CAPITULO 2

Me despierto por el fuerte dolor de cabeza, el pitido de una maquina hace que me dé cuenta de mi alrededor.

El silencio es tan aterrador que el miedo de que me vuelvan a atacar hace que mi ritmo cardiaco se acelere avisando de mi estado a la persona encargada.

Un hombre entra con su típica bata de doctor y una carpeta café en su mano, mis ojos no se despegan ni un segundo de aquel hombre de piel bronceada y enormes ojos verdes. Se da cuenta que lo observo y levanta la vista, me sonríe amablemente causando que quiera coser su boca, a paso lento se acerca y toma nota.

— veo que ya despertó señorita Tania, voy hacerle algunas preguntas — su amabilidad me irrita un poco — ¿cuantos años tienes? —  su pregunta me descoloca un poco, pero le respondo

— veinticuatro — respondo segura porque eso es lo único que recuerdo.

Una lluvia de preguntas siguió, y mi respuesta fue la misma, lo único que recuerdo es una habitación llena de sangre y nada más, su rostro no mostro horror alguno ante mi respuesta.

— ya que no recuerdas te voy a dar tus diagnósticos — saca de la carpeta una hoja color azul celeste y comienza a hablar — sufres de trastorno explosivo intermitente — desde ese momento dejo de escuchar, no puede ser posible que sea una persona con trastornos mentales, me niego rotundamente, debe haber un error en todo esto.

El doctor se acerca lo suficiente para sentir su respiración golpear con la mía, saca de su bolsillo una pequeña linternita y comienza a pasarla por mis ojos causando que el miedo y la angustia invada mi cuerpo. Rápidamente agarro el lapicero que en encuentra en su bolsillo y como si mi cuerpo actuara por sí solo, entierro el pequeño objeto en el cuello de este.

Me levanto de la cama, la adrenalina surca cada espacio de mi piel, haciendo que el dolor no aparezca, volteo a ver al doctor tirado en el suelo con un charco de sangre que lo rodea y el recuerdo de aquella habitación invade mi mente y me paralizo, me vuelvo acercar al cuerpo, mis manos tiemblan mientras vuelvo a agarrar el objeto del crimen, antes de que pueda reaccionar mis manos ya han clavado el lapicero repetidas veces en el cuerpo de la víctima, la sangre salpica todo a su paso, mi boca saborea cada gota de sangre que cae en esta. Lloro por lo que estoy haciendo, pero no me detengo si no hasta que siento unos brazos jalarme de la terrible escena del crimen que he cometido, comienzo a dar golpes a diestra y siniestra, entonces no me queda duda alguna que tengo pequeños problemas con los que tengo que lidiar, dejo de llorar y empiezo a reírme de lo irónico que es la vida, pensé que era un error, pero resulto que esa bomba explotó arrasando con todo a su paso y la respuesta se encuentra frente a mis ojos.

Un hombre se acerca con su pistola eléctrica, pero antes de que intente escapar, siento como mi cuerdo comienza a hormiguear y a sentir dolor al mismo tiempo y sé que ya es muy tarde, de mi nariz sale sangre y antes de caer, unos brazos fuertes me sostienen, la adrenalina se esfuma de mi cuerpo y las consecuencias de estas son horrendas, no puedo mover mi cuerpo y eso les da ventaja de volver a ponerme esa molesta e incómoda camisa de fuerza sin importarles que se manche de sangre en el proceso.

Intento mantenerme despierta, para no perderme ni un detalle de a donde me llevan, pero mis planes son saboteados por aquel viejo canoso, el cual se da cuenta que me resisto y no sé qué tiene con las inyecciones porque vuelve y me inyecta, pero esta vez es más grande la aguja.

— espero que duermas bien gatita — su asquerosa voz me susurra.

Mis parpados se cierran dejando que el sueño me arrastre a sus profundidades, y no puedo hacer nada por impedirlo.

Me despierto desorientada, estoy atada tanto de pies como de manos en una pequeña silla metálica, tengo frio, solo llevo puesto mi ropa interior y el aire acondicionada no ayuda nada con mi estado, pienso en todo lo que hice y no hay remordimiento alguno, mis pensamientos se ven interrumpidos por el agua fría que baña mi cuerpo.

Levanto mi cabeza y observo a una pelirroja, lleva una diminuta falda ceñida a su cuerpo, una camisa roja y unos enormes tacones, su rostro se mantiene neutro.

— no llevas ni una semana y ya estas causando problemas niña — su vista repasa todo mi cuerpo y se detiene en la herida de mi muslo, se agacha a la altura de este y quita la venda que lo rodea, me comienzo a remover como un gusano y decido hablar causando que mi garganta arda y sienta el sabor metálico que sale por el gran esfuerzo que hago.

— quita tus asquerosas manos de mi cuerpo si no quieres terminar muerte — su vista se levanta un poco sorprendida, pero no dura mucho porque empieza a reír como una maniaca, a veces me cuestiono si los pacientes son los que tiene problemas o son las demás personas encargadas de esta clínica

— veo que, si sabes hablar, pero sabes — siento su aliando golpear mi oreja — creo que la que está más loca de nosotras dos, soy yo y pueda que la que termine muerta sea otra, querida — y tras estas palabras golpea la herida de mi muslo causando que le escupa en la cara para no darle la satisfacción de verme lastimada más de lo que ya estoy

— ¡maldita perra, no hagas que te mate antes de tiempo! —  su mano impacta en mi mejilla haciendo que la herida en esta se abra, mis heridas están sangrado, pero no sale tanta sangre como para debilitarme… o no por el momento

Si esto es un centro psiquiátrico porque en vez de ayudarme me lastiman, enserio estas personas son las que les falta un tornillo

Intento liberar mis manos, sin importar que mi muñeca truena dando a conocer que me la he fracturado, me muerdo el labio para no gritar de dolor causando que sangre salga de este.

La loca se da cuenta de que algo estoy tramando, pero antes de ver lo que intento, la puerta vuelve hacer abierta y de ella emerge el viejo canoso con su maldito aire de superioridad y tras este lo que parecen ser dos guardaespaldas.

Cobarde, no puede ni defenderse solo, pero si causas problemas a tus pacientes

 Ese pensamiento me da más fuerza para intentarme desatar, sus pasos suenan en el mohoso cuarto en el que estoy

— qué tipo de clínica es esta, no es que me iban a ayudar con mis pequeños problemas, lo único que he recibido desde que desperté son inyecciones, golpes y heridas nada más, no sé cómo esto me pueda “curar”— mi voz sale con desprecio hacia aquella persona

— te dije que tenías que comportarte, pero no hiciste caso y ahora te encuentras en el subterráneo — sus arrugadas manos pasan por su cara la cual muestra cansancio — aquí tendrás que intentar “sobrevivir”, las personas que aquí se encuentran son un poco agresivos y si no te defiendes o alguien llega a tu rescate terminaras tres metros bajo tierra y no intentes escapar porque será en vano, fuera de estas paredes solo hay agua, ya que estas en una isla a cientos de kilómetros de tierras canadienses… dos veces por semana si es que sobrevives, tendrás un chequeo para ir ayudando a tu tratamiento, este va hacer un poco diferente a los que se realizan ya que aquellos que llegan al subterráneo son puestos bajo medicación que ayude a sus impulsos asesinos.

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