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CAPÍTULO 2 EL VAGABUNDO

Debía ver a Dakota en la entrada del aeropuerto.

No me quité los lentes hasta que me pidieron mis cosas en el registro y fue cuando vi a Dakota esperándome impaciente, saltó como un resorte cuando me vio.

—Dime ¿Cómo te fue? ¿Qué hicieron? a qué es un papucho — pero la sonrisa se le borró en cuanto me vio —¿Qué te hizo ese maldito? —Suspiré.

No tuve el valor para llamarle anoche a Dakota y contarle lo que había sucedido, humillada me había hundido en mi cama, intentando calmarme, para cuando desperté era de madrugada y por más que me había esforzado para borrar los rastros del llanto de anoche, no pude hacerlo del todo.

—No ... no fue nada —titubee, intentando apartarme un poco de la gente para que no escuchara un malentendido drama.

—¿Te pegó? ¿abuso de ti? Dime para que lo demandemos...

Miré alarmada a mi alrededor, un poco asustada porque alguien la escuchara, me apresuré a callarla. 

—Sch — le llevé una mano a la boca — no fue nada de eso — miré a mi alrededor, pero nadie nos había prestado atención, poco a poco retiré mi mano, cuando se relajó un poco— me humilló —dije mirando el suelo.

—¿Qué hizo? — le conté a regañadientes, los colores escarlatas de su rostro mostraban el coraje que ahora tenía—le patearé las bolas, créeme que lo haré.

Suspiré mirando el tablero de los vuelos.

—Como sea, se acabó.

—¿Qué dices?

—Se acabó, Dakota, no más citas —recalqué la última frase.

Lo mejor para ambas era esto, no volveríamos a hablar de citas hasta que me sintiera mejor y eso, podría tardar bastante. Nuestro vuelo fue anunciado, por mi bien, Dakota cambió de tema con otro repentino interés que, era mejor concentrarse en ello.

—El nombre del CEO de la corporación West es Adam West —decía entusiasmada —estuve investigando un poco anoche.

—¿Y cuál es su relación con nuestro proyecto?

—Eso es lo interesante —palmeo sus manos — es un corporativo internacional de gestión de nuevas tendencias educativas

Abrí la boca sorprendida

— ¿Cómo no habíamos escuchado de ellos?

—No tengo idea, pero, es demasiada coincidencia ¿no crees? —levantó sus rubias cejas —es el destino.

—Espero que respeten nuestra idea.

—Pero, me pareció bastante raro que no hubiese una foto del tal CEO ese —murmuró casi para sí.

—¿No las hay?

—Es un poco raro ¿no?

Me encogí de hombros.

—Quizá le gusté su privacidad.

—Sí, claro.

El vuelo duró apenas dos horas, tomamos un taxi quien nos llevó directo al hotel.

El gran Hotel The Pierre, un elegante y moderno lugar donde se llevaría a cabo el evento, sin en cambio era bastante caro, aquí se habían ido una buena parte de mis ahorros.

The Pierre se encontraba en la 5th avenida, a un par de metros del Central Park, la fachada llamaba mucho la atención, elegante, con muchos ceros encima. Podría sonar muy snob, pero, abrumaba bastante.

Después de bajar, sin ayuda, del taxi e ingeniárnosla con las maletas, entramos al lobby.

El suelo estaba pulido, cuadros blancos y negros, un olor dulce y fresco nos recibió, dos hombres tras unos alto recibidores, en medio del lobby, un candelabro elegante y moderno de cristales, jarrones con flores frescas, detalles en dorados, este lugar era símbolo de la belleza antigua y la elegancia moderna, era todo un sueño de época.

—Mi- er-da —exclamó mi amiga con la boca abierta —bien pudiera dormir en ese sillón y no diría nada.

Solté una risilla.

Realizamos nuestro Check in y me asombró lo moderno que era, un código sonó en mis notificaciones, no necesitaba llave, solo pasar el código sobre la pantalla frente a la puerta y listo. Dakota y yo nos movimos embobadas hasta el ascensor, donde nos asignaron un botones y nos ayudó a subir nuestro equipaje. Realicé las instrucciones que me habían dicho y pasé mi escáner para el código, que, enseguida se aprobó y la puerta se abrió.

Todos los bellos detalles del lobby se reflejaban también en la habitación, salvo que esta era de tonos claros, había una cama enorme y blanca que se antojaba para dormir largo y tendido, el cabecero, tocador, sillón y mesita, eran los perfectos detalles de época, mientras que la pantalla, el baño y la ventana daban el toque perfecto de la modernidad.

—Es como un sueño —suspiró mi amiga, lanzándose hacia la mullida cama y acunando una almohada en forma de rodillo —vale la pena los dólares que gastamos aquí.

Después de probar un poquito la habitación, nos lanzamos al ataque de asaltar las tiendas de ropa.

—Tendremos dos eventos diferentes, la recepción del bar del hotel y la gala de mañana.

Dakota se paseaba indecisa por toda la tienda, mientras veía con mucha preocupación y discreción las etiquetas de la ropa, sufrí en silencio.

Después de un largo rato divisé entre las cascadas un vestido negro de strapless, con las mangas traslucidas ribeteadas a la altura de los brazos y un escote en V, llegaba a la altura de un centímetro bajo mi rodilla, vi el precio, por suerte se ajustaba a mi presupuesto.

Lo acuné y paseé por el resto de la tienda con él, cuando escuché un chillido de Dakota.

—Mira, mira, este es para ti —sacó de una cascada la bonita tela llamativa.

Arrugué la cara.

—Es rojo.

—El rojo es el mejor, anda, no pongas mala cara, te vendrá bien, es más, es un regalo para ti —corrió a caja y lo pagó antes de que protestara.

No quería pelear con Dakota y relajarme un poco después de lo de anoche. A continuación, nos deslizamos hacia las zapatillas, donde, después de un par de años sin haber usado algo tan alto, sufrí un par de tropiezos y me negué a aquellos mortales negros. Las clases a las que asistía aun no son las suficientes para que pueda subir de nivel.

—Definitivamente no —dije recuperando el aliento —no quiero matarme frente a todos.

Entonces, vi unos stiletto nude que combinaría perfecto con el vestido rojo, y después unas sandalias blancas de rayas negras.

Nos llevamos la tarde de compras, una llamada de quizá media hora con mi madre para saber sobre los mellizos, quienes se la pasaron durmiendo el resto del camino a la playa, pero estaban muy bien, me deseo suerte y prometí llamarlos al día siguiente.

—Ya vístete, quiero ver a que ricachón seduciré hoy —Dakota me arrojó el vestido a la cara.

Comenzaba a sentir los nervios en el estómago, me vestí y calcé, como un tranquilizador me maquillé, escuchando las canciones que había puesto Dakota para maquillarse.

—Te...tengo muchos nervios —le confesé, sintiendo mis palmas muy frías.

Mi amiga me miró a través del espejo.

—Todo irá bien, bastante bien —sonrió anchamente, se terminó de poner las pestañas y se vio por última vez al espejo.

Estaba bastante bonita y radiante, parecía una Barbie elegante, con una falda vino a la cintura y un top blanco de manga larga con tacones de aguja matadoras, su cabello dorado le llegaba a la cintura y yo estaba embelesada con ella.

Su aire tan confiado me hacía alucinar.

—¿Nos vamos?

Después de intentar relajarme un poco e ir al baño antes de salir, por fin nos colamos al ascensor.

—Holly, por favor —me tomó la mano —relájate, es solo una cena.

—Lo sé, lo sé —tragué en seco —supongo que me relajaré ya estando dentro, inspiré —tú... tú hablaras con West.

—Sí, lo haré, pero solo cálmate, sí.

Tengo muchos conflictos, soy una buena mamá o eso es lo que intento, soy una muy buena directora, lo sé por qué lo he visto, pero, cuando todo se trata de mí, cuando tengo que alzar la voz ante algo, me congelo de repente como una zarigüeya miedosa, como sucedió anoche.

Nuestra oportunidad para hablar en privado y tomar el visto bueno era hoy en esta recepción, el tío Yuli, me había dicho que aprovecháramos todas las oportunidades, para llamar la atención de Adam West. Por eso luchaba conmigo, esta pelea interna siempre era cansada, debía golpear mi lado tímido, miedoso y cobarde, no podía permitirme congelarme con esas personas.

En cuanto llegamos a la primera planta nos dirigimos hacia el bar del hotel, aquí, lo moderno ganaba por sobre lo antiguo, el piso oscuro, sillas altas sobre la barra del bar de color oliva y terciopelo, mesas pequeñas de madera oscura, techo alto, lámparas largas que se ocultaban en columnas oscuras y daban un toque exclusivo, altos jarrones con helechos colgantes, exquisito.

Ya había bastantes personas elegantes, trajes, perlas, perfumes, champagne del más caro, una orquesta al fondo que tocaba suave, las personas elegantes hablaban felices, escuchaba algunas risas, de las que te provocan despilfarrar el dinero. Sentía el corazón en la garganta, aferré con fuerza mi bolso.

—¡Holly! —la voz de mi tío me hizo pegar un buen brinco.

El bonachón de mi tío Yuli apareció ante nuestra vista, tenía un poco de barriga, y barba de pocos días llena de canas, sus ojillos desbordaban felicidad cuando me vio, abrió los brazos y yo recibí su abrazo.

—Tío Yuli ella es mi amiga Dakota Sparrow.

—Un gusto, un gusto —se veía que mi tío ya traía un par de copas, sonreía anchamente, que sus ojillos casi no se veían y la nariz se le teñía de rojo — Ulises Tomazo.

Mi amiga estrechó su mano y beso su mejilla.

—Tengo curiosidad... creí que se llamaba Yuli.

—Oh, Yuli es mi apodo que estas chiquillas bribonas me pusieron cuando las conocí —sonrió anchamente —Danielle apenas estaba en pañales, no podía pronunciar mi nombre bien, así que me puso Yuli.

—Oh, qué lindo.

—Pasen por aquí, les presentaré a un par de personas.

Si bien, solo me relajé un poco, me abofeteé mentalmente, esto era importante, así que no podía escurrirme y encerrarme en mi habitación.

Cuando más conocía a algunas personas, más comencé a relajarme, aunque no les prestase mucha atención, puesto que charlaban sobre grandes viajes y villas que habían adquirido recientemente, Dakota llamó la atención de un par de hombres apuestos.

Estábamos en la barra, aquellos hombres eran abogados, y sonreían bobos en torno a mi amiga, aunque ella intentaba unirme a su conversación, era bastante evidente que esos hombres estaban en la atención de mi amiga.  Casi tres horas después, tío Yuli se aproximó hacia nosotras, con el rostro apenado.

—Temo decirles que me han informado, que el señor West estará indispuesto esta noche, lo lamento.

—¿Cómo se atreve a dejarnos plantadas? —bufó Dakota —esa es una falta de educación —frunció los labios

—No, no te preocupes, tío — dije apresurada — ya lo veremos mañana.

—Sí, está obligado a asistir así que no se preocupen.

Después se marchó para continuar recibiendo a los invitados.

—Es una lástima.

—Tendrás el día de mañana para dejarlos impresionados —la tomé de la mano y ella apretó la mía.

—¿Por qué no nos divertimos un poco? —pidió dos copas de Martini —aprovechemos que son gratis, por favor —rogó.

—Solo... solo una.

Dakota sonrió con malicia.

.

—...entonces ¿me estás diciendo que las jirafas no hacen sonidos? —me dijo el tipo que no sabía su nombre.

Un poco más que achispada, me obligué a mirarlo con firmeza.

—Exacto, nunca hacen sonidos como otros animales.

—Eso no lo creo —le dio un trago a su vaso y se mofó con el barman —¿sabías eso?

—Jamás lo escuché —dijo el otro, embelesado limpiando vasos.

No sabía cuánto tiempo había pasado hablando con este tipo y el barman, hablando y debatiendo sobre animales.

—Puedes buscarlo — dije socarrona — está científicamente comprobado.

—¡Holly! —se acercó mi amiga, también un poco tomada, se acercó a mi oído —te veo más tarde, saldré con Otis.

—¿Quién carajos es Otis?

—Yo soy —salió el tipo detrás de ella, era uno de los abogados con los que había hablado, el otro, se marchó por la patria.

—Te veo luego —mi amiga me guiñó el ojo y se fue con el tal Otis.

Resoplé y bebí el resto de mi copa.

—Así que tu nombre es Holly, y no chica de los animales —bromeó el tipo a mi lado.

Sus ojos azules ya parecían algo adormilados.

—Ajá.

—¿No quieres saber mi nombre? —se acercó un poco, lo miré recelosa.

—No me interesa.

—Te lo diré de todos modos —soltó una risa —soy Nicholas...

Tomé mi bolso y me bajé del taburete, rezando a todos los dioses que no me cayera e hiciera el ridículo.

—Adiós, Nicholas.

Mientras me abría paso hacia el ascensor, me despedí de algunas personas que había conocido, el alcohol me envalentonaba.

Tomé el ascensor y miré con atención los números de los pisos, se tambaleaban mucho, entonces una avalancha de personas se metió a este, olían a alcohol y perfume caro, me hicieron marearme más, no podía ver el número del piso, me sostuve de la barra cercana.

Una pareja a mi lado comenzaba a tener arrumacos, intenté girarme, apartar la vista de eso, pero aquella pareja me aprisionó y la espalda del tipo me presionó sobre la esquina y el calor inundó el apretado elevador.

De pronto todos bajaron en un piso y tan rápido como se fueron las puertas se cerraron, intenté recuperar el aliento, pero enseguida las puertas tras de mí se abrieron y caí de nalgas hacia el piso alfombrado.

—Auch —me quejé, aquel rebote me zarandeó.

Las puertas se cerraron, me apresuré para impedirlo, pero fue muy tarde, tambaleante me levanté, y observé a los lados del pasillo, ¡Oh, mi piso!, lo reconocía porque había una planta, así que la puerta más próxima era la mía.

Saqué mi móvil, con dedos torpes, no me había dado cuenta que me tambaleaba un poco, m****a, bebí de más, pasé el móvil por el registro, pero no se abrió, tiré de la manija una y otra vez.

M****a, ¿qué pasa?

La puerta se abrió de súbito.

—Llegas tarde —gruñó una voz muy fuerte, un olor fuerte a alcohol me hizo fruncir el ceño.

Alcé la mirada y casi pego un brinco, un alto hombre con barba crecida y cabello largo acaparaba casi toda la puerta.

Fruncí el ceño, ¿Qué demonios hacía en mi habitación? A menos que...

—Es... es... un ¿vagabundo?

—¿De qué diablos hablas? Entra de una puta vez que el tiempo corre.

—¿Qué?

Tiró con fuerza de mi brazo y me metió a su habitación, definitivamente, esta no era la mía.

Era enorme, demasiado enorme, techos altos, sillones clásicos y piso de caoba, estaba iluminado para que fuese cómodo a la vista, pero no me dejó contemplar mucho, su agarre era fuerte en mi pequeña y casi huesuda muñeca.

Me tiró al sillón más cercano con más fuerza y brusquedad de la necesaria, me cortó el aliento. Me tendió un vaso lleno de agua.

—Tómalo —ordenó y por instinto obedecí rápidamente.

Bebí de un trago, tenía la sensación de que algo malo pasaría si no lo hacía, el líquido sabía amargo, fuerte y me quemaba la garganta.

—¿Qué... qué es esto?

—¿Qué no conoces el vodka? —bufó —llegaste tarde, no te pagaré ese tiempo.

—¿Pagar?

—Cierto, solo transferencias —se mofó, rodeó los ojos.

Se llevó las manos a su camisa y comenzó a desabotonarla.

—Bueno... veo que no estas nada mal —se relamió los labios, sus azules ojos me miraron como una presa, me encogí en el sillón, un poco asustada —si haces bien tu trabajo te pagaré extra.

—No sé de qué...

Titubé, pero, se abrió de un tirón la camisa, dejándome ver su cuerpo esculpido, abrí la boca.

—Así es, me gusta eso —de un movimiento se colocó sobre mí, su calor me abrazó por completo, me llevaba más una cabeza, quizá dos — pedí una secretaria descarada — pegó sus caderas en mi abdomen y sentí un bulto caliente —me gusta que parezcas una virgen.

Tragué en seco, completamente inmóvil por lo que estaba pasando, me arrebató el vaso de las manos y lo arrojó tras de sí, escuché el estrepito de los vidrios al chocar con el suelo.

Soltó un gruñido y yo un respingo cuando sentí sus manos en las solapas de mi vestido.

—¿Qué haces? —protesté débilmente, la cabeza me daba vueltas y sentí que mi cuerpo comenzaría a temblar.

—¿No es evidente? —soltó una seca carcajada, mirándome fijamente, me paralicé de nuevo —te voy a coger.

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