Envuelta en su bata, Sheily hacía su crucigrama cuando un mensaje de Zack la desconcentró.Zack B: ¿Tienes tiempo para una visita? Ella escribió la respuesta sonriendo y en quince minutos estuvo besándose con Zack en el sillón. —Eres tan suave —decía él, acariciándola por entre la bata. No se refería solo a su piel, cuando la tenía entre sus brazos era como una ovejita—. Quien te apodó la «dragona» era un imbécil que no sabía nada de nada.—¡¿Yo soy la dragona?! Creí que era Beatriz, de logística. Tiene una halitosis terrible. ¿Cómo te enteraste? —Lo escuché por ahí, da igual. Hay cosas peores. Tenías razón, nadie te quiere —le deslizó la bata desde los hombros y disfrutó besando y chupando sus turgentes y tiernos pechos—. Estás sola contra la corriente. —Y en un barco que se hunde —suspiró ella—. No dejes que se hunda, Zack. —No lo haré, cariño —siguió besando hacia el sur. Ya había llegado al monte de Sheily—. También tenías razón en que la junta directiva es una banda de chupa
En cuanto Sheily y Zack entraron al salón se separaron y cada uno fue por su lado para saludar al resto de asistentes y mezclarse con ellos. Él no tuvo que avanzar mucho, todos querían saludarlo; ella fue por un trago y luego se acercó a Jorge y Lili. —Hola, ¿cómo están? —besó la mejilla de Lili y estrechó la mano de Jorge. Ellos dijeron que estaban bien y le sonrieron—. ¿El nuevo socio no ha llegado? —Todavía no —respondió Lili—. Tu vestido es hermoso, parece hecho a tu medida. —Le hice algunos arreglos. El color del tuyo te sienta muy bien, Lili, te hace ver vibrante y juvenil —halagó Sheily y Lili sonrió, azorada. —A mí me gusta cómo quedó tu cabello —comentó Jorge—. Deberías peinarlo así para ir a la compañía —se quedó esperando que Sheily lo halagara también, pero ella sólo le dio las gracias. Amadeo llegó junto a ellos. Estrechó la mano de Jorge y saludó de beso a Lili y a Sheily, pese a que ella le tendió la mano, gesto que él ignoró completamente. —Dicen que el nuevo
*—Días sin escándalos de Sheily: sesenta y cuatro. Estás postulando para ser la empleada del mes —le dijo Edward. Ella había ido a su oficina para hablar sobre temas de presupuestos, pero destacar los avances en el control de sus arrebatos era un incentivo positivo.—Pues considerando que la asistente que me asignaste es una verdadera simia, he avanzado bastante. Sé que lo hiciste a propósito. No sabe de tildes, de haches y entre las be y uve empiezo a creer que escoge al azar. —Una prueba a tu perfeccionismo patológico que estás superando con éxito —reconoció él.—Trabajar con documentos escritos con impecable ortografía no es patológico, sino una obligación moral. Revisa estos documentos y dime si no es placentero leerlos, están perfectos —dejó una pila de papeles sobre el escritorio, pero él los hizo a un lado, sin mirarlos. —Un buen trabajo debe ser recompensado y te mereces un premio. —Otra asistente —dijo Sheily de inmediato—, una que esté a mi nivel para no tardar horas en c
Sheily regresó a la mesa y se sintió más relajada, incluso cuando Williams volvió. —Nadie supera mi swing —presumía Tudor. Cada charla con él acababa en sus andanzas en el campo de golf—. Zack no juega, ¿juegas tú, Johannes? —No cuento con mucho espacio en mi agenda para el ocio, pero mis pasatiempos incluyen actividades de mayor impacto y exigencia física que el golf y sus carritos. El año pasado escalé el monte Everest. A Tudor ya no le quedaron más ganas de presumir y Sheily se vio sonriendo sin proponérselo.—No debe quedarte mucho tiempo para la familia, ¿eres casado? —preguntó Melanie, que no perdía oportunidad para jugar sus cartas.Sheily no se imaginaba a la turgente Melanie siendo castigada hasta la extenuación por el portentoso hombre que conquistaba los picos más elevados del mundo. Qué aburrido debió ser en comparación juntarse a hacer indecencias con ella. —Estoy soltero. ¿Por qué casarse si con menos atributos una mujer puede desempeñar la misma función? —soltó Joha
Zack intentó cargarla al llegar a casa, pero ella se despertó y quiso andar por su cuenta. Rechazó el café y se fueron directo a la habitación. Entre besos y caricias se fueron desnudando. Cuando estaba sólo con sus bragas, Sheily se dio la vuelta y llevó las manos a la espalda.—Átamelas —pidió y Zack suspiró.—Pensé que ya no querías castigos.—Esto no será un castigo, sino un premio —aseguró ella. Zack miró a su alrededor. El cinturón era muy rígido así que cogió la corbata y con ella le ató las muñecas. Un premio. A él seguía pareciéndole un castigo, pero prefirió no pensar en eso, haría lo que ella deseara.Pese a la atadura, las manos de Sheily se las arreglaron para acariciarlo y comprobar su dureza. Ella sonrió al sentirlo tan empalmado.—Esto también te gusta, ¿no? —musitó, inclinando la cabeza hacia atrás para besarlo.—No, Sheily. Lo que me gusta es que a ti te guste. Estoy dispuesto a perderme en tus sensaciones y a hundirme en tus fantasías. ¿Debo ser rudo y cogerte como
Zack y Melanie intercambiaban miradas, consternados. En cuanto ella recibió los resultados de las pruebas de calidad que se hicieron con la agencia de siempre, corrió a la oficina de su jefe para informárselo. —Ningún lote de preservativos resultó ser apto para su uso y la mayoría de los medicamentos no contiene la cantidad de principio activo que se especifica en el envase, ¡ese laboratorio ni siquiera debería seguir operando! —chilló ella, al borde de la histeria. Zack seguía leyendo el informe y lo comparaba con el de los nuevos contratistas. Nada coincidía. ¡El laboratorio era una est4fa y los nuevos contratistas eran sus cómplices! —No puede ser —dijo él, pasándose las manos por la cabeza. —Es tal y como Sheily dijo —reconoció Melanie, también incrédula—. Ella desconfió de todo esto desde el inicio y se opuso, pero nadie le hizo caso, ninguno de nosotros la escuchó. —No le digas nada todavía, yo hablaré con ella —afirmó Zack, con la convicción de haber aceptado un feroz de
¿Qué razones habría para que Johannes Williams, el nuevo socio que había llegado a revitalizar el ambiente de la farmacéutica, quisiera jugarles una mala pasada que podía destruirlos? Porque eso habría ocurrido si se hubieran quedado con los resultados que aseguraban la calidad y seguridad de los nuevos productos para ser comercializados, se habrían llenado de demandas y hasta de muertos por vender medicamentos defectuosos. Tan aterrador era ese escenario apocalíptico que Sheily temblaba de imaginárselo, de imaginar que pudiera deberse a ella, pero esa hipótesis se descartaba, los tiempos no coincidían. Ella había conocido a Williams en la iglesia cuando los tratos con el laboratorio ya estaban en marcha, no era su culpa.—Debe ser una venganza contra ti, Zack —sentenció y él entornó los ojos, exigiendo una explicación convincente—. Tal vez te llevaste en tu yate a alguna novia de Williams y ahora quiere destruir la farmacéutica por su despecho.Él nada dijo, lo que daba a entender q
En la serie de etapas que componían la vida, Zack sintió que estaba cumpliendo una más cuando puso su cepillo de dientes en el baño de Sheily. Por pequeño que fuera, una parte de él se quedaría allí con ella. Él se fue temprano en la mañana y ella pensó en él cada vez que miró el cepillo mientras se arreglaba. Y se vio a sí misma sonriendo cada vez que lo miraba. A la hora del almuerzo, Lili le pidió que comieran juntas. En un extremo del comedor de la empresa ellas se sentaron, como antes. —Tenías razón en todo, Sheily. Todos tus temores se están haciendo realidad, ¡es como si hubieras visto el futuro! —exclamó la muchacha con estupefacción y Sheily sonrió. —Tal vez debería dedicarme a leer las cartas —su tono bromista contrastaba con el de Lili, muy lejos de poder bromear con lo que estaba pasando. Todavía le quedaban cuotas de su auto por pagar. —Ahora no me sorprenderé si la junta directiva se vuelve contra Zack y lo destituye, es lo que dijiste que pasaría —recordó Lil