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La puerta del ascensor volvió a abrir hasta su final y Rodrigo me había atrapado otra vez.

Miró a los únicos dos hombres que había a bordo y les pidió, sin dejar de mirarme a los ojos y seducirme con los suyos,que por favor tomaran otro elevador para darnos privacidad a los dueños de la empresa.

¡Cretino descarado!

Como era de esperarse, aquellos hombres salieron y las puertas entonces se trancaron, detrás de la espalda de mi marido,que estaba más que loco.

—¿Que quieres ahora?—pregunté cruzando los brazos y evitando sus ojos que podían ponerme a sus pies con dos pestañazos. 

—No voy a renunciar a ti Lucy —metió las manos en sus bolsillos y recostó sus omóplatos contra la pared de acero de las benditas puertas que me impedían salir corriendo de su dominio, dejando las
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