunta mientras lo revisa minuciosamente. — ¡No! — ¡Si! —decimos al mismo tiempo, fulmino a M
Miguel no le dirige la mirada, continúa enrollando su dedo en un mechón de mi cabello. En cambio, yo lo observo a él y luego a ella. —Isadora lo que tengas que decirme dilo enfrente de mi novia, igual tendré que contárselo después —ella luce muy molesta, pero intenta calmarse. —¡Es algo personal! Tu novia podría tener la sutileza de darme unos segundos a solas contigo, no tardaré —le pide al borde del llanto. —Miguel no hay problema, yo ya me iba. Te espero en casa —acaricio su mejilla. —No —se pone de pie y toma mi mano —. Vamos a ir a almorzar juntos. Isadora si son unos segundos dímelo ahora —ella suspira rendida. —Está bien, vengo a buscarte como médico —se acerca al escrito
Durante las próximas horas me dedico a practicar mi técnica y hacer los preparativos preoperatorios, llego a la salita del café cargado de libros; me devoro uno tras otro y aunque, me sé todo de memoria no quiero que se me escape nada. Le escribo a Renata constantemente, ella me manda fotos jugando con Eros y yo sonrío, es una loquita. —Ojalá yo fuera la causante de tu risa —Isadora se sienta a mi lado —. ¿Cómo va todo? —Saldrá perfecto, no te preocupes. —Miguel —toma mi mano —, lamento mucho que... —mi reacción inmediata es apartar mi mano de la suya. —Eso es pasado, debo irme, ya es tarde —recojo mis libros y me voy a casa. Al entrar por la puerta, Eros salta sobre mí y lo aca
—¡¡TÚ A MI, NO ME GRITAS!! —grita también — ¡Vete a la m****a! —me empuja y sale corriendo. No soy capaz de ir tras ella no estoy listo para contarle esa parte de mi vida donde, después de eso, no he sido capaz de reconstruir mi alma herida, sólo tengo pedazos, pedazos que no puedo unir; he extrañado tanto a mi familia que cada día que pasaba era un día menos que estaba sin ellos. Pero desde que conocí a Renata, ese sentimiento cambió y de verdad disfruto cada nuevo día a su lado; amo verla dormir, comer y sonreír, pero no quiero que también cargue con mi dolor. Salgo de la recámara e intento abrir nuestra habitación, pero está con llave. Tengo la intención de tocar y pedirle que hablemos, pero me abstengo y doy la vuelta hacia mi despacho. Tomo mi violín y lo toco por unas horas, me relajo un poco logrando tranquilizarme. Mi celular