Mirando la foto comprobé que efectivamente era yo. Ese mismo día. Con la misma ropa y la misma pena que llevé hasta donde no obtuve más respuesta que la de aquella mujer que reemplazó mi dolor por furia. Despecho y desilusión.
Tal vez de no haber sido por aquel episodio, yo me habría despertado en el hotel, al lado de mi marido y hoy él estaría aquí, conmigo, en la boda de su hermano.
Pero a pesar de habernos amado como lo hicimos, ambos habíamos multiplicado por cero las supuestas infidelidades presuntamente cometidas por los dos, para entregarnos a la pasión de la que no conseguíamos escapar. Aquella noche, en aquel hotel, nada importaba. Solo nosotros demostrándonos de manera física, lo mucho que nos amábamos.
Si hubiera sabido eso en aquel momento, todo hubiera quedado aclarado y tal vez, solo tal vez... mis amaneceres fueran distintos.
—¿Qué locura se
Camino desesperadamente por mi habitación en busca de conjuntos para un mes en una isla del caribe.Pero necesito que no delaten mi acomodado estatus económico.Perchas y más perchas de ropa se mueven entre mis dedos, buscando cosas adecuadas para despistar a mi acompañante. Consiguiendo casi ninguna.Tengo que perder la costumbre de comprar marcas. Pienso y me regaño mentalmente, aceptando que la ropa es algo demasiado básico como para darle tanta importancia; pero no en este caso.En este caso mi atuendo puede delatar los ceros en los cuentas.Me iba en dos horas para el caribe. Específicamente a Cuba. País pródigo en manifestaciones artísticas y creadores de renombre universal.Estaríamos un mes entero allí, en la mayor isla del caribe, fingiendo ser ambos, lo que ninguno era.
— ¿Entonces...? — preguntó él, arrastrando la palabra, esperanzado con una respuesta que no podía darle.Lo veía desde mi altura, un par escalones por encima del suyo, y aún así se veía enorme. Era altísimo, podía hacer sido jugador de básquet, estaba segura, asumía que mediría más de metro ochenta. Mis ojos aceptaban lo que aquel hombre pidiera, pero yo no podía responder de manera afirmativa.— Nos espera un largo viaje por delante señor Arias— dejé implícita mi negativa a ser suya, y me lamenté internamente por no poder dejar de lado mi verdadero interés en él, y ser una mujer jóven, que lo deseaba solo de verlo y con toda la disposición del mundo a pasar un mes en sus brazos disfrutando de unas vacaciones improvisadas en el caribe.Dicho esto, me giré y come
— Por favor no hagas eso — supliqué molesta conmigo misma por ser tan débil y dejarme llevar por alguien que tenía conmigo conflictos de intereses, y alguna que otra cosa más.Todo eso, si ignoraba el hecho de que era mi jefe( supuestamente), y casi no nos conocíamos.— ¿Que no haga que Lucy?... Como me gusta el sonido de tu voz — decía al mismo tiempo que me iba acostando sobre la cama y seguía inclinado sobre mí, apoyando sus manos abiertas sobre el espléndido colchón, oliendo mi vientre, pasando la punta de su nariz por mi piel. Las manos se le fueron por mis muslos desnudos y manteniendo una sonrisa socarrona, que provocó que mi sexo latiera del deseo que me regalaba su acción, lo sentí pronunciar mi nombre tan descontrolado, que hacía que me descontrolara yo también.— No me trates como si fuéramos
Si bien era cierto que sus palabras me habían hecho hervir la sangre en mis venas y los fluidos entre mis muslos, también había que mencionar que me reventaba el hígado que dejara en entredicho que éramos, lo que no éramos.Podía perfectamente desmentir en dos palabras lo que había insinuado, pero bien dicen que el que se excusa se acusa y sinceramente, no le debía explicaciones a nadie y menos a un desconocido que si se pensaba por la actitud inmadura y celópata desmedida de Rodrigo, que éramos más que jefe y empleada, a mí me daba exactamente igual. No tenía porqué dar explicaciones ni convencer a nadie de lo contrario.— Esto que estás haciendo — le dije entre dientes al objeto de mis más oscuros y molestos deseos sexuales, girandome hacia él y pegando mis labios a su lóbulo — no tiene sentido alguno m&aac
— Eres mi jefe — susurré casi pasando mi lengua por sus labios que estaban abiertos sobre los míos, bañándome con su exquisito aliento gracias a su cercanía — no voy a besarte.Al mismo tiempo que yo me mentía a mi misma, pues tenía más que claro que iba a besar a ese hombre más temprano que tarde porque era bastante incapaz de evitarlo para siempre, él se relamía los risueños labios.— Este viaje promete nena — avanzó con su mano un poco más y tuve que detenerlo con la mía o definitivamente abriría las piernas en aquella silla para que me hiciera suya con lao dedos allí mismo y le daría aquel beso que tanto me estaba costando rechazar — esperaré ansioso a qué me supliques que te bese — jugo con su nariz en la mía — que te toque — avanzó con sus
Bajo aquella luna, las benditas estrellas y el cañonazo del espectáculo en vivo al que habíamos asistido y al que no estábamos prestando la mejor atención, sus manos me pegaban a su cuerpo y su boca amenazaba a la mía con destrozarla a besos en cada mordida y gemido que sentía dentro de ella, en aquel intenso beso que nos dábamos.Mis dedos no sabían cómo desprenderse de su pelo y mis labios dolían de tanto choque eléctrico con ellos suyos, haciendo de cada encuentro de nuestras bocas, un mar de deseo en aquellos besos.Maldecía internamente el hecho de no haberme puesto ropa interior a última hora, porque estaba tan húmeda y lista para dejarlo avanzar en mí, que sentía que si perdíamos los papeles en aquel lugar, me subiría a su cintura y le rogaría una penetración desbocada e impresionante.— Hosti
Unas grandes manos recorrían mi desnudez. Me abrían las piernas y hacían el espacio necesario para que Rodrigo regara su lengua por los labios de mi sexo, abiertos por los dedos inquietos de sus manos.Me removía sobre las sábanas, tratando de entender que estaba siendo despertada por una intensa necesidad sexual de un hombre que me había hecho el amor poderosamente dos veces la pasada noche, y ahora a las cinco de la mañana, hora que confirmé en el reloj de pared enorme que había en una esquina de su suite, ese mis lo hombre quería más, y mi cuerpo y yo parecíamos querer dárselo.— Dios Rodrigo — me dí la vuelta sobre mi cuerpo y él me volvió a poner en mi sitio sin dejar de castigarme con su lengua lujuriosa — ¡Más!... Quiero más, por favor.Mi voz salía como la de una ninfómana
Nerviosa era muy poco para definir cómo me sentía cada vez que Rodrigo me hacía la preguntita de la videoconferencia.Aún no había tenido tiempo de definir los porqués de su intempestivo interés en mi aplicación. No había tenido tiempo de entender qué tan conveniente era esa fusión y todo, por haber estado este tiempo acostándome con él.— ¡Dios... qué estúpida soy!Me regañé a mi misma en voz alta. Me quería golpear, pero no iría tan lejos.Una única norma debía respetar y esa misma única, era la que me había saltado pero con larga distancia y todo.¡No acostarse con el jefe, jamás!Un buen empresario no retosa con los clientes, subordinados y menos, con el jefe o los socios.En cualquiera de aquellas variantes estaba metiendo la