CAPITULO 30

SAMANTA

Cuando llegamos a la empresa, el coche que nos seguía también se detuvo y un grupo de hombres vestidos de negro descendieron de él para seguirnos hasta la entrada de la compañía.

—Louis —se dirigió a un hombre de un físico extraordinario, pero con canas que anunciaban que debía rondar los cincuenta—. Ella es Samanta, mi sobrina, y por quien debes preocuparte principalmente.

—Buenos días, señorita —saludó el hombre.

Por el enfado no devolví el gesto y solo caminé con prisa hasta entrar al edificio.

Subimos al elevador.

Al llegar a nuestro piso quise caminar en dirección a mi oficina, pero la voz de John me detuvo.

—Trabajarás conmigo en mi oficina.

—Pero… mis cosas…

—Tus cosas ya las he mandado a mudar jun

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