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Capítulo 1. “El inicio del nacimiento del genio” Parte 1.

Azize.

Pasillos de la cuarta planta en dirección a la habitación 456 del The Watergate Hotel, Washington, febrero 2016.

No lo entiendo, no he bebido tanto para que me sienta, así de descolocado, esta sensación de irrealidad, y mareo, pero, sobre todo, esta sensación de aturdimiento, y de calor intenso. Seguro que ese estúpido de Haul ha tenido algo que ver, ¡maldita sea!

Aun no entiendo por qué somos amigos, quizás sea causado porque con esta personalidad introvertida, peligrosa y demoledora que tengo, sólo una ser como Haul, que no entiende un no por respuesta, es el único que se atrevido a acercarse a mí, y a no huir ante mi primera mirada fría. 

Que yo recuerde siempre he sido así, callado, con mirada aguda, y helada, serio, impaciente con la incompetencia, frio y duro como el acero, con poca paciencia, y totalmente exigente, justo por eso no deseo a ninguna mujer a mi lado que intente cambiarme, quien me quiera debe aceptarme como soy, pero por ahora sólo ese indeseable y pesado de Haul, es el único que me deja ser yo mismos, los demás, o me temen, y huyen de mí, o intentan cambiarme, para terminar aterrados ante mi respuesta, y salen huyendo de mí. 

Una oleada de calor recorre mi cuerpo, y siento una necesidad, sexual y descarnada, correr en mi interior, hacía años que no la sentía, o al menos así de esta forma, desde esa m*****a noche, en mi adolescencia, con diecisiete años recién cumplidos, cuando Haul me convenció para colarnos en una fiesta universitaria de una fraternidad, haciéndonos pasar por alumnos de primer año.

Amanecí en la cama de una guapa estudiante universitaria de último año, casi seis años mayor que yo, que no sólo se llevó mi primera vez con una mujer, sino que también se llevó mi primera y última vez perdiendo el control, algo que nunca me había permitido desde ese día, hasta ahora, justo en el momento que entré en mi habitación.

Tras cerrar la puerta con algo de impaciencia, de pronto, un ser irreal, entre luz brillante y nebulosa, de forma casi idílica, una especie de hada seductora, saltó sobre mí, empujándome de espaldas contra la pared, para tras agarrarme de la corbata tirar de mí hacia ella, la sentí alzarse de puntillas, y finalmente me besó en los labios, con autentica pasión, haciendo que la contención a la que llevaba sometiendo, estos últimos cuatro años, a mi mente, pero sobre todo a mi cuerpo, cayeran como un maldito castillo de naipes, bien fuera por el alcohol, o bien fuera por ese sabor, y ese olor, que me enloquecía, esa m*****a hada me arrastró con ella al pecado, y yo sin pensarlo me deje llevar sin control, ni arrepentimiento.

Clara.

Habitación 456 del The Watergate Hotel, Washington, febrero 2016.

Me sentía extraña, la garganta me quemaba, y un calor extraño, junto a una sensación desconocida, y diferente, de la que nunca había sentido, me recorrían acumulándose en mi sexo y en la punta de mis pezones, haciendo que estos se volvieran sensibles pesados, intentaba moverme en la cama, no sabía dónde estaba, y la ropa me agobiaba, conseguí, a duras penas, solté una manga de la chaqueta, que pesaba como un enorme saco de ladrillos.

Toda mi ropa me pesaba, esa como la cuerda que me ataba a ese calor, con mucha insistencia conseguí quitarme esa m*****a prenda, y en un momento de lucides, decidí levantarme e ir al baño, para darme una ducha de agua fría, eso por lo menos rebajaría el calor.

No entendía nada, ni sabía que me provocaba ese estado, pero cuando estaba ya cerca de la puerta del baño, tras mucho esfuerzo, vi que la puerta del cuarto se abría, y el hombre más atractivo que había visto nunca, un tentador actor de Hollywood, moreno creo, entró en la habitación, entre mirarlo, en medio de nebulosas, y reaccionar, no fue ni medido, ni controlado, más bien ese ser que me había dentro de mí, que me había poseído, se dejó llevar, y sin pesarlo, me abalance sobre él, perdiendo mi lucides. Si hubiera sabido que al día siguiente todo lo que pasó en esa habitación, nunca lo olvidaría, quizás, sólo quizás, me hubiera alejado de él. Pero claro eso sólo lo supe al día siguiente, por desgracia.

Su sabor era una perfecta combinación de amargor por el alcohol y calidez por su aliento, al principio, su boca se mostró pasiva dejándose asaltar, pero pronto me vi trasportada por la pasión de sus candentes besos, mientras era alzaba del suelo por mis caderas, no me había dado cuenta que era tan alto, hasta que mis piernas rodearon totalmente sus caderas mientras él avanzaba hasta la cama, era como si estuviera en los alto de una gigante torre, su insipiente barba, rozaba mis piel, haciendo que esta se sintiera irritante, pero a la vez tentadora. 

No dijimos nada él uno al otro, ni en ese momento, ni durante toda esa noche, no había necesidad de palabras, sólo hablaban nuestros cuerpos, y eso era suficiente.

Sentí como mis manos tomaban la iniciativa, y con lentitud, una lentitud que yo no sentía, comencé a quitarle la chaqueta y a desabrocharle la camisa, mientras él pasaba sus labios, de mi boca, a mis hombros y a mi cuello, con esos candentes besos que me ataban a él. 

Sentía que mi cuerpo temblaba, y sin pensarlo un gemido ronco casi como un suspiro escapó de mis labios, tal era el placer que esa boca provocaba en mi piel. Si me preguntas que describiera su rostro, en ese momento no podría, pero en cambio su cuerpo, su pecho, cuando fue liberado de su encierro, se me grabaron a fuego en la mente.

Esos músculos perfectos delineados, como esculpidos por un maestro renacentista, pedían a gritos ser besados y adorados, eran una auténtica obra de arte. Por un segundo pensé que estaba tenido el sueño erótico más perfecto que cualquier mujer podía tener, y esa sensación me duró toda la noche. Un brusco movimiento, en mi camisa de encajé, provocó la tela fuera arrancada de mi piel, para que después, mis senos fueran asaltados por sus grandes manos, sobre el sujetador. 

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