Mare vivía en un pequeño departamento junto con una compañera, está miraba en su laptop unas notificaciones.
—Maldita sea, puro bagre trae el río.
—¿Qué tienes?
—Quiero una cita, algo especial, con el sujeto indicado y no hay nada.
—No hay buenos hombres en el mundo.
—Dímelo a mí, suelo atraer a los peores especímenes —entonces la miró detenidamente—, en cambio, tú deberías hacer algo por tu vida sentimental.
Mare sonrió y le respondió.
—Estoy bien así.
July no se daría por vencida y le indicó.
—En serio, Mare, tienes un empleo de m****a y cero vida social.
—Me gusta mi empleo, hoy entregué un pastel.
—Dios, te ascendieron a repartidora —lo pensó un poco y le dijo—. Eso no es un ascenso, es decadencia.
—Me siento feliz así.
—Nadie puede ser feliz de ese modo.
Ella no quería ser feliz, solo deseaba mantenerse segura y nadie la movería de su zona con facilidad. Entró en su habitación y cerró con llave, procedió a mirarse en el espejo de su cuarto y a quitarse la prótesis con mucha destreza. Acarició su rostro, lo cierto es que eso la ayudaba a no ser vista, ni reconocida.
A la mañana siguiente bajó con la funda de basura y se acomodó su gorra bajándola un poco más, todo cuidado era poco, miró a todos lados y cuando vio que todo era seguro caminó hacia donde tenía su auto.
Eso de mirar por encima de su hombro se había vuelto una costumbre y un pesar. Llegó a su trabajo y colocó su tarjeta, sonrió al personal y la supervisora la llamó a un lado.
—Enviaron una felicitación y algo para ti.
Ella miró el sobre y no entendió, entonces al abrirlo eran 100 dólares. Al principio no entendió hasta que recordó al sujeto del cumpleaños y le dijo a su superior.
—No puedo aceptarlos.
—Escucha, el cliente es muy especial, siempre compra aquí y esto es un halago, tómalo como tal.
Ella se metió el sobre en el pantalón y comenzó su trabajo en el área de decorado. Era un trabajo arduo, pero al menos le daba para vivir. Luego tomaba su almuerzo y pasaba por la guardería a mirar a los pequeños hijos de sus compañeras.
—¿Te gustan los niños?
—Sí, estudié… Bueno, quise estudiar para cuidado de niños.
—Aquí sería de mucha ayuda.
Se fue a refrescar en el baño del trabajo, se miró la prótesis, era molesta, pero de tanto usarla se había acostumbrado, su rostro quedaba bastante raro, abrió el grifo y podía ver el agua correr y recordar cómo el frío calaba sus huesos. Sacudió su cabeza, ahora tenía que continuar y mirar al frente.
Las cocinas siempre estaban activas y salían desde desayunos ejecutivos, pasteles, postres y demás. Una de sus compañeras pasó diciendo.
—Día de pago, el más feliz de todos.
Algunas ya tenían su quincena comprometida y ella la recibió en efectivo.
—¿Te vas de fiesta loca?
Sabía que se burlaban de ella, por su apariencia, y respondió con un simple.
—Algo así.
Debía contribuir para el departamento y para pagar el internet, comprar comida decente y seguir adelante ahorrando algo.
Salió a las siete y debía realizar sus compras de la semana. Al salir se acomodó el abrigo, se subió las solapas y acomodó su gorra, cabeza baja y perfil bajo. Una mecha de cabello cubriendo el lado que daba a la calle y por ende el de su cicatriz, pasos firmes y decididos.
A su mente vino la voz de Philip.
—Nunca des a notar quién eres en el mundo real. La gente es entrometida, habla poco, no crees lazos con nadie.
Trataba de seguir la regla al pie de la letra.
—Cobra en efectivo, busca empleos en sitios que apoyen a madres solteras o mujeres en riesgo. Recuerda, usa el efectivo.
Entró en el supermercado y jaló un carrito y compró lo básico: leche, cereal, fideos instantáneos; nunca esperó que le terminaran gustando. Algo de dulce, miró los enlatados, caviar, lo analizó, se pasaba de su presupuesto, pero le encantaba.
Lo dejó a un lado y continuó. Siempre debía moverse y no quedarse estancada.
—Esto es para que no vean tu rostro detenidamente, la cicatriz ayudará, pero en ciertas personas llamará la atención.
Fue rumbo a casa y se movió lo más rápido que pudo, sin detenerse. Esa era su rutina. Cuando su compañera no estaba tenía por costumbre andar por la casa descalza y sin la prótesis, esa noche el gato de la señora Godines estaba en su puerta.
—¡Hola, Caramelo!
El gato maulló y ella lo acarició, abrió y él entró, quería un poco de jamón, sonrió al verlo saltar al mueble, era como un pequeño dueño y lo vio estirarse caprichoso y esperar su premio.
—Te gusta que te den premios por nada.
Ingresó a la cocina y entonces recordó que ella siempre fue la persona que tuvo premios solo por existir.
—Entonces yo sería la más descarada de todas.
Le dio su pedazo de jamón y le comentó.
—Vivía premiada solo por existir, recuerdo los vestidos de fiesta… —decía soñadora—. Si hubieras sido vestida por Valentino, o Chanel, Roubiosa, o Valka Tomás, te chiflarás.
Recordaba cómo se peleaban para que ella usara sus vestidos en eventos de moda.
—Me enviaban sus diseños y yo solo tenía que elegir el que más me gustaba y siempre iba radiante.
El gato se acicalaba después de aquel delicioso bocado y ella le dijo entonces.
—Ni uno menos de tres cifras, a veces hasta de cuatro.
El gato la miró pesarosa.
—Vivir era un lujo y ahora sobrevivir lo es más.
Corrió discretamente las cortinas y vio los demás departamentos con sus ventanas cerradas.
—Siempre mirando por encima del hombro, solo para que el hombre malo no me encuentre.
El hombre malo
Zeus miraba unos relojes, tenía fijación por ellos, eran su punto débil, se había enviado a diseñar uno a una prestigiosa casa de moda y ahora admiraba su obra.
—Es perfecto.
—La luna es con un material que ni la bala le entraría.
—Sería un buen escudo.
—Tiene todo: control de ritmo cardiaco, temperatura, acceso a internet y luce muy elegante y viril —dijo el sujeto—. Como usted.
—Me encanta, en verdad me encanta.
Canceló en efectivo y sonrió al ver su nuevo juguete en su mano y miró a uno de sus hombres.
—¿Alguna novedad?
—Ninguna, señor, lo siento.
—¿En verdad lo sientes?
Revisó en internet.
—Dicen que un cuerpo puede descomponerse en agua helada hasta doce meses, y solo de esa mujer encontraron un vestido.
Golpeó su escritorio y entonces le dijo a su subalterno.
—¿Cómo puedo estar de duelo si no hay un cuerpo?
El subalterno estaba mudo y él prosiguió.
—El lema de un asesino es sin un cuerpo, no hay nada, entonces, siguiendo ese lema, no tengo nada.
—Señor, se hicieron las respectivas investigaciones y la señorita Mareska murió…
—¿Y el cuerpo?
—Pudo ser arrastrado hasta el océano, señor.
—Puede, puede, pero no lo sé, hay algo que me molesta de todo esto.
Un hombre entró en esos momentos y Zeus esbozó una sonrisa.
—Tío, ¿te sientes bien?
El sujeto asintió y le dijo en tono recomendador.
—Zeus, deja esa payasada, cuando alguien se muere, pasa eso, se muere.
—Es que…
—Escucha, cuando las cosas pasan de forma inesperada, nos sorprendes, pero nunca deben de atarnos. Las ataduras son malas para la cabeza.
El bello mancebo le dijo entonces.
—Era mi prometida.
—Tú lo has dicho, era y ahora es comida de peces, solo déjala morir en paz, los muertos cuando se los azuza pueden volver.
Sonrió con una malicia hiriente y Zeus lo miró de forma venenosa.
—Entonces el muerto se te carga encima y te va chupando la puta vida hasta que solo quedas en la m****a. Mírame, pensar en mis muertos me ha llevado a esto.
Zeus se quedó en silencio, entonces los recuerdos de esa fatídica noche acudieron a su mente, como si su inconsciente le pidiera explicación de sus acciones.
Mareska, una chica demasiado bella, su cabello con esos tonos grises le daba un plus, era como si la experiencia tocara con la inocencia. La recordó muy dócil esa noche, con ese precioso vestido bordado en piedras y largo hasta los tobillos, no esperó verla deslumbrante con un collar de perlas en su precioso cuello de garza. Pensó que la estaba impresionando, hasta que ese estúpido camarero se tropezó y tiró las copas y él lo tiró de un patazo metros atrás y ella comenzó a gritarle.
—¡Eres un estúpido! ¡No debes tratar así a las personas!
Siempre fue un volado, un irracional, cuando arruinaban su momento y empujó a la chica, solo que no esperó que cayera al agua. Cuando fue a verla, ella se hundía en las gélidas aguas del río Támesis. Su vestido la llevaba hasta el fondo.
Zeus movió su cabeza de un lado a otro, tenía que superar lo de Mareska antes de hundirse en el agua junto con ella.
Era sábado y Troy tenía una tradición: tomar cerveza con su mejor amigo mientras evaluaban comida de otros países.Cardenal, era su mejor amigo de toda la vida, incluso fue su rival cuando apareció Daniela en sus vidas. Era la chica más linda que habían visto y, a pesar de que se la ganó, no dejaron de llevarse bien.Ese día le tocaba una evaluación a las tapas españolas y Cardenal puso la cámara para filmar el momento, pues tenía una página con muchas vistas, por cierto, en donde comentaba comida de diferentes restaurantes y países. Frente a ellos tenían un servicio muy apetitoso con toda una variedad de tapas.—Bien, estas son las famosas tapas españolas del restaurante Ícaro Montessori, dicen que son copias de las tapas que sirven en fondas españolas.Troy muy animado, dijo con lo mejor del acento español que podía.—Y olé.Cardenal sonrió ante la ocurrencia de su amigo y Troy comentó.—Dicen que le dan 5 estrellas —comentaba Troy—. Veremos si las merecen.Cardenal entonces les in
Nadie sabe las dimensiones de las cosas hasta que suceden. 366 millones de personas buscan por medio de apps de citas encontrar una pareja de ensueño o al amor de su vida.Donde 35 millones de mujeres ansían encontrar a la pareja indicada. ¿Cuántas tendrán suerte? Solo Dios sabe, pero la idea del amor ideal es más fuerte.El amor se había vuelto una oferta y una demanda, en donde los corazones y las oportunidades eran para todos, en donde el mejor postor era el que se llevaba la oportunidad de conocer al amor de su vida.El perfil de Troy comenzó a circular en toda la ciudad y muchas se apuntaban a tener una cita con el viudo rico y solo.July, la compañera de Mare, recibió las nuevas notificaciones y vio el perfil del viudo rico.—Tengo que tener una cita con este papazote.¡Un viudo rico y millonario! Era toda una ganga para las mujeres de la ciudad.Esa mañana, Troy iba a realizar su rutina normal, se levantó a correr como lo hacía siempre, pues su padre le inculcó que todo líder d
Mare escuchaba a sus compañeras hablar de los ricos y de todo lo que conllevaba ser uno de ellos en su imaginario, claro está.—Los ricos comen delicioso.—Aunque poco, he visto las fotos de sus platos y son cositas pequeñitas.Otra añadió.—Por eso no se ven ricos, gordos, muy pocos.Mare decoraba unos cakes y escuchaba el alboroto.—Yo podría encajar en una mansión —dijo una contoneándose.—Entonces todas. Ahora, ser esposa de un tipo rico es otra cosa.Una con aire soñador enumeraba.—Joyas, vestidos, zapatos.Otra la secundó.—Perfumes, amo los perfumes de marca.Ella sonreía de escucharlas hablar y una reparó en la chica marcada. Le decían así a sus espaldas.—¿Te burlas de nosotras?—No, suena todo tan bonito, pero no siempre lo es.—¿Qué sabes tú?Tal vez sea un momento de contar su realidad y comenzó a decirles.—Bueno, escuché una historia de una chica rica que lo tenía todo.Ellas prestaron atención y continuó.—Joyas, dinero, perfumes, vestidos, yate, comía solo de lo mejor,
Briana se miraba en el ancho espejo del baño y pintaba sus labios de rojo y decía a su amiga.—Voy a salir con ese millonario.—Tiene muchas solicitudes.—Y eso qué, soy mejor que ellas —se acomodaba sus tetas falsas—. Invertí mucho en mi imagen, debo hacer valer eso.La gordita de lentes le comentó entonces.—Tiene una hija.—Y en el mundo hay muchos internados, por eso no me preocupo, siempre y cuando salga conmigo.Briana Sprint era una socialité que saltó a la fama por colocar su vida en reality. Era una mujer que no daba puntada sin hilo y lo mejor que le pasaría en esos momentos es poder casarse con un millonario apuesto.Iba a dar su primer paso, pues conocía el ambiente en el que Troy Káiser se movía y ella iba a tomar la iniciativa.**Troy miraba las fotos de cientos de chicas que esperaban ser la indicada y no se decidía. Cardenal le decía en esos momentos.—Lizzy está bien y Ofelia tiene varias llamas.—¿Eso qué significa?—Que es ardiente en la cama.—No voy a escoger muje
Su padre salió a recibirlo junto con otros empresarios. Crazy le dijo entonces.—Dicen que es el nuevo rico del momento.—Debe ser un viejo petulante.Pero cuando vio salir a un hombre joven de unos 34 años, vestido elegante y estrechar la mano de su padre, se interesó.—No parece viejo.—No, para nada.Decidió salir a saludar al recién llegado. Su padre estaba encantado con el mancebo.—Te gustará la ciudad Capital, es un hervidero de oportunidades.—Eso me motiva mucho.Mareska salió a su encuentro y él se detuvo a mirarla detenidamente. Era una joven con una belleza radiante, piel canela en su justo punto y un cabello lacio con una melena preciosa con destellos grises. Ojos de color avellano y una mirada muy curiosa.—No me digan nada, esta es la preciosa Mareska.Jasone dijo complacido, como si elogiar la belleza de la joven fuera su mayor tributo.—Sí, es mi Mareska, mi hija.El sujeto, de forma galante, besó su mano; ella sonrió cautivada. Fue en ese instante en que Philip la tra
Su mente daba vueltas en imágenes de su primera conversación con Zeus Dimitrios.—Así que es de Grecia.—Sí, soy de Grecia, la República Helénica.—Suena tan lindo —comentó Crazy.—Y lo es, se los aseguro, si desean están invitadas para ir a un viaje por las mejores islas griegas.Ellas se miraron y él añadió.—Podríamos perdernos en medio de los paisajes rocosos, bailar con poca ropa en las playas de mi tierra.Ellas se miraron divertidas por sus palabras. Mareska comentó.—Dicen que ahí nació la cultura.—Nació la cultura, la belleza, el arte y yo —dijo arrogante.Entonces Mareska le preguntó.—¿Cómo se considera usted?—Como la suma de todo eso, claro.Ellas se miraron y rieron. Su padre hizo entrar un servicio con varias bebidas de ese país.—Metaxá, es un cogñag muy peligroso para las niñas como ustedes.Mareska entonces dijo animada.—Quiero probarlo.—Es fuerte, el más fuerte, pero sí gustas.Ella tomó un vaso y se lo llevó a sus preciosos labios y bebió, le quemó la boca y la g
Había aprendido a sobrevivir, sí, sobrevivir a una viudez y una soledad que la sentía aguda, y lo había hecho solo con rutina.La rutina era la forma segura de poder hacer las cosas sin excesos o grandes alteraciones. Era un viudo de dos años y debía de actuar como si todo hubiera pasado en su vida; sin embargo, las huellas estaban en su alma.En ese momento, Troy Káiser preparaba el desayuno para su hija; junto a él, su empleada cruzada de brazos lo veía impasible.—Me está quitando mi trabajo.—Hoy es el cumpleaños de Helena y quiero sorprenderla.—Sé que desea hacer las cosas correctas…—Y lo estoy haciendo, vi a mi esposa hacer esto, cientos de veces.Colocaba los panes en la mezcla.—Es una tostada francesa, es deliciosa.Troy escuchaba el sisear de la sartén y pasó a realizar el jugo y cuando tuvo todo, lo colocó en un servicio muy elegante y sacó el postre de la refrigeradora. Era un hermoso chocolate con forma de oso de pie y sonrió. Se olvidaba de la flor que acompañaría a su