Capítulo 6

—Demuéstrale que no son todos iguales. El señor Jhonson, es… buena persona ¡Hazme caso y demuéstrale lo contrario! –Ordenó y negué, seguí caminando y cerré los ojos –no podrás separarte y él… aunque esté con otras tampoco.

—Espera… ¿qué tiene que ver el señor Jhonson? –quise saber y ella se encogió de hombros —¿Por qué dices que no puedo separarme de tu padre? –quise saber cansada de su discurso.

—Porque se necesitan. 

Quise replicar algo más, seguí avanzando pero me detuve. Al girarme, ella ya no estaba. Observé en todas las direcciones posibles, fruncí las cejas ¿Cómo…?

—¿Estás bien? –preguntó una voz, era Matias un compañero.

—Sí. ¿Despertó el señor Jhonson? –quise saber y él asintió. 

—Sí, está parado mirando a la ventana.

—Pero… —comenté sorprendida y seguí a Matías –no podía caminar –comenté y el se encogió de hombros. Al ingresar, ví la espalda y trasero del señor Jhonson, causó risa en mí. Lo cubrí con una manta, pero mi sonrisa se borró.

Pude notar claramente, sobre su espalda una mordida pequeña.

—Mierda –comenté sorprendida y el se giró.

—Me siento renovado, ¿me dieron un pinchazo en la espalda? Sentí eso y cuando quise saber sentí… que tenía veinte años ¡Increible! –comentó con felicidad y me reí. –Primero hablé con una niña encantadora y luego, me dormí.

Sabía quién había sido.

—Yes… —comenté en voz baja, sonreí y comencé a realizarle estudios al señor Jhonson. 

Estaba sentada en la terraza de mi departamento. Sostenía una taza de café entre mis manos, mis cejas estaban fruncidas intentando averiguar que m****a había pasado. Pero todo me llevaba que la niña tenía poderes curativos. La enfermedad del señor Jhonson, se había ido.

Estaba sano.

Y era tan extraño. Observé de reojo mi carpeta, mañana tenía que ir a la universidad. No tenía ganas pero para nada. Cerré mis ojos sintiéndome perdida y cansada. Quería ser licenciada en enfermería pero al costo de perder mi estabilidad.

Primero había empezado la carrera para impresionar a William, pero poco a poco, comencé a sentir que una licenciatura, no era para mí. No obstante, la terminaría. 

Pero las palabras de aquella niña, invadieron mi mente. Además, la imagen de Zane teniendo sexo con otras mujeres, me produjo un… profundo pesar que produjo que mi puño se cerrara con enojo.

—¡Imbecil! ¡Luego de besarme, besa a otras mujeres!  —grité furiosa y me toqué el pecho, al encontrarme a Zane de pie, frente a mi balcón.

Abrí los ojos con sorpresa y él, sonrió. Caminó despacio, y no pude evitar bajar la vista a su torso desnudo y… el resto. Era enorme, su miembro estaba…

—¿No deberías mirarme a los ojos? –preguntó y avergonzada, lo miré.

—No deberías andar desnudo… tendrías que ponerte ropa –comenté temblorosa y avanzó dando pasos hacia mí. A medida que retrodecía uno, él daba dos. Hasta que finalmente mi nariz, chocó contra su pecho.

La sonrisa en su rostro, causó estragos en mí. Su mano derecha, levantó mi barbilla encontrándome con sus ojos azules. Mis bragas ya estaban mojadas para ese instante, deseaba tantas cosas que…

—Te las hago –comentó con voz ronca y sus ojos, se volvieron mas oscuros –te hago todo loq eu te imagines…

—Yo… no quiero nada –mentí apartándome, dando un largo paso hacia atrás. Escuché su risa y me giré con una ceja levantada —¿No tenías un ejército de mujeres a tu merced?

—¿Celosa? –quiso saber y abrí la boca intentando protestar. Pero ya era tarde, llegó  a una velocidad sorprendente, para abrir mis piernas y subirme a la barra. Comenzó a dejar besos en mis pantorrillas, hasta subir a mis glúteos. No pude evitar gemir.

Su boca contra mi piel estaba provocando un dulce dolor, que corría hasta la zona íntima de mi. Mordí el labio, tratando de contener  gemidos y gruñidos de placer.

Él empezó a rozar mi piel con su lengua, y sus besos se hicieron más profundos. Me puse rígida.

—¡Oh, Dios mío!

Estaba siendo invadida por una marea de sensaciones contradictorias, desde el asombro hasta el deseo. ¡Era absurdo! ¡Me estaba sintiendo a merced de alguien que le había jurado a sus huesos un instante antes!

—¿Te estoy gustando? —murmuró él, sin dejar de besarla.

—No...

Él emitió un resoplido. —Estás temblando. ¿Estás bien? —le preguntó, sus ojos brillaron y su mano descansó en su piel caliente.

—¡No lo hagas! —grité. —¡Necesito que me dejes ir!

Pero él no se mueve.

— ¿Estarías segura de querer salir de aquí?

—Sí —respondi aún excitada, mi voz sonó mucho más dura y determinada que mi forma de estremecerse. —¡Quiero irme!

Él se detuvo y me miró. 

—Está bien —gruñó —. ¡Pero no puedo dejar que te marches así!

El hombre lobo recorrió la habitación, buscando algo. Yo lo observaba con la mirada fija y los ojos cerrados, esperando para ver qué haría a continuación.

—¡No te acerques! —le advertí enojada— . ¡Si no me deja ir, gritaré a la policía!

El hombre lobo se volvió hacia mi. —¡Pensé que estabas preocupada por mí! —

Miré su cuerpo, casi perfecto. Mis ojos recorrieron la puerta, y volvieron a él. ¿Dónde estaba esa bengala que él había mencionado antes?

El hombre lobo sospechó. — ¿Quieres gritar a la policía? —preguntó, y su mano apretó mi mejilla. —¿O quieres saber qué me tienes tan interesado? ¿Prefieres… que te haga el amor?

Zane se detuvo frente a mi, pude notar su piel caliente y su respiración, rápida.

—Necesito que me escuches —dijo —. ¡No puedes simplemente salir de aquí! ¿Lo entiendes?

Negué  con la cabeza. —¿Por qué no?

—Porque soy yo quien lo quiere —afirmó él —. ¡Y tú eres mi alma gemela!

— ¿Estás loco? —pregunté— . ¿Es una especie de chiste? ¡Machista!

Él sacudió la cabeza. —Ningún chiste, querida. El destino nos juntó y no me voy a rendir por una noche pasada.

Resoplé intentando de mantener la compostura y no me dejaría convencer tan fácilmente.

—¿Por qué no puedo simplemente irme? ¡Te he dado lo que querías!

El hombre lobo se agachó y la miró a los ojos. —Porque ahora también eres mi compañera —dijo él —.

—¡¡Compañera!? ¡¿Eso es todo lo que quieres!? —exclamé enojada, mi voz resonó por las paredes, y el hombre lobo sonrió.

—También te deseo —dijo él.

—Pero… — quise decir, pero estaba atónita.

Él me besó, profundamente, sus brazos me rodearon. Mi cuerpo respondió al instante.

Y….  siempre tenido mis propios deseos secretos, pero ahora que estaban siendo satisfechos, mi cuerpo comenzó a exigir más.

Me apreté contra él, moviendo las caderas para recibir más de su presencia.

Él mordió mi cuello. Comencé a gemir con más fuerza.

—¡Oh, Dios! —grité.

Él me miró, y sus ojos relucieron con una ansiedad que jamás había visto en un hombre. —¡Ay, Dios! —rugió él—

La mano de él comenzó a recorrer mi cuerpo, mientras el movimiento rítmico de las caderas continuaba. Mi carne se estremeció en su interior, sentí cada una de las partes de él que chocaban con la suya.

Dejé escapar un leve gemido de placer y permití que él dominara mi cuerpo.

Los movimientos de él se intensificaron. Su aliento se convirtió en un rugido. Su voz empezó a sonar más gruesa y gutural. Podía sentir su deseo creciente. Era como si estuviera a punto de explotar. La luz de la luna entró en la habitación, resplandeciente y brillante. 

Comencé a sentir como si fuera a estallar. Se sintió atrapada en un espacio sin fin. Sus gemidos aumentaron de volumen, y aún así, quería más.

sigue

Él se derrumbó sobre ella. Ella se recostó en su cuerpo y su ritmo se relajó.

Me quedé con el corazón acelerado, incapaz de articular palabras. Estaba realmente ocurriendo esto. ¿Era una locura o un sueño hecho realidad?

Me incorporé con un respingo, llevé mi mano a la frente. ¿Qué había sido eso? ¿Un sueño? ¿Una pesadilla?

Estaba todavía en el balcón de mi habitación. El viento helado acariciaba mis hombros, y los árboles se agitaban alrededor. ¿Había sido un sueño?

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