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Me senté girándome hacia él, presionando la sábana contra mi torso, de forma falsamente pudorosa.

— ¿Por qué te has quedado callado Rodrigo? — mirarlo en aquella postura tan varonil y sensual me distraía, pero estaba ansiosa por oír su repuesta.

— Me gustaste desde el primer minuto — confesó tan tranquilo, acomodando su mano libre bajo las sábanas sobre mi muslo — me diste la oportunidad de tenerte en mi cama y no pude detenerme. Tomé la oportunidad que me diste nena. No me mires así.

Empujando las sábanas y sacudiéndome su mano de mi cuerpo, comencé a buscar a tientas la luz de la lámpara de noche y una vez encendida conseguí arrastrarme por la cama y tomar su camisa para ponermela por encima de mi desnudez.

Me levanté anudando a la vez mi nuevo atuendo y su mirada sobre mí, no
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