*—Días sin escándalos de Sheily: sesenta y cuatro. Estás postulando para ser la empleada del mes —le dijo Edward. Ella había ido a su oficina para hablar sobre temas de presupuestos, pero destacar los avances en el control de sus arrebatos era un incentivo positivo.—Pues considerando que la asistente que me asignaste es una verdadera simia, he avanzado bastante. Sé que lo hiciste a propósito. No sabe de tildes, de haches y entre las be y uve empiezo a creer que escoge al azar. —Una prueba a tu perfeccionismo patológico que estás superando con éxito —reconoció él.—Trabajar con documentos escritos con impecable ortografía no es patológico, sino una obligación moral. Revisa estos documentos y dime si no es placentero leerlos, están perfectos —dejó una pila de papeles sobre el escritorio, pero él los hizo a un lado, sin mirarlos. —Un buen trabajo debe ser recompensado y te mereces un premio. —Otra asistente —dijo Sheily de inmediato—, una que esté a mi nivel para no tardar horas en c
Sheily regresó a la mesa y se sintió más relajada, incluso cuando Williams volvió. —Nadie supera mi swing —presumía Tudor. Cada charla con él acababa en sus andanzas en el campo de golf—. Zack no juega, ¿juegas tú, Johannes? —No cuento con mucho espacio en mi agenda para el ocio, pero mis pasatiempos incluyen actividades de mayor impacto y exigencia física que el golf y sus carritos. El año pasado escalé el monte Everest. A Tudor ya no le quedaron más ganas de presumir y Sheily se vio sonriendo sin proponérselo.—No debe quedarte mucho tiempo para la familia, ¿eres casado? —preguntó Melanie, que no perdía oportunidad para jugar sus cartas.Sheily no se imaginaba a la turgente Melanie siendo castigada hasta la extenuación por el portentoso hombre que conquistaba los picos más elevados del mundo. Qué aburrido debió ser en comparación juntarse a hacer indecencias con ella. —Estoy soltero. ¿Por qué casarse si con menos atributos una mujer puede desempeñar la misma función? —soltó Joha
Zack intentó cargarla al llegar a casa, pero ella se despertó y quiso andar por su cuenta. Rechazó el café y se fueron directo a la habitación. Entre besos y caricias se fueron desnudando. Cuando estaba sólo con sus bragas, Sheily se dio la vuelta y llevó las manos a la espalda.—Átamelas —pidió y Zack suspiró.—Pensé que ya no querías castigos.—Esto no será un castigo, sino un premio —aseguró ella. Zack miró a su alrededor. El cinturón era muy rígido así que cogió la corbata y con ella le ató las muñecas. Un premio. A él seguía pareciéndole un castigo, pero prefirió no pensar en eso, haría lo que ella deseara.Pese a la atadura, las manos de Sheily se las arreglaron para acariciarlo y comprobar su dureza. Ella sonrió al sentirlo tan empalmado.—Esto también te gusta, ¿no? —musitó, inclinando la cabeza hacia atrás para besarlo.—No, Sheily. Lo que me gusta es que a ti te guste. Estoy dispuesto a perderme en tus sensaciones y a hundirme en tus fantasías. ¿Debo ser rudo y cogerte como
Zack y Melanie intercambiaban miradas, consternados. En cuanto ella recibió los resultados de las pruebas de calidad que se hicieron con la agencia de siempre, corrió a la oficina de su jefe para informárselo. —Ningún lote de preservativos resultó ser apto para su uso y la mayoría de los medicamentos no contiene la cantidad de principio activo que se especifica en el envase, ¡ese laboratorio ni siquiera debería seguir operando! —chilló ella, al borde de la histeria. Zack seguía leyendo el informe y lo comparaba con el de los nuevos contratistas. Nada coincidía. ¡El laboratorio era una est4fa y los nuevos contratistas eran sus cómplices! —No puede ser —dijo él, pasándose las manos por la cabeza. —Es tal y como Sheily dijo —reconoció Melanie, también incrédula—. Ella desconfió de todo esto desde el inicio y se opuso, pero nadie le hizo caso, ninguno de nosotros la escuchó. —No le digas nada todavía, yo hablaré con ella —afirmó Zack, con la convicción de haber aceptado un feroz de
¿Qué razones habría para que Johannes Williams, el nuevo socio que había llegado a revitalizar el ambiente de la farmacéutica, quisiera jugarles una mala pasada que podía destruirlos? Porque eso habría ocurrido si se hubieran quedado con los resultados que aseguraban la calidad y seguridad de los nuevos productos para ser comercializados, se habrían llenado de demandas y hasta de muertos por vender medicamentos defectuosos. Tan aterrador era ese escenario apocalíptico que Sheily temblaba de imaginárselo, de imaginar que pudiera deberse a ella, pero esa hipótesis se descartaba, los tiempos no coincidían. Ella había conocido a Williams en la iglesia cuando los tratos con el laboratorio ya estaban en marcha, no era su culpa.—Debe ser una venganza contra ti, Zack —sentenció y él entornó los ojos, exigiendo una explicación convincente—. Tal vez te llevaste en tu yate a alguna novia de Williams y ahora quiere destruir la farmacéutica por su despecho.Él nada dijo, lo que daba a entender q
En la serie de etapas que componían la vida, Zack sintió que estaba cumpliendo una más cuando puso su cepillo de dientes en el baño de Sheily. Por pequeño que fuera, una parte de él se quedaría allí con ella. Él se fue temprano en la mañana y ella pensó en él cada vez que miró el cepillo mientras se arreglaba. Y se vio a sí misma sonriendo cada vez que lo miraba. A la hora del almuerzo, Lili le pidió que comieran juntas. En un extremo del comedor de la empresa ellas se sentaron, como antes. —Tenías razón en todo, Sheily. Todos tus temores se están haciendo realidad, ¡es como si hubieras visto el futuro! —exclamó la muchacha con estupefacción y Sheily sonrió. —Tal vez debería dedicarme a leer las cartas —su tono bromista contrastaba con el de Lili, muy lejos de poder bromear con lo que estaba pasando. Todavía le quedaban cuotas de su auto por pagar. —Ahora no me sorprenderé si la junta directiva se vuelve contra Zack y lo destituye, es lo que dijiste que pasaría —recordó Lil
Sheily y Monroe intercambiaron un escueto saludo y la observó irse por el pasillo enfundada en su impecable delantal blanco. ¿Por qué seguía usándolo incluso fuera de los laboratorios? De seguro la hacía sentirse más importante.Entró seguida de Zack y observó el sillón. Estaba ordenado, como si nadie se hubiera revolcado encima. Tampoco había olores raros en el ambiente y Zack lucía impecable, hasta bien peinado estaba. —¿Qué hacía Monroe aquí? ¿Vas a despedirla? —¿Por qué haría eso? Vino a hablar de algunos proyectos y de la reducción del presupuesto. Es una mujer muy interesante, ¿qué te parece a ti?Sheily lo miró fijamente para saber si bromeaba.—¿Me estás jodiendo, Zack? No soy una amiguita con la que hablas de tus chicas —reclamó y él negó, riendo.—No tengo un interés sexual en ella, Sheily. No seas malpensada. Cuando recorrí los laboratorios al llegar no la vi, creo que estuvo con licencia médica por enfermedad. —Y ahora la viste y te gustó. ¿Cuántas más hay, Zack? ¿Con c
La oficina de Sheily, con sus tres metros cuadrados y su humilde escritorio, de pronto se volvió demasiado pequeña para ella y Johannes Williams. El hombre y su mirada que hacía cosquillear hasta las rodillas y tras el que gateaba llamándolo amo, se aparecía en el peor momento, como si el tórrido sueño que había tenido en la sala de descanso se estuviera haciendo realidad. —Buenas tardes, señorita Bloom. Ya estoy al tanto de lo ocurrido con el laboratorio y los contratistas. Lamento los problemas que aquello pudo causar y tenga por seguro que me encargaré de compensarlo como corresponde. Fue imposible para Sheily no malpensar, cada cosa que él decía la oía desde la boca provocativa que hablaba tras el pasamontañas. Tragó saliva y se obligó a hablar, bien parada sobre sus dos pies. —No es a mí a quien debes decirle todo eso. Y estas flores deberían estar en la oficina de Zack, no en la mía. Él se encarga de negociar contigo. La risa sofisticada de Williams era una melodía exquisit