Nuevamente transcurrieron dos semanas en las que seguí sin saber nada de él.
Eso me hacía pensar en las noches que si no era yo quien lo hubiera buscado en todo este mes, de todos modos, él no habría vuelto a mí. No habría llamado tal como no lo hizo. No me habría respondido, aunque fuera un puto correo, pese a que en las madrugadas no me cansé de escribirle cientos de palabras de amor, de odio, de dolor y arrepentimiento por haber confiado tanto en él.
Mi cabeza deliraba y maquinaba desde lo más peligroso que pudo haberle sucedido hasta lo más bajo que él me pudiera hacer. Las cosas solo caían por el peso de darles la razón a las personas que me decían que se arrepintió y decidió marcharse. Tal vez si al menos el conserje no me hubiera dicho que se marchó por su propio pie, con sus cosas en mano, habría creído lo peor, mas
SAMANTABoston, Massachusetts¡Fuego!Mi cuerpo ardía y temblaba a la vez.Esos ojos… esos ojos que me taladraban y causaban espasmos que no sabía podía experimentar; espasmos de placer, de tortura exquisita y un vaivén de emociones que jamás había vivido.Un tacto que quemaba con cada roce, unas manos firmes que conducían a mi cuerpo al delirio del placer.—¡Ahhh! —gemí ansiosa al sentir unos dedos adentrarse entre mis muslos. Palpaban mi sexo que estaba insólitamente mojado.Mi cuerpo parecía pegado a la cama, amarrado con hilos invisibles que me impedían moverme para verlo a la cara. Mi rostro de lado, sobre la almohada de plumas y fundas blancas, deseaba con fervor poder v
RICHARD JONESEn medio de una crisis de llanto de Erín, tomé aquel avión en el aeropuerto de Londres. Emily, mi ex esposa, había manipulado a mi pequeña hija para que llorara a mares y la culpa no me dejara partir.Apenas había salido la sentencia del divorcio y era oficial; estaba soltero legalmente, aunque desde hace dos años vivíamos separados. Cada quien hacía su vida a su modo.Las cosas entre Emily y yo no resultaron desde un principio, así que no quería siquiera pensar en la idea de volver a tener a alguien en mi vida de una manera formal a pesar de tener tan solo treinta y cuatro años.Llegué a Boston renovado por completo, sintiéndome liberado de una vida a la que mucho tiempo me até por mi pequeña, pero en la que ya me sentía ahogado, asfixiado por tener a Emily respirándome en
SAMANTAMe levanté ese día con unas tremendas ojeras, pues no concilié para nada el sueño. Volver a ver a Rick me había afectado demasiado, tanto que estaba muy sorprendida porque creí que era algo del pasado, algo insulso que no podría sacudir mi interior como cuando era una simple adolescente.Necesitaba olvidar ese estúpido amor de infancia o perdería algo más que la cordura en presencia de ese hombre ya maduro y, para qué negar, demasiado sensual. Con el simple halo de su voz y la evidente experiencia que destilaba por cada poro de su piel, alborotó sin dudas mis hormonas como nunca las había sentido.Como una tonta quinceañera, marqué de inmediato el número de Frank y lo invité a almorzar para, por lo menos, tener la excusa de no dejar caer la baba por Rick.«¡Tonta! ¡
RICKCuando llegué a casa de John, oí las felicitaciones efusivas que le propinaba al muchacho que estaba con Samanta. Al fin conocería al susodicho noviecito y tendría un mejor panorama de lo que me esperaba con esa belleza que quería para mí.De todas maneras, era evidente que no deseaba casarse con ese joven y, mucho menos, estaba enamorada, por lo que le estaría haciendo un favor y no otra cosa.Ladeé mi rostro, viéndolo por detrás de la silueta de John. No podía negar que no estaba nada mal. Sin embargo, estaba seguro de que salía ganando en experiencia, y es que la diferencia entre él y yo era que a mí no me interesaban las rosas y corazones. Solo quería deleitarme y saciar mis ganas con aquella mujer que dejó de ser «la pequeña Sam», como John se empeñaba en llamarla.
RICKLlegué a mi departamento con bastante tensión en el cuerpo por mis pensamientos poco inocentes hacía Samanta. El lugar se trataba de un ático bastante lujoso con una habitación principal y tres habitaciones para las visitas. Del elevador, marcando el código del departamento, se accedía directamente al vestíbulo que le correspondía y dividía la entrada al salón principal mediante una puerta de cristal. La estancia era impresionante por las vistas que ofrecía. El piso era de madera de roble lustrado, al punto de poder contemplar en él mi propio reflejo. El salón era muy amplio y se dividía en tres ambientes. El primero; una sala principal decorada con sillones de cuero marrón, mesa centro de cristal, una chimenea moderna y un mobiliario que ostentaba en él un enorme televisor con consola y en uno de los costados
RICKCuando John me dio las nuevas coordenadas, supuse que se debía a que una de sus aventuras se encontraría allí, y mi intuición me decía que tal vez se trataba de la amiga de Samanta.Sonreí con satisfacción, imaginándola nerviosa al verme también allí, provocándola a ella y al muchacho que tenía por novio.Sin embargo, al llegar al lugar, grande fue mi sorpresa de hallarla sola. No podría escudarse detrás de aquel niñato, ni muchos menos tendría a su tío John para sacarla del apuro al que la sometería.La había visto llegar, beber apenas una cola y luego bajar a la pista principal para danzar como el mismísimo diablo… Provocó, incitó y movió su delicado y sensual cuerpo de sirena sin que supiera que la estudiaba desde la terraza, donde beb&ia
SAMANTAEntré con prisa y con el cuerpo trémulo al piso que compartía con John. Al cerrar la puerta, emití un hondo suspiro. Me recosté en la lisa superficie y cerré los ojos para intentar procesar todo lo que acababa de ocurrir en casa de Rick.«¡Estuve en casa de Rick! Pero ¿qué demonios me ocurrió para haber accedido marcharme con él?», pensé en mis adentros, completamente sobrepasada por todo lo que ese hombre causó en mí, tan así que solo empleé unas cuantas palabras.Inhalé y exhalé varias veces, tratando de olvidar su cálido aliento en mi nuca y en la piel de mis hombros mientras afirmaba con total convicción que el motivo por el que no tenía entusiasmo alguno por mi matrimonio con Frank… se debía a que estaba interesada en él
SAMANTAOí el despertador y, por primera vez en mi vida, no deseaba desprenderme de las sábanas. Con pereza, comencé a removerme en la cama. Intenté espabilarme y abrir los ojos sin mucho éxito. Era lunes y debía acudir a la oficina, más aún porque durante la mañana presentarían a un nuevo socio comercial que aportaría un capital importante para un nuevo proyecto en Europa y Las Vegas.—¡Sam! —oí a mi tío gritar tras la puerta—. ¡Pequeña, levántate!—¡Ya voy, tío! —Puse una almohada sobre mi cabeza.Sin mucho afán, me metí en la ducha y dejé caer el chorro de agua caliente sobre mi piel. Sentía ciertas molestias en mi sexo por lo que había pasado con Frank. Tal vez no lo amaba como debía, pero estaba segura de que, si pon&iacu