"Miguel"
Tres meses atrás...
Estoy tan furioso, que hago respiraciones profundas para calmarme. ¿¡Cómo es posible que esta mujer se haya atrevido a tanto!? Y sobre todo pensar estúpidamente que yo no me enteraría. Bebo una copa de Brandy en otro intento para no cometer una locura, pero es imposible, me da tanta repugnancia recordar que tiempo atrás me la llevé a la cama. La luz de mi celular se enciende, leo el mensaje de mi seguridad interna indicándome que están llegando; me bajo del auto, la he citado cerca de un lago, es un lugar bastante apartado, no quiero que nadie me vea con ella.
—¡Mi amor! —camina sonriente hacía mi —Sabía que volverías a buscarme —quiere abrazarme y le sujeto las manos en el aire con fuerza.
Sin pensarlo dos veces, Miguel ingresó a la galería para ver la operación de Renata que tenía a penas unos minutos de haber comenzado, se le notaba que trataba de mantener la poca cordura que le quedaba, evaluaba cada movimiento de Kiroga, aunque, sabía que él era muy bueno. Caminaba de un lado a otro, todavía no asimilaba que el amor de su vida estuviera en esa camilla. Dos horas habían pasado, de repente la mano de Kiroga se pausó en el aire, Miguel presionó el botón del interlocutor para hablar. —Kiroga, ¿qué sucede? —trato de que, en su voz, no se notaran los nervios. —Uno de los senos venosos está demasiado inflamado, no me permite avanzar. —Rodéalo y has una ligera incisión alrededor, pero no lo toques —indicó atento, Kiroga procedió con confianza.
Miguel monitoreaba los latidos de Renata; cada media hora subían de la nada y en esta última hora subían cada quince minutos, no tuvo dudas de que eran contracciones y que su hija nacería en cualquier momento. Llamó a los doctores y enfermeras para que prepararan el quirófano, él mismo recibiría a su hija no le importaba lo que opinaran los demás, si era ético o no. Necesitaba a su hija, su único motivo para seguir viviendo. —Hermano, déjame apoyarte —pedía Armando —. Soy un tío impaciente —sonrió con ternura. —Claro que sí, hermano —lo abrazó —. Te veo en el q
Renata no hablaba con nadie, se sentía completamente perdida tratando de recordar algo, pero su mente estaba en blanco. Su frustración iba en aumento por cada minuto que pasaba intentando tener una leve memoria de su vida, se arropó con la cobija sentía mucho frío y, además, le dolían sus pechos horrores, pues estaban cargados de leche. Miraba a través de la ventana como el viento movía la copa de los árboles, le parecía inverosímil lo que estaba viviendo; se hizo la dormida dos veces cuando una pareja de señores que decían ser sus padres entraban a verla y para colmo, la cabeza comenzaba a dolerle un poco. Edith tenía un plan en mente para ayudar a su amiga, entendía que no era fácil no poder recordar nada acerca de uno mismo, pero ella tenía una familia que la amaba y una hija que esperaba ansiosa su amor. Miguel se sentía impotente, no sabía cómo acercarse a ella y se asomaba constan
Renata" No puedo dejar de ver la carita de mi hermosa hija. ¿Cómo es posible que haya salido de mí? Me derrito ante su sonrisa, es que es tan perfecta. —Sabes Nata, nunca imagine vernos así —levantó mi mirada, Edith carga a uno de sus hijos parecen bebés de revista, son idénticos a su padre, pero tienen los ojos de ella —. Ambas somos madres —sonrío, la verdad es que gracias a Edith he recuperado algo de mi vida, todo lo que me ha contado me ha servido para entender que tengo que ser paciente, voy a recordar, sé que sí. ¡Gracias Edith! Tú me has hecho comprender tantas cosas —expreso sincera. —Siempre estaré para ti, eres mi hermana Renata —mi corazón se emociona ante sus palabras, tengo mucha gente que me ama. —¿Podemos pasar? — pregunta Armando mirando a su esposa con devoción. Se acerca y le da un beso, para luego cargar a su hijo —¿Me extrañaste hijo? —lo besa repetidamente y el niño ríe a carcajadas, se ve
Los labios de Miguel están causando estragos en mí, deseo besarlos constantemente y sumado a la suavidad de sus caricias, creo que me volveré adicta a él. Varios ladridos hacen que me separe asustada, miro hacia abajo y hay un pequeño perrito moviendo su colita como un loco. —Hay alguien más que te extraño mucho —divertido Miguel lo coge en brazos —. Eros, mami no recuerda, pero estoy seguro de que volveremos a enamorarla —¡ama los animales! Le habla con tanto cariño que el hermoso perrito ladra como si afirmara lo que él dice y yo sonrió. —¡Hola Eros! —lo acaricio y el rebosa de felicidad, me atrevo a tomarlo sin miedo y me lame por todas partes —Eres tan bonito —me hace cosquillas lamiéndome el rostro. —Eros me ayudo a sobrevivir sin ti —los ojos de Miguel se ponen tristes, con mi otra mano acaricio su mejilla. —Lo lamento, yo... —besa la palma de mi mano. —No tienes que lamentar nada, no fue tu culpa lo que sucedió. Lo único que quiero es q
"Renata"Quita mi camisa de un tirón y con la otra mano desabrocha mi sujetador, me asombra la destreza y rapidez con que lo hace. Lame mi cuello provocándome escalofríos que recorren toda mi columna vertebral, me froto desesperadamente contra su erección una y otra vez, estoy segura de que estoy hecha agua.—¡Por favor! —suplico, no soporto más.—Por favor, ¿qué? —me da una fuerte nalgada que casi me hace llegar al orgasmo y ahora él se frota duramente contra mí clítoris.—Te quiero dentro de mí —pido jadeante.—Aún no pequitas —en un ágil movimiento me da vuelta contra la pared y roza su miembro en mi trasero —. Quiero disf
Esta mañana se sentía particularmente extraña, ese sueño con Miguel fue muy vívido. ¿Y si fue un recuerdo? Entonces, Miguel no la quería. Ahora estaba más confundida que nunca, continúo bañando a Violeta quién reía y disfrutada del baño.—Señora, su desayuno está listo. ¿Se lo traigo o bajará?—Bajaré, ¡muchas gracias!No sabía a qué hora regresaría Miguel del hospital y la verdad, no quería esperar. Iría a buscarlo a la hora del almuerzo y le contaría sobre el sueño, él le diría si pasó en realidad.
—Te repito nuevamente; no pueden mover al paciente a otro hospital. Él morirá 10 min después de haberlo subido a ese helicóptero. —Miguel, la familia es quién esta ordenando moverlo, ya les expliqué el riesgo. Firma el papel —el doctor Melet colocó el bolígrafo encima de la hoja. —Jamás firmaré esto, no voy a dar mi consentimiento para asesinar a alguien. ¡A penas tiene 19 años! —¡Por Dios, Hunt! ¡Es el hijo del gobernador! Tú crees que no buscará la manera de sacarlo de aquí. —Pues no será por mí, que busque otra manera. Además, no comprendo cómo alguien decide por la vida de su hijo de esta forma tan fría, él aún tiene esperanzas de recuperarse —respiró profundo, se sentía completamente agotado —. Déjame hablar con él. —De ninguna manera, no quiero que te involucres en esto. —¿De qué hablas? Es mi paciente. —Habló de que cualquier cosa que pase con él, seré yo quien asuma toda responsabilidad. —¿Por qué