Capítulo 5

—Yo soy tu cambio —me dijo el hombre lobo —. Te encuentras ante la frontera de una nueva vida, una nueva era, una nueva forma de vida.

Tragué saliva con fuerza, lo observé dudosa sin comprender sus palabras.

—¿Qué estás diciendo?

—Te convocaré a ser una loba —dijo él.

—¡Por favor, piensa un poco más en ti mismo! —dije.

—¡No puedo dejar que te vayas! —gruñó el hombre lobo— . ¡Debes convertirte en una loba!

—¡¿Por qué?!

—No me importa si odias a los humanos —dije  —. ¡No tengo por qué convertirme en una loba!

El hombre lobo gruñó, su cara se ensombreció más. Pero entonces me alejé, él, me observó a la distancia y juré ver una sonrisa en la niebla. 

Por fin había llegado al hospital, suspiré de alivio al ver que estaba rodeado de policías. Dí mi declaración, comentando que él había intentado asesinarnos a todos, las cámaras mostraron el momento exacto que el se golpea contra la pared, pero… no aparecía la niña.

Aquello me pareció confuso. Pero no pude decir nada más, por suerte no había mencionado a Jes.

Me internarían como una loca.

Pude llegar a mi casa. Mi pequeño departamento alquilado, me pareció lo mas cómodo en este mundo. Mis padres, no querían que me marchara de casa, pero quería ser independiente. Y ahora era una adulta estresada por deudas.

Entré a la ducha, y mientras el agua caliente absorbía la suciedad, mis pensamientos me llevaron a sus caricias. Moví el rostro de un lado al otro, no, no podía pensar en eso. Fruncí las cejas.

Salí envuelta en una toalla y observé el portarretrato, una foto mía y de mi ex novio, aparecía para destrozarme.

—¿Para qué tengo esto? –pregunté enojada conmigo misma, pero cuando quise tirar el portarretrato, me detuve. Mis dedos acariciaron el rostro de William, y mis ojos se cristalizaron.

Le había amado con toda mi alma. Pero no éramos nada sólido. Cuando yo llegué a su vida, su pasado estaba marcado por un viejo amor, que aún guardaba en su memoria y en nuestro presente.

Éramos vecinos. Nos veíamos a diario, y un día lo invité a la casa. Nos besamos hasta lugares donde no se podía nombrar, pero, no llegamos a más.

Yo, me hubiera entregado, pero él… no podía. Quizás porque no me quería, y era alguien respetuoso. Siempre se iba antes de quitarme las bragas, para dejarme confundida y triste. Cuando decía que no dejaría que él se volviera a acercarme, mi corazón le abría la puerta.

Volvíamos a besarnos, me despertaba al día siguiente y le preparaba el desayuno. De un momento al otro, luego de algunos meses así, él se mudó a mi departamento. Nuestros cepillos de dientes ahora estaban juntos, y esta nueva novedad en mi vida, me mantenía feliz.

Ya no era tan insoportable las guardias en el hospital, si al llegar estaba él. Pero aquellos mágicos seis meses a su lado, se transformaron en una tortura triste. Cuando comenzó a irse de la nada.

A veces nos besábamos, y él, debía marcharse. No lo comprendía, pero decidía darle su propio espacio. Porque estaba enamorada de él, y no, no quería agobiarlo. Quizás, tenía algo en su mente, o eso quería pensar en ese instante.

Un día, se fue por un mes. Yo siempre lo esperé, pero cada día la esperanza que el volviera, se disipaban. Ni siquiera comprendía su actitud, pero yo era tonta, cuando el regresaba lo esperaba con un beso y hablábamos como si no me hubiera abandonado por tanto tiempo.

Amanecía llena de felicidad y de pronto, volvía a marcharse. Hasta que dos meses después, regresaba a mis brazos ¿Qué cosa me consolaba? Saber que volvería a mi lado. 

Pero un día, mientras caminábamos en el parque, se detuvo. Sus ojos se clavaron en una preciosa chica: cabello castaño; ojos marrones y expresivos; llevaba un abrigo oscuro con una boina que hacía juego con sus ojos. 

Y en ese momento, él, se fue de mi lado para hablar con ella. Por primera vez, no lo esperé. Regresé a la casa sintiéndome destruida, y al buscar a esa chica, encontré que era su antigua prometida.

Ni siquiera volvió en ese día, ni en los siguientes.

Y volviendo al trauma de mi amor imposible, desde ese día pasó otro mes triste. Donde él, volvió. Pero confesó que estaba enamorado de ella, no de mí. A pesar que le abrí mi corazón durante casi un año, él me pidió quedarse pero amando a otra. Y estúpidamente le dije que sí. 

Me conformaba con cualquier cosa, menos que me abandonara. 

Los primeros días, nos pasamos besándonos y amándonos, pero nunca llegábamos a tener sexo. Supe que era por ella, pero no mencionaba nada para no discutir con él.

Mi dignidad, no podía rozar más el suelo. Pero esos magníficos dos meses, se convirtieron en ausencias. Había noches que volvía a irse, hasta que un día, regresó con el cuello lleno de sus besos. No pude más, él me suplicó que no lo dejara y que la olvidara pero no pude. Y se fue, nunca más volvió y en parte se lo agradecía. Recuerdo sus palabras, como si estuvieran marcadas en mi piel.

—“Ailín… yo te amo pero… no puedo despegarme de ella… es mi otra mitad, no puedes entenderlo…”

Despejé mis pensamientos, acariciando a mi perrita. Suspiré, al menos la tenía a ella. Finalmente, por primera vez luego de dos años, había tirado el portarretrato con él. Suspiré, pero era lo mejor.

Era algo pasado, ya… no le amaba ¿verdad?

—Soy fuerte… soy fuerte –repetí una y otra vez.  Sin embargo, en un momento me quebré. Nunca podría olvidar a alguien tan importante como él. Pero sabía que no tenía caso llorar por alguien que nunca me quiso.

Mi puerta sonó, confundida y un poco asustada, me acerqué ¿Y si acaso era él? Pero para mi alivio, era Lucía, mi amiga.

—¿Dónde estabas metida? –preguntó mientras ingresaba con unas bolsas –traje comida, es noche de chicas.

—¿ya es viernes? –quise saber confusa y ella me observó de manera rara –sí, estoy algo perdida en este día y…

—¡No puede ser! –su grito me interrumpió. Cerré la puerta y seguí su voz. Llegué frente a ella, señalaba sorprendida la sombra del portarretrato. Incluso estaba la marca, no lo había notado.

—Sí, ya no está.

—No puede ser… ¿Lo has tirado? –quiso saber y asentí con pasciencia —¡Por fin! ¿Con quien te acostaste?

Aquella pregunta me desconcertó y levanté una ceja sin saber que decir.

—Yo… no me acosté con nadie Lu –murmuré y ella me observó con los brazos cruzados.

—Bien, supongo que te creo, entonces… ¿qué es eso? –preguntó y aterrada, pasé la mano por mi cuello —¡Caíste!

—Bien, conocí a alguien pero… no pasó nada –comenté y ella me persiguió por toda la casa intentando encontrar “algo”. Sin embargo no le dije nada más, y comenzamos a ver una película. 

Al día siguiente, estaba en otro hospital. El otro estaba cerrado y habían trasladado a los pacientes. Estaba frente al señor Jhonson, era un enfermo terminal. Se mostraba sumamente débil.

Me causaba tristeza porque era un hombre muy gracioso y bueno. Siempre fue voluntario en los centros de ayuda, y dedicó todo para ayudar a los demás. Era una persona muy querida, las visitas a diario lo confirmaban.

Su habitación estaba rodeada de globos, flores y dibujos. Suspiré, no quería que se fuera pero ya estaba acostumbrada a la muerta. Algo que había sido muy difícil en mis comienzos. Por eso creo que la ausencia de William, fue soportable.

Y Jhonson, me ayudó mucho a superar ese mal de amor, dándome consejos y escuchándome. 

Pero se veía muy mal. No quería que se fuera, era, alguien querido en este hospital. Tomé su mano, y luego observé su respiración con mi reloj. Luego de controlar su temperatura, caminé hacia la salida.

En mi turno libre, salí al estacionamiento, necesitaba fumar un cigarrillo para calmar mis nervios.

Además, sus ojos azules me perseguían constantemente al igual que sus labios. Suspiré, dándole una calada.

—Eso te matará –comentó una voz, dí un respingo y al abrir los ojos me encontré a la niña.

—¡Yes! ¿Qué haces aquí? –pregunté y me acerqué a su lado, no sin antes arrojar el cigarrillo lejos de la pequeña.

—Ver que estés bien. Me alegra saber que lo estás. Aunque… mi padre no tanto. Está citando a muchas mujeres  a su cuarto, se escuchan… —comentó y fue bajando el timbre de su voz hasta susurrarme al oído –sonidos extraños, como palmadas y…

—Bien, bien. Supongo que… está conociendo a otras mujeres –comenté convencida y ella asintió.

—¿No te afecta? –preguntó y negué.

—Claro que no.

—Mientes –comentó señalándome, tenía un bonito vestido mas moderno.

—No miento. Además… no me atrae tu padre y… somos de mundos distintos.

—¿Y eso que tiene? –preguntó interrumpiéndome y suspiré mordiendo mis labios –te puede convertir.

—¡No quiero eso! –exclamé y ella se encogió de hombros.

—No es tan malo. Puedes ser un animal, además cada persona tiene una habilidad diferente y…

—Ya, ya entendí.

—Ailin… quiero que seas mi madre –dijo sin tapujos. Me detuve, girándome abruptamente hacia ella. Me veía con una adorable sonrisa, que luego se ensombreció –mi madre fue asesinada hace doscientos años por humanos. Por eso…

—Él nos odia –comenté perpleja y ella asintió acercándose.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo