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No me importó que me viera herida. Que supiera que estaba triste y que sus palabras me habían lastimado. No me importó mostrarme vulnerable y en desventaja emocional. Yo simplemente estaba siendo sincera con mis sentimientos y no pude seguir aguantando la presión. 

Para mi sorpresa, me tomó por debajo de las rodillas y por la espalda y me sentó sobre su regazo para abrazarme tan fuerte como nunca antes lo había hecho.

No hablamos. Ni nos besamos. Tampoco nos confesamos nada ni nos excusamos de absolutamente ninguna cosa. Simplemente sus brazos me consolaron y su actitud me demostró que en realidad sí me amaba. Que incluso creyéndome embarazada de otro, su propio hermano dicho sea de paso, me quería y era capaz de seguir aferrado a mí y transmitirme su cariño en aquel consuelo. Incluso bajo la posibilidad de que se hubiese acostado con otra,sentía y sabía,

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