Si bien era cierto que sus palabras me habían hecho hervir la sangre en mis venas y los fluidos entre mis muslos, también había que mencionar que me reventaba el hígado que dejara en entredicho que éramos, lo que no éramos.
Podía perfectamente desmentir en dos palabras lo que había insinuado, pero bien dicen que el que se excusa se acusa y sinceramente, no le debía explicaciones a nadie y menos a un desconocido que si se pensaba por la actitud inmadura y celópata desmedida de Rodrigo, que éramos más que jefe y empleada, a mí me daba exactamente igual. No tenía porqué dar explicaciones ni convencer a nadie de lo contrario.— Esto que estás haciendo — le dije entre dientes al objeto de mis más oscuros y molestos deseos sexuales, girandome hacia él y pegando mis labios a su lóbulo — no tiene sentido alguno más allá de uno que no voy a darte el gusto de reconocer — sentí como su mano descansó en uno de mis muslos, acariciando mi piel con atrevimiento cada vez más grande por su parte y me detuve en lo que estaba diciendo, no quería que me temblara la voz, pero a pesar de eso, el sonrió — pero espero que sepas jugar también, cuando la pelota esté en mi campo.Dejando las cosas así de inconclusas y sintiendo como su mano se frenaba en mi piel casi automáticamente, me giré hacia la puerta y tomé la manilla para salir del coche, en el momento exacto en que el conductor me abría.Brisa marina golpeó mi rostro ardiente y rápidamente, sin haber colocado los dos pies en el suelo aún, miré hacia el perímetro que pude encontrar, en busca del origen de aquel olor a mar, y la vista que de levantó ante mí, me dejó absolutamente extasiada.
A pesar de ser el final de la tarde, o más bien el inicio de la noche, el cielo y mar se unían en un asombroso paisaje que se podía observar desde donde estaba, aún con una pierna dentro del coche y la otra afuera con mis manos aguantadas a la ventanilla de la puerta del coche abierta.Un cielo rojo, se crecía detrás del morro de La Habana uniéndose al mar oscuro que rompía sus olas debajo de aquella gloriosa construcción.— ¿No te parece una vista hermosa? — escuché decir a mi jefe por detrás de mí y sobre todo, sentí su manos aferrarse a mi cadera, tirando con la otra de mi cuerpo para apartarme del coche.— Es precioso — dije sin darle importancia a su agarre dominante en mi silueta, dejándolo que se detuviera detrás de mí y rodeara mi cintura con sus manos confianzudas.— Es la tercera vez que vengo a Cuba — comentó en mi oído, soplando la piel de mi cuello abrazado a mí como si fuera mi pareja. Pero es que estaba tan encandilada viendo la construcción española antiquísima que tenía delante, que no podía pensar mucho en otras cosas — voy a mostrarte cada hermosura que tiene este país para disfrutar. Para eso te he traído.A pesar de que yo era una gran fanática de la arquitectura coloquial, sobre todo si eran construcciones de mi país, y a pesar también de lo ensimismada que estaba en la vista de focos de varios colores que rompain sus tonos contra el empedrado miró que revestía el morro, así como el faro que giraba en lo alto con su luz indetenible, no se me pasó por alto lo que dijo...— Perdón, ¿ Has dicho que me has traído ? — me giré rompiendo mi hechizo con las vistas y achicando los ojos inquieta— ¿No sé supone que estamos aquí por trabajo?Eso sin mencionar que no nos conocíamos de nada, que era un gran punto a analizar en su comentario.— Estoy cansado por el viaje, no me lo tengas en cuenta — se excusó pobremente — vamos al hotel por favor. — No Rodrigo — lo tomé por el brazo cuando se dió la vuelta y le exigí — explícame bien, ¿Por qué has hecho parecer con tu comentario que nos conocemos?, O que al menos tú, me conoces — terminé la pregunta con una afirmación porque no quería que divagara otra vez.Suspiró largo. Se soltó de mi agarre y negó con la cabeza, haciendo algún que otro gesto que le restaba importancia a lo que yo había inquirido, gracias a que él había dejado entre ver cosas que me suponían una novedad asombrosa.— Te he dicho que soy yo, que estoy agotado. ¡Vamos!...Hablar de cosas lujosas definitivamente era como mencionar mi apellido. Toda yo, era un lujo.Cada mundo que me tocaba era lujoso y sin quererlo o queriendolo, no terminaba de definir esa postura, había acabado en un país tercer mundista que empleaba bastante de su endeble economía en el sector del turismo, lo que hacía que mi jefe postizo y yo, estuviéramos aquí, rodeados de el más alto lujo, en el más caro hotel del país, probablemente.
Mi pelo rubio se había visto obligado a esconderse tras un peinado refrescante en alto, pues el calor de aquel país era de inframundo.Estábamos en la primera reunión con la cadena Ancor, que se encargaría de toda la expansión turística que haríamos por la isla con nuestra fusión empresarial , y era la primera vez en mi vida que asistía a un encuentro de negocios en shorts corto y una simple camisa semitransparente, a juego con el tono rosa palo de mis tacones. Sin dejar de mencionar que mi shorts tenía que ser blanco para que atrayera más fresco que vapor.
Gracias a que mis getiones empresariales las hacía Blanca, en su mayoría, estos señores no tenían idea que la dueña de la aplicación pionera de la que hablaban constantemente ajustando su funcionamiento a sus propios intereses, era yo. Posición que aprovechaba para reunir información de posibles mejoras a mi sistema, por parte de la demanda directa de los futuros clientes.Mi trabajo con Rodrigo no era del todo molesto. La verdad pensé, que tal vez el sería el típico jefe millonario que no hace nada sin dar órdenes a su asistente para que le pula hasta las punteras de sus zapatos con la lengua si hacía falta pero me había equivocado claramente.Él se mostraba muy profesional y si no fuera por la tremenda atención que estaba prestando al evento, y lo solícita que me volvía para él,nunca hubiera demandado mi ayuda.
Sin embargo a pesar de estar aprovechando la experiencia para mejorar mi propio trabajo y reunir información sustanciosa sobre el futuro socio que suponía el para mí, desempeñé mi papel perfectamente realizado como asistente personal de un alto jefe que si era honesta, se me daba de maravilla. Casi podía pensar que toda la vida había sido algo a lo que me había dedicado.
— ¿Que te ha parecido la primera reunión con los inversores? — me preguntaba él, desde el otro lado de la mesa del restaurant del hotel en el que tomábamos un pequeño almuerzo, le llamaban en Cuba.— He aprendido mucho señor Arias — comenté profesional, picoteando mi ensalada marinera con un tenedor — considero que tal vez las expectativas sean correctas, debido al bien funcionamiento que parece tener la aplicación con la que piensa trabajar — acoté anotandome un silencioso tanto y viéndolo sonreír por encima del cristal de su copa de vino blanco.
La noche anterior habíamos cenado en las habitaciones y no nos atrevimos a encontrarnos hasta esta mañana, quizás para volver a imponer el adecuando trato que debíamos llevar siendo lo que éramos... Jefe - empleada.— Quiero que te comuniques con la empresa dueña de la aplicación y prepares una videoconferencia para dentro de dos días con la dueña — oh, maldición — ella debería estar informada de los cambios que pretenden hacer algunos de los futuros clientes.Se me atoró un pedazo de cangrejo en la garganta y empecé a toser maleducadamente.¡No podía!
¿Cómo demonios iba a arreglar este lío?La dueña era yo. Estaba justo delante de él, fingiendo ser otra cosa y definitivamente una videoconferencia no era viable para nada.
— Cualquiera diría que te has asustado con mi solicitud — comentaba él, que se había levantado de su silla y me daba palmaditas en la espalda mientras yo bebía más rápido de lo recomendable de mi copa de vino para aliviar mi acceso de tos.Algo en la manera divertida que mostraba Rodrigo no me gustaba.Se acuclilló a mi lado, dejando que su mano se quedará detenida en el final de mi espalda, y su otra palma descarada se ubicará sobre mi muslo desnudo bajo la mesa, poniendo su cara demasiado cerca de la mía cuando volví mi rostro al suyo, dejando que mis ojos conectarán con los magníficos que habitaban su socarrona cara.
— ¿Hay algún problema con lo que te pedí? — preguntó moviendo su pulgar sobre mi cara interna del muslo.— No tiene porqué haberlo señor — contesté después de carraspear y nos retamos con las miradas encendidas por el deseo de devorarnos vivos sobre aquella misma mesa en la que no me hubiese importado que me abriera las piernas y me embistiera poderosamente contra el mantel, mientras las copas y demás aditamentos caían al suelo y rompian la armonía de nuestros quejidos placenteros.
¡Joder!... Me había excitado con mis propios pensamientos.¿Que demonios me estaba pasando?
¿Que hacía yo pensando aquellas cosas tan poco elegantes?Y sobre todo... ¿Que hacía el, por el amor de dios, mordiendose los labios y sonriendo mientras se acercaba a mí oído y su mano apretaba un poco más mi muslo?
— Me encanta provocarte sueños candentes nena y me fascina que los vivas despierta — no pude mantener un gemido bajo control y lo dejé salir a presión por mi boca delante de medio restaurant — pero guarda esas ansias desmedida para cuando estemos en un lugar más privado.Se acercó más todavía a mi mejilla y la mano que tenía en mi espalda baja, avanzó hacia el norte deteniendose en mi cuello tomando el control de todo movimiento y pegando su frente a la mía sin que pudiera hacer nada para evitarlo, o al menos quisiera, dijo...— Deja que te bese...— Eres mi jefe — susurré casi pasando mi lengua por sus labios que estaban abiertos sobre los míos, bañándome con su exquisito aliento gracias a su cercanía — no voy a besarte.Al mismo tiempo que yo me mentía a mi misma, pues tenía más que claro que iba a besar a ese hombre más temprano que tarde porque era bastante incapaz de evitarlo para siempre, él se relamía los risueños labios.— Este viaje promete nena — avanzó con su mano un poco más y tuve que detenerlo con la mía o definitivamente abriría las piernas en aquella silla para que me hiciera suya con lao dedos allí mismo y le daría aquel beso que tanto me estaba costando rechazar — esperaré ansioso a qué me supliques que te bese — jugo con su nariz en la mía — que te toque — avanzó con sus
Bajo aquella luna, las benditas estrellas y el cañonazo del espectáculo en vivo al que habíamos asistido y al que no estábamos prestando la mejor atención, sus manos me pegaban a su cuerpo y su boca amenazaba a la mía con destrozarla a besos en cada mordida y gemido que sentía dentro de ella, en aquel intenso beso que nos dábamos.Mis dedos no sabían cómo desprenderse de su pelo y mis labios dolían de tanto choque eléctrico con ellos suyos, haciendo de cada encuentro de nuestras bocas, un mar de deseo en aquellos besos.Maldecía internamente el hecho de no haberme puesto ropa interior a última hora, porque estaba tan húmeda y lista para dejarlo avanzar en mí, que sentía que si perdíamos los papeles en aquel lugar, me subiría a su cintura y le rogaría una penetración desbocada e impresionante.— Hosti
Unas grandes manos recorrían mi desnudez. Me abrían las piernas y hacían el espacio necesario para que Rodrigo regara su lengua por los labios de mi sexo, abiertos por los dedos inquietos de sus manos.Me removía sobre las sábanas, tratando de entender que estaba siendo despertada por una intensa necesidad sexual de un hombre que me había hecho el amor poderosamente dos veces la pasada noche, y ahora a las cinco de la mañana, hora que confirmé en el reloj de pared enorme que había en una esquina de su suite, ese mis lo hombre quería más, y mi cuerpo y yo parecíamos querer dárselo.— Dios Rodrigo — me dí la vuelta sobre mi cuerpo y él me volvió a poner en mi sitio sin dejar de castigarme con su lengua lujuriosa — ¡Más!... Quiero más, por favor.Mi voz salía como la de una ninfómana
Nerviosa era muy poco para definir cómo me sentía cada vez que Rodrigo me hacía la preguntita de la videoconferencia.Aún no había tenido tiempo de definir los porqués de su intempestivo interés en mi aplicación. No había tenido tiempo de entender qué tan conveniente era esa fusión y todo, por haber estado este tiempo acostándome con él.— ¡Dios... qué estúpida soy!Me regañé a mi misma en voz alta. Me quería golpear, pero no iría tan lejos.Una única norma debía respetar y esa misma única, era la que me había saltado pero con larga distancia y todo.¡No acostarse con el jefe, jamás!Un buen empresario no retosa con los clientes, subordinados y menos, con el jefe o los socios.En cualquiera de aquellas variantes estaba metiendo la
— ¿Por qué quiere verme?, ¿Te dijo algo ?No sé si él estaba notando mi visible nerviosismo, pero era bastante evidente que no era un simple desagrado lo que me empujaba lejos de la posibilidad de estar frente a Rafael nuevamente.Lo había conocido por casualidad. En una expo a la que había tenido que asistir para asesoramiento técnico sobre el final del montaje de mi aplicación. A pesar de ser una empresa despuntando... la mía, en aquel entonces, pude notar cierto interés por parte de ese hombre y a un nivel fuera de lo común por fusionarse conmigo, incluso cuando ni siquiera había un proyecto finalizado.Ahora hoy, volvía a aparecer en mi vida en el preciso momento en que estoy terminando mi estudio sobre Rodrigo, por llamarlo de alguna manera, para finalizar dicha fusión... Era raro.— Estás conmigo Lucy &m
Estaba asustada... Si.Rafael nos miraba a menos de dos metros de distancia.Moreno, con los ojos entre cerrados y una sonrisa engañosa en los labios,y metiendo las manos a los bolsillos de su pantalón de lino beige, daba una apariencia un tanto desafiante, a piernas abiertas.Rodrigo me dejó en el suelo, apartó sus manos de mi cuerpo haciéndome notar su ausencia sensorial y mis ojos se fijaron en nuestro incómodo visitante, reflejando la preocupación a lo que vendría, pues estaba más que segura, que me delataría y se irían por el desagüe todos mis proyectos a presente y a futuro con Rodrigo y lo demás que me había traído hasta esta situación.— ¿ Que quieres Rafael? — esa simple pregunta, escupida con rabia de la boca deliciosa de mi jefe me puso alerta y le tomé una mano con la mía, infu
Fue decir aquella simple frase y verlo salir por la puerta dando un tirón que bien podía haber arrancado la madera de su anclaje.Me dejé caer sobre el colchón con mi espalda rebotando en el y subí los talones a la cama, cubriendo el rostro con mis manos y dejando entre ellas un grito de frustración ahogado en mis palmas.¿Que diablos había hecho?...Aún no me entendía ni a mí misma. ¿En qué demonios estaba pensando cuando le dije algo así a Rodrigo sin darle una explicación más a fondo?— ¡Joder! — me quejé entre dientes y decidí tratar de arreglar ese desastre un poco.Me metí rápidamente al baño y refresqué mi apariencia acalorada, la humedad a mis mejillas controló un poco los vapores que habían hecho que el color se acumulara en ellas y me
Maldito cabrón de mierda.Me sentía una estúpida por su culpa.Estábamos jugando a quien coño le da más celos al otro y terminaríamos cometiendo estupideces por inmaduros.— ¿Nos vamos entonces a por tus cosas? — preguntó Rafael aguantandose la risa.— Si mi jefe no me necesita para nada más nos vamos sí — contesté directamente mirando a Rodrigo, que apretaba los labios hirviendo en rabia.— Pues no vas a poder porque te necesito para más cosas — casi pude sentir a varios resoplar y mientras los demás se iban de la sala, la morena, Joshua, los hermanitos y yo, seguíamos en una batalla campal ahí dentro — pero no te preocupes Rafael que cuando acabe con ella es toda tuya.Ladeé la cabeza torcí un ojo hacia él, y casi pude sentir mi cuello traquearse