Me despierto por el fuerte dolor de cabeza, el pitido de una maquina hace que me dé cuenta de mi alrededor.
El silencio es tan aterrador que el miedo de que me vuelvan a atacar hace que mi ritmo cardiaco se acelere avisando de mi estado a la persona encargada.
Un hombre entra con su típica bata de doctor y una carpeta café en su mano, mis ojos no se despegan ni un segundo de aquel hombre de piel bronceada y enormes ojos verdes. Se da cuenta que lo observo y levanta la vista, me sonríe amablemente causando que quiera coser su boca, a paso lento se acerca y toma nota.
— veo que ya despertó señorita Tania, voy hacerle algunas preguntas — su amabilidad me irrita un poco — ¿cuantos años tienes? — su pregunta me descoloca un poco, pero le respondo
— veinticuatro — respondo segura porque eso es lo único que recuerdo.
Una lluvia de preguntas siguió, y mi respuesta fue la misma, lo único que recuerdo es una habitación llena de sangre y nada más, su rostro no mostro horror alguno ante mi respuesta.
— ya que no recuerdas te voy a dar tus diagnósticos — saca de la carpeta una hoja color azul celeste y comienza a hablar — sufres de trastorno explosivo intermitente — desde ese momento dejo de escuchar, no puede ser posible que sea una persona con trastornos mentales, me niego rotundamente, debe haber un error en todo esto.
El doctor se acerca lo suficiente para sentir su respiración golpear con la mía, saca de su bolsillo una pequeña linternita y comienza a pasarla por mis ojos causando que el miedo y la angustia invada mi cuerpo. Rápidamente agarro el lapicero que en encuentra en su bolsillo y como si mi cuerpo actuara por sí solo, entierro el pequeño objeto en el cuello de este.
Me levanto de la cama, la adrenalina surca cada espacio de mi piel, haciendo que el dolor no aparezca, volteo a ver al doctor tirado en el suelo con un charco de sangre que lo rodea y el recuerdo de aquella habitación invade mi mente y me paralizo, me vuelvo acercar al cuerpo, mis manos tiemblan mientras vuelvo a agarrar el objeto del crimen, antes de que pueda reaccionar mis manos ya han clavado el lapicero repetidas veces en el cuerpo de la víctima, la sangre salpica todo a su paso, mi boca saborea cada gota de sangre que cae en esta. Lloro por lo que estoy haciendo, pero no me detengo si no hasta que siento unos brazos jalarme de la terrible escena del crimen que he cometido, comienzo a dar golpes a diestra y siniestra, entonces no me queda duda alguna que tengo pequeños problemas con los que tengo que lidiar, dejo de llorar y empiezo a reírme de lo irónico que es la vida, pensé que era un error, pero resulto que esa bomba explotó arrasando con todo a su paso y la respuesta se encuentra frente a mis ojos.
Un hombre se acerca con su pistola eléctrica, pero antes de que intente escapar, siento como mi cuerdo comienza a hormiguear y a sentir dolor al mismo tiempo y sé que ya es muy tarde, de mi nariz sale sangre y antes de caer, unos brazos fuertes me sostienen, la adrenalina se esfuma de mi cuerpo y las consecuencias de estas son horrendas, no puedo mover mi cuerpo y eso les da ventaja de volver a ponerme esa molesta e incómoda camisa de fuerza sin importarles que se manche de sangre en el proceso.
Intento mantenerme despierta, para no perderme ni un detalle de a donde me llevan, pero mis planes son saboteados por aquel viejo canoso, el cual se da cuenta que me resisto y no sé qué tiene con las inyecciones porque vuelve y me inyecta, pero esta vez es más grande la aguja.
— espero que duermas bien gatita — su asquerosa voz me susurra.
Mis parpados se cierran dejando que el sueño me arrastre a sus profundidades, y no puedo hacer nada por impedirlo.
…
Me despierto desorientada, estoy atada tanto de pies como de manos en una pequeña silla metálica, tengo frio, solo llevo puesto mi ropa interior y el aire acondicionada no ayuda nada con mi estado, pienso en todo lo que hice y no hay remordimiento alguno, mis pensamientos se ven interrumpidos por el agua fría que baña mi cuerpo.
Levanto mi cabeza y observo a una pelirroja, lleva una diminuta falda ceñida a su cuerpo, una camisa roja y unos enormes tacones, su rostro se mantiene neutro.
— no llevas ni una semana y ya estas causando problemas niña — su vista repasa todo mi cuerpo y se detiene en la herida de mi muslo, se agacha a la altura de este y quita la venda que lo rodea, me comienzo a remover como un gusano y decido hablar causando que mi garganta arda y sienta el sabor metálico que sale por el gran esfuerzo que hago.
— quita tus asquerosas manos de mi cuerpo si no quieres terminar muerte — su vista se levanta un poco sorprendida, pero no dura mucho porque empieza a reír como una maniaca, a veces me cuestiono si los pacientes son los que tiene problemas o son las demás personas encargadas de esta clínica
— veo que, si sabes hablar, pero sabes — siento su aliando golpear mi oreja — creo que la que está más loca de nosotras dos, soy yo y pueda que la que termine muerta sea otra, querida — y tras estas palabras golpea la herida de mi muslo causando que le escupa en la cara para no darle la satisfacción de verme lastimada más de lo que ya estoy
— ¡maldita perra, no hagas que te mate antes de tiempo! — su mano impacta en mi mejilla haciendo que la herida en esta se abra, mis heridas están sangrado, pero no sale tanta sangre como para debilitarme… o no por el momento
Si esto es un centro psiquiátrico porque en vez de ayudarme me lastiman, enserio estas personas son las que les falta un tornillo
Intento liberar mis manos, sin importar que mi muñeca truena dando a conocer que me la he fracturado, me muerdo el labio para no gritar de dolor causando que sangre salga de este.
La loca se da cuenta de que algo estoy tramando, pero antes de ver lo que intento, la puerta vuelve hacer abierta y de ella emerge el viejo canoso con su maldito aire de superioridad y tras este lo que parecen ser dos guardaespaldas.
Cobarde, no puede ni defenderse solo, pero si causas problemas a tus pacientes
Ese pensamiento me da más fuerza para intentarme desatar, sus pasos suenan en el mohoso cuarto en el que estoy
— qué tipo de clínica es esta, no es que me iban a ayudar con mis pequeños problemas, lo único que he recibido desde que desperté son inyecciones, golpes y heridas nada más, no sé cómo esto me pueda “curar”— mi voz sale con desprecio hacia aquella persona
— te dije que tenías que comportarte, pero no hiciste caso y ahora te encuentras en el subterráneo — sus arrugadas manos pasan por su cara la cual muestra cansancio — aquí tendrás que intentar “sobrevivir”, las personas que aquí se encuentran son un poco agresivos y si no te defiendes o alguien llega a tu rescate terminaras tres metros bajo tierra y no intentes escapar porque será en vano, fuera de estas paredes solo hay agua, ya que estas en una isla a cientos de kilómetros de tierras canadienses… dos veces por semana si es que sobrevives, tendrás un chequeo para ir ayudando a tu tratamiento, este va hacer un poco diferente a los que se realizan ya que aquellos que llegan al subterráneo son puestos bajo medicación que ayude a sus impulsos asesinos.
Me asignaron una habitación medio decente sin ningún objeto con el cual pueda dañar a alguien o dañarme a mí misma, una pequeña muchacha me curo las heridas con delicadeza y también me entablillo la muñeca, su presencia fue como luz para mí, mi ira se esfumó y fue remplazada por una ternura deliciosa que no puse objeción ante sus cuidados. Tengo un pequeño armario donde solo hay cuatro mudas de ropa, una cama un poco más grande que la anterior y suavecita pareciera que duermo en algodón de azúcar, no creo que sea tan malo el subterránea como me lo han pintado. Puedo moverme libremente por la habitación. Me acuesto en la cama, pero no duro ni dos minutos cuando escucho una alarma. Salgo al corredor a ver que sucede y lo que veo me deja impactada, al fondo de este se encentra un paciente musculoso con un cuchillo, apuñaleando sin piedad a una hermosa joven que le da batalla, mis piernas no responden y siento como jalan mi brazo para moverme, al voltear veo que es la ti
Allison llora, y yo me desespero más.—porque la alarma no suena— porque nadie ha avisado de lo que sucede, tengo que salir y avisar para que controlen esto— está bien, yo te cubro mientras tú sales y avisas, no sé cuánto tiempo pueda resistir… confió en ti, no me decepciones — asiente y se limpia las lágrimas con el dorso de su mano. Tiene una pequeña herida causada por el golpe y de esta sale sangre haciendo que algo se active en mi interior queriendo salir.Abro la puerta y empujo con todas mis fuerzas a los dos gorilas que se encuentran enfrente, y veo como Allison sale de la habitación sin que se den cuenta.Ambos me acorralan y veo como dejan las pinzas en la mesa de la entrada como si les estorbara, y solo quedan con el tubo de metal cada uno, recibo golpe tras golpe de cada uno, mi cuerpo esta adolorido, pero intento mantenerme en pie
Dejo que observarla y decido hablarle.— hola — le doy mi más grande sonrisa. — qué tal si me cuantas tu historia de cómo lograste estar con un brazo enyesado - su rostro se ensombrece, pero decido continuar — estoy aburrida y no sé cuánto tiempo tenga que estar acá.Suspira, y me regala una sonrisa, y deja de observarme para ver su brazo.— solo si me cuentas también lo que te ocurrió, cuando llegaste estuviste a punto de irte al otro lado, los doctores se volvieron como locos, pero lograron estabilizarte — estoy asombrada, casi me voy.—está bien.— cando llegue al subterránea me pusieron con una compañera de cuarto, todo iba bien hasta cuando los doctores empezaron a suministrarle medicamentos para su recuperación, ella sufría de depresión, y cuando la llevaban a los laboratorios para los e
No puedo conciliar el sueño, cada vez que cierro mis ojos, siento que en cualquier momento alguien va a entrar y matarme. … Me despierto exaltada, no sé en qué momento de la noche me quede dormida, pero agradezco que nada malo me haya pasado. Mi cuerpo está más cubierto por vendajes que por cualquier cosa, parezco una momia y sé que con ver mi rostro se asustarían los pacientes, estos días han sido un martirio, golpes vas y viene, heridas sanan y otras llegan, la sangre corre y otras veces está seca, no sé cómo he resistido tanto tiempo en este puto infierno. Escapar ha estado en mis planes, pero no recuerdo nada como para salir y pedir ayuda, mi vida es frustrante y soy una persona con problemas de agresión, eso me perjudicaría más en el mundo fuera de esta isla. —es hora de tomar el desayuno, por favor diríjanse al comedor para empezar su día con toda la energía. — se escucha por los enormes parlantes, cada mañana es lo mismo,
Las puertas se cierran, y veo como un humo blanco llena la habitación donde antes me encontraba, uno a uno va cayendo en el suelo y la alarma de la cual no me había dado cuenta que sonaba dejo de hacer el ruido molesto para encender una luz azul en el comedor. El humo deja de salir y tanto los amigos de venus como nosotras nos encontramos viendo tras las puertas, todos han regresado a sus habitaciones o a la sala roja por motivos de seguridad. — por favor vuelvan a sus habitaciones, nosotros nos encargaremos de esto — un enfermero pasa por nuestro lado mientras digita unos códigos a lado de la puerta haciendo que este deje abrir la reja que se encuentra al otro lado del comedor dando paso a un pasillo con aproximadamente veinte personas cubiertas por un extraño traje de plástico. Somos empujados por el enfermero y salimos de nuestro trance, lo último que alcanzo a ver es como los ponen en camillas y salen hacia aquel pasillo. … Estoy acostada
en las dos horas que llevo despierta me han suministrado unos seis sedantes para poder dormir, pero ninguno ha hecho efecto en mi sistema, parece somo si fuera inmune. — eres la primera paciente que nos ha dado más trabajo dormir — un enfermero se sienta a mi lado en la silla metálica. — no tengo la culpa que mi cuerpo combata contra lo que me suministraron — hablo arrastrando las palabras. Una carcajada retumba por la habitación, y me percato del color peculiar de sus ojos, son de un color violeta intenso. Cuando se percata de mi mirada, su semblante cambia a uno serio y espeluznante. — en el laboratorio ocurrió un accidente haciendo que algunos que se encontraban allí les afectara algunas partes de su cuerpo, como en mi caso cambio el color de mis ojos — se levanta de la silla y se acerca a paso amenazante a mi lado. Uno de sus dedos juega con algunos mechones de mi cabello mientras el otro recorre mi rostro y cuellos, cada toque suyo hace q
Sus manos toman posesión se mis senos, mientras muerde mi abdomen, nada de esto causa efecto en mí, pero hago que salgas suspiros y jadeos para que siga concentrado en mi cuerpo. Cuando siento como mi muñeca es liberada de una correa y sigo con la otra y acelero el movimiento, cada toque en mi cuerpo es más combustible para la ira que va creciendo. Cuando me he zafado de las correas de mis brazos y pecho, la verdadera aventura comienza. Agarro el pequeño objeto en mi mano derecha y apuñalo su espalda, el hombre se separa un poco perturbado por lo que acabo de hacer. — pero que mier... — antes de que termine de hablar, vuelvo a clavar el bisturí en su pectoral, la sangre mancha su tez blanca. El demonio cae al suelo, mientras preciosa la enorme heria de su pectoral, y antes de que pueda reaccionar, quita la correa de mi cuello y las del resto que incomoda tanto a mi cuerpo. Cuando estoy por las correas de mi tobillo derecho, siento como agarran
Siento como si miles de agujas traspasaran mi cuerpo, me quejo del insoportable dolor que estoy sintiendo, mi garganta arde al pasar saliva, y mi boca parece como si estuviera cosida, mis parpados revolotean para abrir los ojos poco a poco, pero la hinchazón de estos me lo pone difícil pero no imposible. Cuando logro abrir mis ojos, lo primero que veo es el techo blanco de mi habitación, y escucho los pasos de los pacientes en el pasillo, no puedo mover mi cuello, pues este esté atado con una delgada correa como si fuera un puto perro. Estoy muy incómoda y me pica la punta de la nariz, pero mi cuerpo está más atado que cualquier otra cosa, me frustra no saber cómo hacer para satisfacer a mi pobre nariz que sufre por la molesta picazón que tiene. Con mi lengua intento alcanzar mi nariz, pero es casi imposible. Estoy tan concentrada en mi nueva tarea que me asusto cuando la puerta es abierta abruptamente y por esta entra el viejo canoso del cual ni se su nombre