—Yo soy tu cambio —me dijo el hombre lobo —. Te encuentras ante la frontera de una nueva vida, una nueva era, una nueva forma de vida.
Tragué saliva con fuerza, lo observé dudosa sin comprender sus palabras. —¿Qué estás diciendo? —Te convocaré a ser una loba —dijo él. —¡Por favor, piensa un poco más en ti mismo! —dije. —¡No puedo dejar que te vayas! —gruñó el hombre lobo— . ¡Debes convertirte en una loba! —¡¿Por qué?! —No me importa si odias a los humanos —dije —. ¡No tengo por qué convertirme en una loba! El hombre lobo gruñó, su cara se ensombreció más. Pero entonces me alejé, él, me observó a la distancia y juré ver una sonrisa en la niebla. Por fin había llegado al hospital, suspiré de alivio al ver que estaba rodeado de policías. Dí mi declaración, comentando que él había intentado asesinarnos a todos, las cámaras mostraron el momento exacto que el se golpea contra la pared, pero… no aparecía la niña. Aquello me pareció confuso. Pero no pude decir nada más, por suerte no había mencionado a Jes. Me internarían como una loca. Pude llegar a mi casa. Mi pequeño departamento alquilado, me pareció lo mas cómodo en este mundo. Mis padres, no querían que me marchara de casa, pero quería ser independiente. Y ahora era una adulta estresada por deudas. Entré a la ducha, y mientras el agua caliente absorbía la suciedad, mis pensamientos me llevaron a sus caricias. Moví el rostro de un lado al otro, no, no podía pensar en eso. Fruncí las cejas. Salí envuelta en una toalla y observé el portarretrato, una foto mía y de mi ex novio, aparecía para destrozarme. —¿Para qué tengo esto? –pregunté enojada conmigo misma, pero cuando quise tirar el portarretrato, me detuve. Mis dedos acariciaron el rostro de William, y mis ojos se cristalizaron. Le había amado con toda mi alma. Pero no éramos nada sólido. Cuando yo llegué a su vida, su pasado estaba marcado por un viejo amor, que aún guardaba en su memoria y en nuestro presente. Éramos vecinos. Nos veíamos a diario, y un día lo invité a la casa. Nos besamos hasta lugares donde no se podía nombrar, pero, no llegamos a más. Yo, me hubiera entregado, pero él… no podía. Quizás porque no me quería, y era alguien respetuoso. Siempre se iba antes de quitarme las bragas, para dejarme confundida y triste. Cuando decía que no dejaría que él se volviera a acercarme, mi corazón le abría la puerta. Volvíamos a besarnos, me despertaba al día siguiente y le preparaba el desayuno. De un momento al otro, luego de algunos meses así, él se mudó a mi departamento. Nuestros cepillos de dientes ahora estaban juntos, y esta nueva novedad en mi vida, me mantenía feliz. Ya no era tan insoportable las guardias en el hospital, si al llegar estaba él. Pero aquellos mágicos seis meses a su lado, se transformaron en una tortura triste. Cuando comenzó a irse de la nada. A veces nos besábamos, y él, debía marcharse. No lo comprendía, pero decidía darle su propio espacio. Porque estaba enamorada de él, y no, no quería agobiarlo. Quizás, tenía algo en su mente, o eso quería pensar en ese instante. Un día, se fue por un mes. Yo siempre lo esperé, pero cada día la esperanza que el volviera, se disipaban. Ni siquiera comprendía su actitud, pero yo era tonta, cuando el regresaba lo esperaba con un beso y hablábamos como si no me hubiera abandonado por tanto tiempo. Amanecía llena de felicidad y de pronto, volvía a marcharse. Hasta que dos meses después, regresaba a mis brazos ¿Qué cosa me consolaba? Saber que volvería a mi lado. Pero un día, mientras caminábamos en el parque, se detuvo. Sus ojos se clavaron en una preciosa chica: cabello castaño; ojos marrones y expresivos; llevaba un abrigo oscuro con una boina que hacía juego con sus ojos. Y en ese momento, él, se fue de mi lado para hablar con ella. Por primera vez, no lo esperé. Regresé a la casa sintiéndome destruida, y al buscar a esa chica, encontré que era su antigua prometida. Ni siquiera volvió en ese día, ni en los siguientes. Y volviendo al trauma de mi amor imposible, desde ese día pasó otro mes triste. Donde él, volvió. Pero confesó que estaba enamorado de ella, no de mí. A pesar que le abrí mi corazón durante casi un año, él me pidió quedarse pero amando a otra. Y estúpidamente le dije que sí. Me conformaba con cualquier cosa, menos que me abandonara. Los primeros días, nos pasamos besándonos y amándonos, pero nunca llegábamos a tener sexo. Supe que era por ella, pero no mencionaba nada para no discutir con él. Mi dignidad, no podía rozar más el suelo. Pero esos magníficos dos meses, se convirtieron en ausencias. Había noches que volvía a irse, hasta que un día, regresó con el cuello lleno de sus besos. No pude más, él me suplicó que no lo dejara y que la olvidara pero no pude. Y se fue, nunca más volvió y en parte se lo agradecía. Recuerdo sus palabras, como si estuvieran marcadas en mi piel. —“Ailín… yo te amo pero… no puedo despegarme de ella… es mi otra mitad, no puedes entenderlo…” Despejé mis pensamientos, acariciando a mi perrita. Suspiré, al menos la tenía a ella. Finalmente, por primera vez luego de dos años, había tirado el portarretrato con él. Suspiré, pero era lo mejor. Era algo pasado, ya… no le amaba ¿verdad? —Soy fuerte… soy fuerte –repetí una y otra vez. Sin embargo, en un momento me quebré. Nunca podría olvidar a alguien tan importante como él. Pero sabía que no tenía caso llorar por alguien que nunca me quiso. Mi puerta sonó, confundida y un poco asustada, me acerqué ¿Y si acaso era él? Pero para mi alivio, era Lucía, mi amiga. —¿Dónde estabas metida? –preguntó mientras ingresaba con unas bolsas –traje comida, es noche de chicas. —¿ya es viernes? –quise saber confusa y ella me observó de manera rara –sí, estoy algo perdida en este día y… —¡No puede ser! –su grito me interrumpió. Cerré la puerta y seguí su voz. Llegué frente a ella, señalaba sorprendida la sombra del portarretrato. Incluso estaba la marca, no lo había notado. —Sí, ya no está. —No puede ser… ¿Lo has tirado? –quiso saber y asentí con pasciencia —¡Por fin! ¿Con quien te acostaste? Aquella pregunta me desconcertó y levanté una ceja sin saber que decir. —Yo… no me acosté con nadie Lu –murmuré y ella me observó con los brazos cruzados. —Bien, supongo que te creo, entonces… ¿qué es eso? –preguntó y aterrada, pasé la mano por mi cuello —¡Caíste! —Bien, conocí a alguien pero… no pasó nada –comenté y ella me persiguió por toda la casa intentando encontrar “algo”. Sin embargo no le dije nada más, y comenzamos a ver una película. Al día siguiente, estaba en otro hospital. El otro estaba cerrado y habían trasladado a los pacientes. Estaba frente al señor Jhonson, era un enfermo terminal. Se mostraba sumamente débil. Me causaba tristeza porque era un hombre muy gracioso y bueno. Siempre fue voluntario en los centros de ayuda, y dedicó todo para ayudar a los demás. Era una persona muy querida, las visitas a diario lo confirmaban. Su habitación estaba rodeada de globos, flores y dibujos. Suspiré, no quería que se fuera pero ya estaba acostumbrada a la muerta. Algo que había sido muy difícil en mis comienzos. Por eso creo que la ausencia de William, fue soportable. Y Jhonson, me ayudó mucho a superar ese mal de amor, dándome consejos y escuchándome. Pero se veía muy mal. No quería que se fuera, era, alguien querido en este hospital. Tomé su mano, y luego observé su respiración con mi reloj. Luego de controlar su temperatura, caminé hacia la salida. En mi turno libre, salí al estacionamiento, necesitaba fumar un cigarrillo para calmar mis nervios. Además, sus ojos azules me perseguían constantemente al igual que sus labios. Suspiré, dándole una calada. —Eso te matará –comentó una voz, dí un respingo y al abrir los ojos me encontré a la niña. —¡Yes! ¿Qué haces aquí? –pregunté y me acerqué a su lado, no sin antes arrojar el cigarrillo lejos de la pequeña. —Ver que estés bien. Me alegra saber que lo estás. Aunque… mi padre no tanto. Está citando a muchas mujeres a su cuarto, se escuchan… —comentó y fue bajando el timbre de su voz hasta susurrarme al oído –sonidos extraños, como palmadas y… —Bien, bien. Supongo que… está conociendo a otras mujeres –comenté convencida y ella asintió. —¿No te afecta? –preguntó y negué. —Claro que no. —Mientes –comentó señalándome, tenía un bonito vestido mas moderno. —No miento. Además… no me atrae tu padre y… somos de mundos distintos. —¿Y eso que tiene? –preguntó interrumpiéndome y suspiré mordiendo mis labios –te puede convertir. —¡No quiero eso! –exclamé y ella se encogió de hombros. —No es tan malo. Puedes ser un animal, además cada persona tiene una habilidad diferente y… —Ya, ya entendí. —Ailin… quiero que seas mi madre –dijo sin tapujos. Me detuve, girándome abruptamente hacia ella. Me veía con una adorable sonrisa, que luego se ensombreció –mi madre fue asesinada hace doscientos años por humanos. Por eso… —Él nos odia –comenté perpleja y ella asintió acercándose.—Demuéstrale que no son todos iguales. El señor Jhonson, es… buena persona ¡Hazme caso y demuéstrale lo contrario! –Ordenó y negué, seguí caminando y cerré los ojos –no podrás separarte y él… aunque esté con otras tampoco.—Espera… ¿qué tiene que ver el señor Jhonson? –quise saber y ella se encogió de hombros —¿Por qué dices que no puedo separarme de tu padre? –quise saber cansada de su discurso.—Porque se necesitan. Quise replicar algo más, seguí avanzando pero me detuve. Al girarme, ella ya no estaba. Observé en todas las direcciones posibles, fruncí las cejas ¿Cómo…?—¿Estás bien? –preguntó una voz, era Matias un compañero.—Sí. ¿Despertó el señor Jhonson? –quise saber y él asintió. —Sí, está parado mirando a la ventana.—Pero… —comenté sorprendida y seguí a Matías –no podía caminar –comenté y el se encogió de hombros. Al ingresar, ví la espalda y trasero del señor Jhonson, causó risa en mí. Lo cubrí con una manta, pero mi sonrisa se borró.Pude notar claramente, sobre su espald
Al otro día, me sentí extraña. Mientras estaba en cada clase, mis pensamientos sobre Zane con otras mujeres no me dejaban tranquila. Nunca había sido así, ni siquiera con William, sabiendo que él estaba con otra persona. ¿Por qué ahora era distinto?Observé de reojo a Lucía concentrada en sus deberes.—Dime que te pasa –comentó sin levantar la vista y suspiré —¿es por tu hombre misterioso?—Es… complicado. Su hija… me visitó y… mencionó de manera inocente que su padre… —murmuré y cerré los ojos sintiéndome avergonzada –era visitado por mujeres todo… el tiempo.—¿Y eso te afecta? –preguntó directamente e hice una mueca con los ojos cristalinos –Oh… si que te afecta.—Me molesta, es decir… ¿por qué? No comprendo. Ni siquiera con William… me pregunté qué hacía cuando se marchaba.—Ese tipo era un hijo de…—Sí. Sí. Pero… nunca estuve tan… así. Quizás son las secuelas que me dejó ese amor doloroso –reflexioné y ella se encogió de hombros.—Por suerte ya no lo volviste a ver –señaló hacia mí
Una enfermera encuentra a una niña congelada en el exterior de su hospital y la rescata. Después de atenderla, descubre que la pequeña tiene un don mágico que le permite curar heridas y predecir el futuro. La niña la lleva a su manada, y se desarrolla una tensa relación con su cruel padre, el Rey de la Manada.Ailín.Observaba con aburrimiento, los vendajes que acomodaba mientras tarareaba una canción. El día, estaba bastante gris señalaba que una lluvia aterrizaría sobre nuestras cabezas. —Solamente me faltan dos horas más –susurré intentando darme ánimos, pero obtuve lo contrario. Comencé a pasearme por todas las habitaciones, percatándome si alguien necesitaba ayuda.Al terminar la ronda, me senté junto a la encimera de la cocina. No había nadie, todos se habían marchado a excepción de Carlos, el guardia. Odiaba estos turnos rotativos, pero ¿cómo me escucharían? Si era la mujer sin hijos, disponible según ellos. Solamente tenía a mis padres, y el recuerdo de mi difunta hermana gem
Al intentar apartarlo, no pude. Mis manos, estaban atadas y comencé a llorar desesperada. Sollocé y él, intentó besarme.—¡Ayuda! –grité.—Esperé… este momento ayer durante todo el día. Pero… apareció esa maldita niña –comentó y gruñó.Pero cuando cerré los ojos para esperar mi triste destino, el peso de su grotezco cuerpo desapareció. Al abrir los ojos, me encontré con la niña frente a mí. Parecía sana, sus heridas estaban aún vendadas. Pero su mirada, causó escalofríos en mí.—Niña… ¿te sientes bien? –quise saber y ella asintió, se acercó para liberar mis manos y suspiré de alivio. Al girar el rostro, observé perpleja que Carlos estaba muerto en contra la pared —¿Cómo…?—Hay que irse –anunció y negué.—No podemos salir, por la nieve –susurré y ella se giró soltándome de manera brusca.—Te llevaré con mi padre –comentó y la observé sin entender –Yo… ahora tendré una nueva madre.Confundida, la seguí. Mis pasos se volvieron inestables, hasta que me topé con ella. Avanzamos durante tod
Me tomó del cuello, sus uñas largas y filosas recorrieron mi vena. Sentí temblores ligeros, y de pronto su boca se acercó a mi piel. Abrí los ojos con sorpresa y emití un gemido al sentir su boca tan cerca.—Imposible –espetó lanzándome a dos metros de distancia. Caí en el suelo, observando confundida al hombre.—Ella me ayudó padre –comentó Yes colocándose en frente de mí, su modo protector causó alivio aunque también me sentí sumamente nerviosa.—Es una humana asquerosa ¡Debe morir! –exclamó y ella negó, comenzó a llorar.—Por… favor…—¡Encierrenla en la habitación C! –exclamó y no comprendí. Me tomaron de los brazos, luego que la puerta fuera abierta. —¡No! ¡Ayuda! –exclamé, pero fue en vano. Pronto me empujaron contra una habitación oscura. La luz se encendió y me sorprendí enormemente. Era preciosa, con colores que quizás nunca había apreciado.El suelo, estaba cubierto por una alfombra y la cama, era de princesa. No pude observar nada más, cuando de pronto, alguien abrió la pue
Tenía una mordedura horrible en la pantorrilla. Gemí asustada, cubriendo mi rostro. Pero de igual forma, me impulsé para seguir corriendo. Mis pasos se detuvieron al escuchar un alarido de dolor. Al girarme, contemplé que el lobo dorado, había podido con todos y se retiraron. Sin embargo, él, quedó sobre el suelo de nieve. Me giré dispuesta a retirarme, algo me detuvo en ese instante. Cerré los ojos y tragué saliva en seco. Estaba corriendo en la dirección de aquel lobo herido. Me cubrí la boca soprendida, estaba desangrándose. Dos mordeduras se encontraban en su cuello.Me hinqué de rodillas frente a él. Acaricié su pelaje, hasta llegar sobre su cabeza. —Estarás bien –comenté temblorosa sin saber que hacer ¿Cómo podría cargar un lobo tan pesado? Mis pensamientos me invadieron, hasta que con las pocas fuerzas que tenía, se puso de pie.Comenzó a caminar, la tormenta se intensificaba sobre nuestras cabezas. “Vamos ¿quieres congelarte humana?”, preguntó otra vez y asentí sin entender