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Capítulo 5. “La necesidad creada de un magnate”.

Azize.

Habitación 456 del The Watergate Hotel, Washington, febrero 2016.

No me preguntéis que fue lo que, exactamente, me hizo despertarme con la sensación de que un maldigo obrero con una enorme taladradora, estaba taladrando mi cerebro. 

En el momento que abrí los ojos los recuerdo de esa noche me asaltaron, e inconscientemente busqué con mi mano, entre las sábanas, el delicioso cuerpo que me había vuelto loco esa noche, no me importaba que el estúpido de Haul hubiera pagado porque esa deliciosa diosa de la noche, esa preciosa hada, me hiciera compañía, como tantas otras veces había hecho ese estúpido, sin obtener el resultado que había obtenido esa noche, era la primera vez que había cedió a mis instintos más básicos, en muchos años. 

La necesidad de verla a la luz del día, y conocerla al fin, ya que para mi mente sólo era como una delicioso y etéreo recuerdo, hizo que girara mi cabeza hacia el lado donde yo suponía que ella estaría, al no lograr tocarla con mi mano. 

Pero allí no había nadie, de hecho, la sabana que tocaba mi mano estaba fría, ósea que ya hacía rato que ella había desaparecido. Con un gruñido de frustración me incorporé buscando mi móvil, lo encontré justo a mi ropa, en el suelo junto a la cama.

Lo único que me faltaba era mi camisa, en cambio, dos prendas de ropa descansaban, juntas y rotas, junto a las mías, una era una camisa femenina, y la otra era una prenda interior femenina, que había visto mejores días, tras pasar por mis manos. Esto me probaba que lo de anoche no había sido ninguna fantasía, esa Hada era real.

Me levanté de la cama completamente desnudo, para ir al baño, mientras, tras coger mi móvil, llamé al maldito de Haul, ese estúpido tenía muchas explicaciones que dar. 

-” Hasta que al fin apareces, gran magnate. ¿Sabes el trabajo que me ha dado tu...?”- tuve que cortar sus quejas, eso ahora no me preocupa.

-” Dame su número.”- fue mi escueta y directa orden. 

-” ¿Número? ¿Qué número? ¿De quién? ¿no me digas que ayer alguna de mis conejitas, antes de que las espantaras, te llamó la atención? Sabía yo que ese vino afrodisiaco ayudaría…”- las palabras de ese estúpido me confundían, además no soy un hombre que le guste dar explicaciones, a nadie, así que volví a interrumpirlo.

-” ¿Vino afrodisiaco? ¿De qué coño hablas? Sólo te pido el número de teléfono de esa mujer que pagaste para que pasara la noche conmigo, la que estaba en mi habitación cuando entré.”- le dije impaciente mientras tras lavarme, y liberar mis esfínteres, producto de esa noche loca, me coloqué un albornoz del hotel, y salí del aseo.

-” ¿Qué mujer? Yo no envíe a nadie a tu habitación, ¿Estás loco?, la última vez que lo hice, casi me rompes la mandíbula, mientras entrenábamos.”- por un segundo se hizo el silencio, y supe que al fin Haul había captado mis preguntas –“Pero espera un momento, ¿acabas de decir que estuviste anoche con una mujer?, ¿no fue un sueño o algo?, ¿no será un efecto segundario del trago al vino que tomaste? ...”- las preguntas de ese estúpido se sucedían mientras mí atención estaba en otra cosa.

Sobre la cómoda de la habitación bien colocados, y de manera visible, un abultado fajo de billetes de cincuenta dólares se encontraba allí presagiando algo que yo no deseaba pensar.

 La sensación de ser comprado, de ser utilizado, me recorrió por entero, mi mente repasó paso a paso todo lo que recordaba que había ocurrió esa noche, y en un momento, a la luz del día, sin esa niebla perturbadora del deseo, una idea que no deseaba contemplar en ese momento se coló en mi cabeza, sin pensarlo colgué el teléfono, es idiota me molestaba, y yo necesitaba pensar, no me importaba que aún se oyera, por el altavoz, el interrogatorio de mi mejor amigo. 

Durante esa noche, y entre las nebulosas de sexo y sensaciones, justo antes de la primera penetración, algo se detuvo en mi memoria, para centrarme mejor en ese momento, todo volvió para hacer que la lucides, por unos segundos, volviera a mi mente, quizás fue la rigidez que mostro de pronto su cuerpo, cuando entré en ella, o la estreches extrema, o la dificultad que me costó al principio penetrarla, incluso cuando yo sentía que ella estaba preparada, quizás fue el gemido agudo, que ella amortiguo apretando su mandíbula, no sé exactamente que fue, pero algo si tenía claro, esa mujer no sólo me había utilizado, yo ya tenía la convicción de que era su primer hombre. 

Sin pensarlo fui directo a la cama, para cerciórame que, mis suposiciones, eran sólo eso, suposiciones, pero al alzar las sábanas blancas de nilo, la evidencia estaba allí, en forma de una pequeña, y casi imperceptible, mancha de sangre.  

-” ¡Increíble! ¡Esto es increíble, esa m*****a hada!”- gruñí justo en el momento que unos golpes en la puerta me avisaban de la llegada de mi fiel asistente Burak.

-” Necesito que encuentres a la mujer que durmió conmigo anoche, no importa lo que hagas, encuéntrala.”- le dije sin tan siquiera mirarlo mientras miraba mis manos donde sostenía la ropa rota que ella había dejado atrás.

-” Si señor Osman, ¿quiere que hagamos algo con ella, en especial, cuando la encontremos?”- me dijo serio Burak. 

-” Traerla al primer registro civil que encuentres, esa mujer será mi esposa, quiera ella o no, nadie utiliza a Azize Osman, si pagar las consecuencias.”- le dije mientras me vestía, totalmente furioso.

Lo último que cogí de la habitación junto los restos de su ropa rota, fue el fajo de billetes que había sobre la cómoda, los coloqué en mi cartera, nunca iba a gastar ese dinero, no al menos hasta que encontrara a la responsable de habérmelo entregado, serviría para dar parte del pago, que costaría los anillos de bodas, que los uniría, como unas esposas, para siempre. 

Una vez en mi coche, por quinta vez, volvió a sonarme el teléfono, no necesitaba ver el identificador de llamada para saber quién me estaba llamando, por lo visto, el haberle colgado a Haul Sezer, de la forma precipitada como lo hice, sólo había provocado que ese maldito incordio, se empecinara más en localizarme. 

-” ¡Como me cuelgues otra vez, Azize Osman, te parto el alma!, ¡Te lo juro! Comienza a soltar por esa boquita ¿Qué pasa con esa mujer?”- fue la respuesta rápida y contundente de Haul cuando descolgué el teléfono.

-” Simplemente que voy a casarme con ella, cuando la encuentre.”- le dije de forma tranquila soltando esa bomba que lo silencio, por unos largos segundos.

-” ¿No te habrás dejado atrapar, por una cazafortunas? ¿Cometiste un error? ¿Te drogó? ¿Usaste condón?, ¿verdad? ¿Dime algo, joder?”- de todo lo que dijo sólo lo último fue recogido por mi cerebro. 

-” Eso sí que no lo había pensado, gracias por recordármelo, Burak asegúrate de buscarla entre los hospitales, sobre todos en el departamento de ginecología ante posibles embarazos, mi mujer puede ser una de ellas.”- le dije a mi asistente, de forma segura y tranquila, mientras un grito de incredulidad salía del otro lado del teléfono. 

- “¡¿No usaste condón?! ¿Quién eres? Burak asegúrate que tu jefe no sufre de algún síntoma secundario por lo que bebió anoche.”- le oí decir a Haul, con tención. 

- “No dejas de hablarme de vinos afrodisiacos, y cosas que tomé anoche, lo que me hace pensar ¿no tienes algo que contarme, Haul Sezer?”- dije aún más serio, tras esa pregunta, la comunicación se cortó de forma a bruta.

De todas formas, Haul había servido para aclararme varios puntos, así que sólo por eso, por ahora, lo dejaría vivir. Lo primero que debía hacer es encontrar a esa mujer, que ni recordaba cómo era, lo segundo era menos probable, debido a la baja natalidad que suele ver en mi familia, pero siempre había probabilidades de que, en la primera vez de esa mujer, con mi mujer, hubiera tenido consecuencias inesperadas, algo que sorprendentemente, no me molesto, ya tendría tiempo de hacerle pagar su ofensa, al haberme utilizado, exactamente, toda nuestra vida, donde me aseguraría que ella, estaría a mi lado. 

Desgraciadamente eso no fue tan fácil como yo esperaba, y tuvieron que pasar años, hasta que yo al fin pudiera conocer quién era la que yo ya consideraba mi esposa, y eso, ni siquiera, fue obra mía, o si, todo depende del punto de vista con lo que se mire. 

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