~ Rodrigo ~
—Podemos...La miraba tan hermosa, tan mía, tan ella, tan libre, y me sentía más miserable de lo que ya de por sí era.
La había obligado a confesarme algo que ya sabía y de la que a mi manera, la había estado protegiendo todo este tiempo y por eso era que ella se sentía tan a salvo de él, sin saber que de quien sí no estaba a salvo, era de mí. Su cuerpo encajaba en el mío con un nivel de perfección que solamente la mano de Dios podía crear. Ella estaba destinada a ser mía, como yo estaba destinado a ser suyo. Solo que la parte rastrera de mí, había jugado un par de fichas sucias para tener todo de ella.Tomé su rostro medio borracho, tan bien otra de mis culpas, y lo besé como el loco que era y estaba por ella.<Me sorprendí a mi misma estirando los brazos sobre la cama del hotel, despertando los músculos de mi cuerpo.Me dolía un poco la cabeza pero nada grave. Evidentemente tenía una resaca de un poquito de cuidado.Busqué con la vista a Rodrigo a mi lado y no estaba. Me senté llevándome la mano a la cabeza porque el sol que entraba por la ventana, mis niveles de alcohol acumulados en sangre y en proceso de ser expulsados de mi sistema o tal vez,la típica desorientación mañanera me habían dado un pequeño mareo.Gestualizando mi malestar de manera facial, me fijé en la ropa que tenia puesta y que no sabía como había llegado hasta mí. Asumí que mi jefe me había cambiado mientras estaba borracha,no podía recordarlo.Tenía que ir hasta mi habitación. Aprovechando que habíamos vuelto al hotel, deb&iacut
Para no desmentir a Rodrigo, y dándole un último beneficio de duda, me quedé callada y sonriendo para aquel señor, que no me gustaba un pelo.No pude concentrarme en el resto del viaje en bote por la cueva. Estaba demasiado confundida y a pesar de que él notaba lo tensa que me encontraba, seguía besando mis manos que se perdían entre las suyas.La guía podría habernos mandado a tomar por culo, y no nos habríamos enterado. Yo no oía nada más que las últimas palabras de Rodrigo y él, lucía nervioso y poco comunicativo con su amigo.El paseo acababa en una cascada hermosa, donde nos podíamos haber hecho unas fotos increíbles pero el tema a tratar,no me dejaba disfrutar del tour. Salí del bote como si tuviera un muelle en las nalgas,me urgía estar a solas con mi "marido".—¿Dónde
—Pero,¿Qué coño haces? —me quedé mirando como estúpida el auricular en mi mano y en la suya el cable roto que había impedido que hablara con mi amiga. Mi vista oscilaba entre ambos sitios.—No quiero que hables con él —se apresuró a decir entre palabras cortadas y medio enredadas, dejando claro que mentía.—¿Con quién no quieres que hable, Rodrigo?,y más interesante aún—me levanté y lo encaré —¿Quién te crees que eres para decidir con quien puedo, o no, hablar?, pero es que además, ¿Cómo coño te atreves a interrumpir mis llamadas de esa manera tan radical y hasta violenta... qué demonios te pasa?Me quitó el aparato y lo soltó sobre la cama para abrazarme con euforia.Tenía unos comportamientos tan extraño
RodrigoDespertar sin ella, aquel día en Cuba, es algo de lo que aún no me recupero.Cada maldita mañana que me levanto tengo la misma sensación en el medio del pecho. Un dolor punzante que me recuerda que ella no está. Que se ha ido. Que me dejó. Que salió todo mal y se cumplieron mis más grandes temores... Lucy, me había pedido el divorcio.Aquella mañana me levanté perdido, en un país que no era el mio, sin la mujer de la que me había enamorado como un demente y a la que había engañado como un traidor.Mi abuelo me presionaba para comprar la empresa de Lucy. No quería una fusión, ni una colaboración. Tampoco quería que trabajara con ella como mi asistente o algún arreglo que pudiese llegar a obtener de aquella rubia que amaba, él, simple y tácitamente,
Lancé los papeles al suelo y me fuí directo a la puerta con un genio del demonio, que estaba segura le dejaba una feísima imágen de mí, al abogado de mi marido. La abrí con ira, g me detuve a un costado, con una mano en el picaporte y la otra en mi cadera antes de decir:—¡Fuera de mi casa!... y dígale a su cliente, que ya le irá a ver mi abogado a él, con una contrapropuesta.El hombre se levantó con profesionalismo y recogió su maletín del suelo, con parsimonia hasta mi posición y me advirtió antes de salir:—Su abogado sabrá, en cuanto vea el documento —se detuvo para enfatizar —que este acuerdo estaba implícito en su sentencia de matrimonio. No es negociable bajo ninguna circunstancia y mi cliente no va a ceder ante sus obligaciones. Usted es su esposa, y él está en
—¿Puedo confiar en tí para quedarte en mi casa mientras voy a trabajar?—ella puso cara de obviedad y levanté un dedo para presionarla con mis siguientes palabras —si vas a meterme en algún lío, dímelo ahora,pero no te quedes aquí a liarla solo por joder. Hay cámaras y voy a estar monitoreando lo que hagas aquí dentro, por Internet. Estoy confiando en tí.Ella simplemente asintió y yo suspiré sin mucho más que poder hacer en aquel corto tiempo que tenía, me estaban esperando en la empresa de mi marido y me era imposible quedarme con ella a saber más de su situación y lo que supuestamente estaba pasando.Con un despliegue de confianza impresionante por mi parte, le indiqué donde podía instalarse y ya ella iría encontrando por la casa lo que necesitara para pasar el día.S
Seguí mi camino fingiendo un ataque de dignidad, que la verdad no estaba teniendo.Lo que había hecho era bastante bajo y patético como para mantenerme muy lejos del control de la dignidad.Oficialmente,había perdido los papeles.Necesitaba agarrarme a lo que fuera que me impidiera venirme abajo. Quería darme de bofetadas por inmadura y por estúpida, pero ya era un poco tarde. Aunque, eso solo lo sabia yo. Por fuera iba toda digna y de mentón elevado.—Quiero una reunión urgente con todo los directores y que venga Rafael Arias... y lo quiero en menos de una hora. ¡Prepárenlo!Prácticamente huyendo de mi marido salí por los pasillos un poco pérdida. No conocía la empresa y no sabía a dónde dirigirme.Como por un golpe de suerte o mucha pena de su parte hacia mí, la chica que me hab&iacut
La puerta del ascensor volvió a abrir hasta su final y Rodrigo me había atrapado otra vez.Miró a los únicos dos hombres que había a bordo y les pidió, sin dejar de mirarme a los ojos y seducirme con los suyos,que por favor tomaran otro elevador para darnos privacidad a los dueños de la empresa.¡Cretino descarado!Como era de esperarse, aquellos hombres salieron y las puertas entonces se trancaron, detrás de la espalda de mi marido,que estaba más que loco.—¿Que quieres ahora?—pregunté cruzando los brazos y evitando sus ojos que podían ponerme a sus pies con dos pestañazos.—No voy a renunciar a ti Lucy —metió las manos en sus bolsillos y recostó sus omóplatos contra la pared de acero de las benditas puertas que me impedían salir corriendo de su dominio, dejando las