Flashback
Su sonrisa es tan arrebatadora que me contagia, cada rasgo de su rostro me encanta; sus largas cejas gruesas, esas pestañas tan interminables que adornan sus hermosos ojos oscuros y su nariz pequeña que provoca siempre rozarla con la mía, imposible describir sus labios pues son una verdadera obra de arte y casi siempre termino contando cada peca de sus mejillas. El viento de la terraza mueve su largo cabello rojo, ella definitivamente es mi sueño hecho realidad.
—¿Por qué me ves así? —sonríe, iluminando aún más la hermosa tarde.
—¿Cómo te veo, pequitas? —se sonroja ante mi mirada.
—Se me notan un poco —toca sus delicados pómulos. Me acerco y con mi dedo toco una a una sus pecas.
Entramos directo a emergencias, rápidamente un doctor nos atiende y me sorprendo por lo guapo que es, por supuesto no más que Miguel. El doctor intenta acercarse, pero mi cachorrito no lo deja y comienza a gruñirle. —¡No bebé! Él es bueno y te curará, yo estoy aquí —como si entendiera deja de gruñir y así el doctor puede tomarlo. —¡Vaya! Parece que tienen una bonita conexión —me sonríe con una dentadura hermosa que no imaginé que tenía, de inmediato siento las manos posesivas de Miguel sobando mis hombros. ¡Hombres! Comienzo por relatarle al doctor como lo encontré. —¿Se lo quedarán? —pregunta mientras lo revisa minuciosamente. — ¡No! — ¡Si! —decimos al mismo tiempo, fulmino a M
Miguel no le dirige la mirada, continúa enrollando su dedo en un mechón de mi cabello. En cambio, yo lo observo a él y luego a ella. —Isadora lo que tengas que decirme dilo enfrente de mi novia, igual tendré que contárselo después —ella luce muy molesta, pero intenta calmarse. —¡Es algo personal! Tu novia podría tener la sutileza de darme unos segundos a solas contigo, no tardaré —le pide al borde del llanto. —Miguel no hay problema, yo ya me iba. Te espero en casa —acaricio su mejilla. —No —se pone de pie y toma mi mano —. Vamos a ir a almorzar juntos. Isadora si son unos segundos dímelo ahora —ella suspira rendida. —Está bien, vengo a buscarte como médico —se acerca al escrito
Durante las próximas horas me dedico a practicar mi técnica y hacer los preparativos preoperatorios, llego a la salita del café cargado de libros; me devoro uno tras otro y aunque, me sé todo de memoria no quiero que se me escape nada. Le escribo a Renata constantemente, ella me manda fotos jugando con Eros y yo sonrío, es una loquita. —Ojalá yo fuera la causante de tu risa —Isadora se sienta a mi lado —. ¿Cómo va todo? —Saldrá perfecto, no te preocupes. —Miguel —toma mi mano —, lamento mucho que... —mi reacción inmediata es apartar mi mano de la suya. —Eso es pasado, debo irme, ya es tarde —recojo mis libros y me voy a casa. Al entrar por la puerta, Eros salta sobre mí y lo aca
—¡¡TÚ A MI, NO ME GRITAS!! —grita también — ¡Vete a la m****a! —me empuja y sale corriendo. No soy capaz de ir tras ella no estoy listo para contarle esa parte de mi vida donde, después de eso, no he sido capaz de reconstruir mi alma herida, sólo tengo pedazos, pedazos que no puedo unir; he extrañado tanto a mi familia que cada día que pasaba era un día menos que estaba sin ellos. Pero desde que conocí a Renata, ese sentimiento cambió y de verdad disfruto cada nuevo día a su lado; amo verla dormir, comer y sonreír, pero no quiero que también cargue con mi dolor. Salgo de la recámara e intento abrir nuestra habitación, pero está con llave. Tengo la intención de tocar y pedirle que hablemos, pero me abstengo y doy la vuelta hacia mi despacho. Tomo mi violín y lo toco por unas horas, me relajo un poco logrando tranquilizarme. Mi celular
—¡Te amo! —respondo emocionada y se le dibuja una enorme sonrisa en su sexy boca, lo abrazo llenándome de su olor y su calor. ¡Me ama! ¡Él me ama! Lo que yo siento por Miguel va más allá de lo que imaginé llegar a sentir por alguien. Lo supe desde que sus ojos verdes sellaron mi corazón, yo siempre estuve clara de mis sentimientos y ahora que sé que me ama es como si flotara en un mar de felicidad, el sentimiento de ser correspondida es mágico, tu existencia en esta vida es menos efímera; por eso prefiero amar hasta los huesos sin importar las repercusiones, pues simplemente el hecho de sentir que vibro hace que quiera comerme al mundo. Me cobijo en sus brazos; dormimos acurrucados, felices y enamorados. A la mañana siguiente, Miguel ha insistido demasiado en que debíamos venir al médico, a pesar de que le he repetido muchas veces que
"Miguel" Tres meses atrás... Estoy tan furioso, que hago respiraciones profundas para calmarme. ¿¡Cómo es posible que esta mujer se haya atrevido a tanto!? Y sobre todo pensar estúpidamente que yo no me enteraría. Bebo una copa de Brandy en otro intento para no cometer una locura, pero es imposible, me da tanta repugnancia recordar que tiempo atrás me la llevé a la cama. La luz de mi celular se enciende, leo el mensaje de mi seguridad interna indicándome que están llegando; me bajo del auto, la he citado cerca de un lago, es un lugar bastante apartado, no quiero que nadie me vea con ella. —¡Mi amor! —camina sonriente hacía mi —Sabía que volverías a buscarme —quiere abrazarme y le sujeto las manos en el aire con fuerza.
Sin pensarlo dos veces, Miguel ingresó a la galería para ver la operación de Renata que tenía a penas unos minutos de haber comenzado, se le notaba que trataba de mantener la poca cordura que le quedaba, evaluaba cada movimiento de Kiroga, aunque, sabía que él era muy bueno. Caminaba de un lado a otro, todavía no asimilaba que el amor de su vida estuviera en esa camilla. Dos horas habían pasado, de repente la mano de Kiroga se pausó en el aire, Miguel presionó el botón del interlocutor para hablar. —Kiroga, ¿qué sucede? —trato de que, en su voz, no se notaran los nervios. —Uno de los senos venosos está demasiado inflamado, no me permite avanzar. —Rodéalo y has una ligera incisión alrededor, pero no lo toques —indicó atento, Kiroga procedió con confianza.
Miguel monitoreaba los latidos de Renata; cada media hora subían de la nada y en esta última hora subían cada quince minutos, no tuvo dudas de que eran contracciones y que su hija nacería en cualquier momento. Llamó a los doctores y enfermeras para que prepararan el quirófano, él mismo recibiría a su hija no le importaba lo que opinaran los demás, si era ético o no. Necesitaba a su hija, su único motivo para seguir viviendo. —Hermano, déjame apoyarte —pedía Armando —. Soy un tío impaciente —sonrió con ternura. —Claro que sí, hermano —lo abrazó —. Te veo en el q