Capítulo 19.

Miguel monitoreaba los latidos de Renata; cada media hora subían de la nada y en esta última hora subían cada quince minutos, no tuvo dudas de que eran contracciones y que su hija nacería en cualquier momento. Llamó a los doctores y enfermeras para que prepararan el quirófano, él mismo recibiría a su hija no le importaba lo que opinaran los demás, si era ético o no. Necesitaba a su hija, su único motivo para seguir viviendo.

—Hermano, déjame apoyarte —pedía Armando —. Soy un tío impaciente —sonrió con ternura.

—Claro que sí, hermano —lo abrazó —. Te veo en el q

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