La puerta del ascensor volvió a abrir hasta su final y Rodrigo me había atrapado otra vez.
Miró a los únicos dos hombres que había a bordo y les pidió, sin dejar de mirarme a los ojos y seducirme con los suyos,que por favor tomaran otro elevador para darnos privacidad a los dueños de la empresa.¡Cretino descarado!Como era de esperarse, aquellos hombres salieron y las puertas entonces se trancaron, detrás de la espalda de mi marido,que estaba más que loco.
—¿Que quieres ahora?—pregunté cruzando los brazos y evitando sus ojos que podían ponerme a sus pies con dos pestañazos. —No voy a renunciar a ti Lucy —metió las manos en sus bolsillos y recostó sus omóplatos contra la pared de acero de las benditas puertas que me impedían salir corriendo de su dominio, dejando lasAquí estoy, dos días después de haberle dicho aquello tan rastrero de mi parte a Rodrigo, y todavía, mientras espero que podamos embarcar,sigo sin poder dejar de pensar en su cara ese día...Su expresión tenía una mezcla de dolor y furia, que no se podía adivinar, cual de los dos ganaba la partida.Miraba mi vientre con los ojos llenos de lágrimas que me sabían mal, me sabían muy mal pero él también me había hecho daño, había visto la oportunidad de aprovecharse de mí y la había tomado, me dolía tanto como a él lo que estaba haciendo, pero no podía echarme atrás.Miró a su hermano con un desprecio y un dolor, que me partió el alma porque había contribuido un poco más, a dañar la relación que tenían ya de por sí astillada, los dos.<
No me importó que me viera herida. Que supiera que estaba triste y que sus palabras me habían lastimado. No me importó mostrarme vulnerable y en desventaja emocional. Yo simplemente estaba siendo sincera con mis sentimientos y no pude seguir aguantando la presión.Para mi sorpresa, me tomó por debajo de las rodillas y por la espalda y me sentó sobre su regazo para abrazarme tan fuerte como nunca antes lo había hecho.No hablamos. Ni nos besamos. Tampoco nos confesamos nada ni nos excusamos de absolutamente ninguna cosa. Simplemente sus brazos me consolaron y su actitud me demostró que en realidad sí me amaba. Que incluso creyéndome embarazada de otro, su propio hermano dicho sea de paso, me quería y era capaz de seguir aferrado a mí y transmitirme su cariño en aquel consuelo. Incluso bajo la posibilidad de que se hubiese acostado con otra,sentía y sabía,
Estaba en casa... no me lo podía creer.De vuelta a la casa de mis padres. En mi momento más vulnerable, donde necesitaba el cariño que solo mi mamá podía darme.La llegada fue apoteósica. El mastín de mi padre casi me mata cuando intentó subirse encima de mí para saludar.Los dos gatos castrados de mamá me rompieron los lazos de mis zapatillas con sus rumiantes saludos y como colofón mi señora madre, salió a la carga y entre gritos me cayó encima y terminamos aplastadas por korel, el mastín que se sumó a la lucha libre por alzar la bandera ganadora al mejor recibimiento del mundo.—Mamá por dios, que me asfixian —me quejaba en el fondo de la pileta que habían hecho sobre mí.—¡Basta!—a buenas horas trataba ella de salvar a su única hija de una muerte por apla
Mirando la foto comprobé que efectivamente era yo. Ese mismo día. Con la misma ropa y la misma pena que llevé hasta donde no obtuve más respuesta que la de aquella mujer que reemplazó mi dolor por furia. Despecho y desilusión. Tal vez de no haber sido por aquel episodio, yo me habría despertado en el hotel, al lado de mi marido y hoy él estaría aquí, conmigo, en la boda de su hermano.Pero a pesar de habernos amado como lo hicimos, ambos habíamos multiplicado por cero las supuestas infidelidades presuntamente cometidas por los dos, para entregarnos a la pasión de la que no conseguíamos escapar. Aquella noche, en aquel hotel, nada importaba. Solo nosotros demostrándonos de manera física, lo mucho que nos amábamos.Si hubiera sabido eso en aquel momento, todo hubiera quedado aclarado y tal vez, solo tal vez... mis amaneceres fueran distintos.—¿Qué locura se
Camino desesperadamente por mi habitación en busca de conjuntos para un mes en una isla del caribe.Pero necesito que no delaten mi acomodado estatus económico.Perchas y más perchas de ropa se mueven entre mis dedos, buscando cosas adecuadas para despistar a mi acompañante. Consiguiendo casi ninguna.Tengo que perder la costumbre de comprar marcas. Pienso y me regaño mentalmente, aceptando que la ropa es algo demasiado básico como para darle tanta importancia; pero no en este caso.En este caso mi atuendo puede delatar los ceros en los cuentas.Me iba en dos horas para el caribe. Específicamente a Cuba. País pródigo en manifestaciones artísticas y creadores de renombre universal.Estaríamos un mes entero allí, en la mayor isla del caribe, fingiendo ser ambos, lo que ninguno era.
— ¿Entonces...? — preguntó él, arrastrando la palabra, esperanzado con una respuesta que no podía darle.Lo veía desde mi altura, un par escalones por encima del suyo, y aún así se veía enorme. Era altísimo, podía hacer sido jugador de básquet, estaba segura, asumía que mediría más de metro ochenta. Mis ojos aceptaban lo que aquel hombre pidiera, pero yo no podía responder de manera afirmativa.— Nos espera un largo viaje por delante señor Arias— dejé implícita mi negativa a ser suya, y me lamenté internamente por no poder dejar de lado mi verdadero interés en él, y ser una mujer jóven, que lo deseaba solo de verlo y con toda la disposición del mundo a pasar un mes en sus brazos disfrutando de unas vacaciones improvisadas en el caribe.Dicho esto, me giré y come
— Por favor no hagas eso — supliqué molesta conmigo misma por ser tan débil y dejarme llevar por alguien que tenía conmigo conflictos de intereses, y alguna que otra cosa más.Todo eso, si ignoraba el hecho de que era mi jefe( supuestamente), y casi no nos conocíamos.— ¿Que no haga que Lucy?... Como me gusta el sonido de tu voz — decía al mismo tiempo que me iba acostando sobre la cama y seguía inclinado sobre mí, apoyando sus manos abiertas sobre el espléndido colchón, oliendo mi vientre, pasando la punta de su nariz por mi piel. Las manos se le fueron por mis muslos desnudos y manteniendo una sonrisa socarrona, que provocó que mi sexo latiera del deseo que me regalaba su acción, lo sentí pronunciar mi nombre tan descontrolado, que hacía que me descontrolara yo también.— No me trates como si fuéramos
Si bien era cierto que sus palabras me habían hecho hervir la sangre en mis venas y los fluidos entre mis muslos, también había que mencionar que me reventaba el hígado que dejara en entredicho que éramos, lo que no éramos.Podía perfectamente desmentir en dos palabras lo que había insinuado, pero bien dicen que el que se excusa se acusa y sinceramente, no le debía explicaciones a nadie y menos a un desconocido que si se pensaba por la actitud inmadura y celópata desmedida de Rodrigo, que éramos más que jefe y empleada, a mí me daba exactamente igual. No tenía porqué dar explicaciones ni convencer a nadie de lo contrario.— Esto que estás haciendo — le dije entre dientes al objeto de mis más oscuros y molestos deseos sexuales, girandome hacia él y pegando mis labios a su lóbulo — no tiene sentido alguno m&aac